Zelmar Garín, entre vinilos de Palito Ortega y John Coltrane: “Mi colección es muy ecléctica”

Músico, compilador y disquero, Zelmar Garín es un melómano curioso y voraz, con una discoteca desprejuiciada, que va de Pink Floyd a Julio Sosa

Por  HUMPHREY INZILLO

octubre 18, 2023

Zelmar con una de sus joyas, la edición original del álbum de La Cofradía de la Flor Solar.

Segismundo Trivero

Un monumento a la diversidad. Acaso esa sea la definición adecuada para la discoteca que Zelmar Garín viene construyendo desde su infancia. “Nunca me vi como un coleccionista, porque siempre tuve un hambre por escuchar música y encontrar cosas raras. No tengo discos que no escucho: los colec- cionistas generalmente guardan una copia sin abrir porque especulan que en un tiempo va a valer más. O tienen 500 copias del mismo disco, porque se enfocan en un grupo o un estilo. Mi colección, en cambio, es muy ecléctica”, explica este músico, editor, compilador y, también, vendedor de discos, que trabaja en la fonoteca del Instituto Nacional de Musicología Carlos Vega.

Su derrotero artístico es tan ecléctico como su colección. Del rock (Gualicho Turbio, Ácido Canario, Los Peyotes, proyectos que van del garaje a la psicodelia) a la murga (Tocomocho La Corneta), del tango y la milonga (Cuarteto Monserrat, con Vicente Correa, un histórico guitarrista de Alfredo Zitarrosa) al free jazz, no parece haber una música que le resulte ajena. En los estantes de un PH en el barrio porteño de La Boca, desbordado de música en distintos formatos, los vinilos están ordenados alfabéticamente. Hay una convivencia sagrada, que abarca todo lo que hay entre Palito Ortega y John Coltrane, entre Edmundo Rivero y La Cofradía de la Flor Solar, entre Julio Sosa y Pink Floyd, y así. La serie de analogías se proyecta al infinito.

Hijo de una pareja de uruguayos, se crio en La Matanza y todos los domingos acompañaba a
su abuelo a la feria del parque Rivadavia y siempre se volvía con un disco. A los 13, empezó a frecuentar la sede de Emaús de Isidro Casanova. “En los 90, todos los días iba con un peso y me compraba uno o dos discos”, relata. Aprendió a encontrar joyas entre la mugre y ahora, cuando viaja por el mundo, su destino obligado es la sede más cercana del Ejército de Salvación.

Conductor del podcast Vinilo y sustancia, y factótum del sello Noseso desde hace casi dos décadas, este año lanzó dos maravillosas ediciones en vinilo. Por un lado, la cuidadísima reedición de Walkin Up con Los Walkers (1969), joya oculta del Psyche-Garaje vernáculo. Por el otro, Ritmos para tus pies!, una compilación de grabaciones seminales del rock & roll en Argentina, entre 1956 y 1958, en tándem con el historiador y melómano Víctor Tapia, con gemas de Olga Lee y la orquesta de Tulio Gallo, el Conjunto de jazz de Osvaldo Norton, Feliciano Brunelli y Eddie Pequenino, editado en combinación con Sleazy Records (España). Un trabajo de hormiga que le llevó más de 20 años. “Yo alquilaba una pieza en Isidro Casanova y mi economía dependía mucho de lo que vendia en la feria de los domingos. Pero muchas veces gastaba más de lo que vendía. Un par de veces me cagué de hambre por comprar discos. Pero tenía una necesidad visceral de saber, por ejemplo, cómo tocaba la guitarra Roberto Grela en tal o cuál grabación. Ahora, por suerte, está todo un poco más equiparado”, celebra.