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‘Black Mirror’ busca (sin éxito) desconectarse de los dispositivos recurrentes

Un nuevo catálogo de cinco pesadillas tecnológicas está aquí para dar martillazos a la distopía digital

Por  RODRIGO TORRIJOS

Black Mirror

¿Cómo es la nueva temporada de ‘Black Mirror?

Black Mirror estrenó una nueva temporada de cinco capítulos, en esta entrega la saga distopica se somete a una sesión de autoanálisis y abandona la obsesión por proyectar angustias humanas a través de dispositivos electrónicos, por un seguro regreso a los básicos, a los fundamentos de la serie b, que este proyecto ha sabido vestir de sofisticación digital.

Sin embargo, sus esfuerzos metalingüísticos terminan siendo menos que autorreferenciales, desembocan en una segura mirada hacia los fundamentos del género, las propuestas de “alto concepto”, como define la industria a esas historias hambrientas de peculiaridad y que fácilmente puedes encerrar en una frase, cosas del tipo “un montón de serpientes se toman un avión, un tipo queda atrapado en un mismo día que se repite o un científico crea un parque de diversiones con dinosaurios”. Solo que en esta temporada Charlie Brooks se excede en la moraleja, en un desarrollo de personajes extenso para un formato unitario y en una narrativa a veces tediosa, larga que rompe con la promesa ágil y renovadora que causo interés en las primeras temporadas de la serie.

Aun así, podemos decir que los dos primeros capítulos parecen escritos por una inteligencia artificial a la que se le advierte hacer continuos cambios de giro. Los comentaré como uno solo porque no pueden dejar de percibirse así, ambos giran o terminan girando alrededor de una plataforma de distribución de contenidos muy parecida a la decadente Netflix, “Streamberry”. A partir de allí se desprende otro cuerpo de tres capítulos que parecieran querer romper con la esperada angustia tecnológica sembrando semillas del caos en escenarios que recurren a la nostalgia por el cine de serie B.

Cinco capítulos, una pesadilla recurrente.

(Posibles spoilers). El primer capítulo Joan es horrible, es horrible. En una metaficción una mujer descubre que su vida se ha convertido en una serie dentro de la plataforma de entretenimiento que ahoga el mercado de contenidos, en su lucha por recuperar su vida, su privacidad y su derecho a ser horrible, esta dama recurre a enrevesados trucos que la llevan a confrontar a la actriz que ha cedido sus derechos, para que un sistema de producción digital regido por una computadora cuántica haga de las suyas. Salma Hayeck y Annie Murphy encarnan dúctilmente a una previsible y humana Joan, pero no logran rescatar el episodio de la inevitable “distopía con moraleja” que pone sello de autor a la serie regida por Charlie Brooker. 

En Loch Henry un documentalista regresa a su pueblo y es impulsado por su novia a contar una historia que muchos preferirían dejar en el pasado, el capitulo se convierte en una mezcla de found footage y programas de cazasustos, y hace lo que parecieran hacer la mayoría de showrunners y productores a quienes la plataforma compra sus productos; mirar lo que está en la plataforma y repetirlo. En este caso la vida del chico termina pareciéndose a los escandalosos documentales de asesinos en serie que acumulan tanto morbo y éxito en la plataforma, pero se excede en la construcción de personajes y en argumentar las circunstancias internas de un personaje que solo se dignifican con sangre. Al final es como si del sueño despertaras pudiendo explicar poco y apenas balbuceando, “la mala no es la tecnología, los malos somos nosotros”.

Beyond The Sea trae ante las cámaras de nuevo a Aaron Paul, a quien por alguna extraña razón los guionistas aman encerrar, está vez en el espacio junto a Josh Hartnett, este capítulo titulado edulcoradamente “s allá del mar” sitúa a las dos estrellas en el espacio exterior y apela a una jugada interesante pero rebuscada, ¿qué tal si los astronautas pudieran tener un doble en la tierra para pasar tiempo con sus familias mientras están cumpliendo labores en el espacio?. Black Mirror responde a su interrogante con buenas intenciones, pero sepulta su premisa audaz bajo una nube de cursilerías, momentos predecibles y actuaciones melosas. 

El cuarto capítulo nos lleva a California dónde Zazie Beetz da por lejos la mejor actuación de la temporada encarnando a una paparazzi con sentido de culpa, a la altura de este capitulo titulado Mazey Day la serie parece despertar y reclamar su estado feroz y natural con un giro de tuerca que pone las cosas “peludas” para librarse de culpa, de forzadas “neomoralejas woke” y vuelve a un horror seguro que continua su viaje en el capítulo final, Demon 79.

Demon 79 cierra la saga con una referencia a odiseas de venganza de baja estima del tipo I spit In Your Grave y recoge los pasos dados durante los capítulos anteriores como si supiera claramente que ha dado lo que la audiencia quiere y ahora quiere brindarse un gusto, grotesco, sanguinario y libre de culpa.

Incluso en este capítulo se desconecta de la consabida insignia de la serie “un aparato que hace tal cosa y revela la condición humana” y se concentra en la condición humana y en un evento que bien podría darse solo en la cabeza de su protagonista, una inmigrante atrapada en una Gran Bretaña de finales de los setenta en dónde los partidos de derecha como el “Front” empiezan a sembrar ideologías nacionalistas con espíritu neonazi en la clase trabajadora.

¿Qué refleja Black Mirror en su nueva temporada?

La serie desemboca en su quinto capítulo haciéndonos sentir que perdimos algunos minutos en el camino, pero el mensaje se hace claro a martillazos. Las angustias tecnológicas solo revelan una condición humana manipulable desde la que la ausencia de empatía y el encierro en nosotros mismos nos lleva a enfrentar un vacío totalitario que destruye al individuo, probablemente volver a lo básico, a la brutal violencia inexplicable de la serie B o a la rabia fundamental para destrozar el cráneo de un par de nazis disfrazados de políticos sea el camino para no perder nuestra humanidad.

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