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Crítica: Juguete diabólico (Imaginary)

Con este oso poseído ya van tres úrsidos protagonistas de cintas de terror. ¿Dónde estará Ricitos de oro cuando la necesitamos?

Jeff Wadlow 

/ DeWanda Wise, Taegen Burns, Pyper Braun, Betty Buckley

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Cine Colombia

Al parecer hay una fuerte obsesión por los osos en el cine de terror actual. Primero estuvo Winnie The Pooh: Sangre y miel, una espantosa cinta “clase Z” que se aprovechó de que el personaje creado por A.A. Mine y recreado por Disney, entrara a ser parte del dominio público (la película arrasó con los premios Razzie y con justa razón: es toda una porquería). Luego vino la no tan mala Cocaine Bear, basada en un infame hecho real y con un tono satírico que la convirtió en toda una basura disfrutable. Ahora, para completar a los tres osos diabólicos, llega Chauncey, hijo de Grizzly (el padre de todos los úrsidos del terror), y hermano de Corky, Chucky, Annabelle, Brahms y M3GAN.

Jeff Wadlow, un director que no ha podido nunca hacer las cosas bien (como lo demuestran las mediocres Cry Wolf, Fantasy Island, Kick-Ass 2 o Truth Or Dare), es el encargado de contar la recalcitrante historia de un muñeco poseído que atormenta a una niña que tan solo quiere tener un amiguito con quien jugar.    

En esta película que parece sacada de un pésimo curso de “Terror 101”, una mujer llamada Jessica (DeWanda Wise de la serie Three Women) regresa a su hogar de la infancia con su nueva familia, su esposo Max (Tom Payne de The Walking Dead) y sus dos hijos de un matrimonio anterior. Tanto Jessica como Max tienen un pasado oscuro (un padre y una ex esposa enfermos mentales), y ambos esperan que un nuevo comienzo les ayude a sanar ¿Qué mejor que regresar a la casa donde comenzaron los traumas para Jessica? 

Alice (Pyper Braun), la hija menor, encuentra un viejo oso de peluche en una extraña puerta en un tétrico desván y lo reclama como su nuevo amigo imaginario Chauncey ¿Adivinen qué? Chauncey es un oso poseído.

Los espectadores tendremos que soportar un primer acto con lo mismo de siempre: adultos incrédulos que no creen que Chauncey es un ente con vida propia, una hija adolescente (Taegen Burns) que quiere entrar un chico a la casa para que Chauncey haga de las suyas con él, una enigmática vecina (Betty Buckley de nuevo) que sabe mucho más de lo que aparenta y una conexión entre Chauncey y un amigo imaginario que tenía Jessica de niña llamado CB.   

Esta cinta no solo se copia de todos los muñecos diabólicos que la preceden, sino que también se roba de manera descarada las premisas de Poltergeist, Hide and Seek (esa terrible cinta de terror con Robert De Niro y Dakota Fanning) y hasta de Labyrinth (la hermosa cinta de corte infantil con David Bowie y Jennifer Connelly). El resultado es una cantidad alarmante de huecos argumentales, sustos efectistas, malas actuaciones y diálogos de pacotilla.     

Imaginary constituye un nuevo fiasco para Blumhouse, la productora detrás de grandes películas como Whiplash, Get Out y BlacKkKlansman, así como de las exitosas franquicias de terror como Insidious, Paranormal Activity y The Purge. Recientemente, Blumhouse disfrutó de los desbordantes éxitos de taquilla de M3GAN y Five Nights At Freddy’s, pero la verdad sea dicha, no pasan de ser un par de basuras disfrutables como Cocaine Bear. Pero lo que ya no se le perdona, es haber arruinado la saga de Insidious con una entrega innecesaria, destrozar la mejor película de terror de todos los tiempos con una secuela infernal y presentarnos una cinta pasada por agua sobre una piscina poseída con más cloro para los ojos que sustos.   

Chauncey el oso no es tan terrible como las gemelas diabólicas de The Exorcist: Believer o el padre intoxicado con agua podrida de Night Swim. Tampoco es tan despreciable como el Winnie Pooh convertido en asesino en serie. Pero es preferible una secuela de Cocaine Bear haciendo un cruce con Tierra de osos de Disney, que volver a tener que encontrarnos con él. Ojalá que Ted le dé su merecido a ese osito malo, malo, malo.

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