Cómo es ‘Mi vida normal’, el libro de conversaciones con Jorge Serrano, de Los Auténticos Decadentes 

El flamante libro de Fernando Sanchez repasa la sencilla humanidad de Jorge Serrano, el artista que reflejó como nadie la argentinidad en sus canciones

Por  HUMPHREY INZILLO

agosto 28, 2024

Jorge Serrano, autor de algunos de los grandes éxitos de Los Auténticos Decadentes y de la música popular argentina.

ARCHIVO LN

“No entiendo cómo a la gente le puede gustar una canción si no entiende la letra”, le dice Jorge Serrano a Fernando Sanchez, exeditor musical de ROLLING STONE, en Mi vida normal, el flamante libro editado por Vademécum que compila las conversaciones que sostuvieron, en diversos encuentros, a los largo de dos años. “De todos los cantantes que se escuchaban en mi casa, el favorito de mi papá era Serrat. Y el mío también, así que eso me unió mucho a él. Serrat fue, antes del rock, la persona que hizo que empiece a darle una gran importancia a la letra. Hasta ese momento, diría que escuchaba una melodía y nada, cantaba cualquier cosa. Pero con Serrat empecé a escuchar cosas que me hicieron decir ‘A la mierda, qué lindo esto, qué diferente a todo lo demás’. Porque era distinto, el texto, tenía una diferencia de profundidad”, expresa el autor de himnos de la música popular argentina, como “Gente que no”, “Loco (tu forma de ser)”, “La guitarra”, “Corazón” y “Un osito de peluche de Taiwan”, entre otros clásicos. 

En ese mismo pasaje de la charla, Serrano elogia al ícono del reggae: “Bob Marley tiene excelentes letras. Quizás sin tanto vuelo, pero cuando vos tenés un soporte, una religión o una causa, es como que ya está; tenés sobre qué hablar. Pero, además, la forma en que hablaba, la prosodia de Marley me gustaba. Son letras sencillas y panfletarias, en general relacionadas con el tema religioso o lo social, pero son excelentes. En realidad, a mí me gusta mucho cuando la letra va muy bien con la melodía, y en eso Marley es un capo. En el ranking del reggae, Marley está primero y el otro viene quinto, no hay nada en el medio. O sea: me encantaba el reggae, pero no encontré a alguien que llegue a ser segundo después de Marley”.

En el prólogo, revelador, Fernando Sanchez describe el espacio de trabajo de Serrano en su casa de Villa Gesell: “Tiene un espacio bien equipado, pero sólo con lo necesario para registrar sus demos. Y el orden de esos ocho metros cuadrados únicamente puede comprenderlo él: libros, revistas, instrumentos, herramientas de carpintería, discos, ropa, cientos de objetos de decoración dispuestos de manera aluvional en repisas fabricadas con sus propias manos, perros… ¡un adorable quilombo! Conocí ese espacio en 1998, cuando lo entrevisté para una nota que fue tapa en la edición argentina de la revista ROLLING STONE. 25 años después, no cambió casi nada: algunas cosas más desperdigadas por ahí”. 

En ese mismo texto, Sanchez cuenta la dinámica en que produjo el libro: “Fueron varias entrevistas a lo largo de dos años, en las que profundizamos en todo lo que por razones de espacio o cuelgue no abordamos en los encuentros para aquel libro [Titanes en el hit, la monumental biografía de Los Auténticos Decadentes que el autor publicó en 2017]. Charlamos en Villa Gesell, en Martínez y en mi auto, a lo largo de la ruta 2, yo al volante y él de copiloto. Intercambiamos muchísimos mensajes de Whatsapp y me hice de una linda colección de stickers. Arrancamos poco después del final de la pandemia del Covid, y terminamos en la primavera de 2023, con muchos meses entre un encuentro y otro, y tiempo para revisar anécdotas e ideas, aclararlas o dejarlas de lado. En el medio hubo regresos esperados, giras internacionales, conciertos multitudinarios y el lanzamiento de los tres volúmenes de ADN, la colección de versiones decadentes de hits ajenos en compañía de amigos de la ruta y de la vida. Y también hubo cambios de ánimo: de la angustia ante ‘el pentagrama en blanco’ a la paz tras haber hallado la punta del ovillo; de las dudas sobre ‘a quién le puede interesar un libro sobre mí’ a la honesta sensación de ‘’la verdad que quedó bueno’”.

De sus años como disquero a panchero en el Hipódromo de San Isidro, Serrano cuenta su derrotero laboral, que incluye tres años como “estibador”, cargando bolsas de 50 kilos en una fabrica de pegamento: “Cantaba a los gritos en el galpón. Ahí me acostumbré a cantar con mi voz de diarero, a los gritos. Esa onda ‘Yo no seeee” [de “Corazón”], ese grito de galpón. “Boooocha, la espáaaaaatula”. Cantaba ahí con todo el eco del galpón mientras trabajaba”.
La charla es adictiva y transita no sólo por la música y el arte, sino por zonas íntimas, profundas y filosóficas. Serrano reflexiona sobre la dinámica que le permitió a Los Auténticos Decadentes permanecer juntos durante más de 35 años. “Creo que nosotros supimos pulir nuestro diamante. Nadie sabía cuál era, pero lo encontramos, lo pulimos y lo cuidamos. Nuestra virtud fue darnos cuenta de que teníamos algo valioso. Porque he visto montones de amigos músicos talentosos que a los dos días de hacer una banda, se pelean con el otro y se autoboicotean todo el tiempo… No toleran sus imperfecciones, porque para ellos es mejor una idea perfecta que una realidad imperfecta. Bueno, para nosotros fue mejor una realidad imperfecta que una idea perfecta”, sintetiza.

En la tradición del indispensable Spinetta: crónica e iluminaciones (1988), que registra las conversaciones entre Eduardo Berti y Luis Alberto Spinetta, Fernando Sanchez y Jorge Serrano crearon un libro encantador, que a partir de algunos datos conocidos, profundiza en la visión del mundo y la sencilla humanidad de un tipo que, a través de sus canciones, y acaso sin pretenderlo, captó la quintaesencia de la argentinidad.

“La intención de no quedar como petulante se nota también en la elección de las palabras: no pretendés que tu público advierta cuántos libros leiste antes de escribir una letra”, advierte Sanchez. “Es que a lo que vendría a ser un libro, yo me considero una revista”, responde Serrano. “Mi cultura es de revista, no soy universitario. Soy de una cultura que no la desmerezco. A lo mejor, para los intelectuales es una porquería, pero yo no sé más que eso, entonces yo necesito eso, ese es mi lenguaje. Y me da la impresión de que mi inquietud por el conocimiento necesariamente se traduce en palabras simples. Al mismo tiempo leí mucho, entonces tengo un lenguaje como para desenvolverme. Hay un personaje de Antonio Machado que se llama Juan de Mairena. Es un libro en prosa cuya primera edición apareció en 1936. Es como un profesor de retórica. En una de sus clases escribe en el pizarrón ‘los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa’, y les dice a los alumnos: ‘Bueno, pongan esto en lenguaje poético’. Entonces uno pone ‘Las cosas que pasan en la calle’ [risas]. Y está muy bien, claro. Esa es un poco mi filosofía: no hay que darle tanta floritura ni hablar de ‘carrusel’ ni de ‘limusin’.

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