Paul McCartney toca en Buenos Aires: así fue el comienzo de su gira 2024 en Montevideo

En su tercera presentación en Uruguay, Macca repasó su historia musical e interpretó por primera vez en vivo “Now and Then”, tema de Los Beatles grabado con IA. Este sábado y domingo se presenta en River, en Buenos Aires, y el miércoles 23 en el Estadio Kempes de Córdoba

Por  HUMPHREY INZILLO

octubre 4, 2024

Antes de los bises, Macca salió al escenario con una enorme bandera urguaya.

INSTAGRAM PAUL MCCARTNEY

“Es la primera vez que tocamos en vivo esta canción, ¡Y la tocamos para ustedes en Uruguay!”, dice Paul McCartney frente a un Estadio Centenario repleto y rendido a sus pies. Lo que ve Macca desde el escenario son miles de sonrisas, algunos carteles que le piden cosas (subir a bailar una canción, tocar el bajo, que firme un tatuaje), la emblemática Torre de los Homenajes que caracteriza al recinto en el que se disputó la final de la primera copa mundial de fútbol en 1930 y, más allá, el imponente y muy bien iluminado Hospital de Clínicas. En su tercera presentación en Montevideo (el debut fue en 2012, la segunda en 2014), McCartney puso a la capital uruguaya en el mapa global de la cultura beatle. La canción a la que se refiere Paul es “Now and Then”, cuya publicación estuvo rodeada de polémicas por el uso de la tecnología y la inteligencia artificial para que Paul y Ringo pudieran concretar la anhelada reunión virtual de Los Beatles a partir del demo que John había grabado a fines de los 70 con vistas a un hipotético reencuentro beatle. Aquí, con el emotivo video de fondo, justo en medio del recital, no hay polémica posible. La canción es imbatible. 

El Centenario a sus pies. Macca frente a la tribuna Olímpica y la Torre de los Homenajes. (IG @PAULMCCARTNEY).

Ahí, paradito en medio del imponente escenario, está Paul. Sir Paul McCartney. Tiene 82 años. ¿Alguien se animaría a decir que ese tipo tiene 82 años? Es el mismo que, a los 22, se plantó frente a las cámaras del show de Ed Sullivan para conquistar a los Estados Unidos y el mundo, el que a los 23 se fumó un porro en el palacio de Buckingham antes de conocer a la Reina, el que protagonizó ese viaje mágico y misterioso que fueron los Beatles y que en menos de una década encabezaron la revolución estética y social más importante del siglo XX. Y está acá, una vez más en la ruta, empezando una nueva gira, en este caso latinoamericana, en Montevideo (el sábado 5 y el domingo 6 tocará en el estadio de River, en Buenos Aires, y el miércoles 23 en el estadio Kempes de Córdoba). Y les dirá a los uruguayos, una y otra vez, que está feliz de estar acá. Y hablará en español, un poco por fonética y otro poco con un carisma imbatible, recordando un texto que aprendió en la escuela,en Liverpool, cuando niño: “Tres conejos, en un árbol, tocando el tambor, ¡que sí!, ¡que no! ¡Que sí lo he visto yo!”. Y ante ese candoroso recuerdo, nadie reprime la sonrisa. 

Sube al escenario con un abrigo negro y detalles en tela de jean azul y el característico bajo-violín Höfner 500/1 que usaba a comienzos de los 60 para tocar con Los Beatles. Y arranca con “A Hard Day´s Night”, un golpe directo al corazón, el preludio de una noche mágica. A sesenta años de su publicación, todavía suena fresca y provoca esa sensación eléctrica que te atraviesa el cuerpo. Un viaje directo a la beatlemanía: ¿cuándo habrá sido la primera vez que cada uno de los que estamos acá escuchamos esa canción? La de hoy, lo sabemos, será inolvidable. Las del fin de semana (sábado 5 y domingo 6), en el estadio de River Plate, también. Igual que las del 23 de octubre en el estadio Mario Alberto Kempes, en Córdoba.

“Vamos a cantar canciones viejas, canciones nuevas, y canciones del medio también” dice Paul como si fuera el comisario de a bordo de un viaje musical por parte de nuestra educación sentimental. En la primera parte de ese derrotero hay escalas en la etapa de Wings (“Junior Farm” y “Lettin Go”, con la primera incursión de Hot City Horns, la sección de brasses que aporte un toque soulero), algunos lados B de los Beatles como “She’s a Woman” y “Got to Get You into My Life”, también con un aura al soul de Memphis potenciado por los ajustados brasses de la ajustadísima sección integrada por Paul Burton (trombón), Mike Davis (trompeta) y Kenji Fenton (saxo).

El imponente paso de Paul por Montevideo (IG @PAULMCCARTNEY).

En la rockera “Let Me Roll It”, que había compuesto para Wings a principios de los 70, Macca incluye a modo de coda un fragmento de “Foxy Lady”, el clásico de Jimi Hendrix que funciona como un homenaje al guitarrista. “Lo conocí en los 60 y era una persona genial”, dice Paul. “We love you, Jimi!”, concluye a modo de remate. El tributo a Hendrix es un modo de apreciar, también, la ductilidad de la backing band de Paul, una ajustadísima y multifacética maquinaria musical al servicio del rock & roll y el formato canción.

 “Getting Better”, que Paul compuso para Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band (1967) es una mirada optimista sobre la humanidad y el estado de las cosas. Y captura, en definitiva, la esencia de Paul, de este y de todos sus conciertos. En “Let ‘Em In”, las pantallas muestran parades de bandas callejeras universitarias de los Estados Unidos pero también de otros desfiles en otras partes del mundo: en algún país de Asia, también en Latinoamérica. Una celebración de los folclores y la diversidad al ritmo de lo rulos de un tambor, el magnetismo de una marching band adaptado a la dimensión de estadios.     

Y llega, luego, el turno de una de las canciones más bellas que Paul haya escrito jamás. Es una composición de su madurez, incluída en el bellísimo y nostálgico Kisses on the Bottom (2012), en el que revisitaba un repertorio de standards y sumaba algunas piezas propias, como esta que le dedicó a su esposa, Nancy Shevell. Y para ella fue la dedicatoria, también, en la noche del Centenario. Desde las pantallas, en blanco y negro, Natalie Portman y Johnny Depp protagonizan el clip, con lenguaje de señas, igual que hace doce años, cuando Paul la cantó por primera vez en el Río de la Plata.  

El set incluye rescates arqueológicos, como “In Spite of All Danger”, que formaba parte del repertorio de The Quarrymen, o la prehistoria beatle. La pantalla reproduce una vieja casona que podría estar al Sur de los Estados Unidos, en el delta del Mississippi, en concordancia con las raíces bluseras del tema. La banda se forma en formato acústico, hasta el histriónico Abe Laboriel Jr, arma un miniset y toca parado, y el tecladista Wix Wickens se calza el acordeón. 

Sigue otro de los clásicos: “Love Me Do”, que Macca definió alguna vez como “la primera cosa blusera que quisimos hacer con Los Beatles”. Se calza la mandolina para cantar “Dance Tonight” (de Memory Almost Full, de 2007) y se genera un clima de emoción que se eleva cuando Macca se queda solo en el escenario con su guitarra y la plataforma lo eleva unos veinte metros mientras canta “Blackbird” y esa plataforma que se transforma en una pantalla, muestra el vuelo de un pájaro negro. Y los corazones, ay, los corazones ya no entran en los pechos. Y después le dedica “Here Today” a John Lennon, es una canción emotiva y revisionista que compuso poco después de su asesinato, y que más de cuatro décadas mantiene su belleza. 

Lo que sigue es una seguidilla de hits. Lo de McCartney a esta altura ya no es un concierto, es una clase magistral de belleza, esa abstracción que llamamos “buen gusto” y emoción, mucha emoción. Los aires de vaudeville de “Lady Madonna”, el aura circense y psicodélica de “Being for the Benefit of Mr. Kite!”, la austeridad de “Something” en homenaje a George Harrison, el karaoke multiplicado en “Ob-La-Di, Ob-La-Da”, el tándem rockero de “Band on the Run” y “Get Back”, la constelación de lucecitas en las tribunas con “Let it Be”, la apabullante versión de “Live and Let Die” cargada de pirotecnia y, otra vez, las lucecitas del celular armando una maravillosa escenografía colaborativa en “Hey Jude”. Es la primera despedida y Macca y sus músicos, abrazados, hacen el saludo de rigor. Podrá parecer apenas un detalle, pero Paul McCartney, acaso el autor de canciones más importantes de la historia, no saluda desde un podio personal: se abraza a sus músicos. En esa sencillez también está su grandeza.

Y su grandeza, durante los bises, está también en agradecerle a toda su crew (¡La mejor crew del mundo!) y especialmente al sonidista, Pablo, que está ahí en la cabina. Un detalle exquisito, digno de un caballero. Macca no sólo está haciendo un recorrido por algunas de sus canciones, que son la columna vertebral de millones de personas en las últimas seis décadas. El tipo, a los 82 años y después de haber tocado y cantado casi dos horas, se toma el tiempo de agradecerle al sonidista. Y sale ondenando la bandera uruguaya (¿No amerita un episodio especial de Tiranos Temblad, el discontinuado noticiero de acontecimientos uruguayos en internet, esta nueva visita de Paul?). Y en los bises suenan todos temas de Los Beatles: “I’ve Got a Feeling”, en una especie de dueto virtual con Lennon, “Birthday” (que dedica a los cumpleañeros presentes), “Sgt. Pepper’s”, “Helter Skelter”, “Golden Slumbers”, “Carry That Weight”, “The End”   
Y con una explosión de papelitos azules, blancos y amarillos llega el momento de la despedida. La última canción se hace humo. Montevideo, la ciudad que en los 60 recibió el impacto global de las canciones de Los Beatles, asimiló su influencia. Sin Los Beatles no hubieran existido, tal y como son, las canciones de Eduardo Mateo, de Rubén Rada, de Jaime Roos, de Los Shakers y Hugo Fattoruso, de Fernando Cabrera, de Martín Buscaglia y de tantos otros pilares de la música popular uruguaya. La ciudad beatle por excelencia (hasta hace unos años, el bar Los Beatles era un pilar de la Ciudad Vieja) despide una vez más uno de sus héroes. Queda la emoción de haber visto a Paul una vez más. Queda flotando en el aire la promesa de un reencuentro.