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Crítica: Barbitch

Un retrato doloroso y nihilista de una mujer trans que cree que no hay más camino que el que decidió tomar.

Diego González Cruz 

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Distrito Pacífico

En los últimos años, los documentales colombianos se han enfocado en las historias de vida y las sensibilidades de la población LGBTI+, como en Si Dios fuera mujer (2022), Transfariana (2023), Wërapara: Chicas trans (2023), Anhell 69 (2023), siendo uno de los mejores Señorita María, la falda de la montaña (2017). Asimismo, otro de los enfoques recurrentes ha sido el de la migración, como sucedió con Álvaro (2022). El trabajo que aquí nos ocupa, mezcla ambas líneas y su título es tan crudo y decadente como su contenido. 

Barbitch, un documental que literalmente podría catalogarse como “pornomiseria”, nos cuenta la historia de una mujer trans en su camino por una espiral descendente. El director Diego González Cruz, en su primer largometraje, sigue por cinco años a su amiga Barbie quien, luego de enfrentarse al rechazo y la discriminación (pero contando con el apoyo de su familia), decide convertirse en modelo webcam, como sucede con miles de mujeres jóvenes en Colombia que no ven otra alternativa para sus vidas. 

Es curioso que la identificación de Barbie con un personaje femenino no se da tanto con la muñeca de Mattel, protagonista de la exitosa cinta protagonizada por Margot Robbie, sino con Ariel, la protagonista de la película animada de Disney La Sirenita. Barbie confiesa ante la cámara que su identificación con el personaje va más allá de su belleza y su cabello rojo, sino que tiene que ver con una mujer diferente a las demás, por lo menos de la cintura para abajo. 

Barbie decide buscar un futuro promisorio viajando a España, un país que, según ella, es más abierto y hospitalario con la comunidad LGBTI+ que la Colombia del tercer mundo homofóbica y machista. Lo cierto es que su viaje va a demostrar lo contrario. Su vida va a estar empañada de lágrimas, alcohol, drogas, maltrato, hambre, pobreza, trabajos degradantes e insultos, aunque hay que decir que Barbie contesta a estos últimos de una forma tan racista y ofensiva como quienes los generan.

Más allá de ver cómo el sueño de viajar al exterior para salir del infierno de la tierra natal y encontrar el paraíso, es una ilusión y una mentira en la mayoría de los casos (algo que también se explora en Álvaro), Barbitch es un documental íntimo (quizás demasiado) de una persona que se va consumiendo a medida que pasan los años. El espíritu colorido, alegre y festivo con el que se anuncia este documental es el mismo que finge poseer Barbie y que quizás alguna vez tuvo, pero que ya no existe. Estamos hablando de una cinta dolorosa y nihilista, un retrato de una mujer perdida que cree que no hay más camino para una persona como ella, que el que decidió tomar. El nihilismo se diferencia del existencialismo en que para el último siempre hay opciones, así no lo parezca.

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