Tobi Vail: “Bikini Kill nació de la preocupación por una escena dominada por hombres”

Antes de la visita del grupo a Buenos Aires, la baterísta y crítica musical, recuerda los primeros pasos de la banda y sla explosión del movimiento riot grrrl

Por  PAZ AZCÁRATE

marzo 5, 2024

Tobi Vail, la baterista de Bikini Kill se prepara para tocar en Buenos Aires.

Cerca de cumplir sus 20 años, la baterista Tobi Vail estaba segura de que lo que más quería en el mundo era armar una banda de chicas. Era 1990 y vivía en Olimpia, una ciudad de unos 25 mil habitantes en el noroeste estadounidense. Tiempo atrás había formado un proyecto junto a un grupo de amigas de la escuela. Pero con esa banda no había pasado demasiado. “Me frustró muchísimo”, le dice Vail a ROLLING STONE. “Salíamos a tocar pero no había mucho espacio para un grupo así”. Al desencanto lo convirtió en otra cosa. Por un lado, con esa frustración forjó su estilo como baterista. “Empecé a tocar cada vez más fuerte, se había vuelto para mí una forma de descargarme por esas cosas que veía y no me gustaban”, dice. “Pero además empecé a preguntarme qué pasaba en esa escena dominada por hombres, por qué no teníamos ese espacio y qué podía hacer para cambiarlo”. Con esas inquietudes armó nuevos proyectos, publicó críticas y ensayos en fanzines, armó su programa de radio y, principalmente, conoció a la bajista Kathi Wilcox y a la vocalista y activista Kathleen Hanna, las dos mujeres con las que formó Bikini Kill. La banda, que se presentará por primera vez en Argentina el sábado 9 de este mes, en C Art Media, se convirtió en una pieza fundamental de la génesis del movimiento punk feminista que luego se conocería como riot grrrl.

Wilcox lo cuenta de esta manera en el documental The punk singer: “Vino Tobi y me preguntó si sabía tocar la guitarra. Le dije que no. Me preguntó si tocaba el bajo. Le dije que tampoco. Me respondió que no importaba, que igual armemos una banda. Y yo acepté”. Kathi tocaba algo de piano y entendía de música. Las dos coincidieron en que Kathleen Hanna, galerista y fotógrafa a quien habían visto recitando poesía, con su metro sesenta de potencia y actitud, podría ser una gran frontwoman. “Kathleen no solo tiene una gran presencia en el escenario, sino que también tiene una voz increíble”, dice Vail sobre el elemento que aporta Hanna a Bikini Kill. “Ella era magnética y te daba un poco de miedo, pero, más que nada, su voz autoral y su lucidez, eran y siguen siendo muy contundentes”. La formación la completó el guitarrista Billy Karren, a quien Vail propuso sumar a la banda contra su propio ímpetu de delinear una formación cien por ciento femenina. “Era contradictorio, pero Billy era un tipo genial, una especie de beatnik caótico, extremadamente virtuoso”, explica Vail a RS. El desafío de encontrar guitarristas mujeres en ese momento y ciudad, además, era no solo dificultoso, sino la razón misma porque la que Vail quería cambiar el estado de cosas.

Esa pequeña explosión, que fue al mismo tiempo una banda punk, varios fanzines y otras excusas para generar más y mejores espacios para las chicas acaparó la atención de los medios con mucha velocidad. A Vail hoy le parece gracioso recordar cómo algunas consignas que se popularizaron a través de esas revistas fotocopiadas llegaron rápidamente a las góndolas de cosméticos y hasta a las Spice Girls. Sobre todo, le parece graciosa su propia reacción: una vez que empezó a ver que las marcas se apropiaron del “grrrl” ella lo empezó a tachar de sus fanzines. Bikini Kill se separó oficialmente en 1997 y volvió a los escenarios en 2017 con un show sorpresa como banda invitada y luego en 2019 con una gira. Se puede decir que ese hiato de dos décadas no apaciguó la marca que la banda dejó en varias generaciones de artistas. Entre las filas de proyectos que continúan referenciando a Bikini Kill hay nombres que van desde Yeah Yeah Yeahs y Gossip hasta Miley Cyrus (que en el Superbowl de 2021 interpretó “Rebel Girl”). Más acá, bandas como la de Barbi Recanati (que teloneará a Bikini Kill este sábado) y Dum Chica constituyen una prueba de lo lejos en tiempo y espacio que llegó a golpear la onda expansiva del movimiento riot grrrl.

Para muchos de los seguidores de la banda, nacidos durante o después de la década del 90, ver a Bikini Kill estaba muy lejos de ser una posibilidad. ¿Cómo se gestó ese regreso?

No estábamos ni siquiera pensándolo,  simplemente sucedió. The Raincoats iba a dar un show en Nueva York y me dijeron: “Che Tobi, ¿querés hacer una canción?”. Yo tenía ganas, pero no suelo tocar sola. Podría hacerlo, pero no sé, no estaba segura. Kathi estaba viviendo en esa ciudad, así que le pregunté si quería sumarse. Y ella sugirió que también invitáramos a Kathleen. De repente, estábamos las tres juntas en una sala de ensayo, volviendo a aprender las canciones que habíamos hecho en 1990, antes de que Billy se sumara a la banda. Es algo que ni siquiera estaba pensando que iba a pasar, una de esas cosas que te suceden en la vida sin buscarlas. Antes de que ocurriera parecía algo que no tenía sentido, pero resultó ser muy significativo para la gente. No fue nostálgico ni extraño, solo un capítulo nuevo de nuestra banda y de nuestra amistad.


Desde su lugar de personas que hicieron y siguen haciendo música, pero también que se dedican a pensar la cultura y la desigualdad en ese ámbito, ¿qué cosas cambiaron o se resignificaron respecto del momento en que nació Bikini Kill y cuáles permanecen similares?

Éramos parte de la escena underground y aún seguimos siéndolo. En ese entorno diría que muchas cosas han cambiado, en particular la forma de moverse, de crear, distribuir y difundir la música, que para nosotros era muy artesanal y hoy es distinta. Casi todo eso cambió. Quizás en el mainstream ha habido menos transformaciones: la lógica con la que funciona esta industria sigue siendo bastante parecida a la de aquella época y se sostiene a lo largo del tiempo, lamentablemente. Diría que el cambio más rotundo es que definitivamente hay más mujeres, tanto en la escena masiva como en la alternativa. Cuando empecé a ir a recitales, con 14 años, era la época del hardcore en Estados Unidos. Sencillamente era un espacio de chabones. Al mismo tiempo, había muchas chicas en los shows, trabajando en la organización, creando fanzines, teniendo programas de radio. ¿Pero en el escenario? Eso era una rareza. Ibas a 10 shows y casi nunca veías a una mujer sobre el escenario. Ocasionalmente veías una bajista, quizás una cantante, pero muy de vez en cuando. Para mí era muy extraño porque crecí en un ambiente donde se me alentaba a hacer música, pero eso era muy atípico para una chica en edad escolar de ese momento. Las referencias de bandas femeninas eran muy pocas. Yo había visto a The Go Go’s en una gira que hicieron por el oeste del país en la que creo que Kathleen también las vio. Ellas y Babes in Toyland fueron una de las inspiraciones más fuertes para formar Bikini Kill.

¿En qué momento empezaste a percibir que tu banda y la escena a la que pertenecía iban a ser un poco más que el pasatiempo de un grupo de adolescentes?

Desde el principio. Desde los primeros ensayos de Bikini Kill se podía intuir que algo interesante estaba ocurriendo. Es extraño pensarlo desde el presente porque no creo que tuviéramos idea de que íbamos a grabar discos o algo así en ese momento. Pero sí pensaba, siendo aún muy joven: “esto es genial, hay algo acá que nunca se ha hecho antes”. Incluso si no trasciende, esta es exactamente la banda que quiero tener y la música que quiero estar haciendo. 

Sabíamos que no todo el mundo lo iba a entender o disfrutar y definitivamente las primeras críticas que recibimos no eran buenas. Nos juzgaban con mucho machismo o con un criterio de virtuosismo que no era la vara punk con la que medían a los demás grupos punk, pero estábamos convencidas de que era lo que queríamos hacer, así que mucho no nos importaba. Quizás el indicio más claro de lo que iba a pasar con la escena fue cuando “Smells like teen spirit” empezó a sonar en la radio porque todos los integrantes de Nirvana eran nuestros amigos y eso sí que nos pareció una locura. No nos estaba pasando a nosotras, pero estábamos tan cerca de ellos que fue muy extraño. Todo cambió en ese momento.

¿Recordás algo de los días posteriores al show que Nirvana dio en Argentina en 1992? ¿Qué repercusiones tuvo la agresión por parte del público a Calamity Jane [la banda femenina oriunda de Portland] y qué pensaste vos del episodio?

Cuando Nirvana la pega dejamos de verlos con frecuencia, simplemente porque ellos tocaban todo el tiempo y vivían de gira. Ese año nosotras nos habíamos instalado en Washington, que era más cómodo para movernos y porque nos interesaba mucho la escena del hardcore de ahí, con bandas como Fugazi y Minor Threat. Queríamos ver eso de cerca. Así que no estábamos más en el oeste. Creo que escuché algunas repercusiones del asunto, sobre todo por las chicas de la banda. No me sorprendió para nada que Kurt se enojara con el público. Él definitivamente era un feminista. ¡Espero que no nos hagan lo mismo a nosotras en Buenos Aires! [risas].

Antes hablabas sobre algunos cambios en la participación de las mujeres en espacios públicos, que es una transformación concreta que también se dio en América Latina, pero que muchas veces se sobreactúa o se apropia por conveniencia. Hoy que esas ideas están más extendidas, ¿sobre qué temas te preocupa generar discusiones?

Creo que en lo que respecta al feminismo, es genial ver a personas en todos los niveles de la sociedad defendiendo a las mujeres y tratando de ser más inclusivas. Considero que el feminismo es y sigue siendo una lucha por la liberación, así que no creo que todo el trabajo esté terminado. En mi opinión, buscar esa liberación implica también ser anticolonialista y anticapitalista. Esa búsqueda se trata de reestructurar toda la sociedad, y no de vivir en un mundo en el que las personas que tienen las vidas más cómodas puedan usar los eslóganes feministas sin hacerse cargo de los cambios que realmente necesitamos hacer. La discriminación, la violencia y otras formas de opresión siempre estuvieron en el foco del feminismo y son cosas que a mí y a toda la banda nos siguen importando.