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Cazzu: encontrando el equilibrio

Julieta Cazzuchelli ha tenido que bajar el ritmo, pero la quietud le ha permitido plantear nuevos escenarios para lo que viene, más allá de seguir siendo ‘La jefa del trap’

Fotografías por Daniela Castañeda

agosto 20, 2023

Cazzu está entrando a una etapa de su vida en la que les ha restado importancia a ciertas cosas, mientras otras han comenzado a preocuparle más. Atraviesa la última fase de su embarazo, un proceso que le ha sentado mucho mejor de lo que había imaginado, pues será madre primeriza, y nadie nace con las bases para traer un ser humano al mundo. A lo largo de estos meses, en medio de lanzamientos y conciertos, ha escuchado atentamente las experiencias de las madres que la rodean, nutriéndose de conocimientos que podrían servirle una vez dé a luz y comience la parte más complicada: la crianza.

“Creo que ha sido uno de los momentos donde más me ha tocado crecer y pensar en cosas”, reflexiona con voz adormilada y una taza de leche caliente, que bebe para comenzar su día. Sin embargo, se ha preparado mentalmente para ello, aunque aclara que su embarazo no fue consciente del todo, pero tampoco lo considera como un “evento fortuito”. “Yo tengo 29 años, no soy tan pequeña como para que esto tuviera que descolocarme 100 %. Soy una persona ordenada y responsable. Hay cosas que a una no le pasarían si no hubiera algún grado en que realmente lo quisiera”.

Durante este tiempo también ha notado que algunos vínculos se han afianzado, mientras ha preferido dejar otros un poco de lado, no necesariamente por discordias, sino por el impulso de cambiar sus horizontes. A esto le llama “un proceso de purificación”, que espera la lleve a un estado mental en el que pueda sentarse a componer sin prejuicios musicales cuando llegue la hora.

Por estos días, anda sintiéndose cansada y se le ha recomendado tranquilidad, de modo que ha reemplazado las tarimas por su casa y los micrófonos por agujas para tejer. “Estoy tratando de aprender a descansar un poquito. Me cuesta muchísimo, pero tengo que, por lo menos, estar haciendo algo con las manos para no enloquecerme en un segundo, así que el tejido forma parte de esa terapia”, comenta.

Cazzu tiene dos nombres, pero la suelen llamar Julieta, ‘Juli’ o ‘Ju’, como si se hiciera más corto a medida que se es más cercano. La imagen que proyecta es la de una mujer imponente –y lo es–, pero a medida que habla sobre su hogar, las vivencias que la han llevado a la cima y sus seres queridos, sobresale la parte más sensible de ‘La jefa del trap’.

Recuerdo que en varias ocasiones habías dicho que no tenías tiempo para el amor, e incluso llegaste a decir que le temías más que a la muerte, ¿por qué eras tan estricta contigo misma?

Creo que fue la experiencia de vida, en realidad. Estuvo un poco enseñado, un poco transmitido y lo agradezco porque consideraba a la vinculación afectiva como un obstáculo. Nosotras como mujeres tenemos muchos obstáculos, son demasiados contratiempos, y me tardé mucho en llegar a mi objetivo, o por lo menos a empezar a recorrer mi objetivo: poder vivir de la música.

Hoy, con la edad que tengo, con el compañero que tengo, y sobre todo con las perspectivas y el contexto, lo veo diferente. Veo cómo me ayuda más, me suma más de lo que me resta, hace que todo sea más fácil. Una persona que puede llegar a conocer tu personalidad y aconsejarte con más amor y más sinceridad de lo que el resto puede hacer. Me parece muy pintoresco y buena onda haber atravesado por todos esos sentimientos y cosas que decía en las entrevistas. Son transformaciones de madurez, de experiencias, uno también se da cuenta de que a veces la importancia de la vida está donde la gente no va a entender, en lo que la gente no puede ver.

Vestido de microtul @KlappenOficial; Maxi botas Ricky Sarkany; Guantes y anillos de plata, Limido.; Cadenas Aracano Jewelry; Cadena con dije, Panker

¿Crees que haber seguido esta filosofía valió la pena?

Sí, 100 % valió la pena. No lo aconsejaría si me tocara hablar con alguien que tuviera que recibir un consejo. No le diría que el amor es una torpeza para su carrera, pero no es fácil. Creo que no es sencillo que los hombres acepten el tipo de carreras que tenemos nosotras y la cercanía que tenemos a ciertas cosas que les generan mucha inseguridad. Eso puede provocar que no puedas dedicarle toda la energía que una carrera como esta necesita. Hoy es diferente, las cosas están mucho más tranquilas, les prestamos más atención a las chicas en la música que antes. Pero, en mi momento, eso era algo bien complicado, y sobre todo en este género.

Te criaste en Jujuy, al norte de Argentina y debajo de Bolivia, ¿cómo es la cultura de allí?

Es bien diferente a lo que la gente conoce sobre Argentina. La gente tiene un concepto que está basado en Buenos Aires, la capital del tango, todo esto de “¡Che, boludo!” [Risas]. Jujuy no se parece nada a eso. Visualmente tiene mucha naturaleza, es como la puna, un lugar arenoso y desértico. Tiene montañas, muchos colores, llamas, vicuñas y esas cosas. Yo me crie en las Yungas, que es más selvático y tropical, muy atravesado por la cultura aborigen del lugar, los incas y por lo que viene de arriba, o sea, Perú y Bolivia. Nuestro folklore es diferente al del resto del país, es más andino, tiene más vientos. Nos vemos distintos, hay más marrones que blancos. Nuestro acento está bien diferente, también. Yo casi no lo tengo y es una necesidad de que la gente me entienda todo lo que digo, pero si escuchas hablar a un jujeño, te tardarías en saber que es argentino.

¿Cómo es ser mujer jujeña?

¡Uy! Yo tengo la lamentable ventaja de ser blanca. Muchas veces pensé qué hubiese sido si yo hubiese sido marrón como el resto de mi familia. El racismo interno de nuestro país es muy, muy agudo, creo que habría sido muchísimo más complicado. Yo recuerdo, y esto no lo cuento con orgullo, que cuando vine a Buenos Aires y empecé a relacionarme, me molestaba mucho que la gente se distrajera con mi acento y que no le prestara atención a lo que yo decía. Sentía que a la gente la enternecía, porque ellos nos ven como una comunidad tierna, o no sé. Trataba de generar una neutralidad. Después, si alguien me lo preguntaba, yo, con todo el orgullo del mundo y con todo lo que conozco de mi cultura, decía: “Yo soy jujeña”.

Estamos muy estereotipados. Hay mucho racismo con respecto a nosotros, los norteños. Por eso, para mí, todo lo que tiene que ver con mi carrera está atravesado por muchísimos significados importantes, y ese es uno: ser mujer jujeña y haber tenido éxito en un género tan disociado de lo que alguien pudiese haberse imaginado de una jujeña.


“Yo no estoy aquí para ser el producto bello y placentero de la música ni del género, sino más bien para construir o destruir”.


¿Qué otros significados tiene lo que haces?

Siempre digo que no estoy aquí para ser el producto bello y placentero de la música ni del género, sino más bien para construir o destruir. Más allá de la alta carga estética y de lo importante que es para mí romperme el cerebro buscando un sonido y una imagen, siempre está atravesado por ser mujer y por decir algo que construya y que importe. Siento que hay muchas maneras de hacerlo. En otro momento, la gente no lo entendió y tal vez todavía no se entiende, pero “Págame que este culo se lo merece”, la barra de ‘Loca’, estaba atravesada por un discurso social importante. Hoy podemos ver que las pibas dicen un montón de cosas en las canciones, ya no se piensa tanto. En ese momento era jugártela, y considero que ese discurso fue una gran contribución para que hoy podamos ver cómo las pibas se mueven de formas mucho más despreocupadas con lo que dicen, con lo que hacen, con lo que se ponen.

Devolviéndonos más, ¿cómo nació Juli-K y por qué quisiste hacer cumbias?

Para mí, Juli-K es una gran antesala de Cazzu. Es el último momento previo a que nazca Cazzu y al fin convencerme de que se podía. Juli-K era como un espécimen de cumbia que no existía en ese momento en el país. A mí me encantaba el reggaetón, pero en Argentina el reggaetón nunca iba a ser nuestro. La cumbia, sobre todo en las chicas, era muy girly y romántica, que fueron las primeras cumbias que empecé a hacer.

Me fui a estudiar, dejé las primeras bandas que tuve, y me liberé de mi colegio. Fui a un colegio católico y privado para secundaria, lo primero que hice fue teñirme el pelo de rubio muy platinado para poder ponerle muchos colores. Me hice mi primer tatuaje, mi primer piercing y empecé a formar una personalidad. Entonces Juli-K nace de la necesidad de seguir haciendo música, pero de una mezcla que para mí no existía y que no sabíamos si musicalmente iba a funcionar. Yo estaba sola, no conocía a nadie, hacía cosas raras en el Facebook, me la pasaba buscando gente que me pudiera orientar y dar una pista. Eran muchas cosas en las que pensar, entonces uno no piensa en el peligro. Hoy lo pienso y digo, “qué valiente, y qué buena suerte”, porque me topé con muy buenas personas.

Tuvo bastante éxito, pero no económico y, de hecho, esa banda se terminó porque al monopolio de la comunidad le enojó la existencia de Juli-K. Y tuve algunas de mis primeras desilusiones grandes, que alguien venga, te cierre la puerta, y diga: “Si vos no lo vas a hacer conmigo, no lo vas a hacer”.

¿Cómo te repusiste de esa desilusión?

Yéndome. Me fui con el corazón muy roto de Tucumán y con el miedo atroz de estarme yendo. Tucumán, a pesar de ser otra provincia a unos kilómetros de Jujuy, seguía siendo el norte, seguía teniendo gente conocida y mi hermana vivía conmigo. Cuando yo me voy, me voy sola y dejando una carrera. Ya tenía unos 23 años, lo cual me hacía sentir que había perdido mucho de mi tiempo, no porque no fuera la carrera que yo quería hacer, sino porque si quería hacer algo en la música, necesitaba más oportunidades y tiempo.

Cuando llegué a Buenos Aires fue un poco más difícil en el sentido de que los primeros lugares donde yo empecé a grabar no me incluyeron tanto. Sí fueron muy amables y trabajábamos, pero ellos tenían como gangs y tribus. Yo tenía mi proyecto, los productores que había eran pibitos re jovencitos y muy buenos. Apenas tomábamos mate y la pasábamos bien, pero de ahí no pasaba. Yo necesitaba plata, porque la plata era lo único que iba a hacer que no tuviera que estar todo el tiempo confiando en el vínculo.

Maxi tapado de pelo, Atelier Pucheta; Top de seda, Baldesari; Jeans con piedras, Kosiuko.; Sandalias, Rick Owens; Guantes de vinilo, Shvnga.; Anillo de plata, Limido.

Recién a esa edad empezó el proyecto del urbano, del trap, del R&B, del reggaetón. Borré a Juli-K, traté de borrarla de todos lados para darle paso a Cazzu. Fue como: “Bueno, esta vez ya puede existir Cazzu”, pero era más tonto de mi parte dejar la cumbia yéndome a Buenos Aires. Era mejor hacer cumbia porque ya tenía un mercado, ya tenía una industria. Podría haberme facilitado las cosas, pero era más fuerte el amor por el reggaetón y por todo el movimiento del trap que estaba surgiendo en ese momento, que era mucho más grande.

¿Cómo se te dio la oportunidad de grabar tus primeras canciones?

Yo ya tenía mucho conocimiento de lo poco que había en Buenos Aires; siempre digo que el reggaetón que se hacía en ese entonces en Argentina, en el 2014-2016, estaba muy bien hecho. Eran chicos que estaban al nivel de Tainy, lo que me llevó a siempre estarlos escuchando.

Sabía que la mayoría de los artistas muy chiquititos de reggaetón que había en Argentina grababan, y que lo hacían para otras personas. Cuando tuve mi primera posibilidad de tener plata, fueron las primeras cosas que grabé, pero también tratando de introducirme a un ambiente que sabía que existía aquí, y tenía que ver con las fiestas de reggaetón; ahí andaban los mismos chicos que grababan, así que me hice amiga de los más importantes. Fui intentando con uno e intentando con otro, hasta que llegué a la persona con la que hice mi primer disco, que fue Maldade$.

¿Qué tan diferente era la escena del trap en ese entonces a cómo es ahora?

No había una escena del trap, nosotros la creamos. La escena era del rap, del hip hop; tenías la batalla, donde algunos pibes empezaban a desarrollar sus carreras más deportistas de la rima: Duki, Wos, Trueno. Era una cosa que a mí me encantaba, pero yo no hacía freestyle, me gustaba. Solo iba a ver de vez en cuando, y me gustaba mucho el hip hop.

Había mucho evento. Venían raperitos que para mí eran grandes y que hoy todavía lo son, los miro con la misma admiración. Me acuerdo del primer Palermo de Rels B, había, no sé, 200 personas o menos… Original Juan, Lil Supa, Akapellah, eran las personas que venían a cantar. Era el ambiente al que pertenecía a pesar de que sí, el hip hop y el reggaetón se alejan. De hecho, muchos de los pibes de la batalla hoy están haciendo reggaetón.

En una ocasión dijiste que haber sido pionera del trap a veces te resultaba un lugar “un poco ingrato e injusto”, ¿por qué?

Pienso que las primeras personas que descubren tal cosa no son las que se pegan. La siguiente camada tiene menos tiempo para perder, está menos hecha mierda porque la verdad es que las experiencias que son duras y te hacen mierda, te vuelven arisco, terco. Empiezas a tomar malas decisiones por defenderte. Siento que haber sido la primera ha sido más para las que vinieron que para mí, en un sentido individualista, mirando mi carrera y la del resto. Pero me parece que así debe de ser, alguien tiene que patear la puerta y tirarla abajo, y a mí me tocó ser esa persona en muchas ocasiones.

Tal vez antes lo veía con el foco del egoísmo, pero hoy me enorgullece mucho haber sido la persona que hizo que todas las chicas hoy estén en un lugar en el urbano que es muy cómodo. No digo que haya sido la única, para nada, pero mi proyecto sí era bastante maleducado, bastante rebelde.

Cuando comenzaste, también lo hiciste con La Joaqui, ¿verdad?

Ella sí venía de la batalla. La carrera de La Joaqui a mí me interpela un montón porque ella venía de un lugar donde pararte, en ese entonces, delante de un pibe que te iba a insultar de todas las formas habidas y por haber, tu “debilidad” más grande era el ser mujer. El lugar donde se metió fue mucho más doloroso, pienso. Por eso también todo lo que a ella le resulte éxito, a mí me lleva a sentir un montón de cosas lindas.

Escuchar ‘Glock’ es darse cuenta de que tienen una relación muy bonita. Encontrar eso es muy especial porque las amigas salvan, ¿cómo es su amistad?

Nosotras nos conocemos hace muchos años. Fuimos y volvimos. Ella vivió en lugares lejos, a veces se me desaparecía de la vista. Nuestra primera canción se llama ‘Ay papi’ y fue el primer reggaetón en el que ella aparece; fue una canción preciosa, le fue súper bien para lo que en ese momento considerábamos bien. Siento que fue un gran comienzo para nosotras.

Después de eso a ella le pasaron un millón de cosas y a mí también. A veces estuvimos más lejos, a veces estuvimos más cerca. Hubo gente que intentó enemistarnos, que es lo típico, porque hacíamos lo que no hacían 20. Con el tiempo siempre nos volvimos a encontrar, siempre de un lugar super empático y super sororo.


“Alguien tiene que patear la puerta y tirarla abajo, y bueno, a mí me tocó ser esa persona en muchas ocasiones”.


Hace un tiempo, ella tuvo una relación muy violenta y muy peligrosa para su vida y la de sus hijas. Ella contó que el único teléfono que recordaba de memoria era el mío, y siempre me hablaba, de repente se conectaba y se desconectaba. Yo no sabía qué estaba pasando, pero sabía que algo pasaba, hasta que al fin me contó lo que estaba atravesando. Me acuerdo de que fue justo un día antes de un viaje a México que terminamos de mudarla como de misión rescate. Yo estaba dejando mi primer departamento en el que vivía aquí en Buenos Aires, y se lo dejé para ella. Me fui tranquila de que ella estaba a salvo, pero tuve mucho miedo de no llegar a tiempo y de no ver más a mi amiga. Eso fue algo que nos marcó un montón y hace poquito ‘Glock’ lo sacamos juntas; es una de esas canciones que representan un montón de cosas.

Uno de tus proyectos más bonitos ha sido Una niña inútil, disco que sacaste en pandemia inspirado en la poesía de Alfonsina Storni, ¿tus vivencias resonaban un poco con las de ella?

Creo que Alfonsina tiene una forma trágica de contar el amor, algo que siento que es bastante yo. Ojalá tuviera el nivel de Alfonsina para dibujar las emociones, pero sobre todo fue por admiración, no solo a su poesía. Cuando yo estaba en pandemia, la sensación era “hay un montón de gente haciendo perreo ahora, ¿por qué yo también?”. Fue ese otro momento donde dije, “Esta es mi oportunidad para darles un disco que sea un viaje y que sea para escucharlo”. No es lo mismo cuando la gente está en la vorágine de la calle y de la fiesta que en pandemia.

Las canciones las hice antes de ponerle el nombre de una poesía. Empecé a leer a Alfonsina entremedio que estaba haciendo el disco y se me ocurrió que lo divertido era que la gente después pudiera leer la poesía y relacionarla como quisiera con la canción. No era una fidelidad exacta, era lo que a mí me parecía que más correspondía en lo que yo decía en la canción y lo que ella decía. De esa manera convivía mejor porque no tenía sentido que yo hiciera una canción que dijera lo mismo que el poema.

Es verdad. El año pasado llegó Nena trampa, que es tu disco más variado en cuanto a sonidos. Este álbum salió hace poco más de un año, ¿cómo lo percibes ahora?

Yo lo amo. Trabajamos con muchísima pasión, con muchísima dedicación. Siempre que voy a hacer un disco busco mi propio sonido. A veces nos referenciamos y decimos más por aquí y más por allá pero siempre buscando mi marca. También hacemos el experimento de usar cosas muy raras y ver cuánto tiempo nos tardamos en verlo en otro lugar. Es como un chiste medio interno que tenemos.

Particularmente, Nena Trampa está hecho un poco para seguir trabajando porque yo soy muy experimental. Me encanta cambiar y hacer cosas que no existen, pero aun así todavía le tengo miedo y tengo que escuchar a la gente que me dice cómo hacer que esto funcione. Siempre trato de hacer ese equilibrio donde uno le da a la gente cosas que sabés que está esperando porque están sonando y es la estética que se está manejando, siempre teñida de mi toque.

Maxi tapado de pailletes, Atelier Pucheta; Arnes de cuero, Shvnga.; Cadena y anillo de plata Aracano Jewelry; Cadenas con dijes y anillos, Panker; Pantalón Atelier Pucheta; Stilettos Ricky Sarkany.

Tiene una de las canciones más importantes, que creo fue de los eventos más importantes en mi vida. Me hace sentir muy realizada. Yo ya estaba embarazada en ese momento; es ‘Peli-culeo (remix)’. Cuando yo logré hacer el remix para Nena trampa Deluxe fue como, “Ya hice todo lo que había que hacer en este género”. Para mí representa un montón de cosas; primero, que es mi canción, segundo, que sucede a través de mí y del vínculo que pude cultivar con mis colegas, con estas grandes personas con las que me crie escuchando.

Siento que, en algún punto, para las mujeres y para todo esto que tratamos de construir, sigue siendo algo épico. A veces no soy ni la más pegada ahora mismo en Argentina; soy la Cazzu que todo el mundo conoce, que hace música, le va bien, a veces mejor, a veces no tanto, pero que la gente respeta. Y para mí no hay ninguna muestra de respeto más grande que haber podido juntar a todos esos monstruos del reggaetón en una sola canción.

Julieta, ¿te consideras lo que llaman una “bad bitch”?

No.

¿Por qué?

Porque si bien hay mucho de bad bitch en mi música, hay mucho de sad bitch [risas]. Pero, sobre todo, creo que soy más una revolucionaria que una bad bitch, no es lo mismo. Yo amo a Cardi B, pero a mí me toca a veces estar más hablando como Nena trampa, de la problemática, de lo que quiero que cambie, de cómo me siento, de cómo me están haciendo sentir. Pero si me preguntás musicalmente, me siento un poco más seria a veces, más social. Tengo toda esta cosa, este ADN de estar queriendo siempre patear el avispero e invitarnos a “che, todavía nos falta seguir hablando de esto”. Entonces no, no me considero tanto una bad bitch en su máximo esplendor. Puede que tenga una cuota, sí, y cuando conoces a Julieta te das cuenta de que también hay mucho de personaje porque yo estoy todo el día leyendo un libro, tejiendo o escribiendo algo. Soy bastante nerd, una abuelita.

Lo preguntaba justamente porque la imagen que proyectas como Cazzu hace que se te perciba de esa forma, pero cuando uno ve a Julieta hablar, hay más sensibilidad, ¿es así?

Sí, no son cosas que no puedan convivir. Por eso también, por ejemplo, hablando de Nena trampa, es la sensibilidad y lo más bad bitch. Es un buen ejemplo de quién es Julieta y Cazzu porque ahí tenés todas esas facetas de muy sexual, muy sensual y la Cazzu enojada que quiere decir algo importante. Y después la súper sensible que no más, una lloradita. Entonces sí pienso que soy todo eso. En mi vida personal soy mucho menos bad bitch de lo que comunica mi cuerpo, que yo entiendo. No me incomoda porque también es una forma de tener un escudo. La gente piensa que soy así, que vivo metiéndome cosas por la nariz, que me encanta el alcohol, la fiesta y que soy re loca, y soy re abuelita. Soy una señora jubilada [risas].


“A veces no soy ni la más pegada ahora mismo en Argentina; soy la Cazzu que todo el mundo conoce, que hace música, le va bien, a veces mejor, a veces no tanto, pero que la gente respeta”.


En este punto de tu vida y tu carrera, ¿qué te preocupa y qué te importa?

Me importa mucho mantener el equilibrio de una forma un poco más responsable entre mi vida, mi familia y mi carrera. Creo que ese es mi siguiente reto, entender de qué forma voy a dedicarle tiempo a mi nueva familia. Obviamente seguiré con mi música, seguiré con la intensidad y con la pasión con la que siempre la hice, pero sí con un poco más de equilibrio entendiendo que la vida es ambas cosas.

Y ¿qué me preocupa? Me preocupan muchas cosas, soy una persona preocupada [risas], pero sobre todo ser una buena mamá. Que mi bebé sepa que su mamá no era la ‘Jefa del Trap’ porque estaba re loca, sino porque tenía un montón de cosas para decir y para aportarle a las mujeres, a la música, al mundo y así seguir haciendo. Se vienen proyectos bastante bonitos e importantes, un poco diferentes de la música y creo que también va a estar bueno, van a ser grandes aportes.            


Créditos:
Producción General: Pía Fernández Paz
Estilismo: Jorge León 
Director de Fotografía: Agustín Vidal
Dirección de Arte: Daniela Goldenstein
Retoque: Alejandra Tamayo
Pelo: Facu Diaz para Niche Estudio con productos Schwarzkopf Pro.
Makeup: Ines Pizarro para Niche Estudio
Nails Art: Florencia Alonso
Asistente/Productora: Florencia Raffaele
Asistente de Fotografía 1: Manu Uribe
Asistente de Fotografía 2: Morena Cannizzo
Productora: Candela Pietragallo
Asistente de producción: Isabel Moran
Gaffer: Pablo Martin Núñez
Asistente de Arte: Julieta Raimondi
Asistente Digital de Iluminación: Jahwar
Eléctrico / Grip: Federico Molentino

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