Los expertos en música electrónica conocen los nombres de algunos de sus pioneros: Léon Theremin, Edgar Varèse, Luigi Russolo, Maurice Martenot, Pierre Schaeffer, Pierre Henry, Karlheinz Stockhausen, Tōru Takemitsu. Pero solo algunos eruditos conocen los nombres de las mujeres que sentaron las bases de esta fusión vanguardista entre arte y tecnología (el futurista Russolo la llamó “El arte del ruido”), que hoy goza de una tremenda popularidad.
Sisters With Transistors, el primer largometraje documental de Lisa Rovner, intenta darnos a conocer a aquellas mujeres que ayudaron a expandir las fronteras de la música durante el siglo XX, y que tal vez por el machismo que todavía contamina la historia, no han obtenido el reconocimiento que se merecen.
El documental, narrado por Laurie Anderson (una de estas mujeres pioneras cuyo aporte, curiosamente, no se menciona aquí), se inicia con Clara Rockmore, una violinista experta quien, en los años veinte se inclinó por el Theremin (uno de los primeros instrumentos musicales electrónicos, conformado por dos antenas metálicas que detectan el movimiento de las manos del intérprete y lo convierten en sonido), para demostrar sus posibilidades estéticas. La artista rusa falleció en 1998, pero Rovner nos muestra un fabuloso material de archivo que incluye tanto su testimonio como la interpretación surrealista del instrumento en cuestión (uno de los más difíciles de tocar).
Luego conoceremos a Daphne Oram y a Delia Derbyshire, dos mujeres cuyas carreras se desarrollaron en el taller radiofónico de la BBC en la época de la postguerra. Oram (fallecida en el 2003), fue una pionera de la música concreta y una de las primeras personas en generar sonidos electrónicos, además de ser la creadora de Oramics (una técnica de notación para la música electrónica). Por su parte, Derbyshire (fallecida en el 2001), compuso en 1963 el maravilloso tema de la serie Dr. Who, uno de los primeros “clásicos” de la música electrónica.
De la década de los sesenta, el documental nos presenta a Pauline Oliveros (fallecida en el 2016), una acordeonista experimental que introdujo los conceptos “escucha profunda” y “consciencia sónica”, que surgieron de sus teorías musicales y sus trabajos psicodélicos. También conoceremos a Suzanne Ciani (la protagonista del prólogo del documental) quien, además de ser una de las pioneras del sintetizador y de grabar varios álbumes alabados por la crítica, fue la creadora del “sonido coca-cola” (la icónica recreación del sonido de la bebida patentado por la empresa), y una de las personas más importantes en el desarrollo de la música electrónica para programas de software, videojuegos y bandas sonoras de películas (The Stepford Wives, The Incredible Shrinking Woman).
Sisters With Transistors también llega a mencionar el gran trabajo de Wendy Carlos, la intérprete transgénero quien como Walter Carlos, reinterpretó los trabajos de Bach, Haendel y Beethoven utilizando el sintetizador modular Moog, y cuyo trabajo fue usado por Stanley Kubrick para las bandas sonoras de La naranja mecánica y El resplandor, así como en la película Tron de los estudios Disney (Carlos, de 82 años de edad, rechazó participar en el documental).
Oras pioneras como Laurie Spiegel (la creadora del programa de software, Music Mouse, “un instrumento inteligente”); Éliane Radigue (la artista francesa que exploró las posibilidades sonoras del sintetizador modular ARP 2500); Bebe Barron (quien junto con su esposo Louis compuso el primer score electrónico para la película Forbidden Planet en 1956) y Maryanne Amacher (quien trabajó en lo que ella denominó “Productos de distorsión auditiva”), aparecen también en la cinta. Pero tristemente otras, como Anne Dudley (de la agrupación The Art Of Noise) o Gillian Gilbert (de New Order), están completamente ausentes.
Asimismo, el documental de Rovner se queda corto al ignorar la hibridación de la música electrónica con la música Disco, y al no tener en cuenta el enorme papel de la cultura afroamericana en el desarrollo de la música electrónica. Quizás Sisters With Transistors hubiera funcionado mejor como una miniserie documental y no como una película de menos de hora y media de duración.