Dum Chica: “Juana no es bajista, Lucy no es cantante y yo no soy baterista. Por eso lo que salió es muy primitivo y genuino”

El trío que suena como un tornado tiene todo para arrasar con el jardín del rock argentino en la década signada por una pandemia

Por  FACUNDO ARROYO

noviembre 10, 2023

Rama, Lucy y Juani le pusieron el nombre a la banda por “Dum Dum Boys”, el tema de Iggy Pop.

Guillermina Muller

Es viernes a la noche y Dum Chica está presentando su disco debut en La Tangente. Agotaron las dos fechas programadas y agregaron una más en El Emergente. También se vendieron todas las entradas. Dum Chica es un tornado que está arrasando con el jardín del rock argentino en la década signada por una pandemia. Ya tienen las canciones para un segundo LP, ya tienen un sello internacional haciéndoles marca personal, ya tienen varios modelos de remeras caminando por las calles del Abasto y Finisterre, ya tienen un sonido definido y novedoso, ya tienen a un loco de la guerra nocturno gritando que el rock no murió un carajo. Ya tienen todo lo que tienen que tener.

El grupo se formó en 2021 partiendo la quietud de la pandemia en dos. Se llaman así por “Dum Dum Boys”, el tema de Iggy Pop. También les gustaba el concepto de Tom Tom Club, la banda de la parte rítmica de Talking Heads. Lucila Storino (voz) le mandó un mensaje por IG a Juana Gallardo (bajo) para que le enseñara a tocar el teclado. Ese primer objetivo fue directo a la papelera de reciclaje cuando se dieron cuenta de todo lo que tenían en común. Al poco tiempo apareció Ramiro Pampin (batería). Es guitarrista pero, cuando se sentó en la sala de ensayo de su familia a probar la base rítmica, el sonido quedó definido. Él lo sintetiza de la siguiente manera: “Juana no es bajista, Lucy no es cantante y yo no soy baterista. Por eso lo que salió es algo muy primitivo y genuino”. Su primer disco se llama DUM (2023) y fue publicado por Casa del Puente.

Es sábado a la noche y Dum Chica está tocando “Ey ey” en el escenario Federico Moura. El bajo crudo y la batería atronadora siguen el quiebre de las finas caderas de Lucy mientras dice “No me dejes sola si me ves bailar”. Dum Chica adora la vitalidad en Pura Vida. En el bar emblemático de la ciudad de La Plata no entra nadie y todos quieren apretarse contra la baranda. Cuando el trío probó su sonido en la sala de ensayo, despertó un nervio. Un vaso comunicante con la realidad de Buenos Aires. El sonido es oscuro y furioso. “Espástico”, dice la periodista Ayelén Cisneros; “protopunk”, dice Lucy de Dum Chica. A Juana le interesa el sonido de First Issue (1978) de PIL. La crudeza profunda de estas canciones se conecta con la asfixia de los años ochenta del rock argentino. Con Sumo, sobre todo. “Lo que pasa es que ahora somos minas”, dice Juana, que tiene anotada una definición de la banda en su celular. Dum Chica es el puntal de algo que se podría denominar “After chabona”, entonces.

Es lunes a la mañana y Lucy está conectada en Whatsapp. Habla sobre un festival indie que se hizo el domingo anterior. Casi sin darse cuenta, talla una definición perfecta sobre Dum Chica mientras opina del evento de anoche: “Estuvo bien pero a mí me gusta más energía”.

Es jueves a la tardecita y a veinte metros de donde están sentados Rama, Juana y Lucy se está presentando el libro Al taco. Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999, Gourmet Musical). Un trabajo de Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiácono que, de alguna manera, explica por qué puede existir algo llamado Dum Chica en 2023 y podrían estar creando algo denominado “After chabona”.

Cuando Dum Chica se activa en vivo, todo se vuelve bicolor. Rojo y negro para el vestuario, las luces y las proyecciones. Estética Oktubre. Al trío le gustan los dos primeros discos de Los Redondos. De hecho suelen tocar seguido “Fuegos de oktubre” en una versión personalísima. Cuando evocan a Patricio Rey, tiene que ver con algo más físico. Una sensación de agite popular. Algo que pasa en sus shows y que con el correr de las fechas crece sin frenos. Hay un festejo ricotero, algo de todos y todas. Lucy explica: “Para mí el público de ahora necesita esa cosa más nacional y popular. Si no todo se empieza a poner muy snob. A mí los Redondos me llevan a muchas cosas que están vinculadas con la calle”.

Lo cierto es que arriba del escenario Dum Chica es pura movilidad en ascenso social. Y mucho tiene que ver con la performance de su cantante. Histriónica, enérgica, movediza y muy sensual. Es una de las performances más contagiosas del momento. “La realidad es que yo soy bailarina. Estudié danza toda mi vida, desde los cinco años. Di clases de ballet hasta el año pasado. Por eso hay algo en el cuerpo que me queda cómodo para hacer eso”, dice Lucy, que vivió también un tiempo en un taller donde aprendió a dibujar y pintar.

Sos bailarina clásica, pero bailás como rolinga…

¡Claaaaro, por supuesto! No voy a levantar la pierna, me parece una boludez. Hay que saber decir algo además de bailar. Me gusta ese foco. Por eso siempre mixturé la danza y el teatro. Pero la verdad es que es mi primera experiencia como performance de rock. A veces es liberador y a veces pienso que debería estar más quieta. Creo que hay un poder en la quietud. Eso puede venir más adelante. Ahora doy todo y a veces quedo de cama.

Y vos, Juana, sos un poco actriz en el escenario…

¿Yo? A mí me pasó algo en el escenario que es que me dejé de sentir un chabón y me empecé a sentir como una mina. Sentí que se podía emanar algo piola. Una piba me dijo algo que es posta. El bajo tiene algo muy sensual por la vibra. La vibra baja.

Y Lucy ofrece un contrapunto: “A mí me pasó medio al revés. Las primeras fechas era todo muy sexy, yo me desnudaba casi toda. Me copa lo masculino y lo femenino, por eso después lo fui equilibrando. Me parece más piola que en el escenario se vea algo más concentrado que una minita sacándose todo. Dum Chica es muy sexual”. Lucy dice que porque viene de la pasión. Hay un acto de conquista con el público, “estamos levantándonos a la gente, todo el tiempo. Ojo, no desde la promiscuidad sino desde el poder
de la sensualidad. Interpelando”.

Es martes a la noche y Rama está con Lucy mirando a la revelación inglesa llamada Dry Cleaning. Lucy tiene clavado sus pequeños ojos negros en Florence Shaw, la enigmática y fantasmagórica cantante de la banda que mezcla oralidad con sonidos sucios que van del punk al hardcore, por decir algo. Hace unos días, la voz de Dum Chica decía que hay un poder en la quietud y es exactamente lo que hace Shaw. No mueve un pelo para contar sus versos narrativos, casi sin cantar, y emocionar a toda la sala. La conclusión es clara: la cantante inglesa está dialogando por el mismo canal que la cantante argentina. Dos mujeres
decidoras con un impacto profundo.

Dum Chica se formó en 2021 partiendo la quietud de la pandemia en dos. (Foto: Guillermina Muller)

Lucy de Dum Chica es escurridiza. Dice que le encanta el plan de salir a escuchar Los Redondos en auto por Buenos Aires pero cuesta coordinar el encuentro. Lo da de baja un par de veces. “Sí, puede ser”, dice, “se me complica bastante con mis amigos porque siempre cambio todos los planes”. Cuando sube al auto está contenta. Se trasladó de Villa Urquiza a Chacarita para buscar una remera que le hizo una amiga, el emprendimiento se llama Forobardo. Le ética DIY excita a la cantante más extrovertida de la actualidad.

Casi no puede hablar, abre su paquete con la remera y se la queda mirando. Le saca una foto y la sube a su IG personal. “¿Conocés la banda?”, pregunta mientras muestra una imagen de Strawberry Switchblade hecha en serigrafía. Un dúo de pop escocés formado en Glasgow en 1981 por Jill Bryson y Rose McDowall. Dos mujeres de negro interpeladas por la cultura punk, algo así como el inicio de Dum Chica.

Lucy tiene mil antenas. En una calle pide frenar el auto porque tiene que hacerle una foto al cartel que acaba de descubrir. Dice: “Te amo culona” y una bajada que indica que el desesperado se mandó alguna: “No quiero perderte”. “Te amo culona”, dice Lucy, “es genial”. Ahora le está prestando atención al chasquido que hace Indio en “Fusilados por la cruz roja”. Lucy hace algo parecido en el escenario cuando no está cantando. Ahora sí: un chasquido ricotero.

“Estas canciones me tocan lo más profundo del corazón” dice Lucy mientras se suelta por primera vez en la noche. “Son tan buenas y tan crudas que me hacen decir estas cosas”, dice mientras se rescata que se acaba de relajar. Lucy pega un aullido con “Blues de la artillería” y después afirma que Gulp! es el mejor disco de Los Redondos, o al menos el que más le gusta a ella. “No existe ese sonido salvo en ese disco”. A Juana hay días en el que es el único disco de Los Redondos que le interesa.

Cuando llega el turno de Momo sampler Lucy dice que no lo tiene tan escuchado. Saca su encendedor de The Rolling Stones, prende un cigarrillo armado con sabor a vainilla, parece —finalmente— una Nueva Ston como dice la canción de Dum Chica, y se ríe con una frase de “El templo de momo”: “Y la quetejedi prepara el festín”. “Se da el lujo de decir la quetejedi”, apunta Lucy mientras me señala cuando el Indio canta “santo fumador, de allá de La Plata”. Es pícara Lucy. Eso es lo que le gusta a ella de Los Redondos.

“Para ser ricotero tenés que ser pícaro. Esa es una de las formas más piola de entender a la banda”.

Hundidos en la terraza de un bar de Palermo, Lucy revisa un fanzine con una amiga fotógrafa y escritora. Formaron parte del under de poesía oral de hace algunos años. “Nos iba a ver mucha gente porque era raro ver a tres pibas leer poesía a la misma ves”. El fanzine está buenísimo y tiene muchas ilustraciones de ella. Aún sigue en línea, se llama Desastre. Antes de terminar su vermú, la cantante de Dum Chica está pensando en su viaje a Córdoba para tocar en el pre-Grl Pwr junto a Barbi Recanati. Quiere hablar con ella y con Marilina Bertoldi. Quiere que vean a Dum Chica en vivo. Entre esas ideas se le activa su ética DIY: “Eso tengo que hacer, cargar más remeras de Dumchi”. Lucy apura la cuenta, se quiere ir, al otro día se levanta muy temprano. Se pone su campera de cuero y agarra el encendedor de los Stones.

La quetejedi prepara el festín.