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“Un Mundial construido con esclavitud moderna”

Soportaron calor extremo para alimentar a sus familias y le generaron miles de millones de dólares a un gobierno opresor. Los trabajadores de construcción revelan cómo, cuando llegaban los inspectores de la FIFA, eran escondidos

Por  ROLLING STONE

noviembre 21, 2022

MONTAJE DE FOTOS POR MATTHEW COOLEY PARA ROLLING STONE. FOTOGRAFÍAS EN EL MONTAJE POR MASAHI HARA/FIFA/GETTY IMAGES; ELSA/GETTY IMAGES; MAYA ALLERUZZO/AP; JUAN MABROMATA/AFP/GETTY IMAGES; MARCIO MACHADO/EURASIA SPORT IMAGES/GETTY IMAGES; WARREN LITTLE/GETTY IMAGES

Anish Adhikari se despertó a las 4:00 de la mañana en un campo de trabajo de Catar porque el pescado podrido de la noche anterior le causó diarrea. Sus amígdalas estaban inflamadas por la poca agua que su jefe le había permitido tomar en una jornada de 14 horas bajo un calor de 50º. Pero mantenía la esperanza de que instalar aires acondicionados para 80 000 asistentes le daría el equivalente a $8 000 para mantener por tres años a su familia en Nepal; de que iba a poder pagarle lo que debía al prestamista que le consiguió el trabajo en 2019 con Hamad Bin Khalid Contracting Co. (HBK), la constructora de la que es dueño el hermano del emir actual de Catar. Pensó en su padre y su madre enferma, viviendo con sus seis hermanos, las cuatro esposas de estos y sus ocho hijos, todos en una granja destruida por un huracán en la que usan un cobertizo como cocina. Pero es que el fanático de futbol de 23 años estaba ayudando a construir el recinto donde se jugaría la final de la Copa Mundial de este año; a veces, cuando llegaba al Lusail Iconic Stadium antes del amanecer, Adhikari olvidaba lo exhausto que estaba.

El Gobierno de Catar y la FIFA habían prometido reformas laborales cuando la federación de futbol otorgó la sede del Mundial al opresivo país de Medio Oriente, donde activistas en pro de los derechos humanos han advertido por mucho tiempo sobre la explotación de migrantes que podría equivaler a esclavitud moderna. Adhikari tuvo la oportunidad de encontrarse con un representante del Comité Supremo local de Catar a cargo del “legado” del torneo. Podía quejarse sobre las condiciones de trabajo que lo llevaron a estar tan sudado “como si hubiera llovido”, con cuadros de vómito y palpitaciones cardíacas; al menos, argumenta, hasta que gerentes de HBK dejaron de invitar a los empleados más vocales a los foros de bienestar de los trabajadores. Adhikari recuerda haberse reunido dos veces con inspectores independientes de la FIFA para quejarse de que el 95% de sus gastos de reclutamiento y beneficios como empleado —así como dos tercios de su salario— había desaparecido.

Adhikari y un colega han dicho, en entrevistas para un explosivo reporte hecho por el grupo en pro de los derechos de los trabajadores Equidem, que había veces en las que sonaba sorpresivamente la alarma de incendios del estadio para que todos evacuaran. Pero no había ningún incendio, sino inspectores de la FIFA. En una entrevista para Rolling Stone en la que detalla su experiencia en Catar, Adhikari recuerda que su superior gritaba “¡Ya vienen los inspectores! ¡Ya vienen los inspectores!”. Dice que la constructora usaba la alarma de incendios “como una táctica” para agrupar afuera a los trabajadores, llevarlos a los campos supervisados donde vivían, y aparentemente darles a entender a los monitores de la FIFA que los más de 4 000 migrantes habían salido a comer. Adhikari y su colega declararon en la investigación de Equidem que los trabajadores que se escondían en el sitio para intentar hablar con los inspectores veían sus salarios reducidos y eran deportados.

“Estábamos debajo de esta enorme compañía que es propiedad de la familia real, a pesar de que la FIFA tiene ciertos estándares”, dice Adhikari desde Nepal para Rolling Stone en una videollamada de la semana pasada traducida por Equidem. “Me sentía intimidado en todo momento. Si tomaba acción, me mandaban a casa. Estaba muy asustado”.

De acuerdo a la investigación de ocho años hecha por Equidem sobre las condicionales laborales de 16 constructoras, programada para esta semana y compartida exclusivamente con Rolling Stone, los trabajadores de los estadios para el Mundial estuvieron sujetos a condiciones “captivas y controlables”, debido a que el Gobierno de Catar y la FIFA protegieron el trabajo forzoso bajo la aparente reforma. Las revelaciones siguen llegando conforme más organizaciones de derechos y organismos de control llaman la atención —con acceso encubierto y confidencial a decenas de migrantes anónimos informantes— respecto a las muertes de trabajadores no contabilizadas y a las familias de los migrantes que no reciben compensación alguna y se quedan sin hogar, mientras que los cataríes y sus socios ganarán más de 17 mil millones de dólares cuando empiece el torneo este mes.

“Este”, dice el director ejecutivo de Equidem, Mustafa Qadri, “es un Mundial construido con esclavitud moderna”.

En una declaración para Rolling Stone, un vocero de la FIFA dijo que el organismo estaba en contacto con sus contrapartes cataríes para tratar los temas tocados en el reporte de Equidem.

Después de que este artículo se publicara, un funcionario del Gobierno catarí dio un comunicado en el que elogió sus propias “reformas laborales comprensivas”. Catar, de acuerdo al comunicado, “condujo 3 712 inspecciones laborales el mes pasado y ha lanzado múltiples campañas nacionales para informar sobre las nuevas leyes. Como resultado de nuestras acciones y su implementación, la cantidad de delitos laborales ha disminuido año tras año”.

El Comité Supremo para la Organización y Legado respondió a los hallazgos de Equidem con un comunicado delineando sus estándares para “asegurarse de que los contratistas que no cumplan con las normas sean retirados del proceso en la etapa más temprana posible”, y que las constructoras también “sean sujetas a auditoría”, aunque reconoce que “sus sistemas han sido explotados por contratistas que obran mal”. Un vocero de HBK Contracting no respondió a una lista de preguntas para este artículo; tampoco contestaron los representantes de HBK a los que contactó Equidem para su reporte; el director jurídico de la compañía tampoco comentó nada en una llamada hecha el miércoles por Rolling Stone. De las 16 constructoras mencionadas en el reporte de Equidem, solo cuatro respondieron, y, según el reporte, negaron todas las acusaciones.

Manju Devi dijo que le rogó a los prestamistas —acariciando sus pies mientras se arrodillaba— que perdonaran la deuda de $10 000 de su esposo fallecido. La familia había pedido un préstamo con una tasa de interés anual de 36% para que Kripal Mandal pudiera viajar del sur rural de Nepal para trabajar en una compañía de suministros que contribuiría a proyectos de infraestructura para el Mundial con un valor estimado en 220 mil millones de dólares, incluyendo, dijo el hermano de Kripal, uno de los ocho estadios. Ahora, de acuerdo a la transcripción de una entrevista proporcionada por Human Rights Watch, padecen hambre.

La esposa de Mandal dijo a Human Rights Watch que su marido sonaba estresado una vez que hablaron por teléfono en febrero de este año: Había mandado a casa $150 cada mes, pero después de más de una década en Catar, no había terminado de pagar el dinero que le había costado llegar ahí. La familia cuenta que, cuando Mandal aparentemente sufrió un ataque al corazón el día siguiente y murió, el Gobierno de Catar marcó su muerte como “no relacionada al trabajo”. De esa manera, el Gobierno no les debía ninguna compensación. El comité del “legado” animó, pero no forzó, a la compañía de suministros a pagar más de $20 000 en seguro de vida. El hermano de Mandal afirmó que la compañía ha retenido 15 días de pago retroactivo: “Nunca tuvo problemas”, dijo el hermano, de acuerdo a la transcripción de Human Rights Watch. “Pero nadie nos dio apoyo”.

De acuerdo a un análisis publicado este año por The Guardian, más de 6 500 trabajadores migrantes murieron en Catar durante la década subsiguiente a que FIFA anunciara en 2010 que el Mundial se jugaría ahí. El Gobierno catarí mantiene que dichas cifras son “tremendamente engañosas” y que son proporcionales a la tasa típica de mortalidad; además, cita reformas de salud y seguridad que establecieron en 2018 a través de una agencia de Naciones Unidas, incluyen una prohibición del trabajo al mediodía durante el verano y el desarrollo de un plan nutricional, para disminuir en lo general la tasa de mortalidad de los “trabajadores invitados”.

La familia de Kripal Mandal, quien murió de un ataque al corazón mientras trabajaba en Catar.
CORTESÍA DE HUMAN RIGHTS WATCH

Los organismos reguladores, sin embargo, mantienen más firmemente que nunca que los cataríes ocultaron deliberadamente la cantidad de muertes de migrantes “relacionadas con el trabajo”, evadiendo así autopsias, compensaciones y futuras reformas. En 2016, de acuerdo a datos compilados por Amnistía Internacional, la cifra del Gobierno de muertes de personas no cataríes clasificadas con causas desconocidas cayó dramáticamente, lo cual coincidió con un aumento correspondiente en muertes asociadas con enfermedades circulatorias. “Es una estupidez, porque no significa nada más que el hecho de que tu corazón dejó de latir y dejaste de respirar”, dice Nicholas McGeehan, director del grupo de investigación de derechos humanos FairSquare, considerado uno de los  principales analistas de derechos laborales en el Golfo Pérsico. “Han ocultado activamente el hecho de que no saben nada sobre estas muertes”.

Amnistía Internacional no ha recibido claridad alguna por parte de agentes del Gobierno catarí sobre la discrepancia entre las muertes por causas naturales y las de causas desconocidas. Sin embargo, Minky Worden, directora de iniciativas globales de Human Rights Watch, dice que ella preguntó sobre el incremento de muertes “no relacionadas al trabajo” en un foro público con funcionarios del trabajo en Catar el mes pasado y fue ignorada. “Es una farsa elaborada por el Gobierno catarí para decir que las tasas de suicidio y muertes de trabajadores son las mismas que en Europa del Norte, lo cual es mentira”, le dijo Worden a Rolling Stone. “Porque si no estuvieras construyendo estadios e infraestructura con un valor de 220 mil millones de dólares, no tendrías esa tasa: hay algo de propaganda.

“No investigaron porque no querían que supiéramos la respuesta”, continúa Worden. “Si no quieres saber que tienes un problema, tienes un problema”.

Entre sus programas existentes para mejorar los derechos de los trabajadores, el Gobierno ha introducido recientemente múltiples sistemas de compensaciones, pero grupos de activistas argumentan que solo cubren abusos ocurridos a partir de 2018 y que son bastante limitados tanto en perspectiva como en implementación. Human Rights Watch entrevistó a múltiples migrantes trabajando en construcciones para el Mundial que les han dicho que han contemplado el suicidio mientras esperan deudas relacionadas por su trabajo; mientras esperan a que les lleguen pagos atrasados. La semana pasada, el ministerio de trabajo de Catar rechazó propuestas de un fondo de compensaciones para las familias de los migrantes que han muerto o se han lesionado trabajando en los sitios para el Mundial, argumentando que son “redundantes”, además de acusar las críticas al Gobierno de ser “racistas” y un “truco publicitario”. El ministro, Ali bin Samikh Al Marri, dijo para AFP que no había “criterios para establecer estos fondos”, y remató preguntando: “¿Dónde están las víctimas? ¿Tienes sus nombres? ¿Cómo puedes obtener esos números?”.

A May Romanos, una importante investigadora para Amnistía Internacional en el Golfo Persa, le parecieron trágicamente irónicos los comentarios del ministro:

“El Gobierno sabe a quiénes les están pagando y a quiénes no”, le dijo Romanos a Rolling Stone. “Ellos saben quiénes son las víctimas y los victimarios. Ellos tienen las cifras y los nombres. Es una excusa muy floja para evitar su responsabilidad”.

La política de derechos humanos de la FIFA argumenta que la organización “está comprometida con contribuir a la reparación de daños en situaciones en las que individuos hayan sido afectados negativamente por actividades relacionadas con la FIFA”. La madre de los cinco hijos de Kripal Mandal, mientras tanto, regularmente lleva a uno de ellos a recibir transfusiones de sangre en la ciudad; en el camino de regreso, busca comida. Trabaja ayudando a cuidar ganado, pero sabe que el dinero de su esposo nunca llegará. “De alguna manera”, le dice a Humans Right Watch, “nos las estamos arreglando”.

En la década previa al Mundial de este mes, se han oído las voces de unos cuantos trabajadores migrantes, a través de productores de ESPN o HBO, o gracias a un escritor francés. Para su reporte, los investigadores de Equidem entrevistaron confidencialmente a 60 migrantes que trabajaron en los ocho estadios del torneo bajo supervisión de 16 constructoras. “Si protestamos, nos amenazan con reducir nuestros salarios o despedirnos”, le dijo uno de estos trabajadores a la organización de derechos. “Por eso ninguno de nosotros protesta. … En vez de eso lo cubren acusando a quien se queje”.

Anish Adhikari fue el único de los informantes que mostró su cara en la denuncia: Pocos días después de empezar a trabajar en la compañía real HBK, Adhikari le compartió a Equidem, se enteró de la muerte de un colega bangladesí que cayó desde el quinto piso de un estadio en Lusail y murió. Empezó a revisar nerviosamente su cinturón de suspensión cuando instalaba el aire acondicionado. El año pasado, dijo Adhikari, supo de un trabajador chino en el mismo recinto que se cayó de seis pisos cuando su cinturón falló.

Con 26 años y de regreso en su casa, Adhikari aún puede oír las alarmas de incendio en su cabeza. Aún puede ver el techo de su campo, tan cerca del estadio vacío que alcanzaba a ver las chaquetas amarillas de los inspectores de FIFA que nunca oirían su voz. “Me siento mal por no haber denunciado”, le dijo a Rolling Stone. Un compatriota suyo que trabajaba en los andamios del estadio de Lusail también le dijo a los investigadores de Equidem que cuando HBK se enteraba de una visita de la FIFA, los agentes de la compañía subían a grupos de migrantes en autobuses, se ponían sus cubrebocas, y limpiaban el estadio. Un trabajador de India empleado por HBK para trabajar en el Al Bayt Stadium, recinto en el que la selección de Catar jugará el partido inicial del Mundial el 21 de noviembre, también compartió sus preocupaciones, y comentó a Equidem que el equipo de la compañía se paró afuera del estadio cuando llegaron los inspectores y les dio a los trabajadores “instrucciones estrictas de que no deberíamos acercarnos a los agentes de la FIFA con quejas”.

Anish Adhikari con su familia en Nepal.
FAT RAT FILMS/EQUIDEM

Las quejas de los trabajadores de construcción en obras del Mundial debían ser llevadas al Comité Supremo para la Organización y Legado, comparado por algunos activistas con los comités organizadores de las ciudades en las que ocurren los Juegos Olímpicos, aunque con algunas diferencias. Cuando la Internacional de Trabajadores de la Construcción y la Madera (BWI, por sus siglas en inglés) fue contratada en 2016 por el Comité Supremo para realizar las inspecciones, a sus observadores independientes les sorprendió que los organizadores cataríes tuvieran la autoridad para grabar quejas de los trabajadores y cerrar las obras que fueran inseguras, sobre todo en un país en el que la sindicalización laboral es ilegal. Pero después descubrieron que el ministerio de trabajo catarí no tenía la voluntad política para aplicar las reformas sobre contratistas abusivos, o siquiera para cooperar en la apertura de un centro comunitario para trabajadores migrantes. (El gabinete de prensa del Gobierno catarí no respondió a las solicitudes de comentarios. El Comité Supremo rechaza lo encontrado en el reporte de Equidem, y en su comunicado a la organización dijo que su capacidad de aplicación de reformas ha logrado que se reporten más de 450 abusos ante el ministerio, así como a la vigilancia de 270 contratistas, la desmovilización de otros 70 y el veto de siete más. En su comunicado para Rolling Stone, la FIFA declaró que las inspecciones regulares de BWI y su propio programa para la salud y la seguridad del trabajador estaban “a la altura de los estándares internacionales más altos”).

Eso fue antes de que se terminaran los estadios, pero las historias de terror continúan: El Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos —una organización sin fines de lucro que realiza un seguimiento de términos de empleo de los trabajadores, robos salariales, condiciones de vida, abuso físico y verbal por parte de empleadores, y libertad de expresión— le dijo a Rolling Stone que ha registrado 133 casos de supuesto abuso laboral en Catar tan solo en 2022. Este verano, BWI conectó a futbolistas de países progresistas con trabajadores migrantes para que escucharan de primera mano sobre sus condiciones laborales. Sin embargo, el jueves, dos funcionarios importantes de FIFA enviaron una carta a las 32 selecciones, incitándolas a que se “concentren en el futbol”. El secretario general y presidente de la FIFA, Gianni Infantino, quien se mudó a Doha este año, pidió a los países que “por favor no [permitieran] que se involucre al futbol en cada batalla ideológica y política que existe”.

Los mejores futbolistas del mundo parecen listos para usar al menos un poco de su influencia sobre los televidentes para defender la causa. Funcionarios de las selecciones inglesa, danesa, alemana, noruega y suiza le dijeron a Rolling Stone que sus capitanes planean usar brazaletes con la leyenda “One Love” en apoyo a la comunidad LGBT+; la empresa encargada de los jerseys de Dinamarca ha diseñado los uniformes con un escudo poco visible en modo de protesta. Además, las federaciones de futbol de países como Inglaterra, Alemania, Bélgica y Países Bajos respondieron que continuarán peleando por reformas y por que los derechos humanos “apliquen en todo el mundo”.

Adhikari, por su parte, quiere que sus héroes levanten la voz este mes en pro de mayores reformas y de la compensación pendiente; para los mal pagados, para los destituidos y para los muertos. “Soy muy fan de Lionel Messi, de jugadores como Kylian Mbappe, Neymar, Cristiano Ronaldo”, dice Adhikari con una sonrisa que por un instante gana terreno en un rostro dominado por el miedo a su deuda de $5000 y al débil estado de salud de su madre. “Si se enteraran del dolor y la pena que pasamos los trabajadores como yo, y si se quejaran ante autoridades como la FIFA… si las estrellas hicieran eso, tendría la esperanza de que los problemas serían atendidos y de que habría algún tipo de solución. Pero no tengo tanta”.

Nota del editor: Este artículo fue actualizado con una declaración del Gobierno catarí y para reflejar de mejor manera tanto el lado de Hamad Bin Khalid Contracting Co. como las observaciones que han hecho los inspectores independientes de la Internacional de Trabajadores de la Construcción y la Madera sobre las obras del Mundial.