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Rebeca Lane: arte y activismo feminista que florece entre la represión 

La rapera y cantautora guatemalteca ha desarrollado un estilo propio, mezclando la música y el activismo por más de 10 años de carrera artística en defensa de los derechos de las niñas y mujeres en América Latina y el Caribe

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

abril 1, 2022

Tefi Ralón

Arte, activismo, rap, poesía, feminismo. Rebeca Lane se concibe a sí misma, antes que como artista, como mujer centroamericana, y eso la posiciona de una forma muy particular en el mundo. Empezó a explorar el arte como un todo antes de hacer música. La poesía fue primera y el rap vino después. Hoy, con 37 años, 10 años de carrera artística y cuatro álbumes de estudio, tiene un camino andado que la convierte en un referente del hip hop feminista en América Latina con canciones como Ni una menos, o Libre, atrevida y loca. Ahora, en su nuevo disco Florecer explora temas como el amor propio, el consentimiento, la menstruación y la maternidad.

Como artista, pero también como socióloga, mira desde el presente sus primeros pasos en la música llenos de rabia y descontento social que la llevaron a ser quien es, a mantenerse firme en sus luchas, pero con la serenidad de haber sanado muchas heridas. 

Hablamos con ella sobre cómo se vive el activismo feminista en un país donde predominan los discursos ultraconservadores religiosos. Su testimonio confirma que todos nuestros países se encuentran conectados por problemáticas muy similares, en las que el Estado ha sido instrumentalizado al servicio de grandes capitales que –en busca de fortalecer su poderío político y económico- coartan los derechos de las poblaciones más vulnerables.

¿Cómo es ser activista y feminista en Guatemala?

Aproximadamente desde el 2015 estamos viviendo un período político muy fuerte. Previamente, y gracias a ciertas luchas, se había logrado desmantelar los aparatos clandestinos de poder dentro del Estado. Esta fue una de las misiones que quedaron como resultado de los acuerdos de paz, pues una de las grandes conclusiones era que la guerra había sido posible precisamente porque había aparatos paralelos de poder, enquistados en el Estado, ejerciendo represión, y ahora, a varios años de distancia, pudimos ver que la represión durante la guerra no era simplemente porque se quisiera luchar contra guerrilleros, sino porque querían afianzarse territorialmente. Y esto es lo que estamos viviendo ahora. 

Hay un montón de tierras expropiadas de comunidades que ahora son propiedad de militares y se destinan para monocultivos como la palma africana o megaproyectos. El control territorial tenía un fundamento económico, y no solo político, así que no era solo ideológico contra los de izquierda como decían, sino que había una cuestión económica. 

En el 2015 se da un quiebre fuerte, se logra que la vicepresidenta y el presidente renuncien y sean encarcelados por corrupción, pero desde ahí, las mafias dentro del Estado quedaron alerta y se articulan de tal forma que ahora estamos incluso peor que antes. Están pasando una agenda de leyes retrogradas ante derechos y se vive una represión terrible. Aquí la represión que se está viviendo contra los y las defensoras de los territorios es como en Colombia. Algunos son asesinados, otros criminalizados para ejemplificar y acallar, ese es el caso de Bernardo Caal o Maria Cuc Choc. 

¿Y cómo se relaciona esto con el ascenso del discurso conservador que hemos visto tanto en Guatemala como en otros países de la región? 

Definitivamente algo que les ha funcionado a estas mafias en el Estado es el discurso conservador. Es como una estrategia de guerra, pues se metieron iglesias pentecostales evangélicas como un mecanismo de control social, y les ha funcionado perfecto. Estas estrategias son de los años 80, pero en este momento están recogiendo lo que cosecharon. Ahora cualquier candidato que quiera ganar la presidencia se sube al barco de la familia tradicional “provida”, en contra del feminismo, y eso está haciendo que el Congreso apruebe varios proyectos de ley retrógrados que tienen base religiosa y ninguna base humanística o científica. Esto es muy peligroso porque estamos viviendo en un Estado basado en la religión en pleno 2022, así que este es un momento muy complicado para ser activista. No es solo en lo discursivo o que los medios de comunicación estén en contra, sino que hay leyes para que puedan ser castigadas las iniciativas de quienes nos oponemos a los discursos retrógrados. 


“Este es un momento muy complicado para ser activista. No es solo en lo discursivo o que los medios de comunicación estén en contra, sino que hay leyes para que puedan ser castigadas las iniciativas de quienes nos oponemos a los discursos retrógrados”


Tu música está casi en su totalidad relacionada con tu activismo y feminismo. Por ejemplo, has defendido el derecho al aborto, ¿qué implicó para ti hacer parte de iniciativas como ‘Niñas, no madres’? 

Desde el inicio de mi carrera y de mi activismo, el tema de la autonomía y de la libre elección era algo que dimensionaba como un derecho, pero luego de haber pasado por un embarazo pude entender que esto que estaba pasando por mi cuerpo, siendo un embarazo deseado y elegido, era tan complicado y tan difícil, que si no era algo elegido era una tortura. Los cambios físicos, los vómitos, el malestar, son duros, pero los cambios psicológicos, empezar a sentir el movimiento de tu bebé… no me imaginaba cómo lo podría vivir una mujer o una niña que no tuvieran la elección de pasar por esto. De hecho, cuando me invitaron a participar, mi bebé acababa de nacer y me enviaron un video de una niña que está viendo jugar a sus amigas y entra a su casa porque tiene que atender a su bebé. Yo me quebré al pensar en mi bebé que lloraba todo el tiempo y yo no sabía cómo comunicarme con ella, pensé en el dolor de amamantar y en que todo esto lo tuviera que pasar una niña. 

¿Cómo se vive en Guatemala el acceso al aborto y cómo lees el panorama actual en América Latina?  

El derecho a elegir, hayamos planificado o no, se discutió hace poco y de manera muy fuerte con la despenalización del aborto en Colombia. Guatemala es un país donde está penalizado absolutamente. Hay casos en que, por ejemplo, por razones médicas el feto no puede tener una vida extrauterina y aún así las mujeres no pueden acceder a un aborto legal y seguro; son obligadas a terminar un embarazo hasta el final a pesar de que saben que su bebé no va a vivir. Forzar a las mujeres a pasar por estos procesos es una crueldad terrible y simplemente tiene que ver con el control de nuestros cuerpos. Por ejemplo, en nuestra región ha habido esterilizaciones forzadas, pero a nadie se le ocurre jamás hacer vasectomías forzadas, y aclaro que no es algo que yo quiera que les ocurra a los hombres, sino que simplemente es una muestra de que a nadie se le ocurre esto porque lo que está en juego es el control sobre los cuerpos de las mujeres y de las niñas. En este sistema patriarcal a los cuerpos más desvalidos se les impone cómo deben ser. Por eso es tan urgente que sigamos defendiendo este derecho, incluso madres como yo. Cuando participé, embarazada, en el 28 de septiembre, día por la despenalización del aborto, recibía mensajes muy fuertes diciéndome que hubiera abortado, porque persiste el imaginario de que, si sos mamá no puedes estar a favor de que todas las personas puedan elegir, pero no es así. Para mí ahora es aún más importante hablar de las maternidades deseadas. 


“Forzar a las mujeres a pasar por estos procesos es una crueldad terrible y simplemente tiene que ver con el control de nuestros cuerpos”.


¿Cómo llegaste al hip-hop y lo vinculaste con el activismo?

El hip-hop en Centroamérica y particularmente en Guatemala y El Salvador viene de una historia de la posguerra. Durante los años de la guerra, los jóvenes no se podían organizar para nada, pues todo tipo de organización de jóvenes era vista como una amenaza por parte del Gobierno. Muchos grupos artísticos fueron asesinados o tuvieron que salir al exilio durante la guerra, así que los años 80 la juventud aquí no tenía espacio. En los 90, cuando empiezan a negociarse los acuerdos de paz, inician los gobiernos civiles y hubo un poco más de flexibilidad, ahí empezó el movimiento del rock. 

Para mí es impresionante ver países como Colombia donde hay una tradición tanto del rock como del rap y la salsa con más de 40 años, en el caso del hip hop casi coincide con el nacimiento del género en el Bronx. Pero aquí ocurrió en los noventas con un movimiento musical que no era politizado, pero que ciertamente pedía paz, que a la lectura de ahora parece algo muy tibio, pero es que veníamos de una generación que no podía decir absolutamente nada. 

Eso sienta las bases para que a partir más o menos de los 2000 empiece a crecer el hip hop. También su llegada se da con los pandilleros que fueron deportados de Estados Unidos, así que empieza en esta generación. Éramos jóvenes que veníamos de la guerra y la posguerra como yo. Yo tenía 12 años cuando se firmó y empezó “la paz”. 

¿Cuál fue la reacción de las generaciones más adultas ante estas expresiones del arte y lo político luego de la guerra? 

Al venir de generaciones del miedo, nuestros papás nos pedían que no dijéramos nada, porque decir algo significaba que te podían secuestrar, desaparecer y nunca más saber de ti. El rap empieza a darle voz a una generación que tenía miedo de hablar y permite hablar en primera persona, que es lo que a mí me parece maravilloso si lo comparas con otros géneros musicales que usualmente hablan de muchos temas, pero no se centran en el yo. Mi historia y lo que yo siento, todo eso se escribe en primera persona porque es poesía. 

Supuestamente se había terminado la guerra, pero todo seguía mal y los jóvenes queríamos alzar la voz, y en el rap se abría un espacio donde se nos escuchaba. Pero no es que el rap fuera un instrumento para mi mensaje político, sino que para mí fue el espacio en el que me pude desarrollar plenamente. A veces dentro del activismo existe esta noción de que agarras un instrumento y lo utilizas, pero para mí el arte es algo que te transforma profundamente, no es algo que utilizas, eso fue el hip hop para mí. Empezó en el ámbito urbano, pero ahora está en otros territorios. Podíamos hablar sobre qué estaba pasando en nuestro barrio, en nuestro territorio y a mí particularmente qué estaba pasándome como mujer. Porque, además, en muchos de estos colectivos donde se hablaba de derechos humanos también había mucho machismo, y en el hip-hop encontré el espacio para hablar del machismo, que no era algo solamente de los hombres de derecha.

¿Cómo hacías música antes, y cómo se ha transformado ahora?    

Primero fueron el teatro y la poesía y luego entré en el rap como una salida a toda la rabia el enojo y descontento que cargaba adentro. Más joven mucha de esta rabia la guiaba hacia mí misma, entonces era muy autodestructiva cuando era más chavita. El arte fue lo que me ayudó a encausar esa rabia. La música definitivamente ha sido algo que me ayudado a sanar, porque es muy diferente lo que hacía hace 10 años a lo que hago ahora. El cantarlo y el compartirlo, el conversarlo me ha hecho superar muchas de esas heridas que yo traía, mucha de esa rabia y enojo que me permiten estar escribiendo en este momento desde un lugar donde puedo ver a mi pasado y abrazarme. 

En tu nuevo disco se encuentra el sencillo ‘Flores rojas’, donde hablas de la menstruación, ¿por qué y cómo llegaste a este tema?

Fue una forma de hacer memoria sobre cómo llegó el tema a mí. Antes no tenía ninguna importancia hasta que lo empecé a trabajar en terapia y me di cuenta de que sí era un gran tema. Era algo que tenía muy escondido adentro, y al empezar a trabajarlo me di cuenta de que el hecho de haber oído de la menstruación por primera vez con una persona ajena a mi vida, en una charla del colegio con una marca de toallas sanitarias, aportó a que muchos de sus tabúes acerca de la menstruación durante muchos años de mi vida me hicieran vivirla desde el silencio y desde el asco.

Lo que trabajé en esta canción fue la forma en la que me hubiera gustado que me hablaran a mí de la menstruación. Ahora que tengo a mi hija, que acaba de nacer, y este disco lo trabajé todo estando embarazada, creo que me conecté con lo que quiero entregarle a ella. Es otra forma de contarle las cosas sin que tenga que esperar hasta que tenga más de 10 años para saber de un proceso fisiológico que no tiene que ocultarse.

Yo sané mi menstruación hasta que ya era adulta gracias a las activistas menstruales que están desmitificando lo que sabíamos acerca de la menstruación, y eso fue muy importante para mí. Este video y esta canción quieren que las infancias menstruantes puedan acercarse a este tema con amor, con personas cercanas, para que no tengan la misma experiencia que tuvimos muchas, viviendo tantos años en negación de algo que es parte de nosotras.