Si hablamos con sinceridad, la industria de los videos musicales ya no es tan sólida como lo fue durante su época de oro, sin embargo, los Video Music Awards continúan siendo un evento que sirve como medidor del pulso de la cultura pop. Parte del encanto que estos premios han tenido desde sus inicios, y que todavía conservan, son las presentaciones de artistas que ven aquí una gran plataforma para dar de qué hablar, y este año no fue la excepción.
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Chappell Roan vestida de caballero medieval cantando sobre un escenario en llamas, Sabrina Carpenter besando a una alienígena azul y Katy Perry simulando actos sexuales con Doechii han sido algunos de los momentos que más se han comentado por estos días tanto de forma positiva como negativa. Críticas y alabanzas han corrido por todos los rincones del Internet, más esta no es la primera vez que pasa y ciertamente tampoco será la última.
Es un hecho que hoy en día los shows impactantes y provocadores están más normalizados, siendo más celebrados que incluso hace una década cuando Miley Cyrus hizo twerk rodeada de osos y frente a un (ahora) cancelado Robin Thicke. Pero para llegar hasta este punto, y hablando del caso específico de los VMAs, estos han tenido que pasar por un largo camino que fue abierto desde su primera edición con la promesa musical del momento: Madonna.
Apenas había pasado un poco más de un año desde su debut con su álbum autotitulado que la había hecho merecedora de comentarios positivos entre la crítica especializada, así que se esperaba que su participación en los primeros premios de MTV mantuviera relación con el LP. No fue así. La artista, que para aquel entonces tenía 26 años, interpretaría una canción inédita estando vestida de novia y sobre un enorme pastel de bodas.
Vistiendo un traje cosido a mano por la diseñadora y estilista marroquí Maripol, collares de perlas, rosarios, guantes de encaje y su icónica hebilla de Boy Toy, Madonna, en 3 minutos con 50 segundos, empujó la primera ficha del extenso dominó del pop moderno. La presentación inició con normalidad: la cantante interpretó los primeros versos parada sobre la parte más alta del pastel y junto a un maniquí por novio. Rápidamente, se quitó los zapatos para poder bajar de la estructura y poco después se quitó el velo para soltarse el cabello.
La primera vez que se lanzó al suelo lo hizo para calzarse y hasta el segundo coro nada parecía ser de otro mundo. Luego, llegó el puente de la canción en el que se arrodilló sobre su velo y se movió de forma sugerente, para posteriormente revolcarse y enseñar accidentalmente su ropa interior en televisión. “Mi zapato se cayó en el escenario y pensé, ‘Carajo, no puedo bailar así’. Me abalancé sobre el piso, mi vestido se subió y mi trasero quedó descubierto”, le contó la artista a Howard Stern en 2015. Esa es la historia oficial.
Esa misma noche, su manager Freddy DeMann le dijo, entre un estado de preocupación y estupefacción, que sus días como artista habían llegado a su fin. “Aquellos eran los días en los que no debías mostrar tu trasero para poder tener una carrera; ahora es todo lo contrario”, bromeó en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon en 2022. “Solo se me vio media nalga, pero cuando bajé al backstage mi representante me dijo que mi carrera había terminado”.
Vista con los ojos de ahora, en una época donde ocurrió el show de Megan Thee Stallion y Cardi B en los Grammy de 2021, la presentación parece bastante normal, no obstante, el hecho de que una mujer abrazara su sexualidad tan abiertamente todavía era un asunto controversial en los 80.
El dicho “que hablen bien o mal, pero que hablen” cobraba sentido una vez más, pues el cantar una canción sobre sexo mientras estaba vestida de blanco virginal hizo de Madonna una noticia mundial. Pero más allá de haber sido la catapulta de la futura Reina del Pop y de haberse establecido al shock como un estándar para las siguientes ediciones de los VMAs, en aquel 14 de septiembre de 1984 se abrió un mundo de posibilidades para el pop.
Si se mira desde la perspectiva de los premios, la vara se había elevado y año tras año los y las artistas soñarían con participar en ellos para dar un show excepcional. Madonna protagonizó otros dos momentos icónicos con su presentación de ‘Vogue’ en 1990 y en compañía de Britney Spears y Christina Aguilera en 2003, cuando la santísima trinidad del pop se besó entre sí. Pero también ha habido otras memorables como la de Prince en 1991, la de Britney en 2001, la de Michael Jackson en 1995, la de Lady Gaga en 2009 y la de Beyoncé en 2016.
Si lo analizamos desde otro punto de vista, fue la muestra de que esta no era música genérica y cursi sino que, por el contrario, no tenía un manual a seguir y podía tomar cualquier dirección que se quisiese. Podía ser escandalosa, audaz, sensual y explícita, y lo mejor del asunto es que debajo traía crítica hacia una sociedad puritana, mojigata y morbosa.
Con el tiempo, más mujeres intérpretes se atrevieron a cantar sobre temas que incomodaban como el deseo sexual y el placer, así como de otros más serios como el aborto y la violencia de género. De igual manera, comenzarían a escribir sus propias reglas y gracias a esto es que ahora tenemos figuras como Chappell Roan que han puesto los límites que antes las cantantes no podían establecer sin correr el riesgo de perder sus carreras.
La vida es cíclica y ahora estamos viendo cómo se cuestiona a Madonna por hacer lo que siempre ha hecho y por lo que se le alabó por mucho tiempo, sólo que ahora el delito que se le atribuye es haber envejecido. Mucho se ha avanzado desde el debut de ‘Like a Virgin’ en televisión hace 40 años pero, ¿qué tanto hemos retrocedido?