Imagínese estar arreglando un desván para encontrarse con una película mohosa de Betamax con una intrigante portada y un título llamativo. Por fortuna, el reproductor todavía funciona y usted, sin nada que perder, decide echarle un vistazo a la cinta vetusta. Espera a que sea la medianoche, presiona play es testigo de algo sucio, espantoso, mal actuado, con efectos especiales artesanales y mucha sangre y violencia. Termina la presentación y usted, asustado y perturbado, llega a la siguiente conclusión: “esta no es una buena película, pero ¡vaya sí me gustó!”.
Johannes Roberts, un amante declarado de las películas de terror de bajo presupuesto de los años 70 y 80, y el director de algunas cintas realmente efectivas (Terror a 47 metros, Los extraños: Cacería nocturna) y de uno que otro producto deplorable (El bosque de los malditos, El otro lado de la puerta), es el encargado de resucitar la recalcitrante e insufrible saga de Resident Evil, la exitosa serie de películas de acción y terror, protagonizada por Milla Jovovich y que los amantes del cine sufrimos como si se tratara de una maldición infernal eterna (seis cintas, cada una de ellas peor que su predecesora).
Uno de los muchos errores imperdonables de las películas de Resident Evil estaba en que alejaban muchísimo del espíritu del popular videojuego en el que estaban basados (por esta razón, los gamers le cargamos un rencor adicional a estas cintas). Roberts regresa a los orígenes de Resident Evil y nos entrega una cinta muy cercana al videojuego de los años noventa, pero también una cinta de terror clase “B” que bien parece el trabajo perdido de un director infame como Lucio Fulci o Lamberto Bava, producido por un más infame aún Ovidio G. Assonitis.
Mientras que la podrida saga de Resident Evil siempre lució estilizada y futurista, Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City luce podrida, algo fundamental para que se convierta en una fascinante pieza retro para todos los amantes del cine de terror de antaño (hay que recordar que el juego se inspiró en el clásico Evil Dead de Sam Raimi).
Siguiendo la línea de La maldición, la película tóxica de 1987 producida por Assonitis, basada en un relato de H.P. Lovecraft y protagonizada por Will Wheaton, John Schneider y Claude Atkins, la precuela de Resident Evil nos muestra a un pueblo enfermo y decadente gracias a la corporación Umbrella, que como todos sabemos, fue la causante del apocalipsis por experimentar con muertos vivientes para convertirlos en supersoldados (o algo así).
Claire Redfield (Kaya Scodelario de Maze Runner) regresa a la ciudad donde creció en un orfanato propiedad de Umbrella, junto a su hermano Chris (Robbie Amell de la serie Upload). El conductor del camión en el que viaja atropella a una mujer, pero esta, en vez de morir, se pierde en la oscuridad del bosque. El perro del camionero bebe la sangre de la supuesta víctima y ya tenemos al perro zombie de los videojuegos (un canino muy parecido a Zoltán, el perro de Drácula, protagonista de la grotesca cinta de 1978).
Chris es miembro del departamento de policía de Raccoon City (el cual aquí se presenta fiel al juego y nos recuerda a esa sucia y emocionante cinta de John Carpenter conocida como Asalto en el precinto 13). Los otros miembros del departamento son Jill Valentine (Hannah John-Kamen de la serie Killjoys), Albert Wesker (Tom Hopper de The Umbrella Academy) y Leon S. Kennedy (Avan Jogia de Now Apocalypse). El jefe Irons es nada menos que Donal Logue (Harvey Bullock de Gotham) haciendo uso de todos los estereotipos de un personaje como el suyo.
No espere una historia. Aquí lo que tenemos es gente y perros infectados que se vuelven zombies, policías que luchan para sobrevivir y a William Birkin, un hombre malévolo que se esconde como un noble padre de familia y mentor de los hermanos Redfield, encarnado nada menos que por Neal McDonough, mejor conocido como el siniestro villano Damien Dark de la serie Arrow.
Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City peca de ser demasiado predecible y superficial, pero sus zombies hechos sin los abusos de los caracteres generados por computador (y que pareciera fueran hechos por Tom Savini), el tipo de letra de los créditos que nos recuerda a El exorcista, la música barata de sintetizador, la atmósfera infernal y los sustos efectivos, hacen de esta cinta, toda una “joya” del cine de medianoche.