Bienvenidos a la jungla (para todo público): detrás del show de los Guns en Buenos Aires

En su quinta visita a la Argentina, la banda de Axl Rose y Slash colmó el estadio de River y dio una lección de historia rockera frente varias generaciones

Por  ROLLING STONE

octubre 1, 2022

El explosivo show de Guns N'Roses ante un Monumental repleto

Por Luciana Miranda Sequeira

Es una noche primaveral en Buenos Aires y el barrio de Nuñez parece tomado por las camperas de cuero. De todos los talles. Porque, a diferencia del público más homogéneo de aquellos años noventa, ahora son padres, madres e hijos los que se acercan hasta el Monumental para ser parte de la quinta presentación de los Guns ’n Roses en Argentina.

“Traemos a la nueva generación para que disfrute de la buena música”, dice Valeria, de 46 años, que vio por primera vez a los Guns en 1992 y ahora, 30 años después, vuelve con las mismas amigas que la acompañaron en aquella fecha y con su hija de 19. “Estoy acá por ella -dice la más chica-, toda la vida escuchando en casa a los Guns, Metallica, AC/DC, Bon Jovi… Crecí con su música y hoy es la música que me gusta a mí”. 

El show de los Guns N’ Roses ante un Monumental repleto

“Además de escucharlos queremos juntarnos como en aquella época, recordar ese momento como amigas”, agrega Valeria. Es verdad, en todo el ambiente previo se siente ese clima de reencuentro. Los que ya se conocen se vuelven a ver las caras y los nuevos parecen sentirse parte de una historia más grande.

El paisaje es pintoresco. Podríamos estar en Buenos Aires o en Mistery Lonely, la película de Harmony Korine sobre dobles de famosos que se van a vivir a una isla. Solo que acá todos los dobles se reflejan en los Guns’n Roses. Hay un Axl Rose cincuentón que todavía usa pollera escocesa, un Slash con la bandera de Argentina enganchada en el pantalón tiro bajo. Hay pañuelos en la cabeza, gorros, pelucas con rulos negras y largas. El público se apropió de la identidad visual de los músicos. 

Axl Rose, en pleno tour de reencuentro con Sudamérica Foto: Telam

We’re F’N Back! se llama la gira que lo trajo a Latinoamérica y eso también se siente en el aire. Un hombre le pega con un martillo a una botella con hielo, al lado lo esperan sus amigos con Fernet y gaseosa dispuestos a armar un vaso comunitario. También está Juan, de 49 años, con su esposa y sus hijos. El paisaje familiar se repite. “Los vinimos a ver porque son parte de la historia de la música, pero con un poquito de miedo por el presente y de amor por lo que fue”, dice. 

Hay un grupo en la esquina de Avenida del Libertador y Campos Salles formado por otro Slash, Tomás, que toca en una banda tributo a los Guns, y dos chicos de 20 años, que no figuraban entre los planes de sus futuros padres cuando Axl estaba en su apogeo. Los más jóvenes sienten que esta banda es una puerta de entrada al buen hard rock y los mayores vinieron porque sospechan que puede ser una de las últimas chances de verla en vivo. Se unen en un vaso de Fernet mientras quienes pasan le piden una selfie al Slash nacional y popular. 

Esta nueva generación, que nació con Internet y no tuvo VHS grabados con los recitales de sus ídolos, tampoco conoce el caso Cintia Tallarico (la chica de 16 años que se quitó la vida por no poder ir a ver a los Guns), ni les debe haber llegado el rumor de Axl quemando la bandera argentina en París. Esta generación no necesita más credenciales, vino por su clase de historia.

Antes de continuar por la entrada de Avenida Figueroa Alcorta, un falso Axl Rose canta Sweet Child of Mine a través de un parlante. Mientras la gente que hace cola para entrar al recital salta con cerveza en mano y otro falso Slash se acerca para agregarle más mística al show callejero. El espectáculo es colectivo. 

Ya adentro de un Monumental repleto, el show comienza al fin a las 21 con It’s So Easy y Axl Rose sonriente, que así continuará durante casi tres horas en escena. 

Axl y Slash no defraudan: siguen siendo un dúo explosivo y vivo, lo que en la previa aumentó la expectativa e hizo que las entradas se agotaran rápidamente. Además, se sumaron a la banda el bajista Duff McKagan y el tecladista Dizzy Reed, dos históricos indiscutibles. También Richard Fortus, en guitarra rítmica, y el baterista Frank Ferrer, que tocó con una musculosa de Johnny Thunders. Tanto los músicos como el público parecen estar conectadores con sus mentores musicales. 

Welcome to de Jungle fue el primer tema con el que realmente estalló el Monumental. Antes, Slash había hecho un solo tocando Rumble, de Link Wray; sí, esa canción que muchos conocen por la escena de Pulp Fiction en la que Vicent Vega y Mia Wallace hablan de los silencios incómodos. Y hablando de silencios, acá casi no se habló. A las pocas canciones de empezar el show, Axl pidió a quienes estaban en el campo más cerca del escenario que no se aplastaran y que la pasaran bien. Todos tomaron nota e hicieron caso como buenos alumnos hasta la última canción. 

Slash se lució en todo el show con varios solo de guitarras, como suele hacerlo. Tocó hasta Blackbird de los Beatles dibujando una sonrisa generalizada en el público. La voz de Axl sonaba algo cansada, aunque su cuerpo no parecía estarlo. Se movió sin parar por todo el escenario, revoleó el micrófono y movió las caderas, sin importar que algunas canciones no le hicieran justicia o no se adaptaran al Axl de hoy. El ex pelilargo sonríe y, a fuerza de buena onda, enfrenta sus debilidades, corta el mazo y vuelve a repartir cartas con hits. 

Algunas de las canciones más festejadas fueron Live and Let Die, cover de los Wings, y Sweet Child o’ Mine. En November Rain Axl se sentó al piano en una pose muy Elton John y se entregó al instrumento. Otra vez la voz no le jugó una buena pasada, pero el cantante fue apoyado nuevamente por una banda que suena ajustadísima y con disciplina, a su manera. Sobre todo, se destaca Duff McKagan, quien aporta vitalidad en cada track, además de estar físicamente muy parecido a David Bowie. 

Mientras tanto, en el campo se veía un pogo en el que se mezclaban señores con campera de cuero y barba blanca y chicos que todavía no tienen la piel curtida por el afeitado. Todos juntos ahí, en su propia Paradise City.

(Nota de la redacción: por decisión de la banda, no se autorizó la cobertura fotográfica de este concierto)

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