Antes de hablar sobre esta comedia romántica ambientada durante la misión del Apolo 11, hay que afirmar enfáticamente que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins sí llegaron a la luna el 20 de julio de 1969 y esto es tan cierto como que la Tierra es un esferoide achatado en los polos. Pese a que Fly Me To The Moon es un trabajo de ficción al igual que sus protagonistas, estas verdades no se cuestionan en ella y eso es una maravilla en esta época plagada de conspiraciones idiotas y “verdades” sin fundamento científico. No creas todo lo que lees en internet.
En esta cinta que se toma tantas libertades como lo hiciera Titanic, Channing Tatum interpreta a Cole Davis, un piloto de avión aspirante a astronauta, que no pudo lograr su sueño debido a un problema cardiaco y que está basado en Deke Slayton, un personaje real quien al ver frustrados sus sueños se convirtió, al igual que Cole, en el director de operaciones de vuelo para el programa espacial Apolo. Por su parte, Scarlett Johansson es Kelly Jones, una publicista con un pasado oscuro, que es contratada por el misterioso gente gubernamental Moe Berkus (un estupendo Woody Harrelson), para manejar las relaciones públicas del proyecto espacial, debido a que ha perdido el interés y la atención del público durante la administración de Nixon por la guerra de Vietnam, lo que llevó a una falta gradual de apoyo económico por parte del congreso de los Estados Unidos, dándole ventaja a los Soviéticos en la carrera espacial que se inició en la guerra fría con el lanzamiento del Sputnik 1.
La premisa de Fly Me To The Moon está inspirada en dos películas previas. La primera es Capricorn One (1977), en donde la NASA decide falsificar el primer viaje a Marte antes de aceptar el aborto de la misión. La segunda es Operación Luna (2022), un divertido documental falso que explotó la teoría de la conspiración viralizada por internet, en la que la NASA, tras el éxito de 2001: A Space Odyssey (1968), solicitó a Stanley Kubrick que sirviera como director para filmar un falso aterrizaje lunar en caso de que el viaje real fracasara. De acuerdo con la teoría y con A Funny Thing Happened On The Way To The Moon (2001) un horrendo cortometraje “documental” con pretensión de verdad, pero tan falso como Operación Luna, el viaje fracasó y la llegada del hombre a la Luna se fingió en un estudio. Aquí, Berkus le pide a Kelly que se consiga a un director y finja el viaje por si las cosas salen mal. El director en cuestión no es Kubrick, sino Lance Vespertine, un director de comerciales con un enorme ego, encarnado maravillosamente por Jim Rash.
Greg Berlanti, el gestor del difunto Arrowverse para la televisión, y el director de tres adorables comedias románticas para cine (The Broken Hearts Club, Life As We Know It y Love Simon), no abandona el género para mostrarnos cómo el director de vuelo callado y sincero, se enfrenta a una publicista extrovertida y embustera, para luego enamorarse perdidamente los dos. Eso no está para nada mal y más en el escenario de la bella Norteamérica de finales de los sesenta, recreada por el excelente diseño de producción de Shane Valentino (Nocturnal Animals) y los vestidos de Mary Zophres (La La Land) que le dan una atmósfera de elegancia y candor a la cinta.
Fly Me To The Moon, cuyo título hace alusión a esa inmortal canción de Bart Howard que inmortalizó Frank Sinatra, no llega a la genialidad de la cinta animada Apollo 10 1⁄2 (2022) de Richard Linklater, que mezcló la realidad con la ficción para hablarnos sobre la niñez del director en esa época gloriosa para los Estados Unidos (la Space Age Era) y mucho menos a la envergadura de Apollo 11 (2019), uno de los mejores documentales de todos los tiempos, pero no es para nada la ridiculez vacua que significó la reciente comedia romántica Space Cadet con Emma Roberts como una despistada aspirante a astronauta.
Berlanti y su equipo de guionistas conformado por Keenan Flynn, Bill Kirstein y Rose Gilroy, debieron haber estudiado las cintas de Howard Hawks (His Girl Friday) y Preston Sturges (The Lady Eve), ya que su película se hubiera beneficiado de un ritmo más frenético y un bombardeo de diálogos ingeniosos, tal y como estos maestros de las comedias románticas lo hacían en los años cuarenta. Eso hubiera reducido significativamente el exceso de metraje (más de dos horas) y hubiera puesto verdaderamente a prueba los talentos de Johansson y Tatum, que aquí están bien, pero todos sabemos que pueden dar mucho, mucho más.