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Idles te atropella con su alegría en Tangk

En su quinto álbum de estudio, la agrupación británica declara a los cuatro vientos que el amor es la respuesta.

Por  KORY GROW

Idles.

DANIEL TOPETE

Idles

Tangk

La calidez y el optimismo de un disco de Idles solamente se pueden describir con términos pretenciosos como “júbilo”, “viveza” y “regocijo”, palabras que seguramente harían reír al frontman Joe Talbot antes de ofrecerle una buena cerveza a quien las exclamara. Esta es la misma agrupación que alguna vez tituló un disco como Joy as an Act of Resistance (La alegría como un acto de resistencia), y cuyo LP de 2020, Ultra Mono, iluminó los momentos más oscuros de la pandemia con mantras de punk rock como “Vive el momento… Tú puedes hacerlo” de ‘Mr. Motivator’ o el coro de ‘Kill Them With Kindness’. En ellas, el vocalista recita sarcásticamente estas frases motivacionales sobre unas guitarras estruendosas de un modo tan vertiginoso como confuso.

En su quinto trabajo de larga duración, Tangk, la pandilla de Bristol, Inglaterra, le baja a la intensidad –siguiendo en la misma línea de Crawler de 2021– pero conserva la actitud positiva. Incluso, el grupo dedica toda una canción de dance rock (‘Pop Pop Pop’) al concepto que Talbot tiene de “Freudenfreude” –una expresión alemana que se refiere a sentir alegría por el bien ajeno. Intenta no sonreír cuando lo escuches pronunciar la palabra “Badabing”.

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Aunque Idles se contiene un poco más de lo común a nivel musical, utilizando un poco más que antes los sintetizadores y las texturas de guitarra más tranquilas, todavía es capaz de crear coros memorables. En ‘Gift Horse’, Talbot felicita a un caballo, o bien puede que sea un amor o simplemente algún tipo genial, al interpretar el coro con entusiasmo. El cantante, que anteriormente solía gritar y rapear las letras, intenta cantar un poco más en versos como “Nene, soy un tipo inteligente, pero estoy loco por ti” en ‘Roy’, una canción que contiene la ironía de LCD Soundsystem y cuya guitarra tiene toques de doo-wop. La agrupación de James Murphy y Nancy Whang aporta las voces en ‘Dancer’, un corte de disco punk en el que Talbot grita eufóricamente, “Bailen cadera con cadera, mejilla con mejilla”, mientras sus colegas lo acompañan en los coros.

Como ya es costumbre, los mejores momentos en cualquier disco de Idles llegan cuando todo se siente abrumadoramente intenso, y Tangk saca provecho de los alaridos de Talbot de canciones como ‘Dancing’ y ‘Hall & Oates’. En esta última, el frontman le agradece al hombre que hace que sus sueños se conviertan en realidad: “Cada vez que él está cerca, se siente como si Hall and Oates estuviera sonando en mi oído”. En ‘Gratitude’, la banda da un paso adelante a nivel musical a medida que el vocalista entona, “Mantengo mis manos en alto y te agradezco, gratitud”. Allí, los sintetizadores y guitarras lo van envolviendo a él, a ti y cualquiera que alcance a escuchar.

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Pero con cuatro álbumes detrás, cada uno repleto de versos ingeniosos y memorables (En ‘Samaritans’ de 2018 Talbot cantaba “Besé a un chico y me gustó”), Idles ha ido moderando su intensidad. En ‘Grace’, en donde el grupo construye una atmósfera con la ayuda de un piano sutil y loops, Talbot se supera a sí mismo al enunciar, “No es Dios, no es el Rey, el amor es la respuesta”. Es el tipo de cliché que se apoderó del pop durante la mitad de un siglo, pero la convicción de su interpretación lo vende muy bien. Y en ‘Jungle’, el cantante interpreta la línea, “Sálvenme de mí, ya me encontré”, de una manera en la que te hace creer que ha descubierto una nueva religión. A lo largo del disco hay una gran profundidad a nivel sonoro que sin duda alguna se debe al productor de Radiohead, Nigel Godrich, quien co-produjo y mezcló el trabajo. Esto permitió que sus momentos más sublimes fueran incluso más gloriosos.

Idles siempre ha querido dar la impresión de ser más grande de lo que es –un quinteto de hombres buenos y comunes–, y en Tangk se acerca más hacia su objetivo de superarse.

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