En su nuevo álbum, Babasónicos se atrinchera para darle pelea a la muerte

Trinchera es el nombre del décimo tercer disco de estudio para la banda argentina que el mes próximo iniciará una gira por toda América latina

Por  SEBASTIÁN RAMOS

abril 29, 2022

Gentileza Pop Art

Un mes atrás Babasónicos conmovió a sus seguidores más fieles con un críptico anuncio en las redes: “Bye Bye Tour”, decía nomás. ¿La última gira babasónica después de treinta años de música ininterrumpida? Poco después, en una entrevista, Dárgelos deslizó que “Bye Bye” era también el título de uno de los temas de su nuevo álbum y la movida solo pareció quedar flotando en el impacto. Trinchera se llama el álbum que para los numerólogos es el 13 en su lista poco-oficial (la cantidad de material “extra” que aportaron desde diferentes formas y formatos, entre lados b, EP, vivos, soundtracks, spoken-words y demás doblan la discografía) y encuentra su discurso/eje estético en la finitud, las despedidas, la existencial convivencia con la muerte y las paradojas intrínsecas de cualquier final. Todo narcotraficado por esa entidad hoy conocida como Babasónicos. Hazme el amor hasta el amanecer… y después bye bye.

Habrá que pensar que las composiciones originales que finalmente terminaron en las once canciones que comprime Trinchera fueron tomando forma entre dos mil veinte y dos mil veintiuno. ¿La pandemia metió la cola? Un tema como “Anubis”, deidad egipcia protectora de los muertos y guía del viaje final, digamos, ni si quiera lo esconde: “No va a empezar la muerte hoy/ a llevarse mis amigos/ No la voy a dejar, yo la voy a apalabrar/ tiene que peleármelo”. Pero hay más, con Babasónicos siempre hay más. El final (de una relación, de un formato, de la historia, de uno, de una banda) es una idea que vive en Dárgelos al escribir, y difundir su obra desde hace al menos una década.

“Saber que nada es inmortal y que lo único que buscás es que la gloria sea el atajo a la muerte. Después uno ve que eso o se cubre de dignidad o se torna patético en la parábola”, decía en 2012, hablando por hablar de la posibilidad del final de Babasónicos. “Yo me di cuenta de que la inmortalidad no iba a funcionar básicamente cuando murió Gabo (Manelli, bajista fundador del grupo). A partir de ahí, solo me queda la dignidad, solo me queda una cruzada para definir un mundo estéticamente y nada más. Ahí entiendo que todo es insostenible en el tiempo y que es milagroso que hayamos llegado a tantos discos y tantos shows”.

Diez años y tres discos de estudio más tarde, Babasónicos no se desintegró en el aire ni mucho menos y Trinchera llega para acompañar el imaginario del Discutible de 2018. Como Miami (1999) y Jessico (2001), como Anoche (2005) y Mucho (2008), como A propósito (2011) y Romantisísmico (2013). Como si la exploración de cierto marco narrativo-sonoro, de un concepto, necesitara para estos cinco amigos de juventud algo más que la medida de un álbum cada tantos años. Arte o estrategia. Modo en fin.

Lo primero que se escucha de Trinchera es un riff. Un riff stoneano. Si el final llega imprevistamente, que nos encuentre dignos, en movimiento, decía Dárgelos. “Mimos son mimos” abre el álbum y ese riff hipnótico va más allá y continúa, trastocado, en “Paradoja”, el segundo track, que insiste con eso de “aunque vaya a morir, sé que voy a morir, pero voy a morir con una canción en los labios”, mientras mantiene el beat inicial y uno ya puede suponer el ambient babasónico que vendrá.

“Bye Bye” es un poco eso. La síntesis del sonido babasónico que puede unir rock y pop y disco y humor, con instinto superficial y profundidad existencialista. Elegancia e incorrección política desde lo político y lo cultural.

El viaje que propone Trinchera te distrae pero no te suelta y “Vacío” se conecta con “La pregunta”, invita a volar en plan dream-pop e increpa: “Si luchamos esta vez/ que sea a favor/ Si perdemos esta vez/ que sea otra cosa/ Si volvemos a luchar/ no me lo digas/ Dejemos de pelear entre nosotros/ Dejemos de pensar contra el vacío/ y despertemos en él”.

“Anubis” lo tiene a Dárgelos jugando/cantando en dos (o tres) planos. Puede gritar distorsionado cosas como “nena todo lo que empiezo lo consumo hasta el sustrato” y enseguida, cándido, casi en la pista de baile cheek to cheek, prepotear a la muerte con aquello de que no se llevará hoy a sus amigos.

Y después “La izquierda de la noche”, el nexo entre Discutible y Trinchera que habían adelantado hace unos meses ya, en el mood Depeche Mode circa Ultra, entre la psicodelia y la pista de baile. Ahí mismo donde se sostiene “Mentira nórdica”, con la voz de Dárgelos mutando entre verso y verso. Como buena parte de la discografía de Babasónicos, Trinchera es un disco que se disfruta en el formato álbum, de principio a fin, como un cuento para niños del siglo XX o una novela clásica de misterio.

“Madera ideológica” (que ya en el inicio aclara de qué va el asunto: “Pasó su vida construyendo un bote de madera ideológica” casi recita Dárgelos) muestra más abiertamente el modus operandi de la producción de este disco, responsabilidad compartida entre la banda y Gustavo Iglesias, con canciones armadas y desarmadas una y otra vez, construidas por partes para luego volver a desarmarlas y finalmente conseguir algo nuevo.

De allí en más, en modo fade and chill out “Viento y marea” y “Capítal afectivo” ofrecen la mirada más trip-hopera del grupo, firmes discursivamente con aquello de que llegado el final, no los molesten, tienen cosas más importantes que atender: “Se me avecina un tsunami de mierda/ pretendiendo un final indecoroso/ y mientras tanto solo busco las llaves del Edén/ aunque se me vaya la vida en buscarlas”.

El último tema (del formato digital del álbum, ya que la edición en vinilo tendrá un tema menos) es “Lujo”, en trance, alejado de aquel comienzo guitarrero de “Mimos son mimos”, sugiriendo una dirección en la superficie y varios caminos alternativos por debajo. De un extremo al otro, el universo expandido en tiempo y espacio de una banda que sigue buscando, acá y ahora, a treinta años de Pasto, cómodamente instalados en su trinchera babasónica. ¿Continuará? Qué importa, mientras tanto, dejémonos llevar y bailemos.

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