Duki en 10 temas: el agitado viaje del referente del trap, entre el éxito y la introspección, hasta River

Un repaso exhaustivo por la obra del autor de los primeros hits del género a nivel local y una selección de lo mejor de su repertorio

Por  SEBASTIÁN CHAVES

diciembre 1, 2023

Archivo La Nacion/Soledad Aznarez

Hace unos meses circuló hasta el cansancio, en TikTok e Instagram, un fragmento de la entrevista que Rick Beato (músico y celebridad de YouTube) les hizo a Sting y su guitarrista Dominic Miller en 2021. La nota, una charla de casi una hora en un estudio de grabación, tiene más de 3 millones de reproducciones y el recorte en cuestión tiene que ver con un diagnóstico que el líder de The Police hace sobre las estructuras de la música pop/urbana actual. Allí dice Sting que las formas se volvieron más simples, que ya no hay puentes o transiciones, esas secciones de un tema que cumplen la función de llevarte a otro lado, de mostrarte que de A se puede ir a B, pero también a C o a D.

Como una metáfora de la vida mediada por las discusiones extremas y también de la exposición en redes sociales, las canciones modernas no ofrecen escapatoria: se va de un extremo al otro sin nada en el medio.

@ianpunteroficial Sting y su opinión sobre la música actual #musicosentiktok #subtitulosenespañol #sting #fyp #thepolice #musician ♬ sonido original – Ian Punter

En 2018, en entrevista con el extinto medio Silencio, Adrián Dárgelos ya advertía algo similar. Pero, lejos de criticarlos, mostraba fascinación por esos temas que, él decía, eran como mucho “monoparte” o “biparte”. Para el cantante de Babasónicos, ese desafío al formato canción que escuchaba en Frank Ocean, por ejemplo, era una alternativa válida para la canción convencional. No tenía por qué haber una relación teleológica entre estrofa y estribillo y, entonces, un tema podía armarse como un mosaico: secciones autocontenidas aunadas a otras de igual condición.

Lo que uno veía como un síntoma, el otro lo veía como posibilidad, pero el diagnóstico de Sting y Dárgelos era el mismo.  

En 260 canciones, entre propias y ajenas, desde que debutó con “No vendo Trap”, Duki ha hecho de esta forma sin transiciones su marca de estilo. Las canciones hablan de tener guita, de coger, de tomar pastillas, de vivir de noche, sí. Pero en muchas de ellas también existen otras partes bien opuestas en las que música y letra (generalmente asociada al desamor) descienden a una introspección que hace que el tema caiga en una fosa sin previo aviso y de la que también sale sin previo aviso.

Si para Kobe Bryant el secreto del éxito se trataba de mantener un punto medio, tanto en la victoria como en la derrota (“Never too high, never too low”, decía), las canciones de Duki no manejan ese nivel de cálculo y especulación. Vayamos, por ejemplo, a “She Don’t Give a FO”, el primer hit transversal del trap argentino. Una canción que sonaba en boliches, autos y oficinas de gente joven, mucho antes de que se empezara a hablar de trap en el país. Primero llegaron el tema y las escuchas, después las preguntas.

Con producción de Omar Varela —el que la vio antes que todos— y colaboración de Khea, “She Don’t Give a FO” es más que una canción para corazones rotos. Duki canta desaforado, con palabras que no entran en el beat, desbordando el Auto-Tune y las métricas. Pero, además de llorar la pérdida de esa mujer que ya está desinteresada, describe los vaivenes emocionales de la generación que más sabe de trastornos de ansiedad, bipolaridad y la sensación constante ir a los extremos sin un punto medio: “Estoy caliente y estoy frío, no se llena este vacío”. Alas de ángel en un pómulo y alas de diablo en el otro: Duki va a hacer de los extremos una marca de estilo. Pastillas, alcohol, sexo, fronteo, mucho dinero, egotrip, familia y el vacío existencial. Si para Bersuit Vergarabat el pase del éxtasis a la agonía era una cuestión social y colectiva encarnada en esa argentinidad que se vivía al palo, acá la cosa se vuelve particular, personal, propia. De hecho, la hipótesis del personaje es que la chica en cuestión lo dejó porque prefiere a alguien “sin tantos cambios de humor”. 

“Goteo”, el tema más conocido de Duki, presenta también uno de los contrastes más notorios en este sube y baja emocional. El desfile de marcas (Patek Philippe, Rolex, Cartier, las Gucci, el short de Nike) y el fronteo dominan la canción como si ahí se condensara el exceso de vida de alguien que gotea y transpira oro por los dedos. Pero “Goteo” es, como la gran mayoría de las canciones de Duki, un tema autocontenido. Allí no hay solo una emoción que establece el clima de la canción, sino todas las emociones y cosas por decir que al trapero se le ocurran. Por eso, después de estar tan arriba, de decir que tiene “cara de que nada va a salir mal”, el tema cae, el beat se vacía, el Auto-Tune vuelve a sonar a lamento y un verso dice: “Falta calma, por eso tomo otra pill”. Al verso siguiente, el beat directamente desaparece, la voz se escucha como en segundo plano y agrega: “Y mientra’ fumo le pido a la luna volver a verte / Yo no sé qué voy a hacer / Solamente siento que me va a atrapar lento la muerte, mujer”.

¿La salida? Volver a ponerse las Gucci y el short de Nike, exactamente igual que la primera vez que lo cantó. Como si nada hubiera pasado. Como si esa fuera la salida fácil. El tema, además, sostiene siempre los mismos cuatro acordes, desde la introducción hasta el final, en las partes arriba y también en las partes abajo. Pero los temas en los que esta idea de una base que se repite en su armonía (casi siempre implícita) son esos que tienen espíritu de demo, como si hubiesen nacido desde un freestyle al que de pronto se le encontró un estribillo. Así suena “Deja Vu”, un trap monolítico en el que Duki baja a su registro más narcótico, como una variación más grave de lo que unos años atrás mostraba en “Ballin’”, “LeBron” y “Mi Chain de Roque”. Hay viajes en avión, hoteles e imágenes post sexo, pero el estribillo habla de algo que se repite, que parece ya haber sucedido. Y, en las imágenes de la escalera caracol y el pasillo sin fin (posible referencia a la casa de la calle Antezana en la que vivió con Neo Pistea e Ysy A) el tema, publicado en junio de 2020, conectaba con el encierro y la rutina de la cuarentena. No solo en la letra, sino también en el beat repetitivo con variaciones mínimas.

Cuando los temas son biparte y tienen los opuestos marcados como en “Goteo”, la fórmula de Duki es aplicar un flow más métrico y rítmico en el fronteo y las rimas más melodiosas y auto-tuneadas en el bajón. “Hello Cotto” es uno de esos. El rant final, contrapone los dos extremos sin solución de continuidad, el beat cambia de un segundo como el humor y la intención de quien canta. “Mama sólo pide que yo no fume / No sirve de na’ que en vano jure / Hacer cosas que tiempo atrás no pude / Duki dispara aunque Mauro dude”, cierra la parte lacrimógena y enseguida le pega un flow atresillado al mejor estilo Migos, con la voz grave: “Soy el niño ‘el año, morocho achinado / Llevo el doble caño, flow polarizado”. Ese flow popularizado por Migos en “Versace”, que Duki utiliza para decir una y mil veces que es el mejor, aparece en toda su obra, cada vez más perfeccionado en técnica, dicción y audio.

“Givenchy” (tal vez su mejor ejercicio de tresillos), “aPoLLo13” (y varias de ese último disco) son los casos más actuales a los que se suma la BZRP Session, su tema más autorreferencial, según afirmó en la conferencia de prensa antes de los shows en River de este fin de semana.

En el repaso de su vida, Duki escupe logros y épica en casi todo el tema, baja en el estribillo, como en los ejemplos anteriores, pero también combina las dos cosas al mismo tiempo. Tresillos y Auto-Tune para cantar sobre altibajos: “Las presiones se vuelven más grande’ y los miedo’ toman más tamaño / Una carrera que mantuve con altibajo’ más de cinco año’”.

En “Sudor y trabajo”, otro de esos temas en los que habla de sus inicios y de su presente, Duki vuelve a apelar al contrapunto de emociones con el beat desintegrándose para remarcar una tristeza que, esta vez, arranca abajo y se vuelve propulsiva para encontrar la salida. “Todos preguntan cómo se siente / Nadie me pregunta cómo me siento /Todo se derrumba de repente, como si no controlara esto”, canta de una manera en que la frase acompaña lo que dice la letra. Musicalmente, el tema se derrumba de repente y el flow se acelera y se desacelera como si él no controlara eso. En esa misma canción, vuelve a diferenciar al Duki que dispara del Mauro que duda, como hacía en “Hello Cotto”: “Ya todos sabemos que yo estoy pegao, lo que no saben e’ que estoy destroy”. 

En esa ambivalencia del éxito y la introspección, que nunca van separadas (y esto es lo que diferencia a las canciones de esta época de las anteriores), se juega gran parte del universo de Duki. Un universo que será más o menos representativo, más o menos mimético de la vida de Mauro Lombardo, pero eso no interesa aquí, ni debería interesar nunca cuando de arte y productos culturales se trata. Por ahora, sabemos que el Duki que canta, más que contener multitudes, parece contener dos polos. Uno que sobresale a primera escucha y otro que parece colarse en los respiros de una vorágine de película hollywoodense. Son esos momentos los que contradicen al Duki que en “Como si na’” canta: “Yo no vine pa’ llorar, no voy a contar si estoy triste”.