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El racismo vuelve a resaltar tras los nombramientos de líderes indígenas en el gobierno Petro

Los nombramientos de tres funcionarios indígenas en altos cargos del nuevo gobierno han suscitado reacciones favorables, pero también reactivaron el racismo arraigado en Colombia

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

julio 19, 2022

Rodrigo Sepúlveda/EL TIEMPO; Comisión de la Verdad; lapiragua.co

Gustavo Petro anunció tres nuevos nombramientos de funcionarios que harán parte de su gobierno ante la ONU, la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV) y la Unidad de Restitución de Tierras (ART). Los perfiles son de personas con una gran trayectoria profesional, así como experiencia de larga data en los procesos de movilización social de pueblos étnicos.

Leonor Zalabata Torres, del pueblo Arhuaco de la Sierra Nevada de Santa Marta, ocupará el cargo de embajadora ante la ONU en su sede en Nueva York. Zalabata es una destacada líder social que ha participado en política, movilizaciones sociales y ha defendido los derechos de los pueblos indígenas desde hace más de treinta años. Aunque su formación estuvo relacionada con el sector de la salud, Leonor ha estado involucrada en acuerdos nacionales e internacionales tan importantes como la Asamblea Constituyente de 1991 (muy cercana al histórico líder indígena Lorenzo Muelas), la organización Indigenous Peoples Rights International, el Grupo de Trabajo de Poblaciones Indígenas de la ONU y el Foro Permanente de las cuestiones indígenas. Será también la primera diplomática indígena de Colombia en un cargo de este nivel.

En la UARIV estará la abogada y excomisionada de la Verdad, Patricia Tobón. Perteneciente al pueblo Embera chamí y especialista en derecho constitucional, se ha destacado por su defensa de los derechos de las víctimas de los pueblos indígenas, la lucha por la reparación colectiva y particularmente por la defensa y promoción de los derechos de las mujeres indígenas dentro y fuera del escenario del conflicto armado.

Finalmente, la URT será dirigida por Giovanny Yule quien es sociólogo, integrante por varios años del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), parte al pueblo Nasa y promotor de los derechos de los pueblos indígenas a la vida digna. Yule ha trabajado muy de cerca con los procesos del suroccidente del país en la defensa del territorio y la madre tierra.

Para Pablo Martínez, asesor de la Asociación de Autoridades Tradicionales del Consejo Regional Indígena del Huila, los tres son nombramientos clave que reconocen una cantidad de procesos sociales en los que han participado: “Son tres personas preparadas, con un gran conocimiento y aunque hay temas que se deberían complementar en cada caso, es la dinámica normal de un cargo como le pasa a cualquier funcionario”, afirma.


“No me sorprende el racismo que dice que los indígenas no están preparados. Como todos en su campo, tendrán que empaparse de nuevos temas, pero esto solo deja ver que lo que preocupa a quienes critican es quiénes nos van a representar y que nos representen unos indígenas siempre va a generar escozor”.


Los retos para estos cargos son grandes, especialmente en la UARIV y en la Unidad de Restitución de Tierras, que tienen la enorme tarea de responder ante los millones de víctimas del conflicto armado, del despojo de tierras y de los debates territoriales. Para Martínez, por ejemplo, la experiencia de Giovanny Yule está muy concentrada en los procesos del Cauca, pero a cargo de la URT tendrá que entender las dinámicas territoriales de otros lugares como los Llanos orientales y la Amazonía.

Los tres nombramientos han sido acogidos de manera positiva por una gran parte de la opinión pública, pues no solo reconocen las capacidades y trayectoria de los tres próximos funcionarios, sino que son considerados un acto de gran importancia simbólica para la representación y participación de los pueblos indígenas en el gobierno de un país multicultural como es Colombia. Además, Zalabata, Tobón y Yule se han caracterizado por su defensa de la población indígena que ha vivido de manera desproporcionada la violencia, no solo del conflicto armado reciente, sino que vive una discriminación estructural e histórica en el país.

La noticia también trajo reacciones muy desafortunadas, marcadas por el racismo que permea a nuestra sociedad, pero tras la fachada de la idoneidad de los futuros funcionarios. Ejemplo de esto fueron las declaraciones de la locutora de la emisora Blu Radio, Paola Ochoa. En entrevista con Leonor Zalabata, Ochoa solo atinó a preguntarle si hablaba o no inglés, con una intención que pareció desestimar su nombramiento.

No es la primera vez en las semanas recientes que aparecen estos episodios de racismo contra integrantes del nuevo gobierno. Qué mejor ejemplo que los continuos ataques que ha recibido la vicepresidenta electa, Francia Márquez. Algunos periodistas incluso se han refugiado en el argumento de que se puede preguntar todo a un personaje público y que no hacerlo sería un acto de censura. Sin embargo, esto es solo una excusa para no aceptar el racismo interiorizado que nos atraviesa en Colombia y que se sale a cada rato.

Las dudas ante la idoneidad de personajes públicos y funcionarios de origen indígena o afrocolombiano es el resultado de siglos de discriminación, donde lo negro o lo indígena es visto con sospecha cuando no ocupa los lugares que tradicionalmente se les ha permitido habitar. Poco ha importado que funcionarios blancos o blanco mestizos hayan desempeñado cargos como la presidencia del Congreso sin tener siquiera estudios o experiencia adecuada.

Pablo Martínez explica que estas expresiones de racismo son una muestra de las creencias de que los pueblos indígenas tienen que estar dedicados a otra cosa, que no tienen formación y que no tienen la capacidad para asumir esos cargos, algo totalmente falso. No solo estas tres, sino muchas personas indígenas formadas ampliamente ocupan y van a seguir ocupando nuevos lugares en la vida política. Su preparación es profesional y también nace desde los procesos políticos de los movimientos sociales de base que entregan una realidad en muchos casos más rica que la que se aprende en las universidades. “No me sorprende el racismo que dice que los indígenas no están preparados. Obviamente, como todos en su campo, tendrán que empaparse de nuevos temas, pero esto solo deja ver que lo que preocupa a quienes critican es quiénes nos van a representar y que nos representen unos indígenas siempre va a generar escozor”.

La gran ignorancia que implica desconocer los procesos formativos de estos pueblos y las capacidades que tienen estas personas hace parte de la mirada racista sobre esta población. Las y los integrantes de pueblos indígenas son diversos, tienen diferentes perfiles y muchos tienen formación y experiencia suficiente para todos los espacios de la vida pública. Por supuesto, existe una gran desventaja en el acceso a la educación superior para los pueblos étnicos, pero justamente eso hace parte del racismo estructural que Colombia debe cambiar. Precisamente estos tres nombramientos parecen apuntar a ese viraje necesario para cumplir ese propósito.