A Hugo Fattoruso no le gusta festejar su cumpleaños. Pero un número como el 80, así, tan redondo, le pareció lo suficientemente contundente como para reunir a su familia y a casi todos los proyectos con los que grabó música a lo largo de su kilométrica carrera y celebrar durante dos noches consecutivas en el adorable Teatro Solís de Montevideo, Uruguay.

En dos funciones de más de dos horas de duración, y con localidades agotadas, desfilaron por el escenario una constelación de artistas de todas las edades y latitudes, desde el excelso percusionista japonés Tomohiro Yahiro, que viajó especialmente para la ocasión, hasta el reconocido bajista Daniel Maza, que cruzó nuevamente el charco desde el barrio porteño de Parque Chacabuco, donde vive desde hace más de 40 años, para volver a tocar un ratito en su tierra. Una de sus sanas costumbres.

Las visitas llegaron de todos lados. Desde el hemisferio norte volaron sus hijos Francisco y Alex (conocido como “Ciruela”), y también Luanda desde Brasil. Su otro hijo Christian y sus nietos Nicolás, Santiago y Donatello se unieron al festejo y hasta se animaron a compartir el escenario con el abuelo. La imagen de todos los Fattoruso (Los Fattos) tocando «Corre niña» o «Milonga blues» fue, sin dudas, de las postales más significativas de cada noche.

Mientras va del teclado al piano, un recorrido de unos cuantos metros, Hugo Fattoruso mete un pequeño trote para llegar más rápido y que no se prolongue el silencio. Tiene todo el espectáculo en la mente y se ocupa de presentar a cada uno de los invitados.

Del japonés Tomohiro Yahiro dirá que fueron dos días de vuelo de ida -y dos de vuelta- los que dispuso el percusionista que lo acompañó durante 13 giras consecutivas -12 en Japón, una en Uruguay- para estar esa noche en Montevideo. Yahiro, por su parte, confirmará delante de los 1500 espectadores que colman el Solís que ya están agendadas las giras de 2024 y 2025.

Otro momento emotivo que se dio, por fortuna, en ambas jornadas fue la aparición del histórico bajista de Opa, Ringo Thielmann, enfundado en celeste charrúa y listo para colgarse el instrumento y rememorar, al menos por un rato, la base del eterno «Goldenwings». Para darle aun más vuelo al asunto, se turnaron Francisco Fattoruso y Daniel Maza, dos bajistas que siguen la línea del gran Ringo.

En la celebración por los 80 años de Hugo Fattoruso cada propuesta parece estar destinada a elevar el nivel general. Es lo que se percibe desde la irrupción de la percusionista Albana Barrocas, compañera de Hugo y artífice fundamental de todo el espectáculo -juntos conforman HA Dúo, proyecto con el que vendrán de gira a la Argentina a fines de julio-, hasta la del bajista Rolo Fernández y el baterista Mateo Ottonello, dos jóvenes y notables artistas con quienes integra UNNO Trío, su proyecto más reciente y, quizás, el más ambicioso.

En rigor, Fattoruso todavía tiene 79 años, cumple 80 la semana que viene, y su energía vital parece provenir, en parte, de los músicos que lo rodean. Después de horas y horas de ensayo, armado y prueba de sonido, todavía tiene cuerda para ser el frontman de un mega show plagado de cambios de clima, nombres y, sobre todo, de canciones. Y encima, de repetirlo todo de nuevo al día siguiente, con varias modificaciones clave pero con la misma sonrisa cálida de siempre. Esa que no puede ocultar cuando recibe a colegas en el escenario, como el gran Leo Maslíah, el Lobo Ñúnez o el guitarista Nicolás Ibarburu, verdaderos próceres de la cultura uruguaya.

La misma sonrisa se le dibuja de oreja a oreja cuando aparecen las chicas del Coro Nacional de Niños del Teatro Sodre -y también sus nietos- para hacer algunas versiones de Los Shakers: «What a Love» y «Never, Never», el cierre preciso para un viaje vertiginoso a través de varias décadas de la historia de la música popular uruguya. O de Fattoruso, que es más o menos lo mismo.