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La revolución punk televisada

La serie de Danny Boyle sobre el auge de los Sex Pistols da en la nota correcta, pero no es lo suficientemente ruidosa

Danny Boyle 

/ Star+

Por  ALAN SEPINWALL

Boon (izquierda) y Wallace, rebeldes domesticados.

MIYA MIZUNO/FX

Al comienzo de esta serie sobre el emocionante ascenso y la horrible caída de los Sex Pistols, la banda da una fiesta y el mánager Malcolm McLaren (Thomas Brodie-Sangster) le dice al guitarrista Steve Jones (Toby Wallace) que están presenciando el nacimiento de un nuevo movimiento. Un Jones escéptico, al ver que los asistentes están cantando el inofensivo éxito de pop de 1974 ‘Shang-A-Lang’, se pregunta si una rebelión puede tener a los Bay City Rollers como banda sonora.

Esta batalla entre la revolución y lo convencional es el punto central de Pistol. Los Pistols canalizaron la rabia que sentían al ser olvidados por el Imperio británico, para reducir el rock hasta sus raíces rebeldes y construir algo nuevo con ello. Con todos los adornos estilísticos que esperarías de un director como Danny Boyle, la serie aspira a darle algo de esa misma anarquía al drama televisivo, pero no trasciende su género como lo hizo la banda con Never Mind the Bollocks, Here’s the Sex Pistols.

El escritor Craig Pearce adaptó la autobiografía de Jones, Lonely Boy, mostrándolo como el héroe imperfecto pero simpático que mantuvo a los Pistols juntos, a pesar del insoportable cantante Johnny Rotten (Anson Boon) y el autodestructivo bajista Sid Vicious (Louis Partridge). Wallace es un protagonista convincente, pero su versión de Jones parece muy tradicional en un comienzo. El mismo Johnny Rotten rechazó el proyecto.

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Hay momentos que resuenan, como el baterista Paul Cook (Jacob Slater) ralentizando el ritmo de ‘Anarchy in the U.K.’ hasta llegar al himno que conocemos hoy, 45 años después, pero hemos visto cosas parecidas en la mitad de las biografías que se han hecho de la banda. Incluso detalles de la realidad, como cuando John Simon Ritchie obtiene su apodo de Sid Vicious después de que el hámster de Rotten lo mordiera, se sienten banales aquí.

Gracias a Boyle, la naturaleza cliché de Pistol es decepcionante, mas no agobiante. Aun así, la serie parece tan exagerada como las viejas bandas contra las que los Pistols se rebelaron, con una historia que avanza a paso de tortuga durante cinco horas, para terminar con la desastrosa gira estadounidense de la banda, y la tragedia de Sid y su novia Nancy Spungen (Emma Appleton).

Es casi como si Pearce y Boyle se negaran a revisar el material de Sid & Nancy de 1986, una película con un espíritu implacable, de la que su serie podría aprender mucho. Los Sex Pistols nacieron de la furia, y Pistol fue hecha con amor; esa es una combinación compleja.

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