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Peso Pluma conquista el mundo

Salió de México para convertiste en el nuevo artista más grande del planeta. Ahora, ¿podrá navegar una nueva clase de fama?

Fotografías por Gustavo Soriano

marzo 13, 2024

Las calles que conducen a los Lab Studios —un complejo de estudios de grabación en el exuberante barrio Coconut Grove de Miami— están llenas de pavos reales brillantes e iridiscentes. Estamos a finales de enero y Peso Pluma ha montado aquí un campamento de composición de una semana para trabajar en su nuevo álbum, que, como reveló más tarde, se llama Éxodo y saldrá a mitad de año. Resulta casi demasiado apropiado que un grupo de pájaros decadentes con plumas majestuosas y metálicas se paseen por la acera. Al fin y al cabo, el artista mexicano, cuyo verdadero nombre es Hassan Emilio Kabande Laija, ha saltado al estrellato mundial escribiendo sobre temas como el desamor y el romance, pero entre sus canciones más populares están las que hablan de una vida extravagante y lujosa; y hoy está a punto de escribir unas cuantas más.

Al cruzar las puertas, el estudio parece una fraternidad tropical, repleta de chicos educados y relajados que podrían pasar por cualquier otro veinteañero, excepto que muchos de ellos llevan casualmente relojes con diamantes y cadenas de oro lo bastante pesadas como para lastimar el cuello. La mayoría son miembros de la banda de Peso, músicos jóvenes pero experimentados que tocan el bajo, el contrabajo, la guitarra, el requinto, el trombón y las charchetas, instrumentos que definen el particular estilo de los corridos tumbados de Peso. 

Los corridos tumbados son una versión sorprendentemente moderna de los corridos, baladas folclóricas y narrativas que han contado algunas de las historias más épicas de México y reflejado realidades complejas durante más de 200 años. Los corridos tradicionales juegan un papel importante en la música mexicana y a menudo son considerados las bandas sonoras de la vieja escuela para los abuelos. Esto cambió radicalmente a mediados de la década de 2010, cuando un grupo de chicos, incluyendo a Natanael Cano, quien entonces tenía 17 años, sacaron sus guitarras más afiladas y empezaron a tomar prestadas influencias del trap y otras formas de hip hop. El resultado dio forma a la música de una generación hiperconectada y agnóstica en cuanto a géneros.

Peso les siguió poco después, y se destacó siendo un chico delgado cuyo nombre artístico literalmente es “Peso Pluma”. En los últimos años, ha contribuido con su propio estilo enérgico al movimiento: sus canciones hacen hincapié en gruesas líneas de trombón e intrincados arreglos de guitarra que preparan el escenario para su voz punzante; aunque pronto demostró que podía ir más allá de ese sonido y deslizarse por cualquier estilo musical, desde el pop hasta el reggaetón.

En este momento, su banda se agolpa en una de las salas de grabación, escuchando una primera versión de lo que podría convertirse en su próximo éxito. Peso no está presente cuando una vorágine de notas de metal salen disparadas de los parlantes. Pero, a los pocos minutos, una voz ronca inconfundible grita “¡Hola!”. Es más un anuncio que un saludo y Peso entra rebotando alegremente, con una camiseta blanca, shorts azules y una gorra negra hacia atrás que cubre su característico corte mullet. Mira el ordenador de su productor y asiente con la cabeza durante un rato. Luego, de un momento a otro, desaparece.

Durante las siguientes horas, Peso va de un lado a otro como una bola de electricidad, irrumpiendo en diferentes salas y abordando diferentes canciones. Cuando me lo encuentro un rato más tarde, está aporreando una guitarra, mostrando una idea a algunos de los mejores compositores de música mexicana. Allí está Edgar Barrera, productor y compositor de 33 años nominado a 22 Grammy Latinos en los dos últimos años. Junto a él está Alexis ‘El Chachito’ Fierro, un escritor ingenioso y jovial que ayudó a Peso con ‘Lady Gaga’, un superéxito que grabó con los debutantes mexicanos Gabito Ballesteros y Junior H, lleno de letras sobre excesos con champán.

Peso ha terminado la mayor parte de un corrido que escribió por su cuenta, pero quiere trabajarlo un poco más. “Podríamos añadirle un preestribillo o algo así”, sugiere jugueteando con la guitarra. Canta lo que tiene hasta ahora, y su voz tan peculiar llena el espacio. Su tono es tan natural y crudo que puede resultar irritante o cautivador, según quien lo escuche; pero en general, la gente suele sentirse atraída por él. “No suena como ninguna otra voz en la industria”, afirma Barrera. “Cuando lo oyes, sabes inmediatamente que es Peso Pluma el que canta”.

Esa voz estuvo en todas partes el año pasado. En marzo, unió fuerzas con el grupo mexicanoestadounidense Eslabón Armado para ‘Ella baila sola’, una oda a una chica guapa en la pista de baile que se convirtió en la primera canción de música mexicana en alcanzar el Número Uno en la lista global de Spotify y en colarse en el Top 10 del Billboard Hot 100 (ROLLING STONE la nombró la mejor canción de 2023). En un momento de la canción, Peso grita “¡Bella!” con tanta fuerza que dio lugar a un reto de TikTok y a montones de imitaciones. El siguiente éxito ‘Bzrp Music Sessions Vol. 55’ (parte de la popular serie de YouTube de estilo libre del productor argentino BZRP) le dio a Peso un segundo Número Uno en la lista global de Spotify. Génesis, su álbum revelación, debutó en abril en el número tres de la lista Billboard 200, convirtiéndose en el disco regional mexicano más vendido de la historia.

Ahí no se detuvo la cosa: en septiembre de 2023, Peso y sus compañeros se convirtieron en la primera banda de música mexicana en presentarse en los premios VMA. Superó a Taylor Swift, Bad Bunny y a todo el mundo como el artista más visto del año en YouTube. Entró y salió de los estudios con algunos de sus héroes del rap, como A$AP Rocky y Travis Scott. Luego, en febrero, ganó su primer Grammy, llevándose a casa el trofeo al Mejor álbum de música mexicana, culminando la noche con un par de fotos junto a Jay-Z. Y en medio de todo, acumuló miles de millones de streams, colaboraciones con Becky G, Anitta y Kali Uchis, y estadios completamente vendidos en todo el planeta.

Parte del atractivo reside en que, a diferencia de muchos artistas de música mexicana del pasado, Peso ha cambiado las botas de vaquero y los sombreros por zapatillas deportivas de alta gama y gorras de béisbol, pareciéndose más a un rapero que a un cantante mexicano. Añádase un idiosincrásico corte ochentero, tan característico que niños mexicanos han empezado a pedir el corte de pelo Peso Pluma, y se tendrá al embajador más audaz de los corridos tumbados, quien está reescribiendo las reglas del género. “Estoy orgulloso de ondear mi bandera en alto y de ser el primero en hacer muchas cosas, de poder mostrar mis raíces, de dónde venimos, lo que nos gusta escuchar y lo que hacemos”, dice Peso.

Sus presentaciones en vivo también son un gran atractivo. En el escenario, Peso es hiperactivo, desenfrenado y explosivo, zapatea y salta de un lado a otro, haciendo expresiones que los fans han inmortalizado en memes. “La primera vez que le vi en vivo, en un escenario o incluso en un entrenamiento, quedé impactado ante su carisma”, me cuenta su representante, George Prajin. “Siempre le decía a todo el mundo: ‘Este es el Mick Jagger mexicano’”.

La historia de los corridos es larga, complicada y controvertida. Desde la Revolución Mexicana, estas baladas han narrado batallas sangrientas y violentas y han expuesto historias de corrupción y pobreza. Su árbol genealógico incluye los narcocorridos, un subgénero que surgió en los 70 y ganó auge en los 80, repleto de historias descarnadas sobre el tráfico de drogas en México. Los artistas de corridos tumbados más jóvenes no han eludido algunas de estas tradiciones, y así como muchos cantantes de corridos de antes, ellos también han sido objeto de escrutinio, incluso de ira, acusados de glorificar las armas, la violencia y las truculentas realidades de la guerra contra el narcotráfico.

Peso suele cantar sobre impresionar a las chicas con coches llamativos y llevar pistolas de diamantes para ahuyentar a los que le odian, pero en algunas de sus primeras colaboraciones ha mencionado a cárteles y figuras oscuras del estado noroccidental de Sinaloa. Esas letras no solo han suscitado críticas, sino también amenazas. El año pasado, antes de su concierto en Tijuana, aparecieron varias pancartas por toda la ciudad que decían: “Esto va por ti, Peso Pluma. No te presentes el 14 de octubre porque será tu última actuación”, firmadas por el Cártel Jalisco Nueva Generación, rival del Cártel de Sinaloa, aparentemente enfurecido por las menciones en la música de Peso.

Vestuario por Versace. Lentes por Cartier. Collares por Veneda Carter. Guantes por Wing + Weft Gloves. Fotografías por Gustavo Soriano

Su equipo canceló el show y siguió adelante, continuando con su gira por otras partes del mundo. Pero el ritmo y la presión son innegablemente intensos, sobre todo para un artista que se está labrando un camino difícil y polarizante que nunca antes había existido. A pesar de que México comparte frontera con Estados Unidos, pocos artistas mexicanos —y mucho menos los que hacen música mexicana— han irrumpido de esta manera en el mundo del pop. (De Ritchie Valens a Selena, muchas de las grandes estrellas de la música mexicana han nacido en Estados Unidos). 

“Estoy agradecido con mi gente y con los fans que me han apoyado porque son los que nos han colocado en las listas de éxitos y todo lo demás”, explica. “Pero no veo esto como una competición, ni sobre un puesto en una lista, ni sobre los lugares a los que hemos llegado. Creo que no es solo Peso Pluma el que llegó al Número Uno; la música mexicana es la que hizo esto posible”.

Es fácil olvidar que Peso solo tiene 24 años, y aunque su ascenso a la fama le ha costado mucho trabajo, ha sido rápido. Tiene mucho que equilibrar, y hubo momentos — a lo largo de los meses en los que nos reunimos para esta entrevista— en los que parecía agotado por todo. Puede permanecer callado y taciturno por un rato, casi agotado por el mero hecho de hablar. Otras veces, como en los Lab Studios, se muestra animado, disfrutando de la euforia de crear algo totalmente nuevo, de hacer canciones que nadie ha imaginado antes.

Peso se vuele a reunir con su banda en la sala de grabación para comprobar el progreso de la canción. El proceso creativo es testimonio de la complejidad de la grabación de música mexicana, pues nadie marca el ritmo con un computador o un sintetizador. En su lugar, cada miembro de la banda de siete músicos perfecciona los complejos arreglos de cada tema y luego graba su parte individualmente. Algunas canciones las trabajan por días y ni siquiera llegan a estar en el álbum. Peso me cuenta que, para Génesis, grabó unas 40 canciones y solo lanzó 17; aun así, parece satisfecho con el resultado y se pone a bailar como los fans, lanzando los brazos al aire.

De camino regreso a la sala de compositores, le pregunta a Valeria Murrillo, encargada de las relaciones y gestión de artistas, si puede traer tequila y vasos de chupito. Al llegar se sienta a trabajar con entusiasmo cada verso del corrido que les mostró antes. Barrera dice más tarde que el tiempo de estudio con Peso fue especial: “Nunca he estado en un campamento de composición en el que la energía fuera tan, tan, tan alta”. 

“El pedido está aquí”, anuncia Murrillo al cabo de un rato, entrando con una botella de tequila Clase Azul pintada a mano. La sala se llena de aplausos mientras pasan la botella de mano en mano desbordando los vasitos. Alguien me pregunta si quiero uno y cuando me niego cortésmente, Peso se da la vuelta con una sonrisa de oreja a oreja y me señala. 

“Sííí, Rolling Stone”, canta con su característico canturreo, y en cuestión de segundos, tengo un vaso en la mano.

Entonces se levanta en medio de la sala y empieza a hablar. “Esta noche hacemos historia con dos canciones realmente épicas”, dice. “Gracias a mi compa Chachito, a mi compa Oscar, que están aquí. A Julia, a todos los que forman parte de este disco: Iván, Edgar. Ustedes saben. Gracias a todos, ¡hay que echarle chingasos!”.

Todos levantan su copa. “¡Salud!”

“¿Qué le faltaba al muerto?”, grita Fierro. 

“¡Salud!”, repiten todos alegremente. El tequila baja quemando y unos cuantos se aclaran la garganta con un “¡Ahh!” al unísono.

“Esto es una cura del Covid”, suelta Fierro, y Peso me mira un segundo, rodando los ojos.

“‘Y bebieron una cura del Covid’”, bromea, narrando lo que cree que escribiré en la historia. “Lo que en realidad era un chupito de tequila”.

Gabardina de LU’U DAN. Fotografías por Gustavo Soriano

Los músicos se ríen a carcajadas y, en cuestión de segundos, se han vuelto a meter de lleno en la nueva canción, que de repente es más rápida, más festiva y más animada que antes. Las guitarras suenan más potentes y la voz de Peso, con un entusiasmo palpable, también suena más fuerte.

A las 10 de la noche, los pavos reales del vecindario probablemente estén acurrucados en los árboles, profundamente dormidos. Pero las luces del estudio están encendidas y todo el edificio tiembla ante la exuberante explosión de trompetas que no cesa.

Al siguiente día, Peso está sentado en una mesa afuera del estudio, mirando su teléfono, con los ojos desorbitados. La energía es un poco más lenta, probablemente porque no se fueron a casa hasta las dos de la madrugada, y el cantante me nombra los lugares a los que tiene que ir después: Nueva York, México, Los Ángeles (vive en Orange County). También tiene que planificar el anuncio de la próxima gira, un montón de presentaciones en galas de premios y el álbum, que intenta terminar siempre que puede. “Vaya donde vaya, lo adelanto poco a poco”, comenta en un recordatorio de lo mucho que tiene sobre sus hombros y de lo mucho que tiene por hacer.

De vuelta en el estudio, el espacio se ha llenado de más talento: Tito ‘Double P’ Laija, primo de Hassan y uno de sus confidentes más cercanos, está aquí ideando ya una nueva canción. Curiosamente, los primos no crecieron juntos. Tito nació en Culiacán y Peso en Guadalajara. Peso dice que fue un niño activo con poca capacidad de atención, obsesionado con el fútbol y Spiderman. Su madre era maquilladora y trabajaba mucho, así que él permanecía bastante tiempo en casa y terminó aprendiendo a tocar la guitarra viendo tutoriales en YouTube. Le encantaban artistas como Chalino Sánchez, el “Rey de los corridos” y rumorado sicario de un cártel, cuyas baladas descarnadas le convirtieron en una estrella perdurable antes de ser asesinado tras un concierto en México a los 31 años. Peso también era fan de Ariel Camacho, el cantante mexicano que había empezado a ganar fuerza en Estados Unidos antes de que su carrera se viera truncada en un fatal accidente de coche en 2015.

De adolescente, Peso pasó un tiempo en Estados Unidos y tuvo que ir a la escuela en Texas. Siempre le ha gustado el hip hop e idolatraba a raperos como Tupac Shakur y Biggie Smalls (tiene un tatuaje de “All Eyez on Me” en el pecho en homenaje a ‘Pac). Todas esas influencias se filtraron en las canciones que empezó a componer y que tocaba para sus amigos en las fiestas. “Nunca tuve un profesor de guitarra ni de canto. Los únicos maestros a los que puedo llamar maestros fueron mis amigos. Básicamente nos reuníamos, bebíamos y cantábamos como amigos para pasarla bien”, cuenta el cantante. “Era más de hacer versiones, pero empecé a desarrollarme. Así encontré mi estilo, mi voz: tocando con amigos”.

Cuando cumplió 20 años, decidió mudarse solo a Culiacán, en el noroeste de México, para dedicarse a la música. Tocaba en muchas fiestas privadas y componía sus propias canciones. A través de algunos conocidos conoció a Tito, quien también se había convertido en músico y compositor. “Empezamos a hablar más de que éramos primos, de cómo estaba la familia y toda esa mierda, y de lo genial que era que ambos hiciéramos música”, dice Peso. “Él lo hacía más como hobby, y yo lo hacía más para ganar dinero. No tenía otro trabajo”.

Cuando empezó a trabajar con Tito, Peso descubrió algo. “Tito fue el apoyo musical que me faltaba, y empezamos a hablar de hacer algo juntos”, recuerda Peso. Tardaron varios meses, pero al final, Tito le envió unas 30 canciones en notas de voz. Una de ellas era ‘El Belicon’, en la que las notas de guitarra son bastante melosas. Sin embargo, en la letra, Peso y el artista Raúl Vega hacen alarde de su colección de “minimis, basukas, y Kalashnikovs”, o “ametralladoras, bazookas y rifles Kalashnikov”. El video va más allá y se les ve corriendo con máscaras y fusiles. ‘El Belicon’ despegó localmente, y luego subió aún más, convirtiéndose en la primera canción de Peso en entrar en la lista Hot Latin Songs de Billboard y consiguiendo ocho discos de platino. Aquel fue sin duda un punto de inflexión. “Cuando hicimos esa canción, vi que nuestros estilos combinados eran la clave para hacernos notar”, dice Peso.

Los primos llamaron la atención de un mánager llamado Herminio Morales, quien, tras caer enfermo una temporada, le pidió a Prajin que contratara a Peso. Prajin aprovechó la oportunidad, pero no sin antes evaluar el alcance de las habilidades de Peso. “Llevo mucho tiempo en esto, [manejando] atletas, artistas. Tenía mis inseguridades sobre trabajar con otro artista y ponerlo todo de mi parte. Así que, bueno, le puse a prueba”. Prajin hizo que Peso se aprendiera ‘Wish You Were Here’ de Pink Floyd en la guitarra y la grabara en inglés. “Vi que confiaba en mí. Y cuando lo vi, dije: ‘Voy a por todas con este chico’”, cuenta Prajin. (La gente sigue insistiéndole que publique la portada del disco, pero Prajin dice que le prometió a Peso que él decidiría cuándo). 

Vestuario por Louis Vuitton. Collares por Veneda Carter. Fotografías por Gustavo Soriano

Peso y Prajin vieron cómo las estrellas del reggaetón habían amasado una audiencia considerable reuniéndose con otros artistas y armando grandes colaboraciones. Peso empezó a grabar con prácticamente todo el mundo, lanzando canción tras canción: ‘RC’ con Cano, ‘La bebé’ con Yng Lvcas, ‘Igualito a mi apá’ con Fuerza Regida, ‘Chanel’ con Becky G.

Es en gran parte gracias a estos esfuerzos que la música mexicana se ha expandido en los últimos años, y encaja en la historia de la música latina, que solo en 2022 generó 1000 millones de dólares y ha seguido superando al resto de la industria musical. No obstante, la música mexicana ha estimulado su propio crecimiento: en Spotify, los streams se han más que triplicado desde 2019, y cinco de los artistas del género entraron en el Top 50 de los artistas globales de Spotify. Liderando el frente está Peso, a quien la gente escuchó nueve mil millones de veces solo en 2023. Los artistas de corridos tumbados también han comenzado a aparecer en el circuito de los grandes festivales; Cano tocó en Coachella en 2022, y después de una aparición sorpresa durante el set de Becky G el año pasado, Peso también se presentará en el reconocido festival este año.

A pesar de todo esto, ha sido difícil deshacerse de la asociación del género con las drogas y la violencia. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, denunció públicamente los corridos tumbados y, en noviembre, las autoridades de Tijuana tomaron medidas y prohibieron los corridos tumbados. La nueva ley establece que cualquier artista que “transmita, exhiba, cante o reproduzca música, videos, imágenes o cualquier otro elemento similar que promueva la cultura de la violencia o haga apología al delito o a los autores de actos ilícitos en una presentación en vivo” podría ser sancionado con multas de hasta 57 000 dólares.

Pero muchos de los compositores del género lo consideran una forma más de contar historias. “No se puede censurar, porque ¿cómo censurar lo que está pasando?”. dice Barrera. “Lo vas a ver en las noticias, hablan de esto todos los días. Los corridos siempre han tratado de contar historias y de lo que pasa en la calle”. 

Prajin suele comparar el género con el hip hop, que también fue menospreciado por muchos cuando estaba recibiendo más notoriedad. “La realidad es que son intérpretes, ¿no? Cantan canciones y sus canciones reflejan lo que la gente vive a diario. En el mundo hay cosas buenas y cosas malas”, dice Prajin. “Lo único que hace Hassan es ser un intérprete”. 

Si le preguntas a Peso, su música es una mezcla de experiencias de la vida real y de sus sentimientos. “Es una mezcla de cosas que se me ocurren, lo que me viene a la mente y lo que quiero plasmar. Siempre he dicho que la música me sirve de terapia. Son muchas cosas de las que la gente no habla, solo ven la punta del iceberg de lo que alguien siente”, dice.

Aun así, las críticas parecen pesarle. Ya está pensando en Éxodo como una respuesta más directa a la prensa negativa que parece rodearle. “[En Génesis] la gente ya vio el lado bueno, el del superhéroe. Pero creo que este año van a conocer un lado más oscuro”, me dice crípticamente. “Va a haber muchas cosas sobre por qué hacemos lo que hacemos, y por qué cantamos lo que cantamos, por qué la gente nos enfrenta entre nosotros, por qué los medios de comunicación buscan siempre cosas malas, por qué la gente se centra más en lo negativo que en lo positivo”. 

Luego le pregunto por qué cree que la gente se centra en el lado negativo de su carrera. “No lo sé”, responde encogiéndose de hombros. “Creo que para los medios es diez veces más conveniente tener malas noticias que buenas noticias. La gente habla más de las cosas malas que de las buenas”. ¿Ha aprendido a bloquear todo eso de su mente? “No, no es fácil, pero creo que día a día intento que todo me importe una mierda, ¿sabes? Y simplemente hago lo que me gusta. Si les gusta, bien. Y si no les gusta, también bien”.

En los Lab Studios de Miami, todo el mundo sigue trabajando duro. Peso ha estado dirigiendo el show, pero durante unos minutos se queda por fuera, pasando el rato con sus compañeros de banda, fumándose un porro.

Unos minutos más tarde, su mánager de gira se le acerca y le dice que dos productores de reggaetón han llegado al estudio para enseñarle algunos temas. Peso se levanta y se dirige a otro estudio para reunirse con ellos. Media hora más tarde, se escucha un tema que acaban de crear, con la voz de Peso en primer plano. Algunos de sus compañeros de banda, que esperan fuera de la sala, asienten con la cabeza. Una o dos horas después, los productores se marchan y Peso sale de la sala, como si no acabara de crear toda una nueva canción. Aun así, hay mucho más que hacer, más corridos por escribir.

Unas semanas después, Peso regresa a California. Acaba de llegar al estudio de Prajin en Anaheim, saluda rápidamente a su mánager y le enseña un video que está a punto de subir a Instagram, en el que se grabó conduciendo por una autopista con zapatillas nuevas. Prajin lo mira detenidamente, asegurándose de que no haya nada —incluido el límite de velocidad, visible en un fotograma— que pueda meter a Peso en problemas.

Prajin y Peso tienen una relación muy estrecha. Prajin me dice que ve a Peso como a un hijo, mientras que Peso habla a menudo de su infinito agradecimiento a su mánager. “Gracias a Dios caí en buenas manos en esta industria”, dice. “George es un buen hombre, un hombre de negocios, y no es solo por la relación laboral que tenemos, sino porque quiere lo mejor para mí y me cuida por encima de todo”. 

Vestuario por Versace. Lentes por Cartier. Collares por Veneda Carter. Guantes por Wing + Weft Gloves. Fotografías por Gustavo Soriano

Su buena relación es una de las razones por las que decidieron convertirse en socios y abrir una disquera propia, Double P Records, el año pasado. La popularidad de la música mexicana ha hecho que muchos artistas nuevos, muchos de ellos adolescentes, hayan firmado contratos increíblemente rápido. En los últimos años, algunos de ellos han revelado públicamente que no estaban contentos con sus acuerdos. Cano, por ejemplo, expresó su deseo de ser dueño de su propia música, mientras que el cantante Gerardo Ortiz demandó a su discográfica por fraude.

“Es sabido que, en la industria mexicana y las empresas más conocidas y famosas del momento, la verdad es que no han hecho nada por sus artistas”, me cuenta Peso. “Había contratos extraños y supersospechosos. Lo que queremos es que, desde el principio, todo sea muy transparente”.

Una de las primeras personas a las que firmaron fue el músico Jasiel Núñez. Peso escogió a Núñez como uno de los artistas promesa, llamándolo un artista fenomenal y alabando su manera de componer. Y por su parte, Núñez describe a Peso como “una persona muy, muy buena y con un gran corazón”, y dice que firmar con Double P le cambió la vida. “También me ha hecho mejor persona, porque estoy con buena gente: somos un equipo, somos una familia”.

Prajin considera que el sello es tan solo una de las formas en las que Peso se destacará en la industria. “Va a tener una carrera muy larga, sobre todo como ejecutivo en el negocio, como A&R o propietario de un sello discográfico. Va a ser un Jay-Z”. Y por eso mismo es que ha trabajado tan de cerca con él. “¿Qué haría si no estoy? Tiene que aprender a manejar su negocio y a protegerse”.

Frente al estudio, Prajin y Peso charlan por un rato más hasta que Peso tiene que subirse a una furgoneta negra para ir al centro de Los Ángeles. Tiene un día repleto de sesiones fotográficas y grabaciones, y parece un poco preocupado: quiere prender un blunt, pero uno de sus ayudantes —un amigo de la escuela— no tiene encendedor, así que los miembros de su equipo intentan localizar una gasolinera para conseguirle uno. Mientras tanto, Peso da caladas a un vapeador y pide al conductor que le deje conectar su teléfono para poner música. ‘Bandz a Make Her Dance’ de Juicy J empieza a sonar por todo el carro.

Estos días ha tenido algo de tiempo libre para estar en su casa de Orange County, y normalmente, cuando esto sucede, suele refugiarse en su sala de juegos, jugando a la PlayStation y fumando yerba, o haciendo maratones de películas.

Cada vez está más cerca de terminar el LP. “Quiero que sea una sorpresa para todos. Estoy concentrado en perfeccionar todos los detalles, pero va a haber muchos sabores, no solo el de la música regional mexicana”, comenta. “Desde el principio me ha gustado hacer cosas para salir de mi zona de confort. Sé que todo va muy bien con los corridos, pero tampoco dejo pasar la oportunidad de hacer otras cosas que también me gustan”. Entre ellas destaca ‘Igual que un ángel’, la canción disco pop de Kali Uchis en la que colaboró hace poco. “No me hubiera imaginado hacer el tipo de género que hice con Kali, pero creo que es una oportunidad para demostrar de qué estamos hechos los mexicanos y lo que podemos hacer”.

Y ya ha demostrado de lo que es capaz en varios lugares. Su presentación favorita de todos los tiempos es la que dio en El Foro Sol, un estadio gigante de la Ciudad de México, seguida de una presentación de bienvenida a casa que tuvo en Guadalajara y un concierto multitudinario en Argentina. “Nunca planeo nada. Solo se trata de subirme al escenario, de disfrutar lo que estoy haciendo, de soltarme todo lo que más pueda”, dice. “No me gusta esa punzada de que podría haberlo hecho mejor o podría haber hecho esto otro”.

Sin embargo, su personalidad sobre el escenario es muy diferente de la del joven de 24 años tranquilo y más relajado que está en la furgoneta, cosa que observo en voz alta. Al principio se encoge de hombros y responde: “Hay momentos para divertirse con los amigos y otros en los que hay que ser más serio”. Pero luego medita un poco más su respuesta y añade: “También siento que estoy un poco fragmentado, y forma parte de las múltiples personalidades que tengo”. Luego le pregunto cuál de sus múltiples personalidades se siente más cercana a quien realmente es. “No lo sé. Todo mi equipo puede decirte que todos los días, [durante] cinco minutos, puedo ser la persona más feliz. Luego, en los cinco minutos siguientes, me transformo en algo salvaje”. Sonríe, medio bromeando.

Lo que sí se toma más en serio es ver sus logros como parte de un todo: como un logro para México, como un éxito para su género. Sin embargo, hay una especie de papel de liderazgo que ha asumido, que era obvio cuando estaba en el campamento de composición, guiando a una docena de músicos y compositores. Cuando le digo esto, se lo piensa un segundo. “No me considero una persona normal”, dice al cabo de un rato. Me río un poco y le pregunto a qué se refiere. “Estoy loco y no lo digo en broma”, se mantiene serio. “Estoy mentalmente loco: las ideas que tengo, las canciones que hacemos. Pero creo que la locura forma parte de la genialidad”.

Pero loco ¿cómo? “No sé cómo explicarlo, no sé”. Finalmente, después de otro rato, dice: “Es como una enfermedad que tenemos. Yo digo que es una enfermedad. Todos los que somos los grandes la tenemos, y ni siquiera lo sabemos. Y a veces estamos locos, y esa locura nos hace genuinos y auténticos. Todos estamos locos de distintas maneras”.

Esa locura ha ido arrastrando a Peso a todos los rincones del mundo de la cultura pop, llegando incluso a recibir ofertas de Hollywood: “He tenido muchas oportunidades de hacer películas y programas de televisión, y grandes”. Pero las ha rechazado, alegando que le cuesta mucho quedarse quieto en un sitio e imagina que se impacientaría mientras la gente cambia las lentes de las cámaras y los escenarios. “Incluso en mis videos, los directores ya saben que lo máximo que me quedo son tres horas, máximo cuatro. La gente con la que colaboro a veces se queda hasta más tarde que yo”, dice. (Poco después admite, un poco tímido, que hay un proyecto que no le importaría llevar a cabo: “Haría Narcos México si hacen otra temporada”). 

Vestuario por Louis Vuitton. Collares por Veneda Carter. Fotografías por Gustavo Soriano

A pesar de lo agitada que ha sido la introducción de Peso a la fama en el último año, su mundo realmente pareció moverse en cámara rápida en febrero. Tras su victoria en los Grammy, su relación con la cantante argentina Nicki Nicole terminó públicamente, canceló un concierto en Viña del Mar, Chile, y la prensa sensacionalista publicó una noticia diciendo que había entrado a un centro de salud mental y rehabilitación en México.

En medio de todo el ruido, Peso acalló los rumores, revelando que simplemente ha estado en el estudio en California. “Bueno, las últimas semanas han sido una verdadera locura”, me dice a principios de marzo, con voz ligera. “La gente siempre va a tener algo que decir sobre lo que estoy haciendo y crear su propia narrativa. Pero la realidad es que he estado en el estudio trabajando en Éxodo”.

Al rato me pone al día sobre otros grandes momentos que pasaron en medio de la locura. La victoria en los Grammy, dice, fue “surrealista”. “Nunca imaginé que un día ganaría un Grammy, sobre todo representando a mi país y a mi cultura y al folclore mexicano y los corridos”. El encuentro con Jay-Z fue igual de sorprendente: “Si te soy sincero, estaba en shock. No sabía qué decir, empecé a tartamudear. Le dije que era una inspiración y un ídolo. Fue una locura oírle darse la vuelta, mirarme y decirme: ‘Sigue haciendo lo tuyo’. Es algo que se me quedó grabado, y es algo que voy a seguir haciendo: la música que amo”.

En Los Ángeles me dijo que tenía otro sueño rondándole la cabeza: ha estado en conversaciones para una serie sobre su vida, algo que capture lo increíble, intenso y extraordinario que ha sido su viaje. Cree que es algo que hará más adelante en su carrera, pero está decidido a llevarla a cabo. “Vivo o muerto, voy a dejarla terminada”, promete.

Por ahora, sigue siendo uno de sus sueños. Y si el año pasado sirve de prueba, Peso probablemente lo hará realidad. Pero antes de poder compartir más, tiene que salir de la furgoneta. Lleva demasiado tiempo sentado, y tiene que seguir.

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