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Los sonidos de un mundo cada vez más caluroso

La industria de la música no está exenta de contribuir a la crisis climática, por eso debe revisarse y responder ante los desafíos de un futuro incierto. Algunas iniciativas dejan un mensaje de esperanza.

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

abril 19, 2024

New York Times

New York Times

Por cada año que pasa, la Tierra se calienta un poco más. 2023 fue el año más caluroso desde que se empezó a medir la temperatura media global, en 1850, y se prevé que 2024 lo supere. Más que una alerta desesperanzadora, esta realidad climática se nos planta como una gran cuestión que debemos resolver como humanidad.

El cambio climático está intrínsecamente relacionado con el sistema económico que tenemos. La forma en que vivimos, cómo consumimos y cómo se comportan las industrias, incluida la de la música, tiene todo que ver con esos 1,48°C extra que representan una alerta enorme para la vida como la conocemos.

“Podemos decir con toda seguridad que la crisis climática es resultado de la acción humana. Esto ha sido comprobado por un panel del que hacen parte gobiernos de todo el mundo y que recoge con rigurosidad toda la evidencia científica”, dice Aura Robayo, ingeniera forestal y consultora en cambio climático. Esta crisis corresponde a una situación en la cual se han modificado de tal manera las condiciones de clima del planeta, que muchas actividades humanas y la salud de los ecosistemas se ven comprometidas. Aunque inicialmente lo notorio es el aumento de temperatura, hay impactos en todo el sistema climático y como humanidad contribuimos de distintas formas, dice Aura: “actividades que parecerían inofensivas, también tienen impactos. ¿Leer esta revista en Internet puede tener un impacto en el cambio climático? Pues sí”.

¿Cómo conciliar el consumo de la música que tanto amamos con mejores formas de habitar el mundo?

Discos, streaming, conciertos, productos de mercadería, giras. La industria musical, como las demás industrias, genera una huella ambiental que involucra varios frentes. La producción de dióxido de carbono (CO2) y el consumo de grandes cantidades de energía y otros recursos, son las principales preocupaciones en un sector que recientemente está intentando implementar cambios que involucran a artistas, disqueras, plataformas de streaming, festivales y, por supuesto, consumidores.

La preocupación por la conservación de la naturaleza no es un tema ajeno a la música. Desde hace décadas hay artistas que han denunciado el daño ambiental de un sistema económico que devora todo a su paso en nombre de las ganancias. Sin embargo, la revisión interna de la responsabilidad de la música como industria tardó más en llegar y de cara al futuro plantea desafíos propios.

La crítica a la producción de discos, por su alto uso de plásticos y otros derivados del petróleo, por ejemplo, nos hizo creer que la música en servidores de internet o streaming, era una alternativa positiva. Sin embargo, poco a poco hemos descubierto que así no tengamos discos, la música y los videos que vemos en nuestras pantallas están alojados en servidores en alguna parte del mundo y que allí no solo consumen grandes cantidades de energía, agua, combustibles y plásticos que contaminan, sino que, al no ver esos efectos del uso de Internet en lo cotidiano, es difícil que hagamos consciencia de su repercusión nociva en el calentamiento global. Cada clic tiene un impacto, aunque no se nombre, como lo indica Greenpeace desde hace tiempo.

Un cálculo de Sharon George, profesora del departamento de sostenibilidad ambiental de la Universidad de Keele en Reino Unido, mostró que cinco horas de streaming equivalen a la huella de carbono de un CD de plástico y 17 horas a la de un disco de vinilo.

La huella de carbono también está en los conciertos  

Pero no solo el uso y compra de discos o de música en internet contribuye a la huella ambiental. Los espectáculos en vivo combinan varios elementos que crean un impacto negativo posiblemente mayor. Desde el combustible para el traslado de artistas, su equipo y los cientos o miles de personas asistentes, hasta la producción de los shows y los hábitos de consumo in situ, abren una discusión enorme para establecer prácticas más sostenibles.

La ONG Julie’s Bicycle ha hecho seguimiento a las repercusiones de los conciertos y festivales en la huella de carbono en el Reino Unido. En 2019 encontraron que, debido en gran medida a las decisiones de viajar en avión, más otros factores, los espectáculos de música en vivo generaron 405.000 toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero por año, solo en ese país.

Además de la música en vivo, los espectáculos usualmente tienen mercancía de los artistas; ropa y accesorios que también hacen parte de la cadena de valor del negocio y por ende podrían ser producidos con prácticas sostenibles. El consumo de bebidas y alimentos son otra categoría para considerar, en particular por el acceso a agua que no sea embotellada. Cada minuto, se venden un millón de botellas de plástico en todo el mundo y cada botella plástica tarda unos 450 años o más en descomponerse, por esta razón, Andrea Echeverri, de Aterciopelados, opina que algo básico en los conciertos debería ser la práctica de tener botellas personales no desechables que se puedan recargar en el evento.

Apuestas por un futuro de la música más esperanzador

Cuando se habla de la crisis climática suelen generarse sentimientos de impotencia, ansiedad y tristeza. Y aunque es entendible, muchas personas en muchas partes están trabajando por un futuro menos catastrófico.

Las iniciativas son varias. Artistas como Billie Eilish y Coldplay ya han implementado medidas para que sus giras sean más ecológicas, de la mano de organizaciones especializadas. Massive Attack ha invertido en investigación para conocer mejor los impactos de sus giras y tener recomendaciones no solo para la banda, sino para que todo el sector sepa cómo reducir sus emisiones de CO2. En otro sentido, Pearl Jam ha adquirido bonos de carbono, para mitigar la huella producida en sus conciertos (aunque esta medida todavía es objeto de debate).

Otra estrategia más conocida para enfrentar esta problemática, pero no por eso menos importante, es la influencia de las y los artistas que le apuestan a la transformación social y de comportamientos en sus audiencias frente al cambio climático. Aquí la lista es larga, pero los hay de todos los niveles. Vale recordar que algunas acciones de reducción de la huella de carbono implican una inversión de recursos grande, que no todos los artistas pueden costear. Sin embargo, aportar a la conversación es significativo, pues involucra a toda la sociedad.

En una alianza local e internacional muy innovadora, se lanzó recientemente la campaña “Sounds Right”, del Museo de las Naciones Unidas. Con esto se proponen colaboraciones de artistas con la Naturaleza como invitada especial. Algunos de los participantes son Brian Eno, David Bowie, Aurora y Bomba Estéreo. En el caso de la colaboración entre Aterciopelados, Vivir Quintana y Los Auténticos Decadentes, en la canción Rompecabezas ft. Nature, fueron aves cantando al amanecer las invitadas. “Esos pajaritos que salen en la canción son considerados artistas y se les pagan regalías que se invierten en conservación”, explica Andrea Echeverri.

Héctor Buitrago, bajista y cofundador de Aterciopelados, cree que “Sounds Right” es interesante a futuro para la industria de la música al considerar a la Naturaleza como una artista. “Es un concepto disruptivo que puede ser muy importante para la industria porque todos los sonidos que se recojan y se graben para ser usados en canciones, recaudarían regalías para su propia conservación y cada vez que alguien lo oye está colaborando”.

Al ser un artista que lleva las banderas del cuidado de la Tierra desde hace muchos años, Héctor Buitrago dice que ve cambios recientes de más conciencia en la industria de la música por tener prácticas más sostenibles, así todavía falten acciones más concretas.

Tal vez la clave resida en la responsabilidad compartida entre todas las partes que componen esta industria para ver al futuro con ojos más conscientes. Para Aura Robayo, como consumidores tenemos mucho que aportar al preferir productos que provengan de empresas comprometidas con la mitigación del cambio climático y la reducción del impacto ambiental. “Podemos preferir artistas que se preocupan por compensar las emisiones que se producen en los conciertos, apoyar disminuyendo el consumo de plásticos y empaques, apoyar a aquellos que invitan a sus públicos a tomar acciones concretas. Reconocer y seguir a aquellos artistas que toman partido ante la crisis climática”.