Si se quiere explorar por medio del recurso audiovisual lo que fue la vida y obra de la leyenda del reggae Bob Marley, existen dos interesantes y reveladores documentales al respecto. Bob Marley: The Making of a Legend (2011), dirigido por Esther Anderson y Gian Godoy, por medio de imágenes de archivo y entrevistas con personas cercanas al artista, nos ofrece una visión íntima de sus primeros años y su ascenso a la fama. Por su parte, Marley (2012) dirigido por Kevin MacDonald (The Last King Of Scotland), es un extenso trabajo biográfico sobre la vida y la carrera del artista, que llega a ofrecernos una visión profunda de su música, sus creencias y su impacto en la cultura mundial.
Ahora bien, si lo que quiere es una versión dramatizada, ligera, embellecida, sanitizada e idealizada, su elección será probablemente Bob Marley: One Love, un biopic canónico y efímero dirigido por Reinaldo Marcus Green, el mismo artífice de King Richard, la poderosa cinta sobre las hermanas tenistas Serena y Venus Williams y su padre entrenador, que le dio a Will Smith un premio Óscar en una ceremonia infame, debido a los impulsos agresivos del aparentemente pacífico actor.
Producida por Ziggy (uno de sus hijos) y Rita Marley (la esposa del músico), la cinta se centra en la segunda mitad de la carrera de Marley, que va desde el intento de asesinato en su contra en 1976, pasando por su período de exilio en Londres donde grabó el álbum Exodus, para culminar en la gira mundial que convirtió al reggae en un todo un fenómeno musical.
El actor británico Kingsley Ben-Adir, el malvado Skrull Gravik en la serie Secret Invasion de Marvel, y uno de los tantos Ken de Barbie, hace un muy buen trabajo encarnando a un Bob Marley mucho más apuesto y altivo que la versión original, donde la homofobia y la misoginia, así como las constantes infidelidades del músico se ocultan en favor de un retrato místico y casi mesiánico, similar al del Jim Morrison encarnado por Val Kilmer en The Doors o por el Freddie Mercury aséptico de Rami Malek en la sobrevalorada Bohemian Rhapsody.
Marcus Green y sus guionistas Terence Winter, Frank E. Flowers y Zach Baylin se inclinan por una cinta biográfica “segura”, que apele a un público familiar y donde las cosas se describen sin profundizar mucho o sin tomar ningún tipo de riesgo formal, como sí sucede en I’m Not Here de Todd Haynes sobre Bob Dylan o Control de Anton Corbijn sobre Ian Curtis de Joy Division. El resultado es una cinta tremendamente tibia que, aunque es muy superior a los innumerables y terribles dramatizados televisivos (La historia de Def Leppard, La historia de New Edition, La historia de Falco), no llega a ser un producto muy por encima de I Wanna Dance With Somebody, la cinta hueca sobre Whitney Houston; y es muy inferior a Rocketman y Elvis, las audaces aproximaciones a las vidas de Elton John y Presley. Piensen en One Love como una versión menor y más insípida del ya mencionado biopic de Queen.
No importa si el espectador es un seguidor acérrimo de Marley o simplemente un neófito en el asunto, esta cinta es básicamente una serie de viñetas superficiales que no tiene muy en cuenta a las personas. Hay indicios de ellas, como cuando Bob estalla en celos al ver a Rita (Lashana Lynch) hablando con otro hombre, cuando golpea brutalmente a su mánager Don Taylor (Anthony Welsh) por apropiarse de sus regalías o cuando se entera que tiene cáncer por una herida en el pie que nunca se trató debidamente. Pero todas estas escenas se cortan de tajo en favor de la anécdota.
Cuando Bob y su banda The Wailers abandonan Jamaica para ir a Londres a reflexionar y grabar su próximo álbum, la película hace una serie de flashbacks al estilo de Ray, para mostrarnos vistazos de su juventud. Vamos a ver a un joven Bob corriendo desde un campo en llamas (¿un sueño o un recuerdo?), perseguido por un hombre sombrío a caballo que puede o no ser el padre blanco que nunca conoció. Vemos su iniciación a la fe Rastafari y cómo le dio un sentido de pertenencia. Pero cada vez que queremos saber más, las cosas se quedan en humo.
Lo mismo pasa con los procesos creativos, tan necesarios para una película de este tipo y, al mismo tiempo, tan escasos en un género que prefiere el chisme al arte. Un flashback sobre la primera sesión de grabación de los Wailers, nos hace preguntarnos sobre los años formativos de la banda. Un joven Bob (Quan-Dajai Henriques), talentoso pero inseguro y enamorado de Rita (Nia Ashi), que todavía no ha llegado a la cima. ¿Cómo llegó a convertirse en el Tuff Gong? La película no nos responde.
Se menciona a Jimmy Cliff (el protagonista de The Harder They Come, la mejor película sobre reggae hasta la fecha) y veremos a algunos actores haciendo unas brevísimas apariciones de leyendas del reggae como Peter Tosh (Alexx A-Game), Marcia Griffiths (Naomi Cowan), Junior Marvin (David Marvin Kerr Jr.), Lee “Scratch” Perry (Everaldo Creary), el productor Coxsone Dodd (Jeff Crossley) e inclusive a Mick Jagger (Cosmo Wellings), pero de ninguno de ellos obtenemos ningún tipo de conocimiento, ya que esta es una cinta más ligera que un apartado en español de Wikipedia.
One Love no pasa demasiado tiempo con sus personajes por temor a que aprendamos algo sobre ellos. Rita recibe un disparo en la cabeza y luego regresa, luego de un par de días en el hospital, para estar en el concierto Smile Jamaica junto a su esposo. Sí, la verdadera Rita hizo eso, pero ¿por qué lo hizo? ¿por amor? ¿por deber? ¿por la fama? En Sid & Nancy, el director Alex Cox intentó recrear la relación sentimental de Sid Vicious de los Sex Pistols con su pareja Nancy Spungen, mostrándolos como seres humanos aparentando ser dioses. Aquí tan solo tenemos unas estatuas de dioses.
En algún momento de la cinta veremos a Cindy Breakspeare (Umi Myers), la reina de belleza jamaiquina con la que Bob tuvo una larga y tormentosa historia de amor, así como un hijo, pero aquí solo llega a ser una figura de fondo que solo los conocedores de la vida de Marley lograremos identificar. Se podría asumir que la participación de la familia Marley en la producción hizo que se diera poca importancia a esta y a otras relaciones sentimentales, pero los documentales sobre Marley producidos en colaboración con su familia no han evitado estos temas espinosos.
One Love llega a salvarse por sus números musicales (que afortunadamente llegan a ser varios) y por Ben-Adir capturando la energía frenética de la leyenda del reggae, pero quizás sea mejor comprarse el álbum Exodus, volver a escuchar por enésima vez la archiconocida recopilación Legend o ver el documental de MacDonald, a tener que exponerse a una hora y cuarenta y cuatro minutos de la vida de Bob Marley en aerosol.
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