Para el rock argentino, como para la mayoría de los estratos culturales, sociales, políticos y económicos de la Argentina, 2001 fue una bomba que dispersó esquirlas sin sentido y por todas partes. Un inicio de siglo de lo más movilizador. En ese contexto se produjo la salida de Jessico, el disco que ese puñado de freaks llamado Babasónicos esperaba componer desde hacía años, que pronto lo llevaría a un estado de (in)fame popularidad y que marcaría una estética y un sonido para el futuro. En Internet el intercambio de archivos musicales (canciones) ya era una realidad, pero si bien aún no existían las plataformas en las que podías escuchar cualquier tema a cambio de un módico precio mensual, Steve Jobs presentaba en octubre de ese año el primer iPod con el eslogan “1.000 canciones en tu bolsillo”. Un mes después de aquel lanzamiento en Cupertino, California, pero a 10.300 kilómetros, en Buenos Aires, el cielo cayó sobre la cabeza de Patricio Rey y separó los caminos de la dupla Solari-Beilinson. Todavía no lo sabíamos, pero los Redondos quedarían para siempre de aquel lado, el del siglo XX.
Desde ese punto de partida hasta esta tercera década, que comenzó con la música urbana vanagloriándose a viva voz con eso de que “te guste o no te guste, somos el nuevo rock and roll, niño”, existe un abismo. En el medio, el rock fue testigo de la caída de pesos pesados de los noventa (la separación de Los Piojos y Caballeros de la Quema y el desmembramiento de grupos como la Bersuit, Ratones Paranoicos y Los Pericos, entre otros) y la pérdida de referentes del género (Luis Alberto Spinetta, Pappo, Gustavo Cerati, Pil Trafa, Rosario Bléfari, Palo Pandolfo); la tragedia de Cromañón, los cierres de espacios para shows en vivo y la posterior ola de cantautores desenchufados; el regreso del Andrés Calamaro más cancionero y los inicios de carreras solistas de cantantes todoterreno (Andrés Ciro Martínez, Vicentico, Cordera); la irrupción del indie platense con Él Mató a un Policía Motorizado como estandarte, el cruce con el rap y el trap, que llegó para quedarse, y la visibilización –tras una larga lucha- de gran cantidad de mujeres al frente de sus propios proyectos musicales, con Marilina Bertoldi y su Telecaster en mano como ícono de una nueva generación. Y más, mucho más.
Al margen de los vaivenes de un país siempre en la cornisa y una escena en ebullición constante, lo que nunca faltó en estas tierras fueron grandes canciones. Por eso vale la pena esta actualización del listado que Rolling Stone produjo en 2010, junto a MTV, con los “50 mejores temas del rock argentino de la primera década de los 2000”. Con la excusa de celebrar el número 300 de Rolling Stone en Argentina, esta vez sumamos las canciones seleccionadas como las mejores de cada año por las distintas redacciones que trabajaron en la revista durante este tiempo, más el voto de los periodistas que hoy integran el plantel de críticos, redactores y editores.
El resultado es una contundente playlist que viaja a través del tiempo y de los géneros, que se zambulle tanto en la obra de artistas populares como en las pequeñas joyas ocultas del under. Hay canciones bellas, complejas, innovadoras, temas que dijeron lo que había que decir en el momento preciso, que sonaron aquella noche y mil noches más, con versos inmortales, esos que se imprimen en remeras y paredes y en dedicatorias anónimas. Hay historias reales, crudas y testimoniales. Hay ficción pura y fantasía brillante. Aquí van 300 canciones que equivalen a 300 razones para celebrar el rock argentino de este siglo.
1. La pregunta – Babasónicos (2018)
Discutir, debatir, capitalizar el error, intentar sorprender, acariciar la modernidad sin llegar a la vanguardia, pensar la música y disfrutar este trago, porque al terminar, habrá que pagar, y quizá pagarlo de más. En todo esto andaba pensando Adrián Dárgelos cuando compuso “La pregunta”, el primer clásico de la última reinvención sonora, estética y discursiva de Babasónicos, que por ahora tiene dos capítulos discográficos: Discutible (2018) y Trinchera (2022). “A veces me echan de mi propia casa/ Una hora antes que me lo merezca”, casi recita un barbado Dárgelos en el inicio del tema, acompañado apenas por un sinte minimalista y denso, antes de que un beat hipnótico se apodere de la escena.
“Nosotros planteamos la discusión y el discurso es nuestro, son las canciones. Creo que con ‘La pregunta’ logramos que se debata algo. No sé, hasta leí dos o tres ensayos sobre el tema, uno de un filósofo trans, y con miles de interpretaciones”, comentó el cantante por entonces. Uno de esos textos fue escrito por el periodista Pablo Schanton y Lea Uría García, para la revista online de arte y cultura Otra parte: “La moraleja, que surge en la intersección entre esta canción y la Historia, plantea la necesidad de la pregunta como un ejercicio colectivo cuando todo se cae, cuando es más difícil que nunca (o directamente imposible) decir y ser escuchado. (Precisamente ahora) queremos pensar la pregunta. Y que nos la dejen preguntar”. “La pregunta”, como un signo de los tiempos.
Preguntar y pensar. “A nosotros nos gusta pensar la música, que es lo mínimo que se le debe exigir a una banda. No hacer música porque sí. Porque sí lo podés hacer entre los 19 y los 24, después tenés que pensar la música. Nadie en el flow del sentir y hacer le salen maravillas permanentes. Todos los músicos clásicos que recordamos de la historia creo que se sentaban a pensarla”, concluye el autor.
Sebastián Ramos
2. Estadio Azteca – Andrés Calamaro (2004)
Es un Monumento al Gran Misterio de la Canción. Enorme, como el estadio que, de chico, paralizó a Marcelo “Cuino” Scornik −coautor perfil bajo del tema−, escenario clave en la épica maradoniana y, por lo tanto, de la tragedia argentina. Trivial y desconcertante como un paraavalanchas, un corazoncito Dorin’s o el término “duro” clavados en el medio de un poema. Fue primero un demo post El salmón y, tras algunas dudas de Andrés, se grabó para El cantante, disco mayormente de versiones y de evidente reseteo. Producida por el madrileño Javier Limón −otra referencia esencial en la cosmogonía C−, es una interpretación acústica, se diría ritual, como lo captura su sobrio clip. Pero al año siguiente nomás, la canción evolucionaría a otro estado: Calamaro, respaldado por la Bersuit, la volvería eléctrica para el álbum en vivo y de título autobiográfico El regreso. Entonces, además de volts, le sumaría el recitado del Martín Fierro −si bien hípercalamaresco− que aún hoy marca un pico estremecedor en sus presentaciones: “Gracias le doy a la vida (Virgen, en el original), gracias le doy al Señor, porque ante tanto rigor y habiendo perdido tanto, no perdí mi amor al canto ni mi voz como cantor”.
Es una canción solemne y caradura a la vez, como otras de este artista, aunque afilada como pocas. Letra y música se insinúan simples y despojadas, pero se apagan indescifrables. Como pasa con las mejores canciones pop, “Estadio Azteca” deja la sensación de un acontecimiento irrepetible. “Siempre estuvo iluminada. Fue un momento de inspiración muy especial del Cuino. La letra es misteriosa, no se puede explicar. Habla del exilio, de la muerte, del fútbol, de los hinchas, de la droga. Es una canción muy importante”, le dijo Andrés al periodista Martín Pérez. Así de gigante, como aquel estadio que aplastó de chico al autor.
Daniel Flores
3. Cactus – Gustavo Cerati (2009)
El título nació como un juego de asociaciones, encontrar una palabra para enmarcar el eco folclórico que sugería la canción. Algo parecido a “Sulky” o “Raíz”, fantaseaba Gustavo Cerati en ese período crepuscular que mueve a la inspiración. Si Fuerza natural es un viaje místico de velocidades cambiantes, “Cactus” es un ritual más íntimo, un proceso introspectivo con aire de chacarera, casi una evocación a los tiempos del niño concentrado en los primeros ejercicios de guitarra. El trip lisérgico que propone la letra sigue las líneas del ambiente espacial, detiene el tiempo del disco y también revela los efectos de una práctica trascendental: “Para encontrar un peyote en el desierto, primero parece que no vas a ver ninguno; de golpe, vas a ver uno, ese déjalo, pero después vas a ver todos”, dijo el chamán a modo de guía en pleno desierto mexicano. La experiencia quedó grabada en la memoria de Cerati y de ahí nació la frase “no hay lugares donde no estés” como prueba de la travesía ensoñada. “Lo mezclé un poco con esa idea de ‘es un veneno, pero purificador’, y me llevó a un tema que tiene que ver mucho con el disco, que es el tiempo. Hay algo de cierto en cuanto a que nuestra existencia es muy mínima comparada con lo que significa el universo, uno podría ver las cosas transmutarse si tuviera esa posibilidad, o el tiempo”, dijo Cerati frente al grabador del periodista y músico mexicano Iván Nieblas para una entrevista publicada en la revista R&R a fines de 2009. Además del desierto, las alusiones y otras resonancias, “Cactus” sublima de un modo notable las inmersiones de Cerati en el mundo telúrico para innovar y convertir su propio origen en una balada acústica con bombo legüero y un dinamismo que trascienda las influencias para dispararse como un objeto de eterna belleza.
Oscar Jalil
4. Mi próximo movimiento – El Mató a un Policía Motorizado (2008)
En 2008, Él Mató a un Policía Motorizado puso cierre a una trilogía de EP atravesada por un hilo conceptual. Así como Navidad de reserva era alusivo al nacimiento y Un millón de euros a la vida y la amistad, la entrega final de la saga atravesó pasadizos más oscuros. Como su nombre lo infiere, las siete canciones de Día de los muertos giran alrededor de la muerte, alimentadas a base de cine de terror de los ochenta. Dentro de ese microuniverso, “Mi próximo movimiento” funciona como un haiku de espíritu punk, cuatro líneas que se repiten para ubicar la acción ante un apocalipsis zombi, en el que a su protagonista le toca comenzar a andar su propio camino del héroe escopeta en mano.
Según Santiago Barrionuevo, la canción guarda puntos de contacto con un poema que le leyó Gato Sisti Ripoll, de 107 Faunos, que versaba sobre el descubrimiento de una pirámide en la Atlántida como posible fin del mundo, y también con la remake de El amanecer de los muertos que hizo Zack Snyder. “Me gustó la idea de esperar el Apocalipsis con esa imagen donde los personajes se van encerrando porque no quedan lugares posibles de refugio. Es una letra de terror, pero también de valentía, de alguien que dice: ‘Bueno, ya está’. No tiene nada que perder, agarra un rifle y va con todo adonde sea”, dice su autor.
Convertida en hit y estandarte de la escena platense desde su publicación, en los shows de Él Mató “Mi próximo movimiento” es un ritual dentro de otro y lleva ya quince años como pieza inamovible del cierre de sus presentaciones en vivo. “Me encanta, porque en este mundo de estadística, que es un mundo horrendo, no es una canción que tenga muchas escuchas en Spotify y demás plataformas”, dice Santiago. Y agrega: “Sin embargo, es la más celebrada cuando tocamos. Se creó como una especie de comunión con la canción y, con esa pequeña ceremonia, se genera algo muy especial”.
Joaquín Vismara
5. Y mientras tanto el sol se muere – Indio Solari (2007)
“Todavía no usé mi milagro de hoy/ Qué corta es la vida, mi amor/ No voy a buscar más consuelos tontos, no/ Si pasa algo malo, esta vez/ Te voy a buscar”. “Y mientras tanto el sol se muere” es el tema central del segundo álbum solista de Indio Solari, Porco Rex. Un tema de amor dedicado a su compañera de toda la vida. “Todo pivota alrededor de esta canción de amor, que es genuina y que se la dediqué a mi compañera. Sinceramente tengo la suerte de disfrutar del amor y lo que veo hoy en día es que el amor está siendo desacreditado, ridiculizado permanentemente, como si fuera algo malo o una tontera inexistente, qué sé yo… Entonces, creo que no está de más que alguien que no lo ve de esa manera agregue a toda la información que hay un álbum que gira en torno a una canción de amor”, decía Solari en 2007.
Tras la separación de Patricio Rey, las letras del Indio sufrieron al menos dos cambios notorios: una poética menos encriptada y dos temas omnipresentes. El amor y la muerte. “Esta canción en particular habla de alguien que marca la intención de encontrarse con otra persona aun después de la muerte, alguien que no tiene una religión efectiva que lo ampare, pero aun así dice ‘te voy a buscar y te voy a encontrar, en la inmensidad, en la oscuridad’. Uno no vuelve virgen del amor, creo que debe haber una sola oportunidad de enamorarse en la vida, hablando de algo que va más allá del enamoramiento circunstancial, cuando uno encuentra la necesidad de compartir la intimidad más profunda con una persona sin la cual la vida no tiene mucho significado”, explicaba Solari.
“¿Cómo será andar solito allá en la muerte?”, se pregunta el cantante en “Y mientras tanto…”, y él mismo reflexionaba al respecto: “Es que a medida que uno se pone más jovato, se va poniendo más impaciente, porque el momento de entregar el sachet está cada vez más cerca”.
S.R.
6. Canguro – Wos (2019)
Cuando llegó a la cima del freestyle, Wos tenía apenas 21 años. Para ese entonces, ya había ganado las competencias más importantes de batallas de gallos a niveles local e internacional, y se había convertido en el número uno de la Argentina. Pero un buen día, Valentín Oliva (su nombre de nacimiento) decidió darle una patada de canguro a su carrera y enfocarse de lleno en la música, un camino que tomaron varios freestylers de su generación. El single con el que salió a marcar el quiebre fue, precisamente, “Canguro”, una canción que parecen dos en una, cargada de críticas a la clase política, al concepto de meritocracia y al sistema capitalista, con referencias ricoteras que sorprendieron a propios y a extraños (“Fijate siempre de qué lado de la mecha te encontrás”, canta en uno de los versos, parafraseando al clásico de los Redonditos de Ricota, “Queso ruso”). Con un pie metido en el rap y otro en el rock, Wos logra hacer equilibrio sin dejar de lado el riesgo. Y nunca se cae al precipicio. Mientras ostenta su flow encendido, juega con la métrica de las palabras y se anima no solo a cantar, sino también a cambiar de tempo en pleno tema. “No para de toser, trabajando doce horas/ Cobra dos monedas al mes pa’ mantener cuatro personas/ Y no hables de meritocracia, me da gracia, no me jodas/ Que sin oportunidades, esa mierda no funciona”, dispara en una de las estrofas más lúcidas de la canción. Una síntesis poética digna de “Homero”, de Viejas Locas, pero publicada exactamente dos décadas después. Con el primer hit de su carrera solista, logró capturar la tensión política de un año eleccionario en Argentina, atiborrado de discursos contrapuestos y miradas diferentes sobre cuál debía ser la mejor opción para el país. Como si fuera poco, en el videoclip del tema mostró sus dotes actorales poniéndose en la piel de un pseudo dictador patilludo, con cara de pocos amigos.
Martín Sanzano
7. Un osito de peluche de Taiwán – Los Auténticos Decadentes (2003)
Hay un hilván invisible que une la poesía de Jorge Serrano a través de los objetos. Un arco que va del pingüino y el sifón de “Loco (tu forma de ser)”, de El milagro argentino (1989), al osito de peluche de Taiwán que le da título al hit de Sigue tu camino (2003). Elementos cotidianos vinculados al costumbrismo que caracteriza a buena parte de la obra de Serrano. Y aunque esos objetos sean claves en las canciones, no son más que piezas de la escenografía que el autor necesita para hablar de otros temas, acaso más profundos. “‘Un osito de peluche de Taiwán’ es para mi mujer, Alejandra, pero el tema habla de lo que es una pareja estable. Es una reflexión sobre aquellas personas que se casan diez veces y vos pensás: ‘¡Este tipo cuando está solo quiere estar acompañado y cuando está acompañado quiere estar solo!’”, explicaba el propio Serrano en Quién es la chica (2014), el libro de Agustina Larrea y Tomás Balmaceda. “Jorge me decía que estaba muy inspirado en lo que sonaba en su casa. Su hija escuchaba Shakira, entonces apareció ese ‘taaaan tararán tan tan taaaan tararán tara rararatá’. Claro: le cabría perfecto a Shakira”, decláró Juanchi Baleirón, por entonces guitarrista de Los Pericos y productor de esa y de varias otras canciones de Sigue tu camino. Para su CD/DVD Hecho en México, grabado en vivo en el Palacio de los Deportes en 2011, los Decadentes invitaron a Fernando Ruiz Díaz a cantarla. La impronta rockera del vocalista de Catupecu Machu va cargando de energía a una canción que en una línea de su letra, en una suerte de autoprofecía cumplida, reza “es a la calma que antecede al huracán” justo antes de que ese estribillo shakiresco irrumpa como una descarga de rayos y centellas.
Humphrey Inzillo
8. Una vela – Intoxicados (2003)
Allá por los noventa, junto a 2 Minutos, los Viejas Locas fueron adalides de un rock lumpen y proletario capaz de ser permeable en todas las clases sociales. Un estamento inédito en el rock argentino, construido siempre entre la clase media y media alta. El backstage del decorado de cartón pintado de flúo que imponía el 1 a 1 menemista. Surfistas de la convertibilidad y el Riachuelo cercano, los comandados por Cristian “Pity” Álvarez arremetían desde el sur de la ciudad y en tres discos dejaron vívidas viñetas de un neorrealismo rockero que hasta se filmaba en blanco y negro, como los clips de “Aunque a nadie ya le importe” y “Homero”, dos de sus páginas más precisas y preciosas.
En paralelo, Pity mantenía un proyecto lateral (Los Hijos de Puta) con el que animaba los tradicionales locros del 25 de Mayo en Ciudad Oculta, el asentamiento lindero a Piedrabuena, su barrio. Con esa banda, zurcía una suerte de rap explícito y sui generis, con referencias a Cypress Hill y Molotov. Empezaba a encender la vela.
Con el cambio de milenio, Pity rompió la gallina de los huevos de oro de Viejas Locas y empezó de cero con Intoxicados. En la previa de su segundo disco (No es solo rock and roll, 2003) tenían una bomba entre manos y en su avant premiere masiva (Cosquín Rock 2003) dejaron a 20.000 asistentes en la Próspero Molina con la boca abierta. Pity se consagraba como el Balzac de los bajos fondos del rock argentino. Marihuana, pobreza, prostitución, gatillo fácil no eran nombrados en este péndulo de hip-hop y rock sin una cohesión narrativa sabia, detallada y picante. La contracara del viaje psicodélico de Albert Hofmann es acá el sinuoso escape en bicicleta de una víctima en una ratonera social, y acaso el clip de “Wapo Traketero” de Nicki Nicole pedaleando en las afueras del Rosario de Los Monos sea una cita más que vela(da).
José Bellas
9. Fumar de día – Marilina Bertoldi (2018)
No cabe duda de que las mujeres encabezaron el movimiento social más importante del año en 2018 en Argentina. Si bien el proyecto de ley para la interrupción voluntaria del embarazo no fue aprobado hasta 2020, fue en 2018 que las mujeres salieron a las calles y que el aborto se transformó en un tema de agenda que influyó también en la escena musical. Hacía ya años que habían empezado a salir a la luz denuncias por abuso a diferentes músicos y se hablaba de una escena rota, que necesitaba renovarse de forma urgente. En ese contexto, Marilina Bertoldi apareció como una estrella de rock diferente, si bien ya tenía casi una década de carrera. En “Fumar de día” despliega todos sus encantos. Es una canción canchera, con frases cortadas de forma pegadiza, exclamaciones espontáneas y palabras que salen como gruñidos. Las guitarras nítidas y el ritmo popero hace que sea bailable, en un momento en que el rock (de hombres) había empezado a tomarse demasiado en serio. Casi como si previera el futuro, en esos días Marilina dijo: “Estoy en medio de un cambio grande en mi vida y esta composición es la punta de la lanza hacia ese destino inevitable”. Efectivamente, Prender un fuego la llevó al año siguiente a ser la segunda mujer (y, como retrucó ella misma en su discurso, a ser también la primera lesbiana) en ganar el Premio Gardel de Oro.
Juana Giaimo
10. La razón que te demora – La Renga (2003)
Pasada la trilogía Despedazado por mil partes-Disco de la estrella-La esquina del infinito, La Renga no aflojó con la suma de clásicos a su repertorio, con la crisis de 2001 como propulsión para endurecer un poco más el sonido. Y “La razón que te demora” se erigió como un hit pesado entre riff y arpegios con distorsión. Detonador de sueños fue la constatación para el trío de Mataderos de que tomar el camino del proto heavy metal iba a ser igual de exitoso. Desde la lírica, “La razón que te demora” vuelve a hacer foco en el destino, una palabra bien cara para La Renga y sobre la que podría trazarse una genealogía a partir de los usos que le ha dado Chizzo en su obra (“El twist del pibe”, “Hablando de la libertad”, “Cuándo vendrán”, “Destino ciudad futura” y más). Esta vez, Chizzo plantea una duda al respecto: “Hay un destino que no tiene pruebas”, canta primero y después plantea: “Quizás el destino sea una mentira/ Quizás lo único que quería la vida era terminar con vos”. Y en esa posibilidad también reconecta con “Cuándo vendrán” y la idea de que la vida está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja. Pero ese final inexorable vuelve a ser motivo de escape para La Renga y el narrador que sale a toda velocidad lejos de la gran ciudad (por eso el video en medio de las sierras de Tandil). En ese viaje, que siempre es también interno, se da el reencuentro con uno mismo, al mejor estilo Kerouac y la Generación Beat. “La razón que te demora” recupera todos los tópicos del universo La Renga, y la solidificación (aún más) del sonido hizo el resto de la combustión. Junto con “A tu lado”, son las dos grandes canciones de Detonador de sueños que se hicieron un lugar casi inamovible en el repertorio en vivo del trío. Un dato no menor si hablamos de la banda de rock argentino que se confirmó como la más popular del país en el siglo XXI.
Sebastián Chaves
11. Juntos a la par – Pappo (2003)
En su último disco, Buscando un amor, editado un año y medio antes de su muerte, Pappo grabó esta canción de un viejo compañero de ruta, Yulie Ruth, se lo apropió con una interpretación deslumbrante y mostró ante el público su costado más romántico. Un tema country convertido en balada que se resignificó luego del accidente motociclístico en el que perdió la vida. “Le he pedido tanto a Dios/ Que al final oyó mi voz/ Por la noche a más tardar/ Yendo juntos a la par”. Ruth contó que compuso el tema en los años ochenta: “Le agradezco a Norberto haberla elevado y llevado tan lejos, poniéndole su impronta”, le dijo a Rolling Stone el autor también del primer tema de aquel disco, “Ella es un ángel”. “No por nada todo lo que tocaba lo convertía en oro”, resumió. Cuenta la leyenda que al grabarla Pappo no recordó la letra original del primer verso y omitió cantar la frase “por la noche a más tardar, mi casa será un hogar”. El tema devino en clásico y tuvo versiones, con mejores y peores resultados, a cargo de Daniela Herrero, Mariano Otero, Sandra Mihanovich y Alejandro Lerner y hasta del actor Mariano Martínez, entre muchísimos otras.
S.R.
12. Un día – Juana Molina (2008)
Como una baguala construida en una Loop Station, “Un día” parte del micro al macro a partir de la repetición constante. Cada pieza (un fraseo instrumental, un jadeo, una intervención vocal), entra en una espiral reiterativa para poner a la folktrónica en un viaje psicodélico suave en favor de la estimulación sensorial. Todo lo que había asomado en sus primeros discos adquiere un rol protagónico en Un día, donde las canciones aparecen solo para que quede registro de cómo se disuelven lentamente al cambiarlas de atmósfera. “Voy a cantar las canciones sin letra y cada uno se puede imaginar si estoy hablando de amor, desilusión, banalidades o sobre Platón”, repite Juana Molina sobre capas y texturas de su voz, su guitarra y teclados, como una suerte de hechicera que ofrece una pista falsa de los trucos que esconde bajo su manga. Poco después, en una suerte de mojada de oreja, ofrece una viñeta costumbrista de su vida cotidiana lejos del ruido de la metrópolis al repasar lo que falta para la puesta a punto de su hogar lejos del fragor capitalino. Una vez que encastran, los mosaicos de “Un día” terminan por dar forma a una obra que no solo cambió las reglas del juego para los y las cantautores de los últimos quince años, sino que además buscó ofrecer pistas de lo que pasaba por la cabeza de su autora al momento de su creación. “Un día voy a ser otra distinta, voy a hacer cosas que no hice jamás. No va a importarme lo que otros me digan, ni va a importarme si resultará”.
J.V.
13. Magia veneno – Catupecu Machu (2004)
Un riff de guitarra que marcó una época. “Magia veneno”, primer corte de El número imperfecto, fue uno de los hits rockeros del verano de 2004, que junto al segundo corte de difusión del álbum, “A veces vuelvo”, convirtió a Catupecu Machu en parte de la banda sonora del primer lustro dosmilero. Algo de ese riff acerca una pista del brillo de “Magia veneno”: una serie sencilla y pegadiza de seis notas que se estampan en el cerebro en la primera escucha, una serie de sonidos que se repiten como si no pudieran frenar, con subidas y bajadas que vuelven a empezar. De la luz hacia lo oscuro y de lo oscuro hacia la luz, Ruiz Díaz construyó algunos de los versos de esta canción de una forma muy particular: con un sujeto que acciona sobre él mismo de manera redundante (“respirarse”), y a veces se borra de la acción (“emborrachar”), para completar un loop compulsivo con un ciclo de etapas alteradas: “Morir y seguir viviendo”. Magia y veneno resumen los dos polos de un ciclo del que el vocalista no podía salir, según contó en varias entrevistas. El riff del tema surgió del sueño de un año turbulento: se despertó, lo hizo sonar en su guitarra y lo grabó sin saber que iba a convertirse en uno de los grandes hits de la banda. Igual que el resto de los temas de este álbum, “Magia veneno” fue parte del último material que la banda grabó con el bajista Gabriel Ruiz Díaz (hermano de Fernando) antes del accidente automovilístico que sufrió en 2006 y que alejó al músico de los escenarios de forma definitiva.
Paz Azcárate
14. Pasos al costado – Turf (2004)
Hay una verdad a voces que dice que si la melodía de una canción es usada por una hinchada para un cantito, la canción es buena. Llevemos esa idea al hecho concreto de que una melodía de rock argentino termina por ser canción de cancha… en Japón. “Pasos al costado” fue la última gran constatación del espíritu melodista de Joaquín Levinton. Por momentos balada (tuvo su versión de piano y voz), por momentos canción de cancha. Hay algo irrompible, que resiste tanta elastización. Y no tiene que ver con otra cosa que con la contextura de una melodía destinada a ser un hit.
Y si Turf puede ser asociado a la alegría del power-pop, hay también una pizca de melancolía britpop. Pero las dos cosas se combinan aquí, para que en un boliche cualquiera de los primeros 2000 un puñado de chicos y chicas griten y bailen mientras la letra cuenta el peso de darse cuenta de que hubo un tiempo que se perdió dando pasos al costado. El cruce biográfico con las vicisitudes de Levinton se plantea en los versos iniciales: “Nunca dormí tan poco, tal vez viva demasiado/ No reconozco el punto justo donde hay que frenar”.
S.CH.
15. Pacífico – Los Piojos (2007)
En el ascenso de la pirámide al éxito de Los Piojos, la gloria está impresa en aquellos discos de los noventa y la llegada a la masividad. En la bisagra de 2000, una traición amorosa sacude a dos de sus integrantes y el que debe alejarse es el baterista Dani Buira. Ni más estadios, hits, giras y dinero pudieron maquillar la idea de barco averiado. Se habían hecho más grandes, aunque artísticamente más endebles. Pero les quedaba amor propio para un gesto final. Un echar el resto en el intento de ser sólidos en la retirada. Civilización, su séptimo y último álbum de estudio, fue su forma de morir con las botas puestas. “Pacífico”, su tema central, tiene el valor de una sentida carta de despedida. Desde un crescendo que nace en bajo y batería, y se columpia en estribillos épicos, se desatormentan en la voz de Andrés Ciro: “Ahora que estoy vacío/ ahora que no hay canción/ toda la luna cabe en mí/ Ahora que soy silbido/ De alguien que sale a andar/ Veo otro cielo alrededor”. La postal inequívoca de una banda que hacía agua, fluyendo por última vez. Como un océano. Pacífico.
J.B.
16. Será – Las Pelotas (2003)
“Será” abre Esperando el milagro con dos rupturas para Las Pelotas. La primera tiene que ver con su condición de éxito radial: Cerati llegó a decir que fue el hit de los noventa que los noventa no tuvieron. Hasta ese entonces, la banda no había editado un track que consiguiera una masividad tal que le permitiera salir de la órbita de su base de seguidores. La segunda es la rareza que significó para el proyecto de los ex Sumo Alejandro “Bocha” Sokol y Germán Daffunchio editar una canción de amor melancólica que se tomara a sí misma en serio. “Será” tiene una voz enunciadora que se expone desde su entrega (“es como la fiebre cuando quema”), su incertidumbre sobre el pasado (“Yo no sé todavía/ lo que me hiciste sentir”) y su vacilación con el futuro (“Si la nube que arrastrás/ llegara a un sitio final/ ¿Cuánto tiempo guardás un secreto?). Esperando el milagro resolvía con algo de ironía el estado anímíco de un país que intentaba salir de la crisis de 2001, mientras que “Será” trasladaba esa perplejidad a un vínculo íntimo que ofrecía las mismas certezas que el panorama económico y social —muy pocas—. A pesar de ser una canción de amor con todas las letras, la ambigüedad con la que se habla de esa relación (“todo lo que fuimos”), sin un solo rastro del campo semántico del romance, tiene la virtud particular de deslizar sentidos más universales. “Con el alma en las manos/ tratando de descubrir/ ¿Qué será de nuestro cuerpo alado?” parece más una pregunta más sobre la trascendencia que sobre el futuro de dos que se amaron.
P.A.
17. Don – Miranda! (2008)
Si bien hoy Miranda! es un grupo más que consolidado y respetado, a principios de los 2000 estaban muy lejos de eso. Su irrupción en la escena nacional contrastaba con el rock barrial que todavía estaba en pie en aquellos años. Los Piojos, la Bersuit, Callejeros, entre otros, sonaban en las radios con sus voces graves, melodías que podrían estar en una cancha de fútbol y una imagen que se relacionaba con el hombre hegemónico argentino de ese momento. Si bien Babasónicos ya había dado su salto al mainstream para traer un sonido diferente al rock de acá, el electropop de Miranda!, sus trajes brillosos y delineador de ojos, hacían que parecieran de otro planeta y los hicieron inmediatamente reconocibles cuando empezaron a sonar en la radio. “Don” fue uno de sus primeros éxitos de muchos, una canción pop llena de trucos desde el primer momento en que empieza la melodía icónica del teclado. En el coro, Ale Sergi luce su voz aguda que hoy tan bien conocemos, mientras las armonías de Juliana Gattas brindan el balance necesario. En los versos, aparece la guitarra, tocando unos riff rockeros que le dan cuerpo a una canción más bien electrónica. Como si no fuera lo suficientemente pegadiza, la cereza del postre es la frase icónica de la canción: “Es un solo, ¡es la guitarra de Lolo!”. Casi 20 años después, “Don” fue la primera canción que reversionaron en el proyecto de Hotel Miranda!, esta vez junto a Ca7riel.
J.G.
18. La soledad – Bersuit Vergarabat (2004)
Con la experiencia previa de que Libertinaje se volviese la banda de sonido premonitoria del desenlace político y social de diciembre de 2001, en 2004 Bersuit Vergarabat decidió dedicar un disco doble para tratar de desentrañar el genoma de la identidad nacional. Y si bien los dos volúmenes de La argentinidad al palo pueden haber pecado de ambiciosos en su intención (a tono con la argentinidad misma), sus momentos más esmerados dieron en el clavo con certeza. Dentro de esa lista sobresale “La soledad”, quizás la definición sonora del sentimiento autóctono por excelencia. Con el aporte del DJ uruguayo Luciano Supervielle, de Bajofondo, en bases y scratches, Bersuit puso en alta rotación a los demonios que rondan los miedos y las malas decisiones en una trasnoche brumosa. Para Cordera y compañía, la soledad no es ni será deseada: lejos de un momento de paz, el momento de aislamiento es la puerta de entrada a la desesperación. Desde el corazón de un disco de aspiración localista, Bersuit encontró la llave para su expansión regional, coronada con un videoclip coprotagonizado por la actriz mexicana Vanessa Bauche, conocida en estas latitudes por su participación en Amores perros.
J.V.
19. Ella dijo – Estelares (2006)
Antes de ser un himno de cancha adoptado por hinchadas argentinas, mexicanas y hasta por la parcialidad culers del Barcelona, “Ella dijo” pasó por varias vidas hasta convertirse en una auténtica cumbre melódica de la canción popular. En el fatídico 2002, año de vacas flaquísimas y futuro imposible, Manuel Moretti vivía de prestado en casas de amigos y resistía la malaria a través de las canciones. Todavía no había llegado Ardimos (2003) con la producción de Juanchi Baleirón y la etapa inicial del reconocimiento, todo era tarareos y proyectos de composición. “Primero apareció el estribillo, lo hacía en inglés tocando el piano. En algún momento pensé que era afanada. Les pregunté a los pibes, a Víctor y a Pali, y me dicen que no”, explica Manuel. “En esa época me gustaba mucho ‘Sonnet’, de The Verve. La había escuchado en la radio, no había escuchado el disco entero (Urban Hymns). Algo de esa inspiración, de esa languidez british se coló en el estribillo”. Caminando por calle Corrientes, yendo a Radio La Tribu, apareció el verso inicial: “Y todo en un minuto”. “Cuando llegué a la radio, llamé por teléfono, dejé el mensaje con la melodía y lo que escribí. Lo dejé en el contestador de no me acuerdo qué casa y después hice el demo”. Desde el principio de la canción, Moretti imaginaba a dos amantes bajo la imposibilidad de construir algo: “Lúcidos, muy lindos pero a la vez sabiéndose incapaces, rotos”, dice. “Y en esa figura me pareció interesante jugar con la idea de que una chica quiera tener sexo y nada más”. El productor venía de trabajar en Sigue tu camino de los Decadentes y sugirió la participación de Jorge Serrano. “Juanchi sabía que yo era fan de Jorgito, el universo tanguero melódico total que tiene a mí me emociona. Metió la voz y quedó un registro recontra canción argentina”.
O.J.
20. El ángel de la bicicleta – León Gieco (2005)
El recuerdo de Pocho Lepratti, el joven militante social de la ciudad de Rosario asesinado por la policía durante los caóticos días de diciembre de 2001 que se convirtió en mito alado. La voz de Gieco que repite sus últimas palabras como un mantra cumbiero: “Bajen las armas que aquí solo hay pibes comiendo”. El cruce surrealista de la batería de David Kemper (Bob Dylan) con los teclados y el bajo de Los Pibes Chorros. “El ángel de la bicicleta” es una enorme canción testimonial de una época, con la sensibilidad y la crudeza que solo un León inspirado puede tener.
S.R.
Para seguir leyendo el listado hacé click a continuación: