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Roger Waters en Bogotá: Una despedida a la altura

El músico británico trajo a la capital colombiana su gira de despedida This Is Not a Drill y dejó en éxtasis a cerca de 20 mil almas

Por  MELISA PARADA BORDA

diciembre 6, 2023

Roger Waters durante su concierto de despedida en Bogotá, cinco de diciembre de 2023.

Andrés Alvarado

Un verdadero fan de Roger Waters es consciente de que su música jamás ha carecido de mensaje, pero por si a alguien se le había olvidado, a lo largo de su gira This Is Not a Drill ha incluido una advertencia al inicio de cada show: “Si eres de los que dicen: ‘Me encanta Pink Floyd, pero no soporto la política de Roger’, harías bien en irte a la mierda e ir al bar en este momento”. En aquel aviso también se pedía el favor de guardar los celulares, más era para algunos nos era difícil no querer registrar lo que estaba a punto de suceder.

Minutos antes de que comenzara la cuenta regresiva que anticipaba el inicio de la presentación, al fondo del Coliseo MedPlus una voz gritaba “¡Viva Palestina!”, siendo correspondida por más voces alrededor del recinto. En instantes, el momento había llegado y Waters emergió entre unas pantallas gigantes que atravesaban todo el escenario, las cuales proyectaban unos rascacielos de una ciudad distópica. Con ‘Comfortably Numb’, un Waters vestido de médico abrió el set y el público le correspondió cantando el coro al unísono. A la canción le siguieron otras tres del mismo álbum, ‘The Happiest Days of Our Lives’ y las dos últimas partes de ‘Another Brick In The Wall’, haciendo que aquel “¡Hey, Teacher! ¡Leave them kids alone!” retumbara con contundencia.

Andrés Alvarado

Al tratarse de una gira de despedida, el músico preparó un show que repasara toda su carrera y, si bien Pink Floyd es una parte primordial en su vida, también abrió espacio para interpretar temas de su proyecto en solitario. Después de la apertura increíble con los éxitos atemporales de The Wall, siguió una tríada de canciones de Radio K.A.O.S y Amused to Death (su segundo y tercer álbum de estudio como solista, respectivamente), que se completó con ‘The Bar’. Waters escribió la canción durante la pandemia y comenzó a incluirla en su setlist en 2022, en donde la interpreta en dos ocasiones. En la primera, suele explicar que un bar es un espacio de reunión en el que se pueden ‘charlar’ unos tragos con colegas, y en la noche del cinco de diciembre, Bogotá era su bar y los espectadores, sus amigos. En la segunda, que hace parte del cierre, el cantautor reúne a sus músicos alrededor de un piano de cola para brindar con mezcal (aunque a muchos nos hubiera agradado que se tomara un aguardiente).

Andrés Alvarado

Las pantallas nos avisaban que volveríamos una vez más en el tiempo, incluso antes de la fundación de Pink Floyd. Había llegado uno de los momentos más esperados y emotivos de la velada: el homenaje a Syd Barrett. “Un fin de semana, fuimos a Londres a ver un concierto de pop en el Gaumont State en Kilburn. Gene Vincent era el artista principal y los Rolling Stones también estaban en el cartel. Fue estupendo”, se leía mientras Dave Kilminster interpretaba el inconfundible riff inicial de ‘Wish You Were Here’. “Volviendo a casa en tren después, Syd y yo lo teníamos todo planeado. Hicimos un acuerdo… que cuando estuviéramos en la universidad en Londres, formaríamos una banda. Soñamos el sueño. Y, durante un tiempo, lo vivimos. El resto es historia”. En el coro se proyectó una foto de Barrett y Waters en su juventud, posteriormente, el cantante recordó una anécdota en Las Vegas y finalizó con el mensaje, “Cuando pierdes a alguien que amas, sirve para recordarte que esto no es un simulacro”. Hubo a quien se le escapó una que otra lágrima.

Para terminar la interpretación de ‘Shine On You Crazy Diamond’ –que estuvo acompañada de fotografías de la formación original de la agrupación británica en sus años de gloria –, Seamus Blake ofreció un solo impresionante de saxofón. El primer acto cerró con una oveja inflable rodeando el coliseo y ‘Sheep’ sonando de fondo, en honor a la era de Animals y a las obras que inspiraron a Waters para crear el disco.

Andrés Alvarado

El segundo acto se anunció con un cerdo tóxico y volador de ojos penetrantes que tenía grabado en un costado, “He’s mad. Don’t Listen”. En esta segunda hora y media, las consignas antiguerra, antifascismo y pro-derechos del músico estuvieron más presentes. Waters vistió una camiseta blanca con el título de ‘Run Like Hell’ en el pecho y detrás de marchaban los martillos de The Wall. Después de la euforia, el ritmo bajó para mostrar el verdadero rostro de la guerra, conformado por familias enteras destruidas por los intereses de unos pocos. Una vez más el saxofón se robó el protagonismo a medida que el cantautor clamaba por los derechos de los refugiados, del pueblo palestino, de los yemeníes y de los indígenas, al igual que por los derechos reproductivos y los de las personas trans.

El famoso prisma de The Dark Side of The Moon que proyectó un arcoíris y se convirtió en una Wiphala anunciaba el inicio del final. Aquí llegó la segunda interpretación de ‘The Bar’, la cual Waters dedicó a su esposa Kamilah Chavis, a su difunto hermano John y a Bob Dylan. Y luego de presentar a sus músicos, que también fueron ovacionados, la banda completa se marchó del escenario, pero antes de decir adiós por última vez, Waters bailó un poco y rió desde el backstage.

Roger Waters no es del agrado de todo el mundo, pero eso jamás le ha importado pues siempre ha tenido clara su posición política sin temor a ser objeto de censura. Por esa misma razón resulta imposible –y hasta absurdo–, pretender separar sus conciertos y su música de su figura.

El show de This Is Not a Drill es extenso, pero está bien justificado y distribuido. Allí hay momentos que provocan agitación, nostalgia, tristeza, felicidad, empatía e incluso rabia. Es una montaña rusa de sentimientos y emociones ambientada con música que ha hecho historia y visuales que permiten divisar una parte de lo que sucede dentro de la mente de Waters. Pero el cantautor no logró una presentación excepcional por cuenta propia, pues la banda que lo ha acompañado a lo largo de su gira también se lució grandiosamente. Y pese a que cada músico y música hizo grandes aportes desde su área de experticia, las coristas Amanda Belair y Shanay Johnson, el guitarrista Dave Kilminster y el saxofonista Seamus Blake también brillaron con luz propia.

Cada vez falta menos para que el músico se despida definitivamente de los escenarios, y entre un sentimiento de satisfacción y nostalgia, su público del cinco de diciembre fue testigo de uno de los mejores conciertos del año y quizás de la nueva década.