Rolling Stone en Roskilde: ideas, experimentos y controversias de un festival en el futuro

El megaevento danés es un centro de ideas innovadoras, arte provocador y celebración colectiva, además de decenas de artistas internacionales

Por  MARÍA FERNANDA LAGO

julio 1, 2022

Roskilde
A minutos de Copenhague, shows internacionales, campamento e innovación

Por siete días, Roskilde vive en el futuro. El megafestival de música en esta ciudad danesa, que este año conmemora su edición número 50, es bastante más que una programación de bandas y solistas, aunque también los tiene, y del nivel de Tyler, The Creator, Dua Lipa y The Strokes. Aparte de una impresionante grilla con artistas de medio mundo, Roskilde es un centro de información y acciones e ideas innovadoras como pocos.

“Si se tiene en cuenta que al festival vienen 135.000 personas, Roskilde es en este momento la cuarta ciudad más importante de Dinamarca, después de Copenhague, Aarhus y Alborg”, cuenta Poul, un voluntario que lleva años de festivales en su haber y acompaña el recorrido para descubrir algunos ejemplos.  ¿Voluntario? Sí, este evento de siete días con 200 artistas en un predio equivalente a 350 canchas de fútbol no tiene fines de lucro, está organizado por una ONG y su recaudación se dona a distintas causas e instituciones.

El festival danés atrajo este año a unas 135.000 personas Foto: Christian Hedel

Recorremos con Poul este pequeño mundo con 100.000 acampantes. La primera parada es en un patio de comidas, precisamente Bugging, el stand de Jakob, un ¡biólogo molecular!, que tiene por objetivo cambiar el modo de alimentarse en Europa. Nada menos. Su idea se basa en que los insectos son el condimento del futuro, porque son nutritivos y sustentables. Hasta el momento, la gente parece receptiva. “Aprovechamos que el público del festival es aventurero”, dice Jakob, satisfecho con los resultados de los últimos cinco años en los que viene participando. 

The Circular Lab es un espacio para testear proyectos de sustentabilidad y una vidriera con soluciones ecológicas para todas las necesidades. En total, hay 28 emprendedores que testean productos que van desde muebles ensamblados, alimentos a base de fermentos, textiles, y artículos de decoración para el hogar.  “La cadena de producción se acorta, el plástico se reutiliza, los beneficios son incontables. Dinamarca es un lugar para experimentar sin riesgos”, dice Antonio, un mexicano, que con su emprendimiento Stof Skifte produce lámparas de plástico reciclado con impresoras 3D. A unos metros, comparten espacio Out Shift, activistas contra la quema de los 94 millones de toneladas de ropa que se incinera por año. Su trabajo es recoger carpas al finalizar el festival, antes de que terminen en el fuego, y las reciclan para producir ropa a pedido, o prendas únicas. Vær también reutiliza textiles para confeccionar zapatillas, y Bær Tex transforma viejas toallas de hospital en diseño de interior para hogares, como lámparas, o mesas de luz.  

Más allá de los shows musicales, Roskilde es un centro de ideas y proyectos innovadores. Foto: Christian Hedel

Algunos de estos emprendedores tienen pequeñas tiendas en Copenhague o cooperan con alguna marca más grande, pero el objetivo principal es testear los productos y escuchar la devolución del público. “Hacer un llamado a que los visitantes cambien comportamientos y se lleven algo de inspiración para crear nuevos hábitos. Siempre con el foco puesto en el impacto ambiental”, agrega Poul. 

El Festival de Roskilde se compone de dos fiestas en una. O quizás más. La zona de carpas, donde la música la pone el público y las actividades comienzan temprano, con meditaciones. Por otra parte, el sector de los grandes escenarios, que abre al cuarto día de festival. Contra aquel dicho de que no se puede estar en la misa y en la procesión, acá sí se puede todo. Porque mientras que en el escenario Ambereum, Lucio Vidal, un artista argentino que vive en Berlín, abre su show con un minuto de silencio por las víctimas del reciente atentado en Oslo, a pocos pasos hay una charla sobre interacciones sociales y, minutos más tarde, en el escenario Arena, la cantante Rina Sawayama abre su concierto con una crítica a los jueces norteamericanos por su reciente decisión sobre el aborto. Los caminos llevan de un lugar a otro y todo converge. También las esculturas y murales repartidos por el predio que hablan por sí solas.

Entre un centenar de murales, el trabajo de Caroline Falkholt, víctima de una violación años atrás en el mismo festival. Foto Christian Hedel

Desde la organización apuntan a un objetivo claro: que el público se lleve más que música. Por esa razón, el arte y el activismo tienen un amplio espacio. En total hay 100 murales repartidos por todo el predio que, en sintonía con la idea de sustentabilidad, se realizaron con 3.000 litros de pintura reciclada. Es decir, hay empresas que donaron restos de pintura, con falla en el color o que directamente no se usa, y se aprovecharon para esta ocasión. 

Entre los diferentes murales, hay dos que resaltan. Uno es el de Asbestos, un artista irlandés, que con su arte expresa los problemas que enfrenta la juventud masculina. “Beat myself up” (“autoflagelarme”), es la frase que acompaña el dibujo, y pone foco en los suicidios, la depresión, la vida en la calle, y las presiones sociales que vive el sexo masculino. A pocos metros, el mural de una vagina representa la denuncia de Caroline Falkholt, una artista que fue violada a los 17 años en el campamento del festival, y hoy busca visibilizar ese problema para concientizar sobre hechos que tienden a ocultarse, y es necesario exponerlos para que no se repitan.

Reciclaje y consumo responsable, además de disfrute, modo Roskilde. Foto Christian Hedel

Lo que sucedió con este mural fue que los organizadores, si bien lo aprobaron, lo consideraron fuerte, y acordaron habilitarlo dos veces al día durante media hora. El resto del tiempo estaría tapado por una tela, en especial el texto escrito por Caroline que acompaña el graffiti. No pasaron dos días que el mismo público arrancó las telas y liberaron el mensaje para que se viera sin límite de tiempo.  Si hay algo que une toda esta expresión artística es la visión a futuro, tanto en la innovación como en temáticas que a futuro necesitan solución. El sembrar semilla para comenzar cambios por un mañana más consciente del impacto humano en el planeta, y sobre todo más sustentable. Qué mejor que hacerlo en terreno fértil donde acampan mayormente jóvenes, y acompañado por música.