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El año que el rock hizo contacto

1954, sexto año de la II posguerra mundial: la modernidad voló en el jet comercial tetramotor Boeing 707, ahondó en el submarino nuclear Nautilus y se hizo vívida en los primeros televisores a color y nuevos, económicos y portátiles discos sencillos de vinilo de siete pulgadas que, girando a 45 revoluciones por minuto, reproducían con monoaural alta fidelidad música aún no apodada pop.

Magnussen, Friedrich

febrero 9, 2021

EXTRAÍDO DE RS18, ABRIL 2004

Con ellos nacieron los cóvers, versiones ñoñas y asépticas “clonadas” por intérpretes blancos para explotar ante el público mayoritario promisorios éxitos negros segregados en el gueto llamado sepia o race music: las rubias hermanitas McGuire usurparon a los morenos Spaniels “Goodnight Sweetheart, Goodnight” y a los prietos Mooonglows, “Sincerely”; la carnal “Tweedle Dee” de la negraza LaVern Baker fue blanqueada por Georgia Gibbs y la vocalmente deslumbrante “Sh-Boom” de los veteranos Chords, banalizada por los seudoescolapios Crew Cuts (¡y en México, por las tiesas Hermanas Navarro!). La historia del más exitoso de ellos es oportuna para celebrar el primer medio siglo de rock & roll.

Un tuerto vaquerito urbano

Extintas grandes bandas de música bailable de los años cuarenta daban paso a compactos combos rítmicos como los Texas Playboys, de Bob Willis, que energizaron como rítmico western swing el tradicional estilo vaquero country. Aficionado a él por el gusto de sus padres desde que su familia se mudó a Pennsylvania mediando los treinta, William John Clifton Haley superó cantando con su guitarra la timidez que le provocaba la ceguera en un ojo con la que nació en 1925 en un suburbio de Michigan.

Dejó la escuela a los 14 años para dedicarse a la guitarra hasta reemplazar al reclutado vocalista de los profesionales Downhomers, pero los dejó en 1946 para probar suerte como disc jockey radial.

Añorando cantar, formó los Four Aces of Western Swing, con quienes debutó en grabaciones (Candy Kisses) en 1948. Reformados el año siguiente como Saddlemen, grabaron infructuosa versión de “Rocket 88”, éxito R&B de los seminales estudios Sun de Memphis, imprimiéndole al acompasado original acentuado ritmo rengo de boogie campirano. Su cóver fue, coincidentemente, del considerado primer rock & roll producido por el pionero Ike Turner, pianista y líder de los Delta Cats (a cuyo cantante, Jackie Brenston, lo acreditó). Quinceañero, Elvis Presley terminaba secundaria y los futuros Beatles y Rolling Stones iniciaban primaria cuando nació un híbrido musical precoz y anónimo como sus intérpretes cuya disquera no les promovía con fotos por no delatar su raza en posible detrimento de sus ventas. La juventud que respondió a su enérgico estímulo contrastó el blando marasmo del country tradicional.

El rizo inmortal

Los treintones Saddlemen orientaron su dinámica música a los jóvenes: desecharon atuendos vaqueros, saxofonista y contrabajista emularon espectaculares acrobacias escénicas de R&B y el cantante adoptó inolvidable rizo engomado sobre su amplia frente. Fundiendo música negra y vaquera, grabaron en 1951 “Rock the Joint”, rítmico tema bailable propulsado por un incendiario solo del guitarrista Danny Cedrone. Cambiaron su nombre en 1952 por el que, jugando con las connotaciones astronómicas del apellido del cantante, les llevaría a la fama: Bill Haley & his Comets. Su siguiente sencillo “Crazy Man, Crazy” –uno de varios titulados con frases de callejero caló hipster– inspiró a Alan Freed, legendario disc jockey radial de Cleveland, a bautizar el naciente género con un eufemismo de slang negro alusivo al sexo, referirse al “nuevo” estilo como rock & roll e impulsar al Top 20 de 1953 el primer éxito de un grupo blanco tocando R&B negro.

Éxito hallado, virtud perdida

Ese año, el compositor James Myers ofreció al robusto cantante “Rock Around The Clock”, escrita al alimón (bajo el alias Jimmy De Knight) con su colega Max C. Freedman. Fallida en versión original del negro Sonny Dae, el dueño de su disquera se negó a grabarla, por lo que Haley y su banda emigraron al sello Decca, y el lunes 12 de abril de 1954 entraron al estudio Pythian Temple del west side neoyorquino a grabar- la (¡con el mismo requinto de su primer sencillo!) en un disco cuya cara B, “Thirteen Women”, es una fantasía machista posnuclear influida por la reciente aparición de la revista Playboy. Un mes después, el sencillo llegó al lugar 23 y vendió 75 mil unidades iniciales, significativas por permitirles otra sesión el 7 de junio para grabar aún otro cóver: el éxito “Shake, Rattle and Roll” del rotundo cantante negro “Big” Joe Turner que los lanzó al número 7 con ventas de fin de año millonarias. Una semana después, en Filadelfia, Cedrone tropezó y cayó de una escalera al salir de un restaurante, se desnucó y murió instantáneamente; no imaginó que se convertiría en el requintista anónimo más escuchado de la historia.

Nace un estilo

El año siguiente, el industrioso Myers promovió su canción (cuya letra encubría una fantasía de encerrona sexual) a los estudios MGM, que filmaban la trascendental película Semilla de maldad. Enmarcando musicalmente los títulos iniciales de la exitosísima cinta que pretendía denunciar la creciente delincuencia juvenil en las escuelas, “Rock Around The Clock” llegó al primer lugar del Hit Parade en junio de 1955, y permaneció ocho semanas hasta convertirse en el segundo sencillo más vendido hasta entonces (tras “White Christmas”, de Bing Crosby). Tuvo aún un segundo resplandor en 1974, cuando la nostálgica serie televisiva Happy Days la regresó al número 39 de las listas.

Precediendo lanzamiento de Elvis Presley, debut de Chuck Berry y contratos de Buddy Holly y Roy Orbison, el primer gran éxito internacional del rock inspiró secuela fílmica musical homónima que puso al público a bailar en pasillos de cines del mundo entero. Bill Haley y sus Cometas fueron no sólo el mejor, sino el único grupo blanco de rock & roll y sus primeras estrellas el año que lanzó a su cantante a una de las más largas y lucrativas carreras de la historia. Su estrella local se eclipsó al surgir competidores más jóvenes y atractivos, pero internacionalmente fue él (no su creador Hank Ballard ni su beneficiario Chubby Checker) quien popularizó en México el sesentero twist, y su fama perduró: su última gira a Sudáfrica precedió apenas un año su alcohólica decrepitud y muerte, propietario aún de un Cadillac 1981. Y el primer gran éxito del rollizo güero tuerto prefiguró el debut del máximo ídolo rockero de todos los tiempos, aquel 1954.

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