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The Last Year of Darkness: drag queens, tecno under y drama en China

El director Ben Millinkosson le cuenta a Rolling Stone el detrás de escena de este atractivo y exótico documental

Por  BARTOLOMÉ ARMENTANO

marzo 22, 2024

The Last Year of Darkness

Gentileza Mubi

El drag de Asia del Este está en ascenso. Mientras Nymphia Wind se pavonea por la pasarela de RuPaul’s Drag Race, ganando desafíos y educando a las audiencias occidentales sobre el butō, el cineasta estadounidense Ben Mullinkosson acaba de estrenar The Last Year of Darkness, un documental independiente sobre el transformismo y el techno en Chengdu, China.

Pero lo que en principio se presenta como una instantánea urbana, filmada con el lirismo de neón que vertebró a cierto cine de Wong Kar Wai, pronto deviene en un retrato generacional sobre las posibilidades eróticas de ser por fuera del heteropatriarcado, con sus respectivas complicaciones.

“Es imposible que un solo largometraje abarque temas tan grandes como la experiencia queer en China, o su cultura rave”, le dice Mullinkosson a Rolling Stone Argentina en esta entrevista, sobre el largometraje que ya se encuentra disponible en la plataforma MUBI. “Esta es una película sobre mis amigos”.

Dado que sos un cineasta independiente y primerizo, todavía no hay mucha información biográfica tuya en internet. ¿Nos contás de dónde venís y cómo se origina tu vocación por las películas?

Crecí en los suburbios de Chicago y la llegada del cine a mi vida se dio ahí, mientras patinaba y filmaba videos de skate con mis amigos. Ni bien terminé la secundaria, me mudé al sur de California a estudiar realización audiovisual, y me quedé diez años en Los Ángeles, donde trabajé en publicidad. Llegué a filmar un comercial para Facebook pero, para ese entonces, ya estaba un poco harto de todo, y dije: “necesito irme de acá y desaparecer por un tiempo”. Decidí irme a China a patinar y me terminé enamorando de Chengdu, al punto de que jamás regresé a L.A. Al día de hoy, todavía trabajo en publicidad para pagar las cuentas, solo que ahora a los comerciales malos los filmo en China.

¿Cómo nace el proyecto de The Last Year of Darkness, y qué te fascinó de la escena drag china al punto de querer documentarla?

Surgió de manera bastante aleatoria. En realidad, yo no tenía intención de filmar nada. Mi idea original era quedarme un verano en Chengdu, pero conocí a Gennady Baranov (el DJ ruso de la película), y me invitó a uno de sus shows en Funky Town. Iba a estar pinchando junto a Darkle y Kimberly, que terminaron convirtiéndose también en protagonistas del film. Cuando llegué, no podía creer lel lugar: era un rincón recóndito, escondido detrás de un sitio de construcción, donde todo el mundo bebía y se vestía alocadamente. Se me acercó Yihao, la drag queen, y me preguntó: “¿Cuándo vas a filmar una película sobre mí?”. Yo, medio ebrio, le respondí: “¿Qué te parece el sábado?”. Nos reunimos ese día a las 22:00 y lo filmé mientras se alistaba, salía, actuaba, se embriagaba y se enamoraba y vomitaba y regresaba a su casa. Ese fue el comienzo, y luego comencé a seguir al resto de la comunidad de Funky Town. Terminamos filmando durante 125 días, a lo largo de 5 años, y registrando 600 horas de metraje. Luego empezamos a documentar las mañanas, y ahí fue cuando se asomaron las luchas reales de todos, generando una dicotomía extraña. 

¿Cuál fue el obstáculo más grande?

Nuestro mayor desafío fue la postproducción porque había tantas versiones de la película en esas 600 horas filmadas que la forma en la que decidimos contar el relato cambió mucho a lo largo de los 2 o 3 años que nos llevó editar. Nuestro editor, Bobby Moser, es genial y responsable de que The Last Year of Darkness haya podido armarse. Filmamos a nueve personas y la película terminada muestra solo a cinco de ellas: las cuatro restantes van a ser usadas en mi próximo proyecto.

Uno de los aspectos más valiosos de Last Year of Darkness es su ligereza. ¿Cuánta deliberación se necesita, en lo técnico, para capturar esa sensación de libertad y lograr esa apariencia tan distintiva? Imagino que es imposible atenerse a un plan de rodaje durante tantos años.

Al principio, mi idea fue la de hacer un documental básico, que consistía simplemente en seguir a mis mejores amigos con una cámara y ver qué pasaba cuando salían a bailar. Éramos un equipo de cuatro personas y, por lo general, terminábamos filmando siete horas en las que no pasaba nada. Recién al final, faltando diez minutos para el cierre de cada jornada, ocurría algo loquísimo que nos era de utilidad. Ese fue el enfoque inicial. Lo que hice después fue mostrarle el material a todo el elenco, porque quería integrarlos más en el proceso, y a partir de esas reuniones se empezó a tejer cierta narración. Por ejemplo, a 647 (el repartidor) le dije: “Te filmé patinando y es interesante, pero necesitamos algo de conflicto y narrativa para que tu historia funcione. ¿Qué querés contar vos?”. Entonces me contó lo del accidente que lo endeudó, y le propuse la idea de recrearlo. Para las recreaciones, contratamos actores y tuvimos un set más grande, con quince personas organizándolo todo. Esa fue nuestra aproximación técnica. Con las recreaciones, el proyecto se sentía más auténtico porque ahora sus protagonistas tenían propiedad sobre la historia que querían contar. Pero el 90% de la película fue observacional.

¿Cómo se vivió la escena de la terraza en el rodaje?

Esa escena fue extremadamente impactante para nosotros cuando la filmamos porque yo no me estaba encargando del sonido, entonces no podía escuchar la conversación que estaban teniendo Kimberly y su novio. No sabía de qué hablaban. Cuando vi que ella se levantó, tuve que parar la filmación porque la situación era demasiado peligrosa. No tenía intención de usar ese material porque Kimberly estaba muy en contra, se sintió muy avergonzada. Luego pasaron los años, y ella pidió verlo de nuevo. Me dijo: “Yihao es la drag queen, pero la drama queen soy yo”. Se había apropiado del material porque, en muchos sentidos, es el clímax de la película, y ella es presentada como el personaje central. Cuanto más mostramos el proyecto al mundo, más personas se acercaron a ella al final de cada proyección. Estrenamos la película en Copenhague y todos los miembros del público fueron a decirle cosas como “gracias por compartir tu historia” o “yo también estoy lidiando con cuestiones de salud mental, y también repercute en mi pareja”. Para mí es muy inspirador ver a todo el cast mostrándose tan vulnerable con sus luchas. Se necesita mucho coraje para presentarse de esa manera, y yo en lo personal espero poder ser más así de acá en adelante.

¿Qué querés dejarle a tu público con The Last Year of Darkness?

Quiero dejarles una postal de un momento mágico en Chengdu, que ya no está. The Last Year of Darkness es una carta de amor a las fiestas subterráneas en China, aunque en el fondo también es una historia vulnerable sobre la vida de mis amigos. Ese período del 2018 al 2020 fue realmente especial. Funky Town no existe más, ahora hay una cafetería. Pero cualquiera que sea parte de estas comunidades entiende lo necesario de que existan estos espacios a los que uno puede escapar para sentirse libre y ser la persona que quiere. La música techno salvó mi vida, y las amistades que he hecho en Chengdu fueron las mejores que tuve. Todavía pienso en esa ciudad como mi hogar, así que lo que quiero hacer con esta película es decirle al mundo: “Mirá que genial que es la vida acá, y qué hermosa su escena underground”. Es una invitación para vos. Espero que puedas venir.