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The Matrix predijo el futuro

Mientras Matrix: Resurrecciones se enfrenta a la era de la pastilla roja, te contamos cómo la saga sabía lo que nos esperaba

Por  K. AUSTIN COLLINS

diciembre 22, 2021

Ilustración por Miles Donovan

Es el clásico viaje del héroe; hay un oráculo, una nave llamada Nabucodonosor y una última ciudad humana. La saga de las hermanas Wachowski fue profética, y verla ahora es recordar lo arraigada que estaba a las mitologías, los géneros y las tradiciones del pasado. Cosas que no pasamos por alto cuando se estrenó; descubrimos sus influencias, un poco desgastadas, en su mezcla de acción al estilo de John Woo con artes marciales de la vieja escuela y algunas pistas de anime. No solo es un guiño a lo occidental, sino también a la filosofía oriental, la última reflejada en imágenes como la de Neo conectado a máquinas a través de lo que parecen agujas de acupuntura.

Era el final de los 90, la era de Quentin Tarantino y David Foster Wallace; el último suspiro posmoderno y capitalista del siglo XX. Cuando Keanu Reeves asumió el papel dual de Thomas Anderson [Neo], nos habían preparado para toda clase de pastiches, nos habían condicionado a esperar todo tipo de altibajos de la tecnología al enfrentarse a Lewis Carroll y Theodor Adorno. The Matrix tomó la audaz decisión de llevar todo eso a la pantalla grande.

Sin embargo, aunque está ambientada en un marco de tiempo confuso, su elegante goticismo urbano y su mundo tecnológico, sí sugerían un futuro. Solo que no nos imaginamos que este futuro sería más parecido de lo que creíamos. Y no sabíamos que el lenguaje que utilizábamos para describir la mezcla cuestionable de filosofía y acción, definiría, de alguna manera, el futuro del cine. En 1999, el New York Times dijo que The Matrix era un “cómic de ideas”, mucho antes de que las películas de cómics y las epopeyas de acertijos de Christopher Nolan se destacaran entre las taquilleras de Hollywood.

La década que nos dio esa visión del futuro, ya nos había dado un adelanto en 1992, con los disturbios de Los Ángeles, por un lado, y con una mujer trans afro en la pantalla grande (gracias a El juego de las lágrimas), por el otro. Y fue The Matrix –dirigida por un par de mujeres trans, aunque no lo supiéramos todavía, y con un héroe afro semejante a un dios, llamado Morfeo– lo que coronó esa era. Tiene sentido que 20 años después veamos protestas por el movimiento Black Lives Matter. No es necesario decir que la franquicia de The Matrix no tuvo una participación directa en estas evoluciones sociales, pero es un testimonio tremendamente rico de su momento. En la película original, Neo se ve obligado a enfrentar el dilema del destino, y se pregunta si el suyo está en sus manos y si es cuestión voluntad. Aquí, la realidad se hace presente y recordamos que la influencia de la película en el mundo de entonces fue inmediata y directa.

Recordamos que tan solo tres semanas después de su estreno, un par de jóvenes en Littleton, Colorado, entraron a su colegio con armas, cuchillos y bombas. Y se pusieron gabardinas negras que, aunque no fueron inspiradas en The Matrix –películas como La historia de Jim Carroll con una escena de un tiroteo escolar y Carretera perdida de David Lynch, aparecieron en los diarios de los muchachos–, causaron escalofríos. Ellos se resguardaron en identidades online, como Neo, cuyo nombre virtual se convierte en su identidad, y su camino para convertirse en mesías está lleno de balas.

Si vamos a creer en los juegos de realidad y destino que definen el mundo de The Matrix, entonces la línea que se traza desde ese par de chicos hasta el día de hoy –desde la pastilla roja que se tomó Neo, hasta la pastilla roja del discurso contemporáneo–, tiene cierta lógica inquietante. Al final, no necesita tener sentido; la historia, la narrativa, la superestructura gobernando nuestras vidas actuales, así como cuando Neo se desconectaba de las ilusiones del mundo que conocía, nos han quedado dolorosamente claras.

Y sobra decir que la nueva entrega, Matrix: Resurrecciones, de Lana Wachowski, tiene trabajo por hacer. Es inconcebible que esta nueva película –en la que los celulares ahora son iPhones, y lo que antes parecía la típica travesía de un héroe, ahora tiene un tono de radicalismo terrorista– no intente luchar con su legado. Resurrecciones: incluso la palabra, que describe problemas que nunca se solucionaron, suena incómodamente irónica. Nadie puede echarle la culpa a las películas por el mundo en el que vivimos, pero la nueva parece preparada para reevaluar el papel que juega la franquicia. “La decisión es tuya”, dice el póster. Pastillas rojas o azules, desde cierta perspectiva, son casi iguales.