“Aquel núcleo de oscuridad podía ir a cualquier parte, pues nadie lo veía. No podían detenerlo, pensó exultante. Disponía de libertad, paz, y, sobre todo, y eso era lo que más agradecía, de la ocasión de recogerse y descansar sobre una base sólida”. Puede resultar loco, pero parece que este verso (de este gran texto) de Virginia Woolf habla de Modest Mouse. Y ellos bien lo deben conocer porque son lectores de la obra de la escritora británica. Sin ir más lejos, su nombre está inspirado en un cuento suyo. Ese que habla de “gente modesta de color ratón”.
Embadurnados en la clase trabajadora de la capital de Estados Unidos, la banda comandada por Isaac Brock hizo pie en el escenario Alternative del festival Lollapalooza Argentina cuando la cosa en el cielo comenzaba a mejorar. De hecho, el show se atrasó 25 minutos por una tormenta pasajera con viento peligroso (“5 pasos hacia atrás”, pidieron en todos los escenarios a través de las pantallas). Como su estética indie en escala de un arco iris que en el Hipódromo de San Isidro y como su densidad a la hora de cerrar canciones de su último disco The Golden Casket (2021). En “Fuck You Acid Tip” dicen al diablo con tu viaje de ácido, ellos necesitan volver a casa. Y entonces la psicodelia mixtura los colores de su música y el espíritu de la escritora. De todos modos, esta canción que un pelado con las gafas pegadas con cinta pedía a gritos nunca llegó.
Isaac Brock es una clase magistral de performance, de cultura rock embebida, de nerdismo con recuerdos del sello Sub Pop. Básicamente, Brock sabe meter el emo como si tuviera una consola de sentimientos con cierto dramatismo filtrados en ritmos variados que van del indie rock a los que están centrados en Jamaica. Se trata de sutilezas que ni se notan, pero con los tres primeros temas quedan claras: “Dramamine”, “We are between” y “Doin the cockroach”.
El set más que conciso de Modest Mouse se paseó por casi toda la discografía de la banda. Siete discos que se fueron en canciones como “Ocean breathes salty” y “Paper thin walls” o “King rat” y “Tiny cities”. Brock salió como si estuviera en una película de Wes Anderson y, en el transcurso del show, el bajista Russell Higbee se fue llevando latas y termos consumidos hasta el final. El escenario alternativo a la tardecita todavía emanaba un vapor propio de la última ola de calor en toda la región. El círculo vicioso del mejor momento de la tarde cerró perfecto cuando tocaron “Float on”, algo así como un potencial hit para las radios, y los pocos seguidores que se apretaron cerca del escenario la cantaron de principio a fin. Brock, ya sin su gorrito naranja, miró profundo al centro de la escena y agradeció sincero y amoroso. Como sus hermosas canciones escritas e inspiradas en un género que nació para ver morir el sol.
