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Crítica: Blue Jean

Una profesora de colegio en los años ochenta oculta su orientación sexual para no ser acusada de promover la homosexualidad en las aulas. ¡Menos mal que los tiempos ya han cambiado! ¿O no?

Georgia Oakley 

/ Rosy McEwen, Kerrie Hayes, Lucy Halliday

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Cineplex

La Cláusula 28 (también conocida como Sección 28), fue una controvertida disposición que se introdujo en el Reino Unido en la década de 1980 bajo el gobierno de Margaret Thatcher. Fue parte de la Ley de Gobierno Local de 1988 y tenía como objetivo prohibir la promoción de la homosexualidad en las escuelas públicas. La disposición decía lo siguiente: “Una autoridad local no debe promover intencionalmente la homosexualidad ni publicar material con la intención de promover la homosexualidad.”

Dicha cláusula generó una gran controversia y fue objeto de fuertes críticas por parte de defensores de los derechos de la comunidad homosexual. Se argumentaba que la disposición era discriminatoria y contribuía a la estigmatización de las personas al silenciar cualquier discusión positiva o informativa sobre la homosexualidad en las escuelas.

La cláusula fue finalmente revocada en 2003 en Escocia y en 2000 en Inglaterra y Gales bajo la administración de Tony Blair. Su revocación marcó un hito importante en el avance de los derechos LGBTQ+ en el Reino Unido, al permitir que se promovieran de una manera más abierta la igualdad y la diversidad en el sistema educativo y en la sociedad en general.

La triste Jean (Rosy McEwen) del título del primer largometraje escrito y dirigido por la británica Georgia Oakley, es una mujer atrapada en un incómodo limbo entre dos mundos. A la luz de las rígidas expectativas de género que la sociedad, los compañeros de trabajo y los familiares tienen para ella, está una mujer divorciada que trabaja como profesora de educación física en un colegio femenino. Pero en la oscuridad de la clandestinidad, esta mujer departe en bares con su grupo de amigas lesbianas, ruidosas y orgullosas, especialmente Viv (Kerrie Hayes), su novia, quien percibe la reticencia de Jean cuando se trata de abrazar plenamente su orientación sexual.

Jean se tiñe su cabello corto y rubio, al estilo de Jean Seberg en el clásico Sin aliento de Godard, mientras su televisión nos muestra el concurso Cita a ciegas con la cantante Cilla Black como presentadora. Son los años ochenta y el programa aparenta ser inocente e insulso ¿Lo es? 

Su trabajo como profesora la convierte en todo un peligro para los adeptos a la Cláusula 28, bajo la suposición de que su orientación sexual puede hacer que sus estudiantes se confundan o, peor aún, se enamoren de ella. También cabe la posibilidad ¡Dios no lo permita! De que Jean se enamore de una estudiante. Eso sería el acabose. Jean lo sabe y de ahí su ansiedad, la cual aumenta gradualmente día tras día. 

McEwen, la actriz de la serie de Netflix El alienista, logra un complejo retrato de Jean, compuesto de miradas, gestos y movimientos corporales, para mostrarnos sus intentos por separar su trabajo de su vida, con el correspondiente precio a pagar para su salud mental y para su relación con Viv. Dichos intentos se ven trastocados cuando Lois (Lucy Halliday), una de sus estudiantes, invade el mundo cuidadosamente enclosetado de Jean.

Oakley, en conjunto con el fotógrafo Victor Seguin (Gagarine) le prestan una atención casi obsesiva a los detalles, la música y a los colores, tanto para recrear a la Inglaterra de los años ochenta con un maravilloso formato de 16 mm granulado, como para encapsular el tono emocional preciso, entre lo melancólico y lo represivo, haciendo un uso inteligente y elocuente de la paleta de colores. Aparte del azul del título, que representa la tristeza de una vida reprimida, sus colegas y estudiantes, así como su hermana heterosexual, madre y esposa abnegada, adoptan un tono color rosa que contrasta de manera llamativa con el mundo azul de Jean. 

A pesar de ser una película ambientada hace más de treinta años, Blue Jean (también el título de una memorable canción de David Bowie), resulta más que pertinente en un momento en el que los derechos LGBTQ están retrocediendo en el mundo bajo la retórica procedente de la ultraderecha fundamentada en la exclamación “¡Salvemos a los niños de la ideología de género!“, la cual se está utilizando otra vez como un arma en contra de la comunidad homosexual. 

El dilema central de Jean, que consiste en decidir si revelar su orientación sexual o seguir ocultándola para mantener su trabajo y no ser rechazada, discriminada (o peor aún, cancelada), es un conflicto que hace parte de una sociedad que vive bajo el miedo y privada de su libertad. Eso hace que Jean se convierta en una especie de Judas cuando una chica hostiga a Lois o que se llene de ansiedad y temor cuando Viv la llama mientras está en el trabajo. 

Blue Jean muestra, sin necesidad de muchas palabras y monólogos edulcorados, el martirio y las humillaciones que hacen parte del diario vivir para una persona homosexual, cuando la homofobia se ha interiorizado, ya sea por ella misma, por lo que se ve en la televisión, por las personas que la rodean o por los discursos despectivos que escuchamos día a día. Sin embargo, esta cinta no se queda en la oscuridad y el nihilismo y nos aporta una luz de esperanza, cuando vemos a Jean pasar gradualmente de una actitud de impotencia y debilidad, a una actitud de fuerza y empoderamiento, en busca de la emancipación y la felicidad dada por la libertad.

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