Mucho se ha dicho, se dice y se seguirá diciendo sobre Ricardo Arjona, sin embargo, también hay un montón de cosas innegables a la hora de analizar su carrera, como su éxito arrollador, su estilo único y particular, y su férrea personalidad.
Son pocos los artistas iberoamericanos que, habiendo sido tan criticados, han vendido tantos millones de discos; casi es un común denominador, a mayor popularidad, mayor en el volumen de las críticas, porque si nadie odia tu trabajo es porque nadie conoce tu trabajo. Y a Arjona lo conoce todo el mundo.
Con casi cuatro décadas de carrera, su voz y sus letras han logrado una conexión indiscutible con quienes encuentran en sus canciones una forma de entender la vida, el mundo y las relaciones. Sus críticos le acusan de ser demasiado básico, pero si se le compara con otros letristas de éxito enorme, Arjona se muestra más ingenioso, curioso y coherente que muchos otros, mientras los listados se llenan de canciones con letras cada vez más ramplonas, llenas de product placement y ego trips estúpidos.
Y él se da el lujo de evitar subirse al bus del urbano porque nunca lo ha empujado. Y no lo necesita, porque lo suyo ha logrado mantenerse exitosamente y por cuenta propia, cuando muchos de sus colegas (miembros de la misma generación) luchan contra la irrelevancia haciendo colaboraciones desesperadas con figuras del reggaetón, con resultados lamentables.
A comienzos de la década pasada creó su propio sello disquero, Metamorfosis, e inauguró esa nueva condición con un álbum titulado Independiente. Resulta muy difícil imaginar a las directivas de una disquera tratando de decirle cómo escribir sus canciones o cómo manejar estratégicamente su carrera. “Los enemigos que genera la independencia valen mucho más que los amigos que genera la subordinación”, dijo en su momento, dejando las cosas perfectamente claras, y sentando un referente más para quienes navegan las agitadas aguas del negocio musical.
Entre 2020 y 2021 lanzó los álbumes Blanco y Negro, con canciones en formatos que hoy podrían denominarse como “clásicos”, abarcando desde el tango y blues, hasta el rock y el pop. Los dos discos fueron grabados en Londres, en los estudios de Abbey Road, y son evidentes declaraciones de principios sobre lo que este artista piensa de las tendencias actuales en una industria maleable, falta de carácter y llena de conveniencias.
Con el mismo espíritu de esos dos álbumes, el cantautor guatemalteco también se ha dado el lujo de emprender un tour que al finalizar habrá presentado más de 100 conciertos a los largo y ancho de Estados Unidos, Europa y América Latina. La gira tiene unas dimensiones colosales, y hay quienes han llegado a compararla con lo que Coldplay ha venido haciendo en vivo en los últimos años. Los resultados de esta aventura han sido proporcionales, y ya se cuentan por millones las personas que han asistidos a los shows.
Nada de eso habría sido posible si las críticas le hubieran perturbado. “Me gusta la gente malintencionada, no para pelear con ellos, sino para demostrarles que el regirte por sus propias convicciones es el único camino”, es una frase que se le atribuye en respuesta a sus críticos más virulentos. A lo largo de esta entrevista veremos que Arjona habla y piensa como escribe, gústele a quien le guste; ante su discurso y su figura es muy difícil que alguien quede indiferente.
Alguna vez usted dijo que sentía nostalgia de sí mismo, ¿cuáles son las cosas que más extraña del Ricardo que tenía 25 O 30 años?
A los 25 sabía perder. Incluso lo disfrutaba. Era inmune a lo sofisticado, y el ego pagaba renta a corto plazo, que era casi lo mismo que el teflón, todo resbalaba. A los 25 componía por impulso, y lo que escribía no iba a parar a las manos de directores artísticos que se disfrazaban de músicos siendo financieros. Hoy, a un poco más del doble, ya no lo veo con nostalgia. Fui un cisne que nadó muchas veces entre fango, y salió inmaculadamente blanco, aunque un poco más viejo. Hoy, volví a ser el mismo, aunque sospecho que más feliz.
¿Qué artistas eran los ejemplos que seguía en sus comienzos?
Fui siempre un tipo sin complejos para escuchar música. Igual para la lectura. Escuchaba y leía lo que me provocara un estallido en el pecho. Nunca me importó lo que decían los guetos de intelectuales que exigían mucho y paraban haciendo nada. Fui de los Beatles a Chick Corea sin escalas, saltaba de Camilo Sesto a Sui Generis sin miedo, y cantaba a Silvio y a Serrat, como a Roberto Carlos.
Uno de los aspectos más característicos e inconfundibles de su trabajo se encuentra en las letras de las canciones, ¿con qué recursos alimenta ese aspecto? ¿Lee mucho? ¿Qué tipo de cosas lee?
Las canciones son una especie de regalo que viene de no sé quién para ir a parar a no se sabe dónde. Toda canción pensada es mala, toda canción que nace con objetivos precisos tiene garantizado el fracaso. No sé si me sirvió lo que leí, o si fue lo que viví, o quizás de lo que me arrepentí. Las canciones se escriben como un impulso del que entre menos se sepa, más longevo se hará.
“La fama, en estos tiempos es una puta que se vende al mejor postor, aunque sea el peor, como ya lo dijo alguien”.
¿Cuál es su perspectiva del amor en el siglo XXI? ¿Cómo lo has visto transformarse en estas dos décadas? ¿O crees que el amor siempre ha sido y será el mismo?
“El amor tiene firma de autor en las causas perdidas”, alguien dijo eso. “El amor siempre empieza soñando y termina en insomnio”, alguien lo dijo también. Del amor se sabe poco, todo amor que no es improvisado se parece a los estados de cuenta. Hay que dejarlo cómo está, joderlo poco, porque si no lo haces se la agarra contigo y te arruina la vida.
¿Por qué es tan importante el amor de pareja en las canciones más escuchadas de la cultura popular? ¿No existen hoy temas más inquietantes, o es el amor de pareja lo que nos inquieta más a los seres humanos?
Ni siquiera el hambre, ni los políticos corruptos, ni la mierda de mundo que nos está tocando vivir, son denominador común como las historias de amor, quizás sea por eso. Cuando alguien me dice “cantautor romántico” siento una pulsada en el estómago que no me hace bien, porque el accidente de que algunas de mis canciones más populares sean historias de amor, es justamente el responsable de que hayan quedado olvidadas muchas cosas que escribí.
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En su repertorio hay canciones como ‘Mujeres’, ‘Señora de las cuatro décadas’ o ‘De vez en mes’, ¿qué tanto cree entender el universo femenino?
El universo femenino no lo entiende nadie, menos yo. Y para hacer un trabajo de investigación vivimos el peor de los momentos. Los movimientos sociales -como el feminista- amparados en su paraguas, cobijan grandes cambios que sin duda pusieron a la mujer en el lugar que se merece, pero ojo, en ese mismo paraguas se han cocinado historias patéticas, y sin dignidad, incluyendo algunas canciones que han sido defendidas por todos, porque nadie puede estar en contra de un movimiento como este, y eso me parece una calamidad.
Gritar “libertad” y prohibir que haya disidentes es una desgracia. Mis canciones, cuando hablan de la mujer la abordan desde un ángulo completamente salvaje, que es el mejor ángulo de todas las cosas; respetando su naturaleza, no según la óptica de todos, sino la mía.
Uno podría pensar que usted fue muy visionario al escribir y grabar esas canciones antes de que se hiciera manifiesto el movimiento feminista actual…
Visionario, por Dios, nada de eso. No creo en los movimientos sociales amparados en la confrontación. Creo en la mujer y en su extraordinaria capacidad de manejar las cosas. No creo en la obligación de que gane igual que un hombre, creo en su desempeño de poder ganar más que un hombre, pero partiendo de las diferencias individuales, no en generalizar, generalizar es el principio del fin de estos movimientos.
“…en eso de defender la música me dejaron solo, mientras se distraían haciendo colaboraciones de un género que no les correspondía.”
¿Cómo describiría el momento creativo que vive el mundo desde su perspectiva de artista con un público enorme? ¿Cómo ha visto evolucionar la creatividad en ese entorno desde que empezó su carrera?
Hay algunos que prefieren los autos deportivos; mi lujo y mi excentricidad es hacer con mi trabajo lo que me dé la gana. Soy más libre que nunca y, mientras la mayoría busca embarrarse de los movimientos de moda, yo prefiero hacer lo que siempre quise, aunque esto represente llevarle la contraria a todo lo que pasa en la cosa musical en castellano.
Grabar Blanco y Negro completamente acústico, y hacerlo desde los estudios de Abbey Road, como se grababa en los años 60 es lo mejor que me ha pasado. Todos le apostaron al fracaso, y hoy puedo decir que es el proyecto que más satisfacciones me dio. Quizás porque en eso de defender la música me dejaron solo, mientras se distraían haciendo colaboraciones de un género que no les correspondía. Algunos le llaman evolución, pero no es eso.
Háblenos de su sello disquero, Metamorfosis.
Metamorfosis fue mi único escape ante mi decisión de convertirme en un huérfano feliz de esta industria. Aunque aún sigue arraigada de alguna manera a la distribución y esas cosas, me permite vivir en un mundo donde nado en aguas que no son de nadie. Al principio yo mismo me aposté al fracaso, pero las cosas se dieron de manera distinta.
A comienzos de los 90 usted lanzó ‘Jesús, verbo, no sustantivo’, ya han pasado más de 30 años, ¿qué perspectiva espiritual tienes hoy ante la vida?
‘Espiritual’ es una palabra usada y que conduce a caminos extraños. Hay mar, bosques, historias, y un mundo para descubrir. Buscarle cinco pies al gato está bien para los coaches, de esos lamentablemente, hay por todas partes, los mismos que fracasaron en todo, pero que hoy le enseñan a vivir a la gente. Lo espiritual de hoy es lo que muchos buscan para justificar lo desperdiciado de su tiempo.
Usted ha dicho que las personas que se dedican a esto pueden terminar siendo una especie de relacionistas públicos que cantan en sus ratos libres, ¿podría profundizar en esa idea?
Cuando le preguntan a qué se dedica, uno responde a cantar. Pero al final es lo que menos haces. Son todas entrevistas, televisión, y pasártela sonriéndole sin ganas a gente que no te cae bien, que dicho sea de paso, es muy malo para la salud. Después de todo esto, con suerte cantas un par de veces por semana.
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Usted es indiscutiblemente una de las figuras más grandes de la música latinoamericana, ¿cómo mantiene la serenidad en medio de la fama? ¿Cómo maneja los riesgos del ego?
La fama es un mal necesario con el qué hay que saber lidiar. Jamás cederle el terreno de las decisiones, y jamás dejarla entra a tu casa. Nunca, en tu casa, nunca. Afuera habrá que atenderla un poco, sin que esto represente un desgaste para tu integridad.
¿Qué pasa con la fama en tiempos de redes sociales y corrección política?
La fama, en estos tiempos es una puta que se vende al mejor postor, aunque sea el peor, como ya lo dijo alguien. Antes destinada a los que de alguna manera hacían algo destacando por encima de los demás en ámbitos que tenían que ver con el deporte, la música o las artes. Hoy la mayoría son conocidos a nivel mundial, pero es difícil responder a la pregunta de a qué se dedican.
“Díganme qué hay que hacer, para no hacerlo”, parece ser el lema de Ricardo Arjona.
¿Con la fama se hace más fácil o más difícil escribir nuevas canciones? ¿El pasar de ser observador a ser observado afecta el proceso creativo?
La fama hace más difícil todo. La verdad es que al final termina sirviendo para prácticamente nada. Jode lo que toca, y te aleja de las cosas, de las fotografías del tiempo que te graban tatuajes en la piel de los que no te puedes escapar hasta que los exorcizas en alguna canción. La fama te expone, pero te esconde. Y si no estás, no ves, y sin ver es difícil escribir canciones.
¿Por qué no ha entrado en las dinámicas de las colaboraciones con el género urbano?
Para decirlo claro: porque soy un respetuoso de todos los géneros, pero detesto a las rémoras que dependen del ritmo de moda para sobrevivir. Me toco decir muchas veces que no, jamás fue por falta de respeto al género que me invitó, fue mi manera de mantenerme inmune al contagio del virus de creer que la única manera de sobrevivir es haciendo lo que supuestamente hay que hacer.
¿Como artista, qué piensa de todas las cosas que venimos viendo con la Inteligencia Artificial?
Como artista, y como ser humano, me da pánico pensar que justo cuando podíamos encontrar una brecha que nos reconciliara con nosotros mismos como especie, que nos hiciera voltear al paisaje, a la luna, al dialogo en un café, a la caricia como única manera de acercamiento, aparezca algo que claramente nos hará más dependientes, hasta que no nos sirvamos para nada ni a nosotros mismos.
¿Qué lecciones le dejó la pandemia?
La pandemia me acercó más a los míos, y creo que me acerco mucho más a mí. Fue un golpe de suerte y de desgracia que nos hizo abrir un poco más los ojos.
“…soy un respetuoso de todos los géneros, pero detesto a las rémoras que dependen del ritmo de moda para sobrevivir”.
Parece que ese drama ha quedado atrás, en gran medida, y ahora ha vuelto a las grandes giras, ¿qué responsabilidades implica hacer frente a un tour con las dimensiones del que viene haciendo por Estados Unidos, Europa y América Latina?
La responsabilidad de que haber hecho 30 conciertos en Estados Unidos en el 2022 no fue suficiente y nos obliga a volver, incluso a muchas de las mismas plazas a las que ya fuimos. Hoy el reto es renovar Blanco y Negro sin perder la magia que logramos en escena. Hoy trabajamos en replantear la puesta en escena, también la cosa musical, y sabemos que la pasaremos bien, porque al final de eso se trata.
¿Cuáles son las exigencias mentales y físicas más fuertes que impone una gira así?
Blanco y Negro es sin duda la gira más demandante físicamente. Ojo, y no tiene que ver con la edad. Termino destruido y feliz cada concierto, como nunca antes.
Finalmente, ¿cómo describiría la sensación que recorre su cuerpo y lo que pasa por su cabeza cuando sale al escenario?
Salir al escenario siempre será el desafío de un loco que no encontró lugar más cómodo en el mundo que morirse de miedo para estar vivo.
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