La silueta de Adrián Dárgelos, el líder de Babasónicos, se recorta sobre el fondo del escenario mientras dos bolas de fuego estallan a su alrededor. Es la segunda noche consecutiva —y sold out— de la banda en el Movistar Arena y el cantante, con camisa digna de yate y pantalones anchos filo-malambo, se hace dueño de la pasarela con pasos espasmódicos.
El cantante va y viene de un lado al otro y se acomoda obsesivamente el jopo mientras lo respaldan dos históricos: Diego Uma Rodríguez (que, además de tocar cualquier instrumento, es un excelente bailarín) y Mariano Roger (primera guitarra y pilar sonoro del grupo, especialmente en vivo). La puesta en escena del show se completa con una compleja estructura de pantallas que da la sensación de que Babasónicos está tocando desde el corazón de una pirámide. O, por qué no, desde una suerte de trinchera.
Luego de 33 años de carrera, el repertorio del grupo es una biblioteca plagada de títulos de todas las épocas y rumbos estéticos. Y, en casi dos horas de concierto, tienen tiempo suficiente como para hacer un repaso orgánico —y cero tribunero, hay que decirlo— de su bibliografía. El mejor ejemplo de esto se dio de arranque cuando, luego de abrir con “Tajada”, la última canción que publicaron, siguieron con “Fizz”, de ese álbum bisagra que fue Jessico (2001), y continuaron con “La izquierda de la noche”, el primer adelanto de Trinchera (2022), que despertó una ovación en el Movistar Arena.
Probablemente, solo Babasónicos puede llegar a condensar en dos versos una idea tan precisa: “La noche es un país imaginario/donde lo insignificante luce como joya envuelta en humo”. Un tema joven, pero que en vivo ya empieza a sonar a clásico.
La otra ovación llegó con “Sin mi diablo”, una canción que ya tiene 21 años y en la que el grupo enciende la distorsión para poner las guitarras al frente, algo que saben hacer muy bien, pero que poco tiene que ver con su propuesta actual. Porque si algo hizo Babasónicos en estas tres décadas fue reinventarse. De esa rabia casi hardcore de los orígenes, a los boleros dargelianos y luego a esa fusión del rock con la música electrónica que es la que los tiene más cómodos ahora. Y su público no solo lo sabe, sino que también lo celebra. Si no, ¿cómo se explica que un hit como “Irresponsables” surta el mismo efecto en la gente que la hipnótica “Bye Bye”?
Las pantallas, con texturas psicodélicas, imágenes del show y efectos especiales, también jugaron su parte. Al igual que las hileras enfrentadas de luces que recorrían todo el largo del campo y que, en definitiva, contaban su propia historia por fuera de los límites del escenario.
El espíritu de rave llegó a sus picos máximos en “Microdancing” (“Haciendo lo que más me gusta…”) y sobre todo en “La pregunta” (la mejor canción argentina del siglo XXI, según ROLLING STONE) que, después de la seguidilla de “Rubí” (Dárgelos sabe cantar y lo demuestra), “La lanza” y “Deléctrico”, ofició de falso cierre de la noche.
Después del break, llegaron los bises, una excusa para que Babasónicos siga demostrando su ojo quirúrgico a la hora de armar listas de canciones. Primero, “Ingrediente”, que es precisamente el tema que le sigue a “La pregunta” en Discutible (2018), y en el que Mariano Roger se viste de Nile Rodgers. Segundo, “Cicatriz #23”, que salió en Trinchera avanzada (2022), la versión extendida del disco, y en el que Dárgelos y Diego Uma se divierten sobre una base techno. Por último, de su obra cumbre Infame (2003), el irreverente y pegajoso “Y qué”.