“Soy gay”, le digo a Yansan, la chica que comparte cuarto conmigo y se prostituye para ganar dinero. Le cuento que estoy ahí, con ella, en ese cuarto de hotel en Cuba, porque mi papá está haciendo un esfuerzo por corregir mi orientación sexual, ingenuamente creyendo que si estoy con una mujer me dejarán de gustar los hombres.
Le cuento por todo lo que he pasado. Ella se limpia una lágrima y yo le pregunto qué tiene. “Es que tu historia es muy fea, Emiliano”, contesta mientras caen un par de lágrimas más.
Después de un rato de platicar, consideramos que es tiempo suficiente y salimos del cuarto. Mi padre, otra chica y el chofer nos esperan. Soy el último en subirme al carro y cuando me despido de Yansan me da un piquito.
Escucho la nota de voz que me envió Iván Tagle, presidente de la asociación civil Yaaj México, dedicada a proteger los derechos de las personas LGBT+, en ella está la respuesta a mi pregunta “¿Qué es el ECOSIG?”. Me impresiona. Al escucharla, de golpe hago conciencia de que yo mismo sufrí un Esfuerzo para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género (ECOSIG).
Privación de la libertad, violencia psicológica, violaciones correctivas, electroshocks, y hasta castraciones químicas, son algunas de las medidas que se utilizan con intenciones de corregir una orientación sexual y/o identidad de género. Es en centros clandestinos, generalmente administrados por grupos conservadores y de ultraderecha, que engañan a las familias influenciadas y sesgadas por nuestra cultura homofóbica, prometiendo “curar” a su ser querido.
Le cuento a Iván por lo que yo pasé y entusiasmado me contesta que mi caso es muy valioso pues sufrí otro tipo de ECOSIG, uno que existe y del que poco se habla, el que se origina y se reproduce constantemente en casa. Quizás este sea uno de los ECOSIG más difícil de identificar por el silencio de las víctimas. Cuando la discriminación comienza en casa se normaliza a fuera de esas paredes. Cuando tu familia es quien te discrimina ¿qué otra respuesta puedes esperar del exterior?
Otra forma con la que se conoce a los ECOSIG son las “terapias de conversión”, pero dicho término es completamente erróneo y debe dejar de utilizarse. No es ninguna terapia porque no hay enfermedad que curar. En la actualidad, ninguna de las asociaciones de salud más importantes a nivel mundial aprueban o validan estas prácticas. Hace 30 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó de su lista de enfermedades la homosexualidad; la Asociación Americana de Psiquiatría y la Organización de las Naciones Unidas se han pronunciado completamente en contra de estas acciones, por la falta de sustento científico y ético. En nuestro país, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) también se declaró completamente en contra de estas prácticas.
Iván me intenta convencer de escribir mi experiencia y así poder entregar un documento más amplio con testimonios de personas que hemos sufrido un ECOSIG. Piensa que así es más fácil exigir a nuestros gobernantes su prohibición.
Fue el olor a pino y el frío lo que despertó a Erika. Después de tres horas de camino, lo único que podía ver eran árboles por todos lados. Al llegar a su destino, ella y los otros 14 jóvenes que iban de “retiro” ese fin de semana, bajaron de la camioneta que los había transportado desde el centro de Guadalajara hasta un lugar desconocido y que a la fecha sigue ignorando. Lo que tampoco sabía, ese viernes por la noche, es que estaba a punto de experimentar uno de los fines de semana más aterradores de su vida, y que el recuerdo de aquellos días la atormentarían hasta siete años y medio después, cuando al fin logró contar su testimonio.
Unos meses antes, Erika encontró la confianza de contarle a Pancho, el más joven de los acólitos de la iglesia a la que asistía, sobre su orientación sexual. Él tenía 20 y ella era cinco años menor. Pancho se mostró amable e interesado en “ayudarla” a resolver sus dudas. Le comentó que no era la primera persona en tener este tipo de inquietudes y que estuviera tranquila, y así se sintió, pues él no la juzgó y demostró interés en apoyarla.
Tres meses después, durante el verano en el que ella pasaba de tercero de secundaria a preparatoria, el joven acólito llegó con una invitación a asistir a un retiro donde la ayudarían. Lo único que tenía que hacer, era conseguir la autorización de sus padres o tutores firmando una carta que Pancho le entregó, misma que ni ella ni su mamá leyeron. Lo que recuerda de aquella carta es el título en mayúsculas: “Caminando hacia una nueva vida”. Su mamá, contenta por el acercamiento de su hija a Dios y confiada de las personas de la iglesia, firmó la carta.
La cita en el punto de reunión era a las 8 p.m. Cuando llegaron, la camioneta ya estaba cargada con los otros 14 jóvenes. Todos de diferentes edades, niños entre los 10 y 15 años. Varios papás que habían ido a dejar a sus hijos estaban ahí aguardando a que la camioneta partiera. Pancho le entregó la carta de autorización al chofer, único adulto que los acompañaría hasta su destino, y se despidió de Erika, él no la acompañaría.
Un estudio realizado en el 2018 por el Instituto Williams, de la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles, estima que alrededor de 16 mil jóvenes estadounidenses LGBT, de entre 13 y 17 años, pasarán por algún tipo de ECOSIG antes de cumplir los 18. Además, aproximadamente 57 mil jóvenes pertenecientes a este país están en riesgo de recibir dicha agresión por parte de un consejero con filosofía religiosa o espiritual.
De igual forma, los investigadores Christy M., Taylor N. T. y Kerith J. descubrieron que aproximadamente 698 mil adultos con una orientación sexual no heterosexual y/o una identidad no cisgénero[1], han recibido cierto tipo de ECOSIG en algún punto de su vida; 350 mil en la adolescencia.
A pesar de que en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría desclasificara la homosexualidad como una enfermedad, inclusive antes que la OMS, e hiciera un llamado a rechazar toda legislación discriminatoria contra las personas homosexuales, los datos mencionados anteriormente son de la última actualización que se hizo del estudio en junio 2019.
[1] Cisgénero: Cuando la expectativa social del género de la persona se alinea con el sexo asignado al nacer.
En tan sólo 19 de los 50 estados conformados por Estados Unidos de América, así como en Washington D.C., estas “terapias” ya han sido prohibidas o reguladas por la ley. Desafortunadamente, en México ningún estado prohíbe o protege a los jóvenes LGBT de los ECOSIG.
Cuando Érika y el resto de los jóvenes llegaron, se les pidió entregar cualquier aparato electrónico, desde un reloj hasta los celulares. Luego, hicieron lo mismo con los objetos de valor que les habían pedido llevar. Tenis, ropa y un control de videojuegos fueron algunos de los objetos que Erika recuerda haber visto. Por su parte, hizo entrega de un par de revistas Tú y 15 a 20 que coleccionaba como hobbie y nunca las volvió a ver. Supone que los dueños de los otros objetos tuvieron la misma suerte.
Una vez terminada la cena, los organizadores comenzaron a agrupar a los jóvenes con hojas de colores que se les colocaba en el pecho. En grupos de colores salían del comedor. Erika y otro niño, Alán de 11 años, fueron los últimos en ser agrupados.
Los dos organizadores guiaron a Erika y a Alán hasta su cabaña, la que estaba más alejada de todos y de todo. Con únicamente dos catres, una cubeta, dos cobijas y sin iluminación, ahí los dejaron. “Mañana por la mañana vendremos a despertarlos para el desayuno”, pero en realidad fue el tiempo quien los despertó, nadie regresó por ellos.
Al despertar, sus maletas ya no estaban. A lo lejos se escuchaba ruido y eran sombras lo único que alcanzaban a ver por los espacios generados en la inconclusa construcción. La puerta estaba cerrada por fuera con dos candados. Los desesperados gritos de Erika y Alán para que alguien fuera por ellos no funcionaron. Su inocencia les hizo creer que se habían olvidado de ellos por equivocación.
Debido al abrumante calor, ella calcula que fue hasta el medio día cuando al fin los dejaron salir. Uno de los señores que los había encerrado ahí la noche anterior, los llevó a una de las canchas con la promesa de que después de hacer una dinámica irían a comer algo. La dinámica consistió en que los demás jóvenes formaran un círculo alrededor de Erika y Alán. Ahí fue cuando los gritos y las ofensas comenzaron.
Erika no entendía nada de lo que pasaba, ni el significado de las palabras que agresivamente los chicos les gritaban. “SIDOSOS”, “DESVIADOS”, “MALNACIDOS”, “ENGENDROS”. Uno de los señores comenzó a culpar a los padres de ambas víctimas por lo que pasaban, mencionándoles que estos habían querido que así los trataran para que cambiaran. Inventándoles, entre muchas cosas más, que sus padres los odiaban y que los preferían muertos a seguir por ese camino. En ese momento Erika comprendió que Alán estaba ahí por la misma razón que ella y que habían puesto a todas las demás personas en su contra.
Para terminar con la actividad les arrojaron sobras de comida, los bañaron con agua helada y, a punta de patadas, con jalones de cabello y gritos ofensivos los volvieron a encerrar en lo que en un futuro sería una cabaña. “Esto es una probada de lo que es estar en el infierno, así que reflexionen si quieren seguir por ese camino”, les dijeron.
Si buscas en Google “Terapias de conversión”, puedes encontrar artículos, entrevistas, reportajes y en general información, con pruebas justificadas, sobre la falacia y la contraproducencia de estas pseudoterapias.
Gracias a uno de estos artículos pude encontrar la página de VenSer. En ella se ofrecen “terapias” con el psicólogo Everardo Martínez Macías, quien asegura ayudarte a dejar de tener atracciones homosexuales. Todo basado en artículos, testimonios, libros y videos que intentan justificar su teoría influenciada por la religión cristiana.
Dentro del contenido sobre la homosexualidad, en una de las publicaciones se menciona que una de las causas de esta orientación sexual radica en el área espiritual. Afirmando que por no tener las personas el “recubrimiento de la sangre de Cristo, pueden ser poseídas por espíritus de homosexualidad”. Y que en dado caso “se debe hacer obviamente un exorcismo”. Este tipo de frases y argumentos se encuentran constantemente en la página. Ubicados en Guadalajara, Jalisco, ofrecen citas presenciales y en línea, con un costo de $900 por 50 minutos de consulta.
Además de la falta de fe religiosa que, según ellos, es una de las causas de la atracción homosexual, también hablan de la preferencia sexual por razones psicológicas. Afirmando que puede ser corregida o alterada y que solo es cuestión de “desarrollar la heterosexualidad”.
Como VenSer, existen más organizaciones que promueven y practican este tipo de ECOSIG en todo el país. Aunque no se sabe el número exacto, los testimonios de las múltiples víctimas nos demuestran que estas prácticas son una realidad, ocurren tanto en casa como en centros “reformativo” y están por todo el país.
Al día siguiente, sus cosas les fueron entregadas. Sin señal para poderle marcar a alguien, esperaron pacientemente su turno para regresar a casa, pues a diferencia de su llegada en un solo grupo, ahora iban abordando camionetas en tandas. Sin posibilidad de bañarse, con amenazas y gritos, solo les fue permitido cambiar la ropa que llevaban puesta desde su llegada. Erika y su compañero fueron los últimos en subir a una camioneta y tomar rumbo de regreso. La primera parada fue la casa de Alán. Una vez Erika sola en la camioneta, con los mismos dos señores que los habían recibido unos días antes, tomaron una ruta desconocida.
La camioneta paró, los hombres bajaron del carro y comenzaron a hablar. Erika intentó marcar a alguien pero no tenía crédito en su celular. Al volver a la camioneta subieron en la parte de atrás, uno de cada lado de la joven quinceañera. “Hoy vas a terminar tu tratamiento. Ahora sí te harás una mujer de verdad”.
Uno de los hombres comenzó a mojarle la cara con una botella de agua. A la par, el otro hombre la desvestía. Erika solo sentía dolor, un desgarre. La violaron. Al terminar, le dijeron que se cambiara y la dejaron a unas cuadras de su casa. Sin llamar mucho la atención cuando llegó, lo primero que hizo fue bañarse y después dormir. Al día siguiente su madre le preguntó cómo le había ido y ella mintió: “bien”.
Nunca volvió a la iglesia, nunca volvió a ver a Pancho y no fue hasta siete años y medio después que encontró la valentía para contar por primera vez su testimonio. Cuando intentó levantar una denuncia le dijeron que no procedía por el tiempo que había transcurrido, porque Erika no recordaba el nombre de sus agresores y porque desconocía el lugar al que la habían llevado. Lo que le recomendaron fue que podía levantar un reporte para que quedara evidencia y así, en caso de que alguien más denuncie, poder darle seguimiento.
Según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana 2019 (ENSU), el 99.7% de los delitos de hostigamiento, abuso sexual y violación en México no se denuncian. La falta de perspectiva de género y la nula confianza hacia las autoridades, entre otros motivos, desincentivan levantar una denuncia. Además, ¿con qué confianza se levantaría una denuncia de violación “correctiva” en un contexto social donde no se respeta la orientación sexual?
En el 2018 se intentó legislar a nivel federal para penalizar de uno a tres años de cárcel, y de 100 a 300 días de multa, a las personas que busquen someter a menores de edad a terapias para anular el libre desarrollo de su personalidad u orientación sexual. Por cuestiones de redacción, la reforma se tuvo que cambiar antes de siquiera pasar a las Comisiones.
Actualmente, las Comisiones Unidas de Administración y Procuración de Justicia y de Equidad de Género en el Congreso de la Ciudad de México están en sesión permanente para continuar con el análisis y discusión de esta iniciativa con proyecto de decreto que reforma el código penal para el Distrito Federal.
Mientras tanto, en Guadalajara se está buscando impulsar la misma reforma a nivel estatal. Ya fue aprobada en las Comisiones y será hasta este año cuando se discuta en el pleno del congreso.
Como era de esperarse, los grupos conservadores han protestado manifestando su inconformidad por dichas reformas, alegando que se está atentando “el derecho de los padres a educar a sus hijos”. Los procesos burocráticos y la presión de los grupos conservadores hacen que se retrase aún más su aprobación. Hasta el día de hoy, y pese al esfuerzo de activistas, sigue sin existir en México una ley que prohíba o regule los intentos por “corregir” la orientación sexual e identidad de género. Intentos que violan los derechos de los jóvenes y niños.
Finalmente, algunos datos:
- La Encuesta Nacional sobre Discriminación realizada por el INEGI en 2017, arrojó que en el porcentaje de personas lesbianas, gays y bisexuales es de 1.9% en nuestro país.
- En México ningún estado prohíbe o protege a los jóvenes LGBT+ de los ECOSIG.
- De acuerdo con la Encuesta sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género 2018, realizada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), un 15.2% de los encuestados señaló que alguna vez se le sugirió “curar” su condición.