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‘El Padre’: una narrativa tan conmovedora como desgarradora

Protagonizada por Anthony Hopkins y Olivia Colman, esta cinta compite por seis premios de la Academia

Por  SARA CÁCERES HUERTA

Instagram Oliva Colman

A través de una profunda empatía, El Padre expone un relato que aborda un tema oscuro y poco hablado como lo es la demencia senil. Anthony Hopkins y Oliva Colman interpretan a un padre anciano (Anthony) y a su hija de mediana edad (Anne), quien se convierte en su tutora. Ambos luchan por adaptarse a las nuevas circunstancias para continuar juntos, mientras la enfermedad de Anthony avanza y agrava la convivencia entre ambos, hasta el punto de ser imposible.

Por un lado, vivirás la desesperación de Anne en su constante contradicción de cuidar la vida de su padre o vivir la suya, con sus últimos años de juventud escapándose y la puesta en juego de su salud emocional; por el otro, Anthony te atrapará con el tic tac del reloj en el cual va perdiendo su cordura y expresa desesperadamente sus deseos por aferrarse a la vida.

La historia se desarrolla a través de este vínculo inquebrantable entre los protagonistas y la magia sucede en su narrativa cinematográfica, la cual no sigue un orden cronológico, puesto que la historia es contada desde el punto de vista tanto del padre como de la hija, transformándose en un vaivén de experiencias (algunas concretas y otras confusas) que conforme transcurre la película, comienzan a cruzarse y a cobrar un sentido; de esta forma el espectador comienza a dudar de lo que es real y lo que esta dentro de la resquebrajada mente de Anthony.

A sus 83 años, Hopkins vuelve a ser nominado a Mejor Actor y es debido a esta gran interpretación que hace que la audiencia viva, en carne propia, las emociones que provoca la demencia senil: confusión, desesperación, ansiedad. El director Florian Zeller, afirma que desde que concibió al personaje principal como parte del libreto de una obra de teatro, fue con la imagen de Anthony Hopkins en mente, y a ello se debe la coincidencia del nombre, pues el juego metanarrativo en que el actor y el personaje poseen el mismo nombre, resulta afín para estructurar un sentido de realidad y ficción dentro del mismo filme.

El compromiso de Hopkins con este papel fue tal que en una reciente entrevista confesó tener que ponerse frente al espejo y asegurarse que su mente estaba en orden: «Esto es solo un juego, ¿vale? No sufro demencia, estoy actuando, estoy actuando». A pesar de entregarse por completo al papel, se adentró con cuidado, afirmando que los mensajes que trasladas a tu subconsciente se los puede creer.

Florian Zeller maneja el tema de la demencia senil de manera poética y respetuosa. Es una puesta en escena que no necesita de tantas locaciones o intervenciones entre personajes, ya que la historia se mantiene en constante movimiento entre diversos géneros cinematográficos a lo largo de sus 96 minutos de duración. Desde el constante suspenso hasta ligeros toques de terror psicológico, así como el drama, e incluso, pequeños destellos, la comedia.

A pesar de la vasta creatividad del lenguaje cinematográfico y las impecables actuaciones de los protagonistas, el ritmo de la historia es muy lento y podría llegar a ser exasperante para el espectador. Si algo pudiera no agradarle al público, es la constante repetición de los hechos y la confusión que se vive para hilarlos, sobre todo cuando aún no eres consciente de que formas parte de la psicosis del personaje. Tomando en cuenta la temática que aborda, el trágico final del protagonista se divisa desde los primeros minutos, sin embargo, es la forma en cómo se presenta el deterioro de la mente de Anthony y los estragos que causa en la relación con su hija lo que vuelve a El Padre una historia muy entrañable.

Es desconcertante, pero al mismo tiempo, al salir de la sala darás un respiro. Tal vez comenzarás a cuestionarte sobre el sentido de la vida y lo que has hecho para vivirla de la mejor manera. Sin duda alguna, te hace apreciar las experiencias y recuerdos, además de ofrecer una reflexión muy dura sobre la senectud, a la que quizás no muchos se han enfrentado.

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