Crítica: Venom: El último baile (Venom: The Last Dance)

La tercera (y supuestamente última) entrega de Venom, protagonizada por el popular antihéroe de Marvel, se mantiene sin superar ni caer por debajo del nivel de sus predecesoras. Pero, ¿esto es algo positivo o negativo?

Kelly Marcel  

/ Tom Hardy, Juno Temple, Chiwetel Ejiofor, Rhys Ifans, Cristo Fernández, Alanna Ubach, Stephen Graham

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Sony

Venom nació en los cómics de Marvel en 1988, fruto de una colaboración entre el guionista David Michelinie y el dibujante Todd McFarlane. Su origen está vinculado a Spider-Man, cuando Peter Parker, en uno de sus arcos argumentales, adquirió un nuevo traje negro que luego descubriría ser un simbionte alienígena con mente propia. Cuando Parker se libró de este traje, el simbionte encontró a su nuevo huésped en Eddie Brock, un periodista fracasado que compartía un profundo odio hacia Spider-Man. Juntos, Brock y el simbionte dieron lugar a Venom, uno de los personajes más populares de la mitología de Spider-Man, con una mezcla de horror, violencia y oscuridad que resonó entre los lectores de finales de los años 80.

Este personaje, que comenzó como un villano, rápidamente trascendió su rol de antagonista para evolucionar hacia una figura más compleja, adoptando el papel de antihéroe en numerosas historias de Marvel. Venom representó la oscuridad y el caos, reflejando la frustración de una era marcada por el desencanto social, algo que McFarlane exploraría más tarde al fundar Image Comics y crear a Spawn, un personaje que comparte muchas características con Venom.

En 2018, Sony, dueña de los derechos cinematográficos de El Hombre Araña y sus personajes asociados, lanzó la primera película centrada en Venom, protagonizada por Tom Hardy como Eddie Brock. Aunque desconectada del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU) propiedad de Disney, la película ofreció una interpretación entretenida pero irregular del personaje. A pesar de que muchos fanáticos esperaban una adaptación más fiel a la atmósfera sombría del cómic, la película optó por un enfoque más accesible, diluyendo la violencia inherente al personaje para alcanzar un público juvenil más amplio. La actuación de Hardy y la química con su simbionte, fueron lo más destacado de la película, a pesar de una historia efímera y convencional.

La secuela, Venom: Let There Be Carnage (2021), dirigida por Andy Serkis, introdujo a Carnage, otro simbionte más cruel, alojado en el asesino en serie Cletus Kasady, interpretado por Woody Harrelson. Aunque la película ofreció acción y humor en igual medida, seguía careciendo de la oscuridad y violencia que los fans asocian con Venom. Serkis, conocido por su trabajo pionero en captura de movimiento, consiguió extraer actuaciones convincentes de sus protagonistas, pero el guion no consiguió desarrollar completamente la amenaza de Carnage ni las complejidades psicológicas que los personajes pedían.

En Venom: The Last Dance, la tercera entrega de la saga, supuestamente cierra el ciclo de la historia de Eddie Brock y su simbionte. Sin embargo, esta película no logra añadir ni quitar nada significativo a la saga. Sí, es más violenta y vulgar que las anteriores (aunque no tanto como Deadpool), pero se siente desconectada no solo del MCU, sino también de su propia mitología, lo que deja a los fans frustrados. Esta película vuelve a fallar en capturar la atmósfera de pesadilla que Venom representa en los cómics, optando en cambio por un tono cursi y ridículo que debilita la gravedad del personaje. Lo que alguna vez fue una tímida exploración de un simbionte monstruoso, ahora parece una comedia involuntaria.

Tom Hardy sigue siendo el punto más fuerte de la película, interpretando tanto a Brock como a Venom con ayuda de la captura de movimiento. Su capacidad para dar vida a ambos personajes simultáneamente es impresionante, pero la película no lo acompaña con una trama que esté a la altura de su actuación. La dinámica entre Brock y Venom sigue siendo la más interesante, pero incluso esa relación comienza a desgastarse con el tono inconsistente de la película.

Uno de los aspectos más molestos de Venom: The Last Dance sigue siendo su aislamiento del universo Marvel, especialmente del Spiderverse, al cual Venom pertenece naturalmente. El hecho de que Venom no se haya enfrentado a Spider-Man, ni en esta película ni en las anteriores, sigue siendo una gran decepción. Las expectativas de ver a Tom Hardy enfrentarse a Tom Holland, o al menos un cruce significativo con el MCU, se desvanecen una vez más. Este aislamiento se siente forzado, similar a lo que sucede con las recientes series de Marvel que evitan integrarse plenamente con el universo cinematográfico, o con las películas de Joker y la serie de The Penguin, que se mantienen separadas del DCEU, cuando Spider-Man: No Way Home y Deadpool & Wolverine demostraron que lo que se necesita es todo lo contrario. 

El uso del multiverso en esta película no hace más que justificar la desconexión (Brock se devuelve a su universo original sin ninguna explicación). Chiwetel Ejiofor, que fue el Barón Mordo en Doctor Strange aquí es el militar Rex Strickland, y Rhys Ifans, que interpretó a Lizard en The Amazing Spider-Man, aquí aparece como Martin, un hippie amante de los alienígenas y padre de familia. Que estos actores aparezcan aquí en roles diferentes sin explicación alguna, lo único que hace es crear confusión y malestar entre los fans. Por lo menos en la injustamente vapuleada Madame Web se arriesgaron a mostrar a la madre de Peter Parker y al Tío Ben en su versión joven. 

El villano que debería haber sido el gran antagonista de esta entrega, Knull (Andy Serkis), apenas aparece como una amenaza en ciernes. Los simbiontes secundarios, como Christmas (Clark Backo), Agony (Juno Temple) y Toxin (Stephen Graham), tampoco reciben el desarrollo que merecen, quedando como simples nombres sin impacto en la trama. A pesar de las menciones a los “seis”, un guiño a los Seis Siniestros, estos personajes nunca llegan a aparecer, dejando una sensación de más promesas incumplidas.

Si este realmente es el final de la saga de Venom, nos quedamos con una amarga sensación de vacío. La esperada confrontación entre Venom y Spider-Man sigue sin materializarse, y nos queda el consuelo de haber visto a Tobey Maguire enfrentarse a un Venom venido a menos en Spider-Man 3 (2007), donde Topher Grace interpretaba una versión inferior del simbionte. 

Es así como Venom: The Last Dance termina siendo un cierre divertido pero insatisfactorio para una trilogía que nunca encontró su lugar ni dentro ni fuera del universo Marvel. A pesar del carisma de Tom Hardy y algunas secuencias de acción entretenidas, la película no logra compensar su desconexión del Spiderverse ni su falta de profundidad narrativa. Esta cínica explotación a los villanos de Marvel (la infame Morbius y la próxima Kraven se suman a Venom y Madame Web) no tiene mucho sentido más allá del monetario, sin la presencia de nuestro amigable vecino El hombre Araña

P.D. La cinta incluye dos de las más flojas y decepcionantes escenas postcréditos de todas las películas de Marvel. 

CONTENIDO RELACIONADO