El nuevo disco de Dillom, un gran thriller psicológico con cameos de Calamaro y Lali Espósito

Se llama 'Por cesárea' y es una obra conceptual que linkea con 'La hija de la lágrima', de Charly García

Por  SEBASTIÁN RAMOS

abril 26, 2024

“Ni a mi peor enemigo le deseo la sensación de ver la vida dependiendo de una mala decisión. Y ese día llegó. Y ese día llegó”, canta Dillom en “Ultimamente”, una suerte de trip-hop con el que abre su segundo álbum, Por cesárea, y planta así el concepto guía de su nuevo trabajo. Una horror movie hecha disco o el soundtrack de un thriller psicológico en el que, tema tras tema, desarrolla la tortuosa descomposición mental de un joven, desde el momento en el que empieza a ser consciente de que algo le está pasando (“para sentir que algo se viene, no hace falta ser vidente”, casi recita en el comienzo) hasta el final (doce temas y poco más de media hora después) que, en este caso, como en las buenas películas de suspenso, no conviene spoilear. Porque Por cesárea no es una colección de canciones para escuchar aleatoriamente (de hecho, no tuvo adelantos ni cortes como suele haber en estos tiempos de plataformas), sino un álbum conceptual para escuchar de un tirón, de principio a fin. Old school.

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Una mirada hacia atrás que sobrevuela toda su concepción estética, con un sonido mayoritariamente analógico (todas las baterías fueron tocadas y grabadas en un estudio de linaje rockero como es Panda) y un audio tamizado por los años 90 (Beastie Boys, Nirvana y Soundgarden bien podrían conformar la banda sonora alternativa que escucha nuestro protagonista, mientras su locura escala), que hasta llega a jugar con el post-rock.

De hecho, hay algo de La hija de la lágrima (1994) en Por cesárea, aquel último disco de Charly García antes de mutar en Say No More, una obra conceptual, oscura, climática, cinematográfica y repleta de texturas, con el eje puesto en alguien que juega constantemente con el borde (aunque habrá que decir que en el caso de Dillom se trata de un personaje y en el de García era el mismo artista el que ponía el cuerpo).

La película entonces (el disco), tras la introducción con “Últimamente”, sigue con lo que podría ser una suite de dos partes: “La novia de mi amigo” y “Cirugía”. Lo más pop de Dillom para un álbum que, con el correr de las canciones, va intensificando su sonido impulsando a sentir en carne propia la evolución de la asfixia interna del protagonista. Si la primera se ofrece como una canción de amor (aunque ya con síntomas psicópatas: “me pelearía con quien fuera por estar con vos… yo te prometo con mi vida que te voy a cuidar”), la segunda bien podría ser la “Every Breath You Take” de Dillom (aquel intimidante tema de The Police disfrazado de canción romántica), pero en un plan totalmente retorcido: en una melodía y estribillo hiper pegadizos, canta: “No siento que seas suficientemente mía, quiero saber qué estás haciendo todo el día. Voy a seguir tus pasos como si fuera un espía. Coser tu cuerpo con en el mío como si fuera una cirugía. Quisiera hasta saber el color de tus huesos… Por vos voy en misión suicida”.

Cuando llega el track cuatro y el primer feat. del disco (Andrés Calamaro lo acompaña en “Mi peor enemigo”) el plot, y la música, se ponen más sombríos. Con intro de trompeta a cargo nada más y nada menos que del jazzero Jerry González (sampleado de una de las decenas de grabaciones inéditas de la era de El salmón que le “regaló” el exAbuelos de la Nada), Dillom y Calamaro registran finalmente una unión que venían estimulando desde hacía tiempo ya, tanto en íntimas veladas de música y vinos como en escenarios de Buenos Aires y Madrid.

“Mentiras piadosas” funciona como interludio y prepara el set para el ingreso a escena de la segunda invitada, Lali Espósito, que hace un pequeño pero sensual cameo en “La carie”, un dramático trip hop en el clímax de esta historia.

Así las cosas, Dillom resuelve el nudo de Por cesárea con un tríptico compuesto por “Buenos tiempos”, “Muñecas” e “Irreversible”. Primero una cachetada adrenalínica que cabalga sobre un sample de los Beastie Boys mientras Dillom canta sobre sus peores fantasías; luego un hip-hop juguetón que se torna de lo más áspero sobre el final y, por último, un nuevo interludio percusivo/electrónico, que bien podría haber sido extraído de aquellos legendarios shows cuadrafónicos de Catupecu Machu en épocas de Gabriel Ruiz Díaz al palo, como de una de las obras de De la Guarda en su época más oscura.

El hardcore duro y atronador de “Coyote”, que será sin dudas el momento más esperado por los amantes del pogo en los próximos shows de Dillom, lleva al disco hasta el abismo sonoro y narrativo, mientras que “Reiki y yoga” se mueve entre la canción de cuna terrorífica y una épica rockera/metalera para cerrar el plano, fundir a negro y dejar a todos en la sala aferrados a sus asientos por unos segundos. Entonces sí, suena la luminosa y contagiosa melodía de “Ciudad de la paz” durante los créditos y uno vuelve a respirar, a volver en sí y darse cuenta de que tan solo había sido una película. Un disco. Un gran disco.