La fantástica historia del rock progresivo británico tiene quien la escriba

Mañana se presentará el tomo II de ‘Vendiendo Inglaterra por una libra’, en donde Norberto Cambiasso profundiza su notable estudio del prog-rock británico

Por  OSCAR JALIL

marzo 31, 2023

FOTO: ARCHIVO LA NACIÓN

El segundo gol de Alemania clausuró cualquier tipo de esperanza. Norberto Cambiasso se acuerda del día y hasta del minuto exacto en que comenzó a trabajar en un proyecto a largo plazo. El 3 de julio de 2010, en pleno mundial de fútbol, decidió atender el amable reclamo de un amigo editor para que escribiera una historia del rock progresivo. Necesitaba borrar, al menos por un rato, la amarga sensación de ver a la selección dirigida por Diego Maradona eliminada de la Copa del Mundo. La idea era gigante y empezó a crecer como esas sinfonías cambiantes de Emerson, Lake & Palmer. El fundador y director de Esculpiendo Milagros, revista pionera en la difusión de músicas experimentales y rock europeo, volvía con pasión arqueológica a muchos de los discos que lo habían acompañado en su adolescencia. Un nuevo editor, Leandro Donozo, abrazó el proyecto y finalmente aquel libro con forma de catálogo imposible derivó en la edición de Vendiendo Inglaterra por una libra (Una historia social del rock progresivo británico), según aclara el subtítulo del primer tomo lanzado en 2014 por la editorial Gourmet Musical. El volumen I ya va por la cuarta edición y expone con detallismo y claridad la transición de la psicodelia al progresivo, escapando a la tendencia de reducir el subgénero a su variante sinfónica. Ahora, después de casi siete años, Cambiasso terminó el tomo II (que se presentará mañana, en La Plata, a las 19, en la disquería Irregular, Calle 5 entre 41 y Diagonal 74), donde se interna en el proceso que va del revival folk al progressive folk, una saga fascinante que revela las razones de un tiempo prolífico en experimentos felices de la música popular del siglo XX.
“Crecí escuchando rock progresivo. Cuando iba a la secundaria, en la segunda mitad de los 70, Genesis, Yes, Pink Floyd, Queen, Led Zeppelin, Black Sabath eran los grupos de cabecera. Si uno era un poco más arriesgado llegaba a King Crimson, Soft Machine, Gong o Van der Graaf”, dice Cambiasso y dibuja el mapa de su educación sentimental. “Uno iba a la disquería y compraba El lado oscuro de la Luna, Aqualung y cosas por el estilo. Siendo adolescente era especialmente fanático de Genesis y Queen. Además existía la costumbre de ir a una casa y sentarse a escuchar música con tus amigos, uno de esos amigos tenía un equipo Ken Brown, que estaba de moda en esa época, era un pibe que cada cosa que salía de Zeppelin o Floyd la compraba”.

Norberto Cambiasso da clases de música, comunicación, estética y crítica cultural en la Universidad de Buenos Aires y en la Nacional de Quilmes. Antes de empezar a escribir el primer tomo de Vendiendo Inglaterra… recorrió los caminos de la evolución en materia de estudio y consumos personales que van del punk a la electrónica, el jazz moderno y la música contemporánea, sin perder de vista las relaciones entre arte, música y contextos sociopolíticos. “De golpe habían pasado 30 años o más y fue como una especie de aprendizaje, volver a escuchar un montón de cosas, algunas que conocía de memoria, como queda grabada la música que uno escucha de chico”, dice en el living de su casa de Villa Urquiza. “Por otro lado me permitió deshacer una serie de prejuicios. Yo había estado escuchando muchas otras músicas. Había pasado el punk y el post-punk. Fue una sorpresa volver a escuchar esos discos con oídos que ya no eran los de un adolescente, eran completamente diferentes, porque ya tenía una carga de periodismo musical encima. Fue un redescubrimiento”.
¿Por qué escuchar, estudiar y escribir sobre rock desde las ciencias sociales?
No me propongo hacerlo específicamente desde las ciencias sociales. En el tomo I tenía un criterio muy definido, los grandes textos sobre música progresiva planteaban una serie de continuidades entre la cultura hippie y el progresivo. Yo no estaba de acuerdo con eso y entonces me vi obligado a reconstruir la historia inglesa del período para explicarlo. Mi intención por momentos es hacer algo que algunos denominan minor history, una especie de historia menor, donde se toma un fenómeno acotado, en este caso el progresivo británico, y a la hora de describirlo se trata de ponerlo en relación con un contexto más amplio. Buscar que las cosas se iluminen mutuamente, una comprensión del contexto social, económico y político más amplio.

El tomo inicial parte del análisis de discos seminales que aparecieron en el Verano del Amor y explora las múltiples transformaciones que sufre el rock progresivo. Más allá de los análisis de algunas bandas populares del género (Yes, Pink Floyd y Emerson, Lake & Palmer), la lectura se vuelve adictiva en la exploración de la contracultura hippie en la zona de Notting Hill y sus derivaciones en el circuito de los free festivals.
Para el segundo volumen, Cambiasso redobla la apuesta y la inmersión llega a niveles insospechados: arranca con la transformación del revival folk en rock y continúa con los mecanismos que hicieron de cierto pop británico de mediados de los sesenta, Beatles de por medio, una fuerza de proporciones inconmensurables. También redescubre las tradiciones olvidadas del music hall y la balada callejera, la pantomima y los números de variedades, “el obstinado afán inglés por aferrarse a todo aquello que estuviera pasado de moda”. Revela la importancia de un subgénero inspirado en las intuiciones geniales de la Incredible String Band, y pone luz en el tratamiento de la confluencia del folk y el prog, que durante algún tiempo parecieron transitar por carriles disímiles. Para los fanáticos de las bandas clásicas, hay capítulos dedicados a Genesis y Jethro Tull.


“Trabajo de profesor universitario, no me siento académico en lo más estricto del término ni por asomo. Me considero ensayista y traigo a colación aquello que me parece necesario para el análisis del fenómeno que quiero describir”, aclara el autor y despeja algunos rigores que podrían espantar a lectores no tan enterados. “No es que porque dé clases de sociología cualquier teoría social importa y hay que traerla”.
¿Cuáles son las diferencias entre el tomo I y el II?
En el I quería mostrar un proceso por el cual, si bien se podía admitir que los inicios del progresivo derivaban de la contracultura hippie de los 60 y la psicodelia, había habido un cambio de época, no sé si brutal, pero sí un nuevo Zeitgeist, entre los 60 y los 70, que claramente mostraba que el progresivo no era un producto de la crisis, sino de algo que no terminaba de funcionar del todo en Gran Bretaña a comienzos de los 70 y que se agravó con la crisis del petróleo del 73. Eran tiempos menos optimistas que los que habían sido testigos del surgimiento de la Beatlemanía y todo lo que vino después hasta el Verano del Amor en 1967. Hay varios capítulos dedicados a la contracultura británica en los 70 en el contexto de los free festivals. Me interesó mostrar cuál fue el último momento en que se pudo creer en un progreso tanto en términos sociales como musicales. En el tomo II, la idea era ver cómo se había construido una relación fuerte entre la música folk y el rock progresivo británico. Entonces parecía natural empezar por el revival folk, que es muy complejo, y acapara el siglo XX británico y lo que devino en la transformación misma de la cultura popular. El libro arranca rastreando ese proceso pero descubre que hay otro proceso que termina siendo complementario en los 60 con una reapropiación del music hall, que se daba no solo en la psicodelia en general sino en grupos fundamentales como Beatles y Rolling Stones. De repente las dos cosas juntas me cambiaron el tópico. Y el tópico se convirtió en “bueno, ¿qué es lo que finalmente hace tan inglés al progresivo inglés?”.
¿Cuáles son esos elementos que quedarán en el progresivo?
El pastoralismo, fundamentalmente. La obsesión por la infancia que también está en “Strawberry Fields Forever”. Hay una fibra muy particular que liga en la psicodelia, que son como las dos caras de una misma moneda: la cara externa, el pastoralismo; y la infancia, la cara interna. Esto lo va a heredar el folk progresivo. En Jethro Tull y en el Genesis de Gabriel hay un pastoralismo medio engañoso, que te deja oscilando entre interpretaciones que pueden ser igual de legítimas aunque sean contradictorias. Hay claramente una retórica pastoralista, pero está pasando algo más denso que el mero bucolismo.

La popularidad del rock progresivo en Argentina dominó buena parte de la década del 70 y tuvo una sobrevida que llegó hasta 1982, en plena dictadura cívico-militar era imposible la llegada del punk como grito liberador. “A veces lo pienso porque lo pongo en relación con lo que pasaba en Europa del Este en condiciones totalitarias, distintas a las dictaduras en América Latina. Se extendió el período de la contracultura. Eso sobrevivía en Argentina y en Checoslovaquia, por darte un ejemplo, porque de alguna manera los regímenes totalitarios permitieron la extensión de algo agotado en términos ideológicos, pero que en términos musicales funcionaba. El rock progresivo es una música cerebral y en un contexto en donde estás rodeado de cuerpos desaparecidos y donde el cuerpo en sí se convierte en absoluta mala palabra respecto de todos los horrores que le imprime la dictadura con sus torturas. Para enfrentar ese horror apelás a la abstracción”, dice el autor de Vendiendo Inglaterra por una libra.