El método Tangalanga: Martín Piroyansky revisita el origen del mítico personaje

Ambientado en los 60, el film dirigido por Mateo Bendesky recrea el momento en que Julio De Rissio empezó a hacer los llamados que lo convirtieron en un artista de culto

Por  HUMPHREY INZILLO

diciembre 14, 2022

Martín Piroyansky encarna al artista en una película con lógica de superhéroes.

Foto: Gentileza Sara Sahores

Con mística ricotera, el Doctor Tangalanga irrumpió en el inconsciente colectivo a fines de los 80 casi como una leyenda urbana. El mito se construyó a partir de esos casetes que circulaban de mano en mano, pirateados como los conciertos de Patricio Rey, con bromas telefónicas que hicieron del insulto una de las Bellas Artes. Frases como “ponete de perfil”, interrogantes como “¿en qué sentido me lo dice?” y observaciones no demasiado sutiles como “a vos te chifla el orto” se volvieron guiños para iniciados, que en muchos casos llegaron a memorizar sus llamados, como parte de una liturgia devocional. Su identidad real, lo mismo que su rostro, era una incógnita. Recién irrumpió como una personalidad mediática en la primera mitad de los 90 con las primeras apariciones televisivas de la mano de Jorge Guinzburg y Horacio Fontova en Peor es nada, siempre con su gorra y su barba falsa como máscara para proteger su semblante. Y luego formó parte del staff de programas como Café Fashion (donde se lucía contando chistes junto a un plantel que incluía a Alacrán, el Doctor Lambetain y Norman Erlich, entre otros). Venerado por músicos como Luis Alberto Spinetta, Javier Malosetti, Claudio Cardone, Jorge “Negro” González, Ricardo Mollo y Diego Arnedo, Tangalanga se transformó en un artista de culto, que llegó a llenar La Trastienda en varias oportunidades. “El componente esencial de la risa produce en el sistema nervioso un despliegue de amorosas sustancias preciosas que reorganizan nuestra sangre, vigorizan nuestra fuerza y hacen más graciosa hasta nuestra peor debilidad. Gracias, Julio, por tus chistes, pero también por darnos tu ser común y corriente a quienes tenemos la suerte de conocerte un poquito, nada más…. por ese personaje tierno y coloquial que nunca nos abandona, aun cuando el compact se termina. En definitiva, gracias por ser la persona maravillosa que sos”, escribió Luis Alberto en agosto de 2008. 

Protagonizado por Martín Piroyansky, El método Tangalanga es un film que revisita en clave de comedia la génesis del personaje por detrás de Julio Victorio De Rissio. Ambientada a principios de los años 60, recrea el momento exacto en que Julio hizo su primer llamado, para alegrar a su amigo Sixto López Ayala (encarnado por Alan Sabbagh), enfermo de cáncer. Es el tercer largometraje de Mateo Bendesky, que ya había dirigido Acá adentro (2013) y Los miembros de la familia (2019), y tuvo su estreno mundial el mes pasado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: “La devolución del público fue increíble. La gente se reía hasta de chistes que no hicimos. O sea, había momentos en que se reían y no entendíamos muy bien por qué. Fue muy hermoso”, celebra el protagonista. El film tendrá su estreno comercial, en salas de todo el país, a mediados del mes que viene. 

“Honestamente, ubicaba quién era y sabía que hacía las jodas telefónicas, pero prácticamente no había escuchado a Tangalanga. Mi papá dice que en los 90 teníamos un casete en casa, pero yo realmente no lo recuerdo”, confiesa Piroyansky, que nació en 1986. “A partir de la convocatoria para hacer la película, empecé a estudiarlo, a encontrar el tono, y en ese proceso me divertí un montón. Escuchaba sus llamados por la calle y me reía sin parar. Si bien es conocido por ser un gran puteador —que definitivamente lo era—, lo que más me sorprendió es todo el imaginario absurdo que manejaba: todo el tiempo planteaba imágenes muy, muy delirantes”.

En su libro ¿Hola? Un réquiem para el teléfono, flamante lanzamiento de Ediciones Godot, Martín Kohan define a Tangalanga como el maestro por excelencia en la retención oral. “En la fenomenología del corte telefónico, el misterio mayor radica en el no poder cortar. No en cortar el teléfono y no dejar que la conversación siga, sino en dejar que la conversación siga cuando a todas luces habría que cortarla”, argumenta el escritor. “Lo fabuloso de Tangalanga era que conseguía que los interlocutores siguiesen la conversación, aun después de que quedaba claro que los estaban embromando”. 

Bendesky, clase 1989, escuchó por primera vez a Tangalanga en mp3. “No sé cómo me llegó, no soy de la época de los casetes, pero creo que bajé los primeros llamados vía Napster. Sí me acuerdo de escucharlo y cagarme de risa. La llamada al gimnasio, a la cancha de papi fútbol… Me hacía reír mucho. Después lo dejé de escuchar. Cuando apareció este proyecto, volví a esas grabaciones y me di cuenta de que no falla nunca. De hecho, con Martín escuchamos muchas llamadas juntos y nos cagamos de la risa”.

El gran hallazgo del guion (escrito por Bendesky, junto a Sergio Dubcovsky y Nicolás Schujman) es construir una historia que trasciende la biopic y —también— las llamadas telefónicas. “La primera versión estaba más anclada en las bromas y en algunos aspectos más biográficos del personaje”, explica el director. “Sentía que podía crecer más desde el punto de vista de la ficción. Así que lo reescribimos con algunos componentes más dramáticos”. El foco pasó a estar en el vínculo amoroso de Julio con Clara (la secretaria de la clínica donde está internado Sixto, brillantemente interpretada por Julieta Zylberberg) y en el modo en que el protagonista vence, a través de la hipnosis, su exasperante timidez.

Mateo Bendesky, Martín Piroyansky y el productor y guionista Diego Dubcovsky durante el rodaje. (Foto: Gentileza Sara Sahores)

Se trata de una película de iniciación, que funciona como un tributo a las comedias románticas clásicas, a las de Hollywood y, principalmente, a las de factoría nacional. “Es un homenaje a la Edad de Oro del cine argentino. Hay ahí una filmografía riquísima, y las películas de Mirtha Legrand o Niní Marshall no tienen nada que envidiarles a las de Audrey Hepburn. Esas películas funcionaron como una referencia para encontrar el tono de los diálogos y para reconstruir una ciudad pujante y cosmopolita como era Buenos Aires en ese momento. Con un diseño, con una estética y con mucha abundancia, también”, explica Bendesky.

Vale la pena destacar el notable trabajo de recreación de la vida cotidiana en aquella Buenos Aires. Buena parte del vestuario, a cargo de Julián Rúgolo, es de ropa de época. “Hoy en día es muy difícil filmar un exterior en Buenos Aires que esté igual que en los 60, desde las tapas en las veredas hasta los cables, las cámaras, los aires acondicionados…  Con efectos especiales, fuimos borrando un montón de cosas para ser lo más fidedignos a la época”, explica el director. Y se entusiasma al hablar de los interiores: “El trabajo de arte es increíble. Yo quería que la película tuviera un aura de la elegancia de esa época. Era una ciudad donde por un lado había mucho diseño, donde había una bonanza y se accedía en ese momento. Y por otro lado había una tradición de diseño argentino, que me parecía que estaba bueno retratar en la peli. Mostrar cómo se vestía la gente para ir a esas oficinas. Y todo eso fue posible gracias al equipazo de arte y vestuario, que hicieron un trabajo impecable”. 

No fue una tarea sencilla, para Piroyansky, la construcción del personaje. “El desafío, y en esto Mateo hizo mucho hincapié, era encontrar mi propio modo de abordarlo. Si hubiera querido imitarlo no lo hubiera logrado jamás, porque él era muy espectacular”, explica. “Él siempre fue una voz en el teléfono. Mientras filmábamos, me empecé a dar cuenta de que tenía que encontrarle una fisicalidad, también. Porque no era que solamente iba a estar quieto hablando, sino que Tangalanga de pronto era una persona”.

Arnedo, Mollo, Spinetta y Tangalanga en la celebración de los 90 años del Doctor en La Trastienda, noviembre de 2006. (Foto: Humphrey Inzillo)

Una decisión clave fue el tono de voz. Para emular cierto tono arrabalero —arquetípicamente porteño—, Piroyansky propuso bucear en el lenguaje de los 60, que había reflejado el cine de esos años. “Si bien en el guion había muchos términos de época, la decisión fue acentuar en ese tono. Se fueron plegando Juli y Alan, y también Luis [Rubio], hasta hacer de eso un estilo”.

En el desdoblamiento de la personalidad de su personaje, Piroyansky encontró el modo de rendir homenaje a un mojón indispensable en su educación sentimental: La máscara, el film de Chuck Russell protagonizado por Jim Carrey en 1994. “Esa película me cambió la vida, de verdad. Y hacer una especie de homenaje desde la Argentina me pareció increíble. El principal desafío era la continuidad en ambos personajes: en Jorge, que tenía un timbre que no era el mío y eso tenía que recordarlo todo el tiempo. Y, a lo largo del rodaje, ir encontrando esos otros timbres, para las distintas situaciones. Cómo hablar con un amigo, cómo hablar con un desconocido, cómo hablar con la mujer que le gusta… Había que ir cambiando pero, a la vez, había que mantener una coherencia. En ese sentido, Mateo hacía mucho hincapié en que tuviera muchos matices: ‘Ok, es un tipo tímido, pero con su amigo no es tímido’. Se trataba de encontrar esa tridimensionalidad del personaje. Creo que ese era el principal desafío: la composición de dos personajes en una misma película. Y ese desdoblamiento también nos permitió acercarnos a la idea del superhéroe”.

El sentido de la justicia fue uno de los motores primarios en la llamada que dieron origen al mito. “Hay un veterinario en Martínez que, cada vez que viene a verlo o le llevamos el perro al consultorio, nos faja con unas cuentas de la gran puta…”. Esa queja que lanzó Sixto, al pasar, motivó a De Rissio a marcar su número telefónico, según él mismo recordó en las páginas de Doctor Tangalanga, el libro de oro. Vida, llamadas y jodas de un filósofo telefónico (Editorial Planeta, 2009). “Mirá Sixto”, le dijo Julio a su amigo. “Me regalaron un grabador con un aparatito que se pone en el teléfono y te graba la conversación. Lo voy a probar con el veterinario, a ver qué sale”. Esa mítica llamada, que está disponible en Spotify y otras plataformas, fue la piedra fundamental de una saga que marcó a varias generaciones.   

El casting está lleno de hallazgos, Luis Rubio en el rol de enfermero y cómplice (de Sixto y de Julio) tiene una actuación destacadísima. Pero la verdadera revelación es Silvio Soldán. “Necesitábamos a alguien que tuviera una voz potente, y cuando lo mencionamos como una referencia, lo googleamos y nos dimos cuenta de que en verdad él era ideal para interpretar a ese personaje. Aunque había aparecido en algunas películas en los 70, siempre había interpretado a un presentador de la tele. Es decir, siempre había hecho de sí mismo. La tarea fue convencerlo de hacer un personaje raro. Nos juntamos a tomar un café y, por suerte, se copó. Fue una revelación porque tiene muy buen timing para la comedia, y obviamente todos quedamos encantados con él”, explica Bendesky.

Una de las revelaciones de la película es Silvio Soldán, que encarna a un hipnotizador clave en la historia. (Foto: Gentileza Diana Cabral)

Piroyansky, que este año ya había compartido algunas escenas con Susana Giménez en la serie Porno y helado (uno de los hits de 2022), se dio el gusto de trabajar con el conductor de Feliz domingo para la juventud, otro ícono de la cultura pop local. “Por suerte, a lo largo de mi carrera pude conocer a personajes así. De Emilio Disi a Cecilia Roth, ¿no? Los nombro a ellos porque están como en dos puntas opuestas. Nuestra farándula es un mundo muy gracioso, y tener la posibilidad de compartir momentos de cierta intimidad entre escena y escena es increíble. Con Soldán lo que me pasó es que estábamos esperando en el camarín, solos, y en un momento yo saqué el teléfono para revisarlo entre las escenas. Y, claro, él no tiene celular. Entonces él se sentó y me miraba, como que quería conversar. Yo me sentí un poco mal. Entonces dejé el celular y empezamos a charlar. Y obviamente le pregunté por la Süller. Y él, muy amable, me contó todo. Tanto él como Susana son gente que uno conoce toda su vida. Conocés su biografía y conocés a todos. Pero tener la posibilidad de charlar y de escucharlo de su propia boca es distinto”, celebra el actor.

En un rol casi detectivesco, el realizador Diego Recalde filmó en 2016 la saga Víctimas de Tangalanga, una serie de documentales que compilaba el testimonio de aquellos que habían recibido las llamadas del Doctor. Personaje de culto en Argentina (y buena parte de América Latina), Tangalanga se volvió viral en tiempos analógicos, mucho antes de que existiera la viralización como concepto. Y aunque su arte tiene una fuerte impronta local (la fijación con ciertas calles como Malabia y Chacabuco, y las numeraciones, con el 1614 como una de las constantes), su humor es universal. El estreno de El método Tangalanga le otorga a ese personaje, genio del agravio y la repentización, una proyección global, al menos en el mundo de habla hispana. “Ese fue un motor para desarrollar más la parte de ficción”, concluye Bendesky. “Con la familia acordamos que la película que íbamos a hacer no era exactamente una biopic, sino una película con algunos elementos de realidad, pero también algo de ficción. O sea, que trabaja el mito de Tangalanga desde la comedia romántica. Ellos leyeron el guion antes del rodaje y les encantó. Incluso su nieta, Luciana De Rissio, que es cantante de jazz, hizo un pequeño cameo”.