Gustavo Cerati y Luis Alberto Spinetta: la historia del “mejor show de la vida” del exSoda

En marzo de 2007, se produjo una cumbre histórica entre dos leyendas del rock argentino, en el predio de Figueroa Alcorta y Pampa, del barrio porteño de Palermo

Por  OSCAR JALIL

marzo 26, 2024

Foto: Martín Bonetto

“Gracias a todos por venir”, dice Gustavo Cerati a la multitud reunida en el predio de avenida Figueroa Alcorta y Pampa, justo al lado de los lagos de Palermo. Es el cierre del ciclo gratuito Verano 07, organizado por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. “Desde acá se ve muy grande todo, ¡grande, grande! Pero acá en el escenario va a pasar una cosa muy grande también. Muchos saben la admiración y la pasión que siento por este artista… Quiero invitar aquí a Luis Alberto Spinetta, grande, muy grande”.

El recibimiento provoca un ruido ensordecedor, los organizadores calculan una audiencia de 200 mil personas. Suenan los acordes de “Té para tres” y la alianza Cerati-Spinetta envuelve a todos en un halo de ensoñación. El tema incluido en Canción animal ya perdió su autoría, ahora funciona como un puente entre el rock argentino de los tempranos 70 y la recuperación de un legado a través del álbum con el que Soda Stereo abrió la década del 90. El encuentro, que cobrará visos de hito histórico, esconde otra sorpresa cuando el aire del lugar parece hamacarse en la primera línea de “Bajan”: “Tengo tiempo para saber si lo que sueño concluye en algo”, canta Cerati en su noche… soñada.

El 10 de marzo de 2007, Gustavo Cerati al fin alcanzó el reconocimiento masivo en su rol solista, insignia negada a pesar de discos notables (Bocanada) e incomprendidos (Siempre es hoy). La nube de Soda persiguió al músico hasta la edición de Ahí vamos (2006), casi un regreso a la temporada de guitarras, un plan simple para devolverles a sus shows esos riffs que acallaron por un rato los ruegos por el regreso del trío. El show de Palermo es una burbuja en el tiempo solista de Cerati, junto a una banda de excepción que también produjo el reencuentro con amigos entrañables (Fernando Samalea, Richard Coleman) que tuvo una cima emocional en el mini-set compartido junto a uno de sus mentores. Los discos de Almendra, Pescado Rabioso e Invisible son algunas de las razones por las cuales Gustavo abrazó el rock.

Un día antes del show, Gustavo Cerati realizó una entrevista telefónica con Radio Universidad de La Plata. Fragmentos de la charla aparecieron en la programación de la centenaria señal en forma de cápsulas atemporales. El archivo permaneció más de 15 años en mi computadora y al escucharla nuevamente cobró una vigencia inesperada. Tiene la frescura de la previa a un show largamente anhelado y el registro de plenitud solista que vivía Cerati en marzo de 2007. También expone ciertos rasgos de melómano insaciable, atento a las novedades; no sólo del ámbito internacional: también convivían en su playlist los ruidos subterráneos del rock argentino emergente.

¿Te cortamos el ensayo?

-No, acabo de pasar unos temas con… con alguien.

-Describí un poco este momento. Pasaron muchas cosas. La gira presentación de Ahí vamos con grandes shows, como el del Festival de Viña de Mar.

-Si las cosas que me vienen pasando fueran acumulativas a nivel emocional, ya habría estallado. Por suerte parece que se logra un equilibrio que me permite estar tranquilo, pero disfrutando muchísimo todo lo que pasó. Hemos tenido momentos gloriosos tocando en muchos lugares, premios, pero sobre todo la respuesta de la gente y nuestra vibra conjunta en estos viajes y estos proyectos que aparecen.

El disco y la gira de Ahí vamos marcó el reecuentro con Richard Coleman y Fernando Samalea, integrantes de Fricción, un proyecto que brilló en la segunda mitad de los 80 y que tuvo a Cerati en el doble comando de músico y productor.

“Si lo hubiera planeado no hubiera salido. En algún momento trataba de explicar todo lo que ocurría como una especie de alianza cosmológica o algo así. Como si las cosas se hubieran puesto todas a favor con algo muy importante, que es la convivencia con todos los integrantes de la banda. La presencia de Richard y Samalea como viejos amigos retomando caminos juntos, con la conjunción con Leandro [Fresco] y con Fernando [Nalé], que ya venían trabajando conmigo. Puro placer. Y la verdad es que cuando uno se embarca en viajes y estar en un lugar, en otro, es fundamental esa convivencia, esa magia de relación que se produce. No ha habido una sola fisura, ni mucho menos, al contrario, nos hemos cohesionado más, hemos disfrutado mucho juntos como verdaderos amigos”, dice Cerati desde los estudios Unísono.

El recordado recital de Gustvao Cerati en Figueroa Alcorta y Pampa con Luis Alberto Spinetta. (Foto: Martín Bonetto)

El 12 de octubre de 2006, la gira hizo escala en Londres con un show muy caliente en la sala The Forum. “Tocar en Londres fue un verdadero gran momento, yo había puesto muchísimas expectativas por tratarse de un lugar de donde proviene la música que nos ha formado. ¿No? Significa muchísimo eso y por lo tanto el riesgo de que las cosas salgan mal son mucho mayores, porque uno está de alguna manera más nervioso, pero el show fue de una fluidez increíble, quizá uno de los mejores que hemos hecho. Un público muy heterogéneo que estaba conformado por gente de diferentes lugares, también había bastantes ingleses, había gente que desconocía lo que pasaba y que participó como si hubiésemos estado tocando aquí o en cualquier otro lado”.

Afines del verano de 2007, Rolling Stone Argentina preparaba un especial sobre los 100 mejores discos del rock nacional. Gustavo votó y en aquella charla para la radio universitaria adelantó algunos nombres. “Como sabemos, las elecciones son pecaminosas. Siempre quedan otros muchos en el tintero que están también en el podio. Si hablamos de tres: Artaud (Pescado Rabioso), Pappo’s Blues II (Pappo’s Blues) y Canción animal (Soda Stereo), sigue siendo muy arbitrario y un poco egocéntrico también [risas]”. La lista en conmemoración por los 40 años de la edición del simple “La balsa” de Los Gatos se completaba con Almendra (Almendra), La Biblia (Vox Dei), Bistró Málaga (Estupendo), Colores santos (Cerati-Melero), Invisible (Invisible), Superficies de placer (Virus) y Clics modernos (Charly García).

“Va a haber una presencia el sábado, te lo digo a vos porque sé que estás ahí. Igual es mañana y mucho no se puede hacer. Van a ser dos canciones”, dice Cerati y devela con quién estaba ensayando además de su banda cuando en el arranque de la charla se refería a “con alguien”. Luis Alberto Spinetta significaba mucho en la vida artística del chico que se educó bajo la tutela de los discos de Pescado Rabioso e Invisible. Richard Coleman compartió esa educación sentimental y también participó de los ensayos en Unísono.

“Spinetta era un gran referente tanto para Gustavo como para mí. Spinetta y García eran los referentes más importantes para nuestra generación. Luis era… mágico. Para mí la parte más contemporánea e influyente de Luis es el final de Invisible hasta el tercer disco de Spinetta Jade. Para Gustavo era muy fuerte la influencia de Pescado Rabioso. Eso después se vislumbraba en la obra posterior de Gus y hablábamos mucho de cómo evolucionó Luisito en su manera de tocar, de ese perfil pop del principio de Almendra hasta que se puso más heavy y complejo en Pescado y luego en Invisible. Para mí fue muy interesante toda la parte cuando disuelve Invisible y luego aparece en su reaprendizaje sabiendo tocar jazz. Realmente fue todo un aprendizaje, entender las armonías y el método de jazz y cómo lo aplicó fue increíble. Me gustó cuando hizo una evolución de su sonido en la época de Jade. Eso fue muy contemporáneo a mi crecimiento adolescente y ver cómo evolucionaba su sonido y se iba modernizando, yo creo que el sonido de Luis en Los niños que escriben en el cielo es sumamente moderno y contemporáneo. Y no se puede decir eso de cualquier otro guitarrista de esta generación. Su manera de cantar, su estilo, las letras, eso siempre fue tomado… con humor, porque entendimos el humor de Luis también. Él se escapaba de la solemnidad que tanto primó en los 70. Luis era un serio poeta con una carga de humor. Eso era muy lindo de apreciar y compartir”.

Coleman describe los ratos previos al show de Palermo como una reunión de miradas, todos muy pendientes frente a los movimientos de un auténtico dios de la adolescencia. “Estábamos como niños. La banda estaba muy afilada, muy contentos y además lo lindo de después de estar tanto tiempo ensayando y tocando como banda que venga alguien externo [risas] ¡Luis! Que viniera a sumarse al sonido de la banda fue muy grosso”, dice el guitarrista y recuerda el detalle que más lo sorprendió. “Luis vino con una pedalera muy chiquita que parecía de juguete. Trajo una guitarra sencilla y una pedalerita de multiefectos. Nada más. Claro, era suficiente para el asunto. Con el tiempo lo fui entendiendo, que no hay que ir con tantas cosas. Es el indio y no la flecha lo que suena. Estábamos ensayando la parte de ‘Té para tres’ que se fusiona con ‘Cementerio Club’. En un momento, Luis le hace una observación a Gustavo, marcándole puntualmente cómo era la melodía del solo de guitarra y le dice: ‘Lo que pasa es que no es un solo de guitarra, es una composición’ y todo bien. Lo que pasó es que Gus se cebó y tocó una nota afuera que no era la original y Luis se puso como medio nerviosito de que le cambiaran el tema. Y me llamó mucho la atención porque uno, obviamente, respetaba esos solos como algo inmodificable, pero con la furia y la adrenalina, uno que es violero sale un poquitito del mapa. Y Luis super humilde diciendo ‘qué lindo tocar con ustedes ¡como suena esta banda!’ halagándonos, a nosotros, que realmente lo estábamos recibiendo y él estaba tan contento como nosotros. También recuerdo antes del show que estábamos hablando y nos decía ‘yo nunca toqué ante tanta gente’”.

Spinetta también corrigió durante los ensayos una de las líneas de “Bajan”. “Aclaró que el ‘tibio sin sol’ que cantaba Gustavo era en verdad ‘vidrio sin sol’”, reveló Fernando Samalea en su magnífico libro Mientras otros duermen.

Por esos días comenzaba a cocinarse el regreso de Soda, pero todavía quedaba tiempo para disfrutar de una temporada solista inolvidable. Gustavo Cerati no se cansó de señalar que la noche del 10 de marzo de 2007 fue el mejor show de su vida. “Luego de eso uno se pregunta: ‘¿y ahora qué sigue’. Al otro día me desperté muy tarde, hinchado de felicidad y con una carga de energía tremenda. Recibí tantos llamados de aliento y felicitaciones… Pienso que ha sido la cumbre de una serie exitosísima de giras y presentaciones por tantos lugares. Qué bueno que haya ocurrido en mi país. Mejor premio que ese, imposible” (Cerati en primera persona de Maitena Aboitiz, 2012).

En una entrevista previa para Rolling Stone, me tomé el atrevimiento de recomendarle a Gustavo unos discos platenses. Entre ellos figuraba el álbum debut de Mostruo! (Grosso). Para mi sorpresa, el líder de Soda escuchó el disco y hasta los votó como banda revelación en la encuesta anual del Suplemento Sí de Clarín. “Hay muchísimas cosas por ahí y llegan por algún amigo que me dice: ‘¿Escuchaste este disco?’. Y pasa con Samalea, que me mostró a No lo Soporto. Como es el caso de Mostruo!, que me sorprendió muy favorablemente. El disco me pegó de movida”, dice Cerati, que incluso llegó a invitar a Mostruo! a compartir escenario.

-¿Y de Mostruo! qué te gustó o te llamó la atención?

-Mostruo! es un grupo con mucho humor. Son excelentes músicos con una recapturación de la esencia del rock cuando era nacional (risas). Es increíble cómo a veces algunas generaciones pueden tomar la esencia de lo que ocurrió en los 70, que ni siquiera vivieron en sus años más jóvenes sino que les llega por segunda mano o algo así. Me sorprende eso, pero sobre todo la calidad de las canciones y el humor. Nunca los vi en vivo y los invité a tocar porque la verdad es que flasheé con el disco y me encanta.

Diecisiete años después, Lucas Finocchi, guitarrista y uno de los cantantes de Mostruo!, recuerda el encuentro con Cerati y la sorprendente serie de momentos fallidos que frustró la posibilidad de abrir un show del líder de Soda Stereo. “Nos llegó la primera invitación para compartir un show de Ahí vamos en La Plata, en el club San Luis. Era nuestra gran oportunidad, pero había un problema con el seguro y no pudimos tocar. Después vendría una nueva invitación a un festival en Rosario que se suspendió por un temporal, la suerte nunca fue un fuerte de Mostruo! Después nos llegó a través de su manager la invitación a los shows de Soda en River y escuchamos ‘Dios’ en los parlantes del estadio, una locura”.

El encuentro en persona entre el grupo platense y el músico que siempre contradijo aquel lema ricotero que dice “solos y de noche” tuvo lugar en un coqueto escenario del microcentro porteño. “Fue en Ultra Bar, en la época de Fuerza natural, estábamos tocando una noche y estaba ahí, impresionante presencia que, sin embargo, lograba que nadie lo molestara. Se me acercó después del show para saludar y contó que había reconocido una canción y se dio cuenta de que éramos nosotros, después me pidió el teléfono, no le pedí el suyo, no me pareció correcto. Me dijo que me iba a escribir para llevar adelante aquella fecha que quedó inconclusa, después, bueno, ya sabemos todos qué pasó”, dice Finocchi a punto de editar el sexto álbum de la banda.

“Fue super importante para Mostruo!, una puesta en el mapa, un gesto de generosidad de alguien que no tenía por qué hacerlo y que nos dio la posibilidad de darnos a conocer, también es una validación importante como artista que un ícono del rock te valore, te da confianza y te hace sentir apreciado en un contexto en el que la mayoría actúa como si el otro fuera simplemente competencia. Era un momento raro de la industria, ya no había contratos pero tampoco estaba Spotify y quizás no lo supimos aprovechar. A la distancia lo siento como un mimo cada vez más grande”.

Antes del show en Palermo, Gustavo Cerati recibió una condecoración del gobierno de la Ciudad Autónoma, fue nombrado Personalidad Destacada de la Cultura. “Yo la quiero a Buenos Aires, y la odio. No sé, uno vive acá, decido vivir acá y todo eso, pero sin duda uno ya es un personaje de acá como tantos otros. Trato de sacarle el tinte político de la cosa que obviamente tiene, también es un momento álgido en donde va a haber una lucha por las elecciones, pero bueno, pienso que la distinción la acepto con alegría como aceptaría cualquier premio y me parece que lo fundamental es el show, tocar al aire libre, gratis para la gente, en un ciclo que está bueno. Está bueno que toquen tantas bandas y que haya tantos espectáculos, es mejor para Buenos Aires, mi querida y odiada ciudad”, dijo Cerati cuando los shows con organización estatal no eran cuestionados y ni siquiera se pensaba en que el Estado debía desentenderse de la actividad cultural y dejarla librada a las lógicas del mercado.

-¿Cómo funciona tu ego en este momento?

-¿Para qué le vamos a dar tanta vuelta? Reconforta y lo disfruto, pero también estoy atento. No es que de golpe me llegó algo como si fuera una especie de venganza, o algo así. Creo que sigo siendo un poco luchador y guerrero y sigo trabajando y poniéndole garra porque es la única forma que hasta ahora conozco y, como decía anteriormente, uno puede ayudar con la energía y eso lo estoy trabajando mucho, en tratar de enfocarme y creo que es una de las cosas que más me cuestan. Entonces le pongo gas a eso pero el resto no lo puedo dominar, no puedo tener el control, hace rato que me doy cuenta de que lo perdí y no es importante tratar de buscarlo o ganarlo, lo que ocurre alrededor de uno es algo que uno no puede ni siquiera pretender. Adoraría que a todo el mundo le guste lo que hago pero sabemos que eso no es así, también sé que de alguna manera la forma en que se ve el personaje y la manera a lo mejor en que me expreso hace que haya gente que no le guste, gente que le guste, que adhiera, que ame, que odia. Pero bueno, estoy disfrutando mucho en general y tomo eso como lo más positivo.

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