El palacio de los deportes de calle Bouchard es un tembladeral, son dos baterías tocando al unísono o repartiéndose roles de los exactos esquemas rítmicos que volvieron únicos a los conciertos de Genesis en la llamada era Phil Collins, período que comenzó en 1976 cuando el baterista se hizo cargo de la voz principal luego de la inesperada renuncia de Peter Gabriel, fundador y líder natural de los primeros años de la banda inglesa.
Casi medio siglo después, un Luna Park con entradas agotadas revive esos momentos de discos entrañables y tan eficaces a la hora de despertar sensaciones de juventud. Buena parte del público presente vivió su adolescencia abrazado a Foxtrot (72), Selling England By The Pound (73) o al doble en vivo Seconds Out (77), de otra manera no se explican esos alaridos vikingos al final de los momentos más emocionantes del show que el último viernes ofrecieron Steve Hackett y Genetics, una alianza progresiva entre el guitarrista esencial de Genesis y la banda argentina que cerró en Buenos Aires una exitosa gira latinoamericana.
El tiempo se detiene mientras Steve Hackett se planta en el centro del escenario. A los 73 años, el guitarrista luce como en las fotos de la década del ‘70, pelo largo y una estampa que no acusa el paso de los años. A modo de precalentamiento o simple muestra de identidad, suenan tres canciones de lo mejor de su etapa solista: “Ace of Wands”, “Spectral Mornings” y “Shadow of the Hierophant” funcionan como suites que van del dramatismo a las melodías crepusculares. Con “Squonk” se enciende el show, la misión es recrear el álbum doble que registró la última grabación en vivo de Hackett junto Genesis. El arranque tiene algo de anhelo cumplido porque cada frase instrumental es un gesto memorizado al detalle por la multitud que llenó el Luna.
La voz de Tomás Price, el cantante trasandino que se integró a la formación argentina luego del fallecimiento de Nacho Fernández, suena un poco atrás en los primeros momentos, pero se irá acomodando a lo largo del concierto para brillar en la compleja y bellísima arquitectura de “Supper’s Ready”. El resto de los músicos de Genetics forman mucho más que una banda tributo, en la recreación de los años dorados del Genesis más progresivo hay una necesidad de poner en movimiento un repertorio tan original como preciosista en su desarrollo.
Se destaca la intervención minuciosa de Horacio Pozzo sumando teclados y orquestaciones, es el encargado de tomar el rol de Tony Banks, el cerebro oculto de Genesis, y reproducir una variedad de sonidos que van del sintetizador ARP Pro Soloits hasta el laberíntico mellotron. También fascina la contundencia rítmica de Daniel Rawsi, genialmente acompañado por Jorge Araujo cuando el repertorio pide batería de doble tracción. La asociación instrumental la completan Leo Fernández que intercambió con Hackett duelos de guitarras, nunca excesivos ni ampulosos, y la versatilidad de Claudio Lafalce, el dueño del bajo de doble mango, tan necesario para sostener el edificio o agregar colores desde la guitarra de doce cuerdas.
La primera gran ovación llega con la obertura “Firth of Fifth”, el gran momento Hackett incluido en el álbum Selling England By The Pound. Como licencia al repaso de Seconds Out, los Genetics proponen la versión Gabriel con Price en flauta, gesto que se vuelve a repetir en uno los tramos de “Supper’s Ready”. Sobre una métrica cambiante, el guitarrista inglés conduce a la multitud por un viaje emocional; aquí no hay exceso de virtuosismo, es la calidez del violero al servicio de la musicalidad de Genesis, una sintonía más cercana a las melodías abiertas que a la densidad instrumental.
El show ofrece un gesto fraternal con la pausa lúdica y contagiosa de “I Know What I Like”, casi una declaración de principios en el título y en su forma de himno pop. Otra altura que pone a prueba la fibra emocional de un Luna Park totalmente cautivado es el closing section de “The Musical Box”, otra vez la voz se adueña de un tema sagrado y sale airoso de las comparaciones. Los largos desarrollos de “Supper’s Ready” y “Cinema Show” frenan por un rato la ansiedad de los tiempos actuales, entre la atención y el asombro muchos intentan retener el instante con los dispositivos móviles. Es un gesto casi mecánico que desde la platea no permite disfrutar de la panorámica completa, las pantallas verticales a los costados del escenario funcionan como premio consuelo ante tanta cámara excitada.
Sin interferencias, el duelo entre Rawsi y el ex batero de Divididos es una delicia en el trayecto instrumental de “Cinema Show”, no se trata de un solo a dos baterías, es todo lo contrario, casi un diálogo tribal que se volverá a repetir en el cierre con “Dance on Volcano” y “Los Endos”.
La ovación final está teñida por el agradecimiento, en su gran mayoría los que aplauden como poseídos se criaron escuchando a Genesis cuando Steve Hackett se retiró de la formación esencial y crecieron sabiendo que ver en vivo a la banda que registró Seconds Out era un sueño más que imposible. Sin ser mayoría, un público joven acompañado de sus padres tampoco quiso perderse de ese amor a la música del siglo pasado que experimentaba con las formas de la canción y no sabía de límites en materia de libertad artística. En esa misma línea de pensamiento, los Genetics se escaparon del guion original y propusieron un tour de bises a bordo de los primeros tres temas de The Lamb Lies Down on Broadway (74), otro guiño a los fanáticos de la banda británica.
En el final se escuchan los tres temas iniciales del álbum doble que en su tiempo contradijo los postulados sinfónicos con gestos que adelantaban la explosión punk. Hoy esos temas suenan a obra clásica interpretada por una banda argentina que sedujo al autor del corazón melódico de Genesis a encarar un ritual de encantamiento con todas esas sinfonías que nos hicieron felices.