Francisca Valenzuela: “Me estresa la idea de tener que estar sacando contenido todo el tiempo”

La compositora y cantante chilena abre el alma en Adentro, un disco de separación introspectivo que ya está disponible en plataformas

Por  JUANA GIAIMO

agosto 18, 2023

Foto: Pao Velásquez

Los discos de separación son una tradición en la música: desde Rumours de Fleetwood Mac hasta Hasta la raíz de Natalia Lafourcade, pasando por Sea Change de Beck y Red de Taylor Swift, las canciones de corazones rotos han sido una catarsis para los compositores y una compañía para la audiencia. Ahora podemos sumar otro disco a esa lista de despechados: Adentro, el sexto álbum de Francisca Valenzuela, una de las voces más importantes de la música chilena de los últimos quince años.

Creo que la idea de un disco de separación estaba en mente”, dice. Habla rápido y, a la vez, reflexiona e hilvana sus ideas en el momento. “Creo que nos pasa a todos que, cuando uno está en una crisis, sea una separación o no, tiene un hambre por encontrar cosas que tengan sentido, que te reflejen, que te llenen, como que nada sacia esa desesperación”. Así, ella se rodeó de todo tipo de arte que reflejaba su estado emocional.

Menciona a Arlo Parks, Bon Iver, Nine Inch Nails y también a Alejandra Pizarnik. De estas influencias surgió Adentro, luego de que terminara su relación con Vicente Sanfuentes, que fue también productor de sus discos Buen soldado (2011), Tajo abierto (2014) y La fortaleza (2020).

En 2022, salió Vida tan bonita, un disco alegre con ritmos bailables y cálidos que contrasta ampliamente con Adentro. “Vida tan bonita lo terminé de grabar en 2021, salió en 2022, se me desmoronó la vida [risas] y, de repente, me vi en una gira, en un delirio constante, componiendo, componiendo y componiendo”, dice. Cuando terminó el año, se dio cuenta de que ya tenía un corpus de canciones, así que en enero fue al estudio con el productor Francisco Victoria.

“No siento que me haya propuesto hacer las cosas rápido y, de hecho, me estresa muchas veces la idea de tener que estar sacando contenido todo el tiempo, pero fue una cosa que nació así, y entonces respeté un poco esa ola que me estaba llevando”.

Adentro explora todos los momentos de una separación: el dolor (“Adentro”), la nostalgia (“Extraño”), el redescubrir del goce (“Juan”) y, finalmente, la aceptación del final y la tranquilidad emocional (“Lo nuestro nadie puede borrarlo”). Musicalmente, el piano toma el lugar protagonista, un instrumento que es el eje de su carrera, pero que esta vez suena incluso más presente. “Estos dos años que estuve de gira todo el rato no he tenido mi piano de siempre, estaba guardado en una bodega durante mi mudanza, y he pensado en cómo lo he echado de menos”, dice y después se corrige, “la he echado de menos, porque es como una compañera, me doy cuenta. Me ayuda a volver a mí”.

Si bien hay canciones que compuso en la guitarra, como “Jugando con fuego” y “Lo nuestro nadie puede borrarlo”, las teclas del piano predominan en Adentro. “Para mí es un instrumento que me permite construir, explorar, y también volar. Es algo corporal que me ayuda. Yo soy alguien un poquito cerebral y ansiosa, y creo que en el espacio físico de un instrumento grande pasa algo muy lindo”. Ese espacio físico y esa compañía se escucha en las canciones. “Déjalo ir”, por ejemplo, es una balada que pasa de una gran conmoción de teclas arpegiadas a notas solitarias, delicadas y suaves, reflejando, de alguna forma, el torbellino de emociones de estar dejando un vínculo.

Decir que un disco es el más íntimo de una artista siempre suena extraño. ¿Acaso no todos los discos son íntimos? Sin embargo, ella misma reconoce que últimamente aprendió a exponerse de una forma que antes no podía. “Lloro fácilmente, intenseo mucho, pero me cuesta mostrarme vulnerable con otra gente”, dice. No es casualidad entonces que una de las canciones se llame “¿Dónde se llora cuando se llora?”, en la que habla de cómo el llanto siempre ocurre a escondidas. “Antes me daba angustia y me superaba la emoción de las personas cuando se acercaban llorando por las canciones, o con un tatuaje o algo así. Me incomodaba porque sentía que no podía retribuirles eso, y sentía que no valía lo suficiente para que me dieran eso. Pero después, cuando empecé a explorar mi propia emocionalidad, a hacerme más cargo y permitir mostrarme emocional, fue una liberación muy grande”.