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Inteligencia artificial y medio ambiente, el futuro está por verse

La inteligencia artificial, con el inmenso e insospechado potencial que tiene para beneficiar nuestras vidas, es un componente fundamental en las medidas que la humanidad pueda tomar para abordar el cambio climático, pero conviene ver las cosas con recelo

octubre 1, 2024

Cortesía.

La inteligencia artificial ofrece la posibilidad de modelar y predecir el impacto ambiental de casi cualquier cosa con una precisión sin precedentes. Los algoritmos avanzados pueden analizar grandes cantidades de datos para llevarnos a hacer un mejor uso de los recursos naturales y tratar de disminuir las emisiones de carbono. Estas tecnologías pueden plantear soluciones muy innovadoras, y mejorar la gestión de redes e incrementar la eficiencia energética en edificios mediante la automatización de sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado, al analizar patrones de consumo y condiciones meteorológicas, por ejemplo. Sin embargo, los centros de datos y la infraestructura que soportan la inteligencia artificial (además de su desarrollo y entrenamiento) consumen muchísima energía, lo que se traduce en una huella de carbono considerable. Por otra parte, existe el peligro del llamado “efecto rebote”, en el que las mejoras en eficiencia pueden traducirse en un mayor consumo de energía. Si una empresa reduce su consumo energético y luego decide expandir ciertas operaciones gracias a estos ahorros, el impacto real sería negativo.

Las iniciativas para mitigar el cambio climático a través de la inteligencia artificial deberían estar acompañadas por una regulación sensata (en la que las grandes corporaciones no tengan la última palabra), un diseño consciente que minimice los riesgos asociados, y un esfuerzo por concientizar al público de estos peligros.

El impacto de la inteligencia artificial en el mercadeo y el consumo es probablemente uno de los aspectos más complejos cuando se habla de sostenibilidad. Por un lado, permite a las empresas personalizar y segmentar sus ofertas con más precisión; esta capacidad de personalización se traduce, lógicamente, en mayores ventas e impulsa un consumo insostenible, planteando serios problemas desde una perspectiva ecológica al incrementar el uso de recursos naturales, las emisiones de carbono, los desechos y la contaminación. La inteligencia artificial puede ayudar a que los procesos de producción sean más eficientes, con mejores tiempos de producción y menos desperdicio, pero esto se traduciría en un aumento en las operaciones, anulando los beneficios ambientales.

Por otra parte, si planteamos cuestionamientos éticos, surgen muchas dudas en torno a la responsabilidad de las empresas en la promoción de patrones de consumo sostenibles. Por ejemplo, en lugar de impulsar la producción y venta de nuevos productos, las empresas podrían utilizar la inteligencia artificial para promover servicios de reciclaje o la reventa de productos usados, pero eso sería excesivamente optimista.

Si queremos que realmente marque la diferencia en la construcción de un buen futuro para las próximas generaciones, lo ideal sería que los gobiernos, los organismos multilaterales, la sociedad civil y las empresas trabajaran bajo la guía de principios éticos y sostenibles, colaborando para crear legislaciones que minimicen los riesgos ambientales asociados con la inteligencia artificial, y buscando que esta sea empleada para mejorar las condiciones de vida de las personas mientras protege el medio ambiente, sin exacerbar los problemas que estamos tratando de resolver. El problema es que difícilmente lograremos legislar al ritmo que avanzan estas tecnologías y, como ha ocurrido con las redes sociales, pronto podremos ver que hace tiempo nos han superado.

En este sentido es fundamental que las empresas asuman un enfoque que no se limite a los beneficios económicos y tenga en cuenta también el impacto social y ambiental de sus decisiones. Para esto es indispensable un cambio en los modelos de negocio y en los elementos que se toman en cuenta para medir el éxito empresarial.

En definitiva, la inteligencia artificial viene siendo hace tiempo un elemento fundamental en la revolución tecnológica e industrial que estamos viviendo, y su impacto va más allá del medio ambiente; es muchísimo lo que todavía debemos aprender y entender en relación con la inteligencia artificial de cara a la sostenibilidad. Cuesta mucho ver la inteligencia artificial solo como una herramienta más, pero debemos preguntarnos cómo estamos utilizándola y cuál es su impacto en otros ámbitos, como el empleo, la salud mental, la socialización, la educación, las artes y la comunicación.

Desafortunadamente, en muchos aspectos solo es posible especular acerca de lo que puede ocurrir, y aún resulta muy complicado apostar por la buena voluntad de unas corporaciones que generalmente están más interesadas en sus utilidades que en el futuro de la humanidad.