Crítica: El hombre de los sueños (Dream Scenario)

Una fantasía surrealista que aparenta ser inteligente, pero que en realidad es una suma de películas que sí lo fueron.

Kristoffer Borgli 

/ Nicolas Cage, Julianne Nicholson, Dylan Baker, Tim Meadows, Michael Cera

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Cine Colombia

A finales de los noventa y comienzos del 2000, los directores Spike Jonze (Being John Malkovich, Adaptation), Michel Gondry (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, The Science Of Sleep), Jonathan Glazer (Birth) y Richard Linklater (Waking Life), nos sorprendieron con un cine vital, original y desquiciado que utilizaba el psicoanálisis, la psiconeurología, la onirología y los recursos de la ciencia ficción, para crear unas películas formalmente exquisitas, entretenidas y muy profundas, que reflexionaban sobre la condición humana desde sus diferentes dimensiones (física, afectiva, cognitiva, social, sexual y, sobre todo, existencial). 

La originalidad inevitablemente conlleva sus respectivos imitadores, quienes debido a un afán perezoso por emular lo que admiran, resultan con un cine cansado, derivativo y pretencioso que resulta peor que las franquicias recalcitrantes, las estructuras fijas de géneros sobre utilizados y las premisas que alguna vez pertenecieron al cine de explotación, pero que ahora hacen parte de producciones estériles con presupuestos escandalosos.

A24, creado en 2012, inicialmente fue un estudio reconocido por continuar con la tradición del cine inteligente y fascinante de los autores mencionados anteriormente, con grandes cintas como Under The Skin de Jonathan Glazer, Ex Machina de Alex Garland, The Witch de Robert Eggers, American Honey de Andrea Arnold, Midsommar de Ari Aster o Uncut Gems de los hermanos Safdie, por mencionar algunas. Pero últimamente, salvo algunas excepciones (la más notable es The Zone of Interest de Glazer), A24 nos está entregando un cine que se siente artificioso (Everything Everywhere All At Once), impostor (Medusa Deluxe) y desabrido (Past Lives), como esas piezas musicales que abundan en la internet y que nos suenan terriblemente conocidas, pero que inmediatamente reconocemos que no están siendo interpretadas por los artistas originales.        

Ese es el caso de Dream Scenario, la tercera cinta del noruego Kristoffer Borgli (autor de la malograda DRIB y la abrumadora Sick of Myself), un director y guionista que ansía pertenecer al grupo de Jonze, Gondry, Glazer y Linklater, pero que se acerca más a la decepcionante Beau is Afraid del extraviado Aster o a ese plagio descarado y sin humor de The Magic Christian conocido como Triangle of Sadness, del aún más extraviado Ruben Östlund.

Nicolas Cage, quien interpretó a Charlie Kaufman guionista de Adaptation en Adaptation (y a un hermano gemelo inexistente que apareció en los créditos del guion nominado al Óscar), protagoniza este intento de fantasía surrealista sobre un profesor universitario y padre de familia pusilánime, que inexplicablemente comienza a aparecer en los sueños de casi todas las personas del mundo y que supuestamente denuncia la pérdida de la intimidad causada por el surgimiento de las redes sociales, lo efímero de la fama obtenida de manera fácil y casual en la internet y la cultura de la cancelación generada por las personas que se ofenden fácilmente ante la falibilidad de la condición humana. 

El Paul Matthews de Nicolas Cage tiene una apariencia poco atractiva (calvo, fofo, barba descuidada, gafas, ropa poco agraciada) y, especialmente para las generaciones actuales que se criaron con Jersey Shore y con una fila desmedida de influencers irreverentes y Youtuberos patéticos, el trabajo de Matthews es menos agraciado que su apariencia: Es un profesor de biología.  

Matthews aparenta ser una persona feliz como el de la canción Once in a Lifetime de Talking Heads, con una bella casa, una bella esposa (interpretada por Julianne Nicholson) y dos bellas hijas (Jessica Clement y Lily Bird). Pero en realidad, no lo es. El profesor está resentido porque su colega le robó sus ideas y ahora ella goza de las mieles del éxito académico; sus estudiantes se duermen y chatean mientras él habla apasionadamente en el aula sobre las cebras; y su colega Richard (Dylan Baker) arma cenas elegantes a las cuales nunca lo invita por considerarlo soso y aburrido. Y como si fuera poco, sus hijas sienten vergüenza de él y Janet, su esposa, así no lo exprese, guarda una profunda decepción hacia su mediocre pareja. 

Todo cambia cuando Matthews se convierte en una especie de Freddy Krueger hipster, al aparecer en los sueños de casi todos y convirtiéndose en una celebridad instantánea. Sus estudiantes ahora llenan las aulas y le prestan atención, sus hijas están pendientes de lo que en las redes sociales se dice sobre su padre y una agencia de publicidad liderada por Trent (Michael Cera), le ofrece un mundo de posibilidades para monetizar su fama repentina, dentro de ellas la posibilidad de publicar su soñado libro.   

Sin embargo, al principio Matthews solo aparece en los sueños de las personas como una presencia intrusiva pero inofensiva. Pero luego, cuando el profesor no logra controlar su fama adquirida e intenta engañar a su esposa con una mujer joven, los sueños se convierten en pesadillas, con Matthews violando, descuartizando, ahorcando y acosando a los soñadores. Es así como el profesor pasa, de la noche a la mañana, del anonimato al desprestigio, convirtiéndose de persona famosa a infame en un abrir y cerrar de ojos, literalmente.  

Hay películas inteligentes y hay películas que aparentan serlo. Y existe todo un abismo de diferencia entre unas y otras. Dream Scenario supuestamente denuncia el narcisismo y la superficialidad de la cultura actual, pero termina siendo un despliegue de situaciones que le gritan al espectador “¡Mira, qué director tan astuto soy!”: Un sueño en el que Matthews aparece disfrazado con el enorme traje de David Byrne en Stop Making Sense; el profesor posando con tristeza para un fotógrafo francés con el guante de Freddy Krueger; Matthew despegándose del suelo para levitar como el joven de la cinta animada de Linklater; o una corporación que crea un dispositivo llamado NORIO, para espantar a Matthews de los sueños y en su reemplazo insertar comerciales y promociones a nuestros sueños haciendo uso de influencers y Youtuberos (este dispositivo de pesadilla, claramente inspirado en la cinta Abre los ojos y su remake Vanilla Sky, es lo más interesante de la cinta, pero se desperdicia como una anécdota secundaria).  

Es hora de dejar de hacer copy/paste con las películas que se admiran para empezar a soñar en nuevas posibilidades artísticas y no monetarias. Tal vez lo que necesita A24 son autores que amen el cine y que deseen convertir sus sueños en realidad, en vez de directores que sueñen con ser famosos y que, como la colega de Matthews, prefieren robar ideas ajenas para gozar de un reconocimiento inmerecido que no es producto de un verdadero esfuerzo.  

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