Alanis Morissette toca en el Lollapalooza Argentina 2025: leé su histórica entrevista en ROLLING STONE

En 2002, la canadiense le contó a un cronista de Rolling Stone Argentina cómo era 'Under Rug Swept', su nuevo álbum, y lo paseó por Manhattan con su papá y su mamá

Por  DANIEL RIERA

septiembre 8, 2024

Alanis Morisette en 2001, la canadiense acababa de lanzar "Utopia", luego del atentado a las Torres Gemelas.

Entrevista publicada originalmente en RS ARGENTINA #48, marzo de 2002

Nueva York, 11 de diciembre de 2001

Apenas ella logró despedirse del último de los nenitos del coro, dejamos el dining room de las Naciones Unidas y salimos. En el estacionamiento, al aire libre, ella se despidió, también, de Danny Glover, su hija adolescente y su futuro yerno y después nos subimos a la van negra, hermética, con vidrios polarizados. La fiesta había concluido. Yo estaba ahí por ella, pero no conocía a la gente que la acompañaba. Me senté en la tercera fila de la van, contando de adelante para atrás, justo detrás del asiento de ella. Pude haberme sentado a su lado, pero no lo hice, un poco porque no quería tomarme más atribuciones de las que ella me concedía, otro poco porque en las vans, no sé muy bien por qué, la gente viaja mirando para atrás y esta costumbre, claro, me favorecía.

Era una noche fresca, agradable. Apenas habían pasado las once y los días hábiles, a esa hora, se puede circular rápido, sin atascamientos, por las calles de Manhattan. Todos estaban muy felices por el premio de ella. Cuando la van arrancó hablaban todos a la vez, eufóricos, y era complicado entender lo que decían. Pero ella misma, con un gesto amable, me introdujo en la conversación.

-Daniel, te presento a mi mamá, Georgia…

-Georgia, encantada -dijo la madre de Alanis Morissette.

Alanis terminó la frase.

-… y a mi papá Alan.

-Un placer -dijo Alan Morissette.

-¿Le pusieron Georgia por el Estado? -pregunté, por preguntar algo.

-No -dijo la madre-: porque se suponía que yo iba a ser George.

-A veces pasa… -señalé. Acababa de descubrir, de paso, por qué Alanis se llama como se llama.

-Mi hija siempre nos lleva a este tipo de fiestas, pero no hay caso: nunca aprendemos a comportarnos -bromeó Georgia.

Los demás celebraron la broma.

-Somos un desastre, parecemos los Beverly Ricos -dijo.

Alanis, sonriente, en el mismo plan “canadiense de barrio que pasó por las Naciones Unidas” que su madre.

-La verdad, estuvo todo muy divertido -dijo Georgia, una señora rubia, simpática, vestida de negro.

… Y el salmón estaba buenísimo. A mí dame pescado y estoy bien, pero además ese salmón… —se relamió Alanis.

-¿Y el helado? -terció Alan, que ya no volvería a abrir la boca excepto para el “bye” final.

-El helado también, fantástico… -concedió Alanis.

“Cuanto menos me inhibo, mejor me siento con mi arte”, declaraba Alanis. (Foto: Gentileza Warner).

*

Lo primero que pensé cuando mencionó el helado fue que a ella le sobra resto como para engullir todos los postres que quiera. Alanis es una chica delgada, pero de una delgadez agradable, tampoco la pavada. Es una chica dulce y cassual. Está lejos de la excentricidad junkie de Courtney Love, del sexo desbordado de Madonna, del exotismo infanto-marciano de Björk. Tiene 27 años: aparenta, en el mejor de los casos, 24.

Tiene una risa franca y, cuando contesta preguntas, cierra todas sus respuestas con un mohín. Los mohines de Alanis son el vehículo que su rostro encontró para indicar el final de los conceptos que ella expresa.

Vestida de fiesta -de fiesta en las Naciones Unidas, mejor dicho, de chica que recibe un premio en una fiesta de las Naciones Unidas-, Alanis estaba hermosa. Lucía un trajecito negro, con un pantalón muy ceñido y una blusa que terminaba, felizmente, mucho antes del ombligo. Esa chica deslumbrante, ok, está bien, soy una estrella de rock y me hago cargo, aquí estoy, recibiendo un premio en las Naciones Unidas, esa chica con ese trajecito negro, decía, ponía en su lugar a la otra Alanis, la que había conocido dos días antes en Baltimore, de jeans y cara lavada, la que parecía decir ves, podría ser tu hermana.

Ninguna hermana.

Los canadienses la conocen desde muy chiquita. Alanis actuaba en la telecomedia infantil “You Can’t Do That on Television”. Los dos protagonistas varoncitos del programa estaban enamorados de “Alanis”, su personaje. Con la plata que le dejó la tele, editó en forma independiente un simple con “Fate Stay With Me”, una canción escrita por ella.

-Tenía nueve años —me contará más tarde-. Es un poco raro escribir una canción a esa edad, y además una canción tan introspectiva como esa, pero así fue. Así empezó todo.

En 1991, firmó un contrato con el sello MCA de Canadá, para el cual grabó dos discos de dance-pop: Alanis (1991), de muy buenas ventas en su país, y Now Is The Time (1992). Lo demás es lo más conocido: se asoció con el productor Glen Ballard y en 1995 hicieron Jagged Little Pill, un disco autobiográfico con el que 28 millones de personas se sintieron identificadas. Desde aquel éxito impresionante, los detractores de Alanis opinan que su aparente naturalidad es el resultado de una genial estrategia de marketing. Según este conspirativo punto de vista, Alanis sería una banal chica pop que, tras su paso por el laboratorio de Ballard, fue presentada a la sociedad como una rockera honesta y atormentada. Lo cierto es que Jagged… es realmente un gran disco y que entonces las preocupaciones existenciales de Alanis parecieron coincidir con las de todo el mundo. Ni Supposed Former Infatuation Junkie (1997), ni su Unplugged para MTV (1999) repitieron el suceso de Jagged, aunque entre los dos redondearon 12 millones de copias, lo cual convierte a Alanis en la chica de los 40 millones de discos.

Y ahora llega Under Rug Swept. Pero antes volvamos a la van.

*  

-Bueno, mami -anunció ella-, me van a tener que esperar un ratito, porque voy a hacer una entrevista con este chico, que se vino especialmente a Nueva York…

-Mientras no sea “un ratito” como el del otro día, querida… -la regañó doña Georgia.

-Bueno, má, lo que pasa es que el otro día estaba en el lugar que más me gusta en este mundo… -se justificó Alanis.

-¿Cuál es ese lugar? -pregunté.

-Una librería -dijo Alanis.

-¿Y compraste algo?

-Sí. Compré un libro que se llama Maneras de mantenerse estresado.

-¿Está bueno?

-Sí, la verdad que sí. Muy divertido.

-Sabés que el otro día vi uno que se llama Get Stoned And Buy This Book (Drogate y comprá este libro)… —me tiré un lance.

-Vos sabés que lo estuve hojeando… -picó ella-, pero no le encontré la gracia. Me parece que hay que estar colocado para poder disfrutarlo.

*

En una canción de su nuevo disco, Alanis detalla los veintiún rasgos que desea encontrar en un eventual amante. No es necesario que estén todos, pero es preferible, advierte. De acuerdo con “21 Things I Want In A Lover”, el hombre ideal de Alanis se siente feliz cuando otro tiene éxito; no juega sucio cuando le toca competir; tiene una gran capacidad intelectual, pero sabe que, por sí sola, no equivale a la sabiduría; lo ve todo como una ilusión, pero puede disfrutarlo de todos modos; es masculino-femenino; está informado sobre cuestiones políticas; no cree en la pena capital; disfruta de comprometerse y de ver

que al amar a alguien se siente más libre, es divertido, le gusta la aventura; tiene opiniones formadas; es desinhibido en la camas lo hace más de tres veces a la semana; le gusta experimentar; es atlético; prospera en un trabajo que ayuda a la gente, no es adicto; es curioso y comunicativo.

-¿Y encontraste alguno, no te digo con las veintiún cosas, pero al menos con quince? -hago la pregunta cargada de envidia y rencor.

-(Se ríe)… Sí, definitivamente encontré personas que tuvieran quince, y hasta en algunos momentos veintiuna, y si tuviera realmente que hacer una lista, mi lista tendría que ser de 753 cosas (vuelve a reírse), pero la canción tenía que terminarse en algún momento, así que… es como si hubiese escrito en qué dirección quiero caminar. Hay gente que me pregunta si esta canción es en serio y yo le respondo que no, y también hay gente que me pregunta si es un chiste, y también le respondo que no, así que estoy bromeando y estoy hablando en serio… Si fuera posible, me gustaría encontrar una persona así, pero si no se puede, está todo bien igual.

Mohín de Alanis.

La van estacionó frente a The Essex House, el hotel donde se alojaba ella. Alanis le dijo a un joven de lentes llamado A). acaso su mánager, si podía prestarle la habitación para hacer la nota. Porque la mía está hecha un quilombo, se excusó, y me da vergüenza que Daniel la vea. La habitación de Aj también estaba hecha un quilombo, pero Aj no es una estrella y a él no le importaba, así que nos la prestó. Mientras AJ se cambiaba en el baño, Alanis y yo nos tumbamos sobre su cama. Se me ocurrió que ahora podría contarle a mis amigos que estuve en la cama con Alanis, pero no me animé a decírselo. Estaba cansada, pero no podía disimular su alegría por el premio, por los padres que la esperaban en el lobby del hotel para salir a romper la noche… Se sentó en posición de loto y me dijo cuando quieras empezamos. Sonreía, así que empecé por su sonrisa.

-Parece que cuando estás contenta no lo podés ocultar…

-Sí, sí.., es como si no tuviera filtro. Soy transparente. Mis expresiones muestran todo… es difícil, pero sí… El problema es cuando no quiero mostrar algo. Ahí se complica, porque todo lo que me está pasando se me ve en la cara.

Mohín de Alanis.

-¿Fuiste una adolescente medio torturada?

-En cierto modo, una parte de mí era muy segura de sí misma y creativa, expresiva, mientras que la otra parte era un poco negativa conmigo misma, muy preocupada por mi cuerpo, muy perfeccionista, muy exigente…

Mohín de Alanis.

La charla giró luego en torno de Dios, uno de sus temas de conversación preferidos. Alanis me contó que había escrito el prólogo de un libro que se llama Conversations With God for Teens, o sea, Conversaciones con Dios para adolescentes

-Ahora me llevo mejor con Él. Había tenido un gran rechazo por la idea de Dios del catolicismo: ese Dios que castiga, que exige respeto y que le tengas temor a su castigo… Cuando le dije adiós a la versión católica del asunto, tuve un período de confusión profunda, pero finalmente logré sentirme en contacto con mi espiritualidad, y entendí a Dios como alguien que está fuera de las estructuras religiosas, es Dios, pero dentro de nosotros y de todas las cosas. Ahora creo que todo lo que está vivo está lleno de Dios.

Mohín de Alanis.

El 8 de diciembre tocó en el Baltimore Arena, una especie de Luna Park al cuadrado, en un festival organizado por la FM de la ciudad. Fueron solo ocho canciones, cinco que sabemos todos y tres que están en Under Rug Swept. Estuvo bueno: breve pero bueno. Alanis giró en su característico trompo -cabellos al viento, trance canadiense- en “You Learn”; tocó la armónica en “Hand In My Pocket”; el público se puso de pie en “You Oughta Know”… En cuanto a los temas nuevos, se animó con “Hands Clean”, “21 Things” y “Narcissus”.

Tres canciones acerca de hombres, como para dejar bien en claro de qué se trata su nuevo trabajo. Y así como Dios era el tema de Supposed Former Infatuation Junkie, podemos decir que el tema de Under Rug Swept son los hombres, y su forma de relacionarse con las mujeres.

Al día siguiente de su show, la conocí en el Embassy Suites Hotel de Baltimore. Su compañía discográfica había organizado para ella una agotadora ronda de entrevistas en la habitación 301: cuarenta y cinco minutos por cada turno de tres periodistas, cada uno de un país diferente de Latinoamérica. A mí me tocó el último turno, con un periodista mexicano y una japoamericana de una revista chilena. Los periodistas del turno anterior salieron con cara de satisfacción por el deber cumplido, comentando que ella era divina y que había salido todo extraordinariamente bien.

Habían comprobado que Alanis no muerde.

Ahora nos tocaba a nosotros. Corríamos una serie de riesgos considerables: a) Alanis harta de escuchar preguntas, contestando por obligación, con el casete de la estrella que presenta su nuevo disco; b) Alanis harta de escuchar las mismas preguntas; c) diferentes periodistas quieren saber diferentes cosas. Cada uno va por su lado y no se puede, entonces, profundizar nada.

*

Nos sentamos en sillones individuales, frente a el sillón que ocupaba ella. En el sillón descansaba una campera azul de jean. La chica de los cuarenta millones de discos usaba una camisa clara, con dibujos lineales de mujeres, el cabello suelto, por supuesto, y un jean azul. Cuando la vi así, vestida como la hermana de cualquiera de nosotros, me dije, desilusionado, mira vos, parece la hermana de cualquiera de nosotros. Nos presentamos, la felicitamos por su show de la noche anterior, agradeció el cumplido y el periodista mexicano formuló la primera pregunta.

Supposed Former Infatuation Junkie era un disco confesional, acerca de tus miedos, tu lucha con tus demonios personales… ¿Cómo es Under Rug Swept?

Supposed salió así porque venía con toda la presión tras el éxito de Jagged Little Pill y fue una manera de aislarme de todo y escribir sólo para mí misma… de alguna manera fue como decir amablemente a todos que se vayan al carajo, que no me presionen y que me dejen en paz. A partir de este nuevo disco se abre un nuevo capítulo, sentí mucha presión, es el comienzo de un nuevo tiempo, porque puedo concentrarme más en relaciones románticas, platónicas, y los grandes temas globales aparecen como un microcosmos en las historias personales..

Mohín de Alanis.

Me tocaba a mí. Se me había ocurrido que algo tenían que ver ella, sus jeans y sus confesiones con la Honestidad brutal que alguna vez proclamó Andrés Calamaro.

-Un artista argentino acuñó el concepto de “honestidad brutal”, la idea de que un artista verdadero está totalmente abierto, totalmente desnudo frente al público, expresando todos sus sentimientos, todos sus pensamientos (mientras terminaba la frase, Alanis asentía entusiasmada, como quien dice sí, eso, eso me gusta), sin guardarse nada…

-Estoy de acuerdo, esa es mi aspiración. Cuanto menos me censuro, cuanto menos me inhibo cuando escribo, mejor me siento acerca de mi arte o de mi forma de expresarme… De cualquier modo, escribo para mí, no pienso en la gente cuando escribo.

Mohín de Alanis.

*  

Luego del atentado contra las Torres Gemelas, Alanis subió a la red el tema “Utopía”, una especie de manitiesto pacifista que integra su último disco. El periodista mexicano le preguntó si consideraba que, así como “Imagine”, de John Lennon había sido a principios de los 70 “la” canción contra la guerra, “Utopía” podía ser la nueva medicina para esta época y para todo lo que vemos que no nos gusta en este mundo. Encantada con el papel que le habían asignado, Alanis recogió el guante.

-No sé qué representa para otras personas, pero definitivamente eso es lo que representa para mí… El lugar en que John Lennon estaba cuando escribió “Imagine” es el mismo lugar en donde yo me ubiqué cuando escribí la canción en respuesta a todo lo que estamos viviendo, a pesar de haber sido antes del 11 de septiembre. La caída de las Torres Gemelas fue una gran manifestación de lo que ya sucedía porque otros acontecimientos llenos de ira y furia venían sucediendo en el mundo.

Mohín de Alanis.

*

Me tocaba a mí.

-¿Qué pensás del bombardeo de los Estados Unidos a Afganistán?

-Nuestro nivel de conciencia, pienso que está muy desconcertado, como que estamos operando en el punto 0,01% de nuestra capacidad espiritual. Y si el punto A es adonde queremos volver, encontrándonos en el punto C, tenemos que enfrentarnos a las condiciones y los hechos, junto con nuestra conciencia. Entonces ese es el desafío. Podemos elevar nuestra conciencia colectivamente, no uno ni dos, ni siquiera veinte… sino todos, para llegar al punto en que nuestras diferencias son sólo eso. Si pudiéramos acordar, al menos por dos segundos, que las diferencias con el otro no implican que somos mejores o peores, sólo diferentes, y pudiéramos acordar en eso al menos dos segundos, el mundo entero cambiaría por completo, pero estamos tan lejos de eso… Tampoco he comprendido esta especie de “revancha” contra la gente que decidió tomarse venganza de los Estados Unidos con los actos terroristas. Quiero decir, esto para mí, se ha ido demasiado lejos. A veces te tenés que meter y expresar lo que pensás, y no tolerar… Es muy desafortunado

todo este asunto.

Mohín de Alanis.

Hubiera querido repreguntar -me había perdido entre tantas letras y porcentajes- pero la japoamericana me ganó de mano y cambió de tema.

Alanis en Buenos Aires: el 22 de noviembre de 1999, en el Luna Park. (Foto: Miguel Acevedo Riu, Archivo La Nación).

*

A esta altura de los acontecimientos, te estarás preguntando de qué se trata el premio que le dieron el 11 de diciembre en las Naciones Unidas. Bien: se llama Global Tolerance Award y celebra la persistencia de Alanis en la defensa de los derechos humanos, el uso de la música como medio de promoción de los valores de la tolerancia y la armonía y sus conciertos en Beirut y a favor de los refugiados de Kosovo.

Llegué a la ceremonia a eso de las ocho de la noche, convencido de que Nueva York es mucho más interesante que Baltimore. Había una mesa semivacía, por suerte, y me invitaron a comer, de manera que pude disfrutar del salmón que, luego me enteraría, tanto le había apetecido a Alanis. Desde los ventanales del dining room podían apreciarse el río y las luces de la ciudad. Todo el mundo estaba elegante, cada uno de acuerdo con la estética de su lugar de origen: había africanos con coloridas túnicas, asiáticos con brillosas camisas, exuberantes damas con vestidos de todas clases. ¿Dónde estaría ella? Ahí está, pensé, es esa chica de cabello larguísimo de la mesa de al lado, qué suerte, me senté justo… pero no, no puede ser ella, está demasiado lejos del escenario, no puede ser. Y no era. Cuando se dio vuelta para pedirle más salmón al mozo, supe que el cabello largo esconde, a veces, a las peores impostoras.

¿Dónde estaba ella? Delante de todo, frente al escenario, bancándose como una duquesa la ceremonia, escuchando un mensaje enviado por George W. Bush y leído por uno de sus delegados, con las increíbles reflexiones del presidente de los Estados Unidos acerca de su lucha cotidiana en pos de la paz y el entendimiento entre los pueblos. Después apareció gente con más onda: el actor Danny Glover, que presentó una campaña publicitaria a favor de la tolerancia, titulada “One Song, Many Voices”, el gran Richie Haven, que interpretó con su guitarra una inolvidable versión de “Here Comes The Sun”, en homenaje a George Harrison, y, para el final, los galardonados: la señora Rebecca D. Des Marais, fundadora del programa Youth Art Connection para conectar a jóvenes artistas entre sí; el pintor taiwanés T. F. Chen; la periodista Lisa Cherniak, fundadora y directora de la coalición Artists Against Racism y, finalmente, ella.

Alanis era la garantía de que la mayor parte de los comensales iban a quedarse hasta el final. Un pintor taiwanés puede ser genial, pero nunca resultará tan glamoroso como una auténtica estrella de rock.

Después de los postres, busqué algún asiento vacío en las mesas de adelante. Lo encontré. Pasé a sentarme en la mesa lindante con la de ella, pero ella estaba de espaldas, charlando vaya a saber con quién y yo no podía verle la cara. Antes de darle su premio a Alanis mostraron un clip espectacular con gente que cantaba la canción “Thank You” en diferentes países del mundo, con el mismo entusiasmo. Luego anunciaron su nombre, ella subió al escenario y… ¡Va a cantar! No, no cantó.

Habló. Así habló Alanis Morissette en las Naciones Unidas.

“Gracias por esto, gracias por este dulce reconocimiento que me da más ganas de seguir adelante… y básicamente una de las maneras de expresarme, y de expresar esas ganas de contribuir es a través del arte, particularmente a través de mi música […] Una vez alguien me preguntó cuál era la diferencia entre escribir y agregarle música a lo que estaba escrito, y yo le contesté que una vez que agregaste la música, Dios entra en la habitación. […] Mi meta es continuar con mis sueños porque creo que lo personal es también lo político, lo global, lo social […] Mis esfuerzos se concentran en integrar, aceptar todos mis aspectos como ser humano e integrar mi furia, mi alegría, mis sueños, mis aspiraciones, mis defectos y me dispongo a encontrarme así con quien realmente soy, que es amor, y que es de lo que realmente todos estamos hechos, aunque a veces nos olvidemos. […] Individualmente se pueden hacer muchas cosas, pero si nos unimos podemos hacer grandes cambios, lo mejor que podríamos hacer es unirnos, unificarnos por todas las razones, las culturas. Muchas gracias y… ¡Sigan así!”.

*

Regresó a la mesa, se abrazó con todo el mundo. Luego de que se abrazó con la última persona, me acerqué a ella, que había dejado de parecer la hermana de cualquiera de nosotros.

-Hola, qué hacés, te viniste hasta acá, qué bueno…. -dijo Alanis, sorprendida.

-Hola, felicitaciones…

-Gracias, muchas gracias… -dijo ella con su tono más dulce y con su mejor sonrisa.

—¿Te molestaría charlar un rato cuando termine todo?

-No, para nada, man, te viniste hasta acá, cómo no te voy a atender…

Un coro de niños de diferentes colores y tamaños cantó una canción políticamente correcta onda “We Are The World”.

No bien terminaron de cantar -eran el acto final de la fiesta-, los niños se precipitaron sobre Alanis. No fueron los únicos, hay que decirlo: también muchos grandes se acercaron para pedirle que les firmara servilletas o el programa de la ceremonia. Los fotógrafos presentes le pidieron que se abrazara con Danny Glover. Alanis abrazó a Danny y, mientras la gente se arremolinaba a su alrededor, me señaló a un asistente alto, rubio, gordo, simpático, de nombre Scott. No te despegues de él, seguilo a todas partes porque si no nos vamos a perder en este lío. Entonces una viejita le dio su pocket a Scott para que le sacara una foto con Alanis.

-Mire, señora, ella detesta sacarse fotos… Usted póngase ahí, cerca de ella, que yo le saco…

-OK -negoció la viejita. Cuando Alanis levantó la vista, Scott tomó la foto y todos contentos, mientras más y más niños se acercaban. Alanis se sacó fotos con el coro. Cuando parecían estar a punto de nombrarla directora honoraria, Scott me dijo venite con nosotros al hotel, acá va a ser imposible… Buena idea, dijo ella, desprendiéndose de una nenita que se le colgaba del cuello y de un nenito que se le colgaba del pantalón, venite, allá vamos a poder charlar tranquilos.Salimos. Igual que nosotros, también Danny Glover marchaba hacia su auto acompañado por su hija -una chica de 20 años, túnica y turbante a lo Erykah Badu- y por el novio de la nena, también de túnica. La chica le tironeó del smoking a Danny Glover y le dijo papi, papi, presentámela. El actor de Arma mortal, entonces, dijo con su vozarrón, ey Alanis, la conocés a mi hija, te la presento, Alanis dijo un placer, encantada, saludó a la chica, a su novio, y después nos subimos a la van negra, hermética, con vidrios polarizados. Era una noche fresca, agradable. Apenas habían pasado las once y los días hábiles, a esa hora, se puede circular rápido, sin atascamientos, por las calles de Manhattan.