Óscars 2023: una ceremonia sin cataclismos memorables, con triunfos totales y representaciones inéditas

La entrega 95va de los premios de la Academia se desarrolló con una cautelosa eficiencia, signada por un intento claro de rectificar errores pasado

Por  BARTOLOMÉ ARMENTANO

marzo 13, 2023

Jimmy Kimmel, en el escenario durante un número en la entrega de premios

Foto: Chris Pizzello - Invision

Este año no hubo cachetazos, sobres mal leídos o tributos póstumos interrumpidos por Anthony Hopkins. La entrega 95va de los premios de la Academia, que aconteció anoche y resultó en un triunfo total para Everything Everywhere All at Once, se desarrolló con una cautelosa eficiencia, signada por un intento claro de rectificar errores pasados: las categorías técnicas volvieron a ser televisadas, intérpretes desprovistos de oportunidades tuvieron su final feliz, y la representación asiática se abrió paso en una categoría históricamente blanca como la de Mejor Actriz. ¿Pero qué tal estuvo el show? 

Sin cataclismos como esos, la ceremonia no fue particularmente memorable (pese a los grandes aciertos de Jimmy Kimmel en la conducción) pero sí vino a ratificar verdades que desde hace unos años se venían dejando entrever. Una de ellas es que, para que una película triunfe en los Óscars hoy, tiene que venir inexorablemente aparejada de alguna clase de storytelling en el sentido más marketinero de la palabra. Ya no basta con que un largometraje simplemente esté bueno para que reciba loas; debe, además, tener una narrativa delineada que la destaque por encima de la competencia. 

Más allá de las conversaciones subjetivas que pueden tenerse en torno al concepto del mérito, los Óscars siempre han portado un valor como termómetro social o reflejo de un momento en el tiempo. El nihilismo de No Country for Old Men (2007) y el optimismo de Slumdog Millionaire (2008), por ejemplo, tienen un correlato obvio con la transición de la administración de Bush a la de Obama. La asunción de Trump, en 2016, fue contestada con un premio inédito para una película como Moonlight. Y cuando Everything Everywhere All at Once ganó el premio del Sindicato de Actores a Mejor Elenco, James Hong tomó el micrófono y logró convencer a todo Hollywood, en el momento culminante del sufragio, de que un voto para EEAAO era un voto para reparar la sinofobia molecular de la industria norteamericana (premisa que, si tomamos en serio a los efectos de la discusión, parece obviar los premios tan cercanos en el tiempo de Chloé Zhao y Bong Joon-ho).

Así es como una propuesta nicecore como Everything Everywhere All at Once, que hace unos años hubiese sido una paria de la industria por sus multiversos y chistes de vibradores, puede hoy arrasar y hacerse de siete galardones, tres de ellos destinados a lo actoral (récord que, ahora, EEAAO comparte con Network y A Streetcar Named Desire, dos obras maestras). “Mi vida empezó en un bote, pasé un año en un campo de refugiados y terminé en el escenario más grande de todo Hollywood“, afirmó un Ke Huy Quan conmovido y merecedor. Lo de Jamie Lee Curtis fue más un tributo a su trayectoria, pero no dejó de aportar uno de los momentos más emotivos de la noche (otro de ellos fue John Travolta, presentando el In Memoriam y claramente afectado por la partida de Olivia Newton-John y Kirstie Alley). Hasta John Carpenter, que en estas ceremonias debe encontrar un monumento a la frivolidad, no pudo sino verse cautivado.

En la categoría de Mejor Actriz, Michelle Yeoh se convirtió en la primera mujer asiática y segunda mujer de color en ganar un Oscar protagónico por su muy buen trabajo en Everything Everywhere. En pos del momento emotivo, Halle Berry fue invitada para presentar el trofeo; movida que pudo haber tenido el mismo desenlace catastrófico que ese premio anticlimático del 2020, que la producción había predicho para Chadwick Boseman. No fue el caso: Michelle se alzó por encima de Cate Blanchett en una de las contiendas más competitivas de los últimos tiempos. La omisión de Cate, cuyo trabajo en TÁR es un tour de force, no envejecerá bien, pero se explica en el hecho de que EEAAO simplemente conectó con más gente. Es refrescante ver a una película tan atípica ser tan celebrada por un colectivo tan solemne, pero, al mismo tiempo, un monopolio de esas proporciones, en detrimento de grandes títulos como TÁR y The Fabelmans y Banshees of Inisherin, deja un gusto amargo en un año tan rico para el cine.

Los números musicales levantaron un poco el sentimiento general de ambivalencia. “Naatu Naatu”, de RRR, fue un espectáculo digno del evento, mientras que los dotes performáticos de David Byrne siempre son un lujo de ver. Sus proporciones corporales, como no podía ser de otro modo, alternaron, y acercaron la pregunta de cómo sonaría un disco entero a dúo con Mitski. Todo salió como tenía que salir, y quizás ese grado de sujeción para procurar que las cosas funcionen haya sido el principal problema de este show: lo previsto es antitético a la televisión en vivo. Lo que subsiste cuando se sustrae la espontaneidad es lo mismo de siempre en todas partes al mismo tiempo.

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