En 1985, el escritor estadounidense Don DeLillo vio publicada su novela Ruido de fondo, considerada por la revista Time como una de las mejores novelas de habla inglesa del siglo XX.
Utilizando a una familia de clase media liderada por Jack, un padre de familia, profesor universitario y experto en Hitler; y Babette, una ama de casa drogadicta, DeLillo construyó un retrato oscuro sobre la Norteamérica contemporánea, en donde se hacen evidentes el consumismo desaforado y la sobresaturación mediática producto del capitalismo, el intelectualismo académico que raya en lo ridículo y lo esnobista, la desintegración del concepto de familia, los daños al medio ambiente y la obsesión por las armas de fuego y la violencia.
Pero más allá de ser una sátira sociopolítica, Ruido de fondo es un relato existencialista que nos habla sobre el miedo a la muerte, ese evento inevitable e ineludible, del cual los seres humanos somos conscientes.
Noah Baumbach es un director heredero de ese fértil cine norteamericano de finales de los años setenta y comienzos de los setenta, en donde los géneros estaban en un segundo plano para darle primacía a las películas sobre personas y relaciones. Baumbach, siempre dispuesto a asumir riesgos, decide adaptar esta difícil novela, lo cual es todo un reto y más aún cuando los espectadores llevamos años acostumbrados a un cine facilista, estereotipado y ligero.
Su elegante ejercicio de forma y contenido, mantiene intactas las reflexiones e ideas de DiLillo y como toda buena adaptación, las amplifica y las lleva más allá. En esta época de pospandemia, colmada de depresión y ansiedad, la cinta de Baumbach, pese a estar ambientada en los años ochenta, como la novela en la que se basa, cobra una fuerte resonancia.
Los Gladney son una familia de odiosos intelectuales (de esos que se ufanan por pensar diferente y tener una postura crítica sobre la sociedad) que ve amenazado su estatus quo debido a un desastre ecológico producto de un terrible accidente, que los medios terminan llamando el “evento tóxico aerotransportado” (la banda de rock Airborne Toxic Event obtuvo su nombre de la novela).
Heinrich (Sam Nivola), el depresivo hijo de Jack (Adam Driver), producto de una relación previa, y un obseso por las noticias de desastres, sabe que el evento es más grave de lo que cree su padre. Denise (Raffey Cassidy), la ansiosa hija de Babette y producto de un matrimonio previo, siente los síntomas del evento en carne propia y sospecha de su madre quien, de forma oculta, consume unas misteriosas pastillas llamadas Dylar, las cuales no aparecen en ningún vademécum.
Steffie (May Nivola) y Wilder (los gemelos Henry y Dean Moore), son los otros hijos de Jack y Babette. Steffie es hija de Jack, también de un matrimonio previo, y el pequeño Wilder es el único hijo que la pareja concibió junta. Por su temprana edad, ambos no son muy conscientes de la peligrosa situación que se avecina.
Aunque no habla alemán y toma cursos a escondidas, Jack se siente orgulloso de ser una de las personas que más sabe sobre Hitler en el mundo. Su colega Murray (Don Cheadle), un catedrático que le habla a sus estudiantes sobre los accidentes automovilísticos en el cine, lo envidia y decide convertirse en un experto en Elvis Presley para poder equipararse a Jack.
Al parecer, Jack y Babette mantienen una buena relación, pese a que sobre conceptualizan el acto sexual y tienen problemas para conciliar el sueño (Jack sufre de pesadillas y Babette de insomnio). Aunque al principio se niegan a considerar la gravedad del evento, este va a hacer que afloren sus problemas. Jack sentirá que la muerte está muy cerca y Babette revelará sus secretos.
Contar más estropearía el alucinante y excéntrico viaje concebido por DiLillo y Baumbach, el cual culmina aquí con una exquisita coreografía en un supermercado al ritmo de New Body Rhumba, una maravillosa canción de LCD Soundsystem, agrupación que se reunió luego de cinco años de receso para esta película.
Necesitamos consumir y competir para no pensar en el terrible evento que se avecina. Con su Ruido de fondo, Baumbach nos recomienda divertirnos, aceptar nuestra realidad y dimensionar las cosas antes de que sea demasiado tarde.