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Transformers: El despertar de las bestias

Michael Bay no es el director de la nueva entrega y esas son muy buenas noticias.

Steven Caple Jr.  

/ Anthony Ramos, Dominique Fishback, Luna Lauren Vélez

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de UIP

Si existen dos franquicias que representen lo peor del cine contemporáneo (derroche de efectos especiales, diálogos imbéciles, trama predecible y ausencia de subtexto) son, definitivamente, Rápido y furioso y Transformers. Es un misterio que, hasta el momento, nadie haya pensado en hacer un crossover (eso podría explicar por qué los autos que maneja Toretto y su “familia” jamás se estropean y pueden llegar hasta el espacio exterior).

Michael Bay logró algo casi imposible en la historia del cine, dirigir cinco películas de una misma saga, cada una peor que su antecesora. La última, Transformers: El último caballero del 2017, es un mamotreto insoportable de casi tres horas de duración que incluye a Mark Wahlberg y Anthony Hopkins entregando las peores actuaciones de sus respectivas carreras. 

Pero un año después llegó la adorable Bumblebee, un spin-off tan pequeño como su robot protagonista, que nos retrotrajo a los años ochenta (la época en la que surgieron en las jugueterías y luego, en la televisión los Transformers) y que por fin parecía ser elaborada por seres humanos, gracias a que Michael Bay le cedió la dirección a Travis Knight, el director de ese hermoso clásico del stop-motion llamado Kubo y las dos cuerdas mágicas.   

Cinco años más tarde, los Transformers regresan a las pantallas con una precuela y, al mismo tiempo, reboot de la saga. Es toda una fortuna que Bay también haya cedido el timón aquí, esta vez a Steven Caple Jr., el director de la irregular Creed II, parte de la longeva franquicia de Rocky. 

Transformers: El despertar de las bestias está plagada de defectos. Es absolutamente predecible, los diálogos son de pacotilla y no se puede liberar de la amenaza fantasma que significan las terribles películas de Bay. Pero llega a ser la segunda mejor de la saga, ya que Bumblebee, hasta la fecha, sigue siendo la mejor de todas. 

Las razones por las cuales la cinta de Caple Jr. representa una auténtica mejoría para la franquicia saltan a la vista. El despertar de las bestias se acerca mucho al espíritu de la serie animada original, es mucho más coherente que las cinco esperpénticas películas del director de Pearl Harbor y sus efectos especiales son más discretos y mucho menos ruidosos, dejando que la cinta respire y tenga un ritmo y un tono que nos recuerda a la adorable primera cinta de Las tortugas Ninja (a Bay también se le acredita haber vuelto añicos esa otra franquicia infantil ochentera).

En esta película desarrollada en los años noventa, volvemos a encontrarnos con el muy querido Optimus Prime, el líder de los Autobots (con la voz de Peter Cullen haciendo la mejor imitación posible de Liam Neeson), y al simpático Bumblebee (que utiliza las voces que encuentra en la radio para comunicarse).  Junto con ellos encontramos a los Maximals de la serie animada Transformers: Beast Wars y que incluyen al gorila robot Optimus Primal (Ron Pearlman), al águila robot Airazor (Michelle Yeoh), al rinoceronte robot Rhinox (David Sobolov) y al guepardo robot Cheetor (Tongayi Chirisa). 

Optimus Prime esta vez estará acompañado, además de Bumblebee, por Arcee (Liza Koshy) una robot motocicleta; Wheeljack (Cristo Fernández) un bus Wolkswagen robot con un marcado acento muy similar al del jugador de fútbol Dani Rojas de la serie Ted Lasso; Stratosphere (John DiMaggio) un veterano y destartalado avión de carga; y Mirage, un Porsche robot con el maravilloso trabajo de voz de Pete Davidson, quien exclama el chiste más subido de tono que se haya podido incluir en cualquier película o serie de los Transformers. 

En reemplazo del molesto Sam encarnado por Shia LeBeouf y el aún más molesto Cade interpretado por Mark Wahlberg, nos encontramos con el carismático Noah Díaz, un ex militar experto en electrónica, que se hará amigo de los Autobots y los Maximals y que es asumido por Anthony Ramos, el talentoso actor a quien hemos apreciado en el musical In The Heights y en la última temporada de la excelente serie de HBO In Treatment.  A Ramos lo acompaña Dominique Fishback (Judas y el Mesías negro), como Elena Wallace, la empleada de un museo que se unirá a la aventura cuando descubre que un objeto arqueológico esconde un origen asociado con los robots. Es refrescante que Fishback asuma su papel de una manera desexualizada, liberándose del fantasma de la sexapilosa Mikaela Banes de Megan Fox y dejando de lado cualquier tipo de tensión romántica entre Elena y Noah, como sucedía en las series animadas que no tenían tiempo ni interés para semejantes menesteres.  

Los villanos esta vez no son los Decepticons, sino los malvados Terrorcons, conformados por los robots Scourge (Peter Dinklage), Nightbird (Michaela Jaé Rodríguez), Battletrap (Sobolov) y el líder Unicron (Colman Domingo), un gigantesco constructo mecánico devorador de mundos, que necesita unas misteriosas llaves para cumplir con su cometido.           

Las razones principales que hacen que El despertar de las bestias sea un producto soportable están en su relativa corta duración con respecto a las películas de Bay (no más épicos de tres horas), en su autoconsciencia (todos reconocen con gracia que esta es una película tonta sobre robots), en su bien lograda inclusión (de esta cinta John Leguizamo no tendrá nada que reparar), en una banda sonora que nos recuerda lo bueno que era el Hip Hop de los noventa (Wu-Tang Clan, A Tribe Called Quest, Digable Planets, The Notorious B.I.G.) y principalmente, en su humanidad (que fue el gran logro de Bumblebee) y en entregarnos unos personajes que son realmente interesantes. Además de Elena y Noah, encontramos a Dean Scott Vásquez como Kris, el pequeño hermano de Noah que sufre de una enfermedad crónica: a Luna Lauren Vélez como Breanna, la madre de los dos; y a Reek (Tobe Hwigwe), el simpático socio y cómplice de Noah. 

Ojalá en el futuro se tome como referencia la película animada de Transformers de 1986, la cual nos enseñó que para generar un verdadero impacto en la audiencia hay que tomar riesgos. Eso, combinado con el toque humano aportado por Knight y Caple Jr., puede hacer de Transformers, por fin una franquicia que valga la pena.      

P.D. No se pierda la escena postcréditos que une a la saga con otra. Nunca antes una tarjeta de presentación había hecho acelerar tanto los corazones de aquellos que nos clavamos por horas a las pantallas de televisión en la ya lejana década de los ochenta y que soñábamos con este crossover.

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